Reinaldo Escobar y el reto de un hombre: ¡Wir sind das Volk!


Reinaldo Escobar retó al agente de policía política que había agredido a su esposa Yoani Sánchez, el tristemente famoso “Rodney”, a un encuentro no violento en una calle de La Habana. Escobar en realidad estaba desafiando el poder de una burocracia octogenaria.

¿De qué otra forma se puede explicar que, en lugar de Rodney, Escobar encontró a una turba organizada que lo rodeaba gritando a coro: “esta calle es de Fidel…esta calle es de Fidel”? ¿A qué viene esto? Se supone que todas las calles, carreteras, caminos, veredas, atajos, trillos, puertos y aeropuertos de Cuba son de Fidel. Por medio siglo han sido de él y de nadie más. Alguna duda tendrán cuando necesitan ratificarlo con semejante alarde.

Temían que Escobar le robara una calle a Fidel. ¿Qué hacer? ¿Mandar a expertos en karate a dar golpes con varillas de construcción escondidas en periódicos, – otro de los logros de la revolución, porque los anticuados policías de Batista daban palos con garrote? Nada mejor que la chusma castrista advirtiendo a los cubanos: Que no se lo ocurra a nadie robarle una calle a Fidel porque “esta calle es de Fidel, esta calle es de Fidel”.

¿Y se puede robar una calle? Por supuesto, en Cuba se roba de todo. Para mucha gente es la forma de sobrevivir con un sueldo que no llega a 56 centavos de dólar por día, (Menos de $17 dólares mensuales). Se le roba al Estado en sus tiendas, sus gasolineras, sus fábricas, sus granjas avícolas, sus carnicerías, sus comedores, sus cooperativas, sus aduanas y sus puertos. Se roba mucho, se roba poco, pero se roba siempre.

Pero en Cuba el delito más grave es querer robarse una calle. ¿Se puede robar una calle? ¡Sí! En un lugar donde no son del pueblo, porque son de un tirano, también se pueden robar. ¿Y cómo? Existen muchos precedentes, pero citemos uno solo.

El Alemania Oriental, el 4 de setiembre de 1989, los feligreses después de una misa se adueñaron de las calles y del parque de Leipzig. Este hecho se repitió como una epidemia en otras ciudades. A los dos meses el pueblo alemán creyó que era dueño ya no de las calles, sino de su propio destino. Más de medio millón de personas tomaron la Plaza Alexander en Berlín. Cinco días después el fatídico muro desapareció para siempre.

Aquellos sucesos cambiaron el mundo y la gerontocracia castrista no quiere que se repitan en Cuba. Fidel y Raúl no tienen la intención de refugiarse en Chile, como tuvo que hacer su amigo y aliado Erich Honecker, el que perdió las calles en Alemania del Este. Ellos llegaron a la conclusión de que, en el caso de Escobar, era mejor no arriesgarse a perder la primera calle; porque perdiendo una se empezó en Alemania.

Aquello que gritaban en Leipzig: ¡Wir sind das Volk!, resultó mortal para el comunismo y podría convertirse en Cuba en un grito similar: ¡Nosotros somos el pueblo!
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Los turistas americanos en Cuba: “A Paradise under the stars”


Se acaba de celebrar una audiencia, en el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, sobre las restricciones a los turistas estadounidenses para viajar a Cuba. Hubo posiciones a favor y en contra. Quienes están a favor de que se levanten esas restricciones argumentan, entre otras cosas, que nuevos ingresos por turismo – si se pasara de dos a tres millones de visitantes extranjeros por año – ello podría mejorar la situación económica y política de los cubanos. Dejando de lado los temas legales, veamos los económicos.

Estos turistas adicionales podrían representar un ingreso de mil millones de dólares, que divididos entre 11.4 millones de habitantes tocarán a $7.30 dólares mensuales por cubano. No veo cómo el nivel de vida del pueblo pueda mejorar con tal miseria, en el supuesto escenario de que el ingreso se distribuyera equitativamente entre todos los cubanos, que no es ni será el caso. Cada dólar que entra en Cuba va directo las arcas de la dictadura, que después de descontar el 20% entrega una moneda devaluada a los visitantes. Los mil millones de dólares serán de uso discrecional de la tiranía y se repartirán en represión, espionaje, propaganda exterior y prebendas para los cómplices y sus familiares.

Algunos nos quieren presentar como embajadores de la libertad a los turistas de los Estados Unidos. No hablan español y no tienen ninguna cualidad genética para que, por una especie de telepatía u ósmosis espiritual, refuercen en los cubanos el amor por la libertad y la búsqueda de sus derechos. Son como los canadienses, los españoles, los alemanes, los franceses y, en fin, como los millones de turistas que han visitado Cuba por tantos años. Sin duda los estadounidenses son los viajeros más generosos del mundo; quizás a punta de sus propinas alcanzaremos la libertad.

Que el turismo tiene influencia en los países no se puede negar. En Cuba con el turismo masivo se ha desarrollado la industria de la prostitución. Miles de muchachas cubanas que viven en la más absoluta necesidad, sin trabajo, sin poder huir y a veces con hijos que mantener, han encontrado en el turismo una forma de sobrevivir. En la industria de la explotación sexual participan además policías chulos, taxistas informados y empleados alcahuetas de hoteles. Todos deben estar mejorando el inglés. Yes, sir.

Mientras la USRR subvencionó al régimen este fue enemigo del turismo, pero una vez que se terminó la masiva transferencia de riqueza, no le quedó al gobierno otra alternativa que promover el turismo de los exilados a Cuba. Dejaron de insultarlos con epítetos como gusanos y escoria y los bautizaron con el cursi apelativo de “la comunidad cubana en el exterior”. No obstante, se les prohibía a los funcionarios de la dictadura reunirse con sus familiares o amigos turistas.

Estos exilados no solo hablaban español, hablaban cubano. Visitaban sus pueblos, sus barrios, familias y amigos. ¿Qué lograron? Que la mayoría de la juventud cubana se convenciera de que el paraíso estaba en los Estados Unidos, donde cualquier hijo de vecino en lugar de ganar $17 dólares al mes ganaba el doble o el triple en un día.
Los jóvenes tuvieron entonces dos opciones: luchar por la libertad contra una dictadura que los empobrecía, pero que tenía el apoyo de prácticamente todos los gobiernos del mundo, además de la OEA, la ONU, y la prensa extranjera, para finalmente terminar en la cárcel. O, huir de Cuba hacia el paraíso de los Estados Unidos, donde una ley te da el privilegio especial, por encima de todos demás los habitantes de este planeta, de que si llegas te quedas y al año eres residente legal. Yo quisiera saber quién me puede alegar que eso fue una gran contribución a la lucha por la libertad de Cuba. ¿Beneficios?, claro; y los perjuicios, ¿qué?

Aquí lo que hay es una estrategia para desmantelar el embargo sin condicionarlo a que el castrismo se comprometa a respetar los derechos humanos en Cuba. Están involucrados la dictadura y quienes dentro y fuera del gobierno de Washington quieren un acomodo con la tiranía a cualquier costo. Además de, intereses comerciales - entre estos - los hoteles españoles en Cuba y la industria de viajes estadounidenses. No implico en este plan a quienes inocente o sanamente proponen el turismo americano a Cuba, personas que merecen nuestro respeto por sus esfuerzos por la libertad del pueblo cubano.

Creo oportuno terminar este artículo con una cita de Berta Antúnez Pernet: “Hacerle al régimen, que está en sus últimas, concesiones unilaterales en forma de turismo masivo de Estados Unidos, sólo servirá para aumentar la sangrienta represión contra el pueblo cubano. Esto sería la señal equivocada para los que luchan en la isla y eventualmente serán los que van a prevalecer por encima del decrépito estado totalitario. Por el futuro del pueblo cubano, Estados Unidos debe continuar siendo un pilar de claridad moral”.
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La locura de Pánfilo





Hace años discutiendo espontáneamente sobre la situación en Cuba, en la casa rodante que me servía de oficina, alguien del grupo exclamó: ¿Cuándo caerá Fidel Castro? y Pablo el chofer, se volvió hacia nosotros y nos dijo: “Fidel Castro se va a caer cuando los cubanos se vuelvan locos”. Acababa de escuchar un chispazo de sabiduría popular.

Pánfilo ha vuelto a hablar, lo admito, bajo los efectos del alcohol, es decir sin inhibiciones. Sus declaraciones me hicieron recordar aquella relación entre la libertad y la locura. Estoy seguro que en esta ocasión como en las anteriores, no ha sido el alcohol el único factor que ha motivado a Pánfilo a dejar a los cubanos con la boca abierta. Hay muchos alcohólicos en Cuba que no se arriesgarían a comentar ni en cámara ni fuera de ella algo parecido.

Las declaraciones de Pánfilo y otros actos recientes de admirable rebeldía, no parecen ser hechos aislados. El temor de los cubanos, producto de la represión y el pesimismo, se está debilitando. La tiranía siempre ha tratado de evitar con acoso y la agresión que el miedo ceda, reforzando la idea de que en Cuba la obediencia en la conducta es la tabla de salvación. Es la forma en que una mayoría descontenta pero pasiva, se deja arrastrar como ganado por un grupo de cuatreros uniformados. Al mismo tiempo es evidente que al vigilar con tanta constancia al pueblo, la dictadura parece estar convencida de que detrás de la fachada de ese hato obediente hay una manada salvaje.

Pocos pueden negar que de vez en cuando, hay que ser un poco loco, o un poco audaz, o un soñador, para tratar de alcanzar algo que con un comportamiento tímido no se puede lograr. Los exilados también tenemos que rebelarnos contra dos enemigos de la libertad de Cuba: el pesimismo y el triunfalismo. El pesimismo que nos inhibe y permite acomodarnos, mientras el triunfalismo nos hace creer que con entusiasmo pero sin participación concreta, contribuimos a la lucha de nuestros hermanos cubanos.

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El Partido Cuba Independiente y Democrática y el caso de Yoani Sánchez

A una ciudadana cubana a quien se le otorgó el más prestigioso reconocimiento periodístico del mundo, se le negó en octubre pasado la salida del país. Yoani Sánchez viajaría a New York para recibir el premio María Moors Cabot, de la Universidad de Columbia. No le dieron ninguna justificación tras impedirle el derecho a compartir ese honor con los periodistas Anthony DePalma del New York Times, Christopher Hawley de USA Today y el brasileño Merval Pereira. Parece que lo que en el mundo se reconoce como talento, en Cuba es motivo de castigo. Aun peor, negarle a un ciudadano a viajar adonde quiera, es admitir que en Cuba los cubanos son propiedad del estado.

Se pone en duda el nivel educativo y la cultura de nuestro país cuando a Yoani Sánchez se le penaliza de tal forma por sus ideas. Muchos males pueden pasar a una nación que castiga la individualidad. Los siglos han demostrado que quienes retaron la manera de pensar establecida, fueron los que hicieron avanzar el progreso intelectual y científico de la humanidad.

Si las autoridades no están de acuerdo con los planteamientos de Yoani Sánchez, pueden retarla con civilidad en el campo de las ideas. Tienen que darle la oportunidad para que las exponga libremente, sin temor y sin coacción. Que tenga en los medios de comunicación del país los mismos derechos de quien la adverse. De lo contrario, queda en evidencia el temor de quien usa la superioridad de la fuerza y amordaza a Yoani para no tener que enfrentarla públicamente en el cuadrilátero de la razón.

Pero en su caso no han bastado los impedimentos de salida ni el silenciar sus ideas en los medios de comunicación; ahora se ha pasado a la agresión física. Le dieron puñetazos a esta compatriota, para obligarla con golpes y empujones a entrar en un automóvil a la fuerza y así evitar que fuera adonde ella quería en su propia ciudad. Estamos ante hechos que nadie, hombre o mujer, marxista o demócrata pueden dejar de denunciar.

Por las anteriores razones y en nombre del Partido Cuba Independiente y Democrática, sus miembros y simpatizantes en Cuba, quiero hacer pública nuestra vergüenza como cubanos y nuestro absoluto rechazo a este hecho cobarde y condenable.

Roberto Marrero La Rosa

Presidente Partido Pro Cuba Independiente y Democrática

Camagüey, Cuba
Noviembre 16 de 2009
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Por qué no se debe levantar el embargo (18) Conclusiones Finales (1 de 3)


En los capítulos anteriores hemos analizado uno de los temas más polémicos del último medio siglo de la historia de Cuba: el embargo estadounidense contra el régimen castrista. Uno a uno han ido quedando sin sustento los mitos y falsedades con que se ataca esta política y se han perfilado con más claridad las circunstancias, los actores y sus verdaderos intereses.

En el caso del embargo, como con cualquier tema que exija objetividad, hay que ser riguroso, tener información sólida y marginar los prejuicios. Condiciones difíciles de cumplir entre aquellos que abordan con simplismo o con pasión la problemática cubana. Es bastante común, a la hora de hacer diagnósticos y dar recetas de cómo resolverla, escuchar a “expertos” en el embargo repetir la propaganda que oyeron o leyeron, o una opinión que desconoce la complejidad del asunto.

También se argumenta contra el embargo desde actitudes anti-estadounidenses; en estos casos solo sirve para demostrar, no el error o el acierto de esta política, sino las garras o la estupidez de los Estados Unidos. El embargo ha sido un festín para quienes en el mundo desprecian a los Estados Unidos.

Empezamos esta serie refutando el mito de que el embargo es un designio de Washington contra el castrismo. En realidad esta política se ha mantenido desde 1962 por la voluntad y presión de los cubanos del exilio. Equivocados o no. Por algo el entonces candidato Barack Obama fue a Miami y le aseguró al exilio que el embargo no se levantaría hasta que en Cuba no se liberara a los presos políticos y se respetara los derechos humanos.

El embargo - en conclusión - es un asunto entre cubanos. Por un lado los exilados que han presionado a Washington para que mantenga el embargo, y por otro los castristas que lo manipulan y denuncian como una agresión “imperialista” contra el pueblo cubano. En todo caso sería una agresión de los cubanos exilados contra la dictadura de la isla, aunque también se argumenta, demagógicamente, que es una agresión de los cubanos del exilio contra los cubanos de adentro.

Una vez desprovisto el embargo del designio “imperialista”, era necesario aclarar otro mito tan persistente como equívoco: que el embargo era un fracaso porque no había logrado el derrumbe del castrismo. Para los cubanos exilados el embargo nunca fue el instrumento que derrotaría al castrismo. Pensar así habría sido una ilusión tonta, porque todos sabíamos que la URSS sostenía a la dictadura en Cuba con una subvención de muchos miles de millones de dólares anuales, más una sustancial asistencia militar. Eso no se lo trae abajo un embargo comercial.

Una vez que se desplomó la URSS tampoco los cubanos exilados creyeron que el embargo era la bala de plata. Hace quince años, en una brillante exposición, el dirigente cubano José Antonio Font señaló que el fin del régimen en Cuba se acercaría con el deterioro físico de Castro, el agotamiento del sistema y la educación de la oposición en la isla. Recomendó que se mantuviera el embargo para evitar que la dictadura se oxigenara con el turismo norteamericano y con otras fuentes de ingresos desde los Estados Unidos.

Otro mito, repetido hasta convertirse en axioma, ha sido que el embargo es la causa del fracaso económico en la isla. En realidad toda economía estatizada ha sumido al pueblo en la pobreza. Cuba es nada más que otro ejemplo, acentuado por las decisiones políticas y económicas del faraón isleño. Para un régimen que ha recibido más de un millón de dólares de subvención por cada kilómetro cuadrado de extensión territorial, además de cuantiosas inversiones extranjeras en las últimas décadas, y que además comercia con todo el mundo, incluidos en la práctica los Estados Unidos, el nivel de pobreza que padecen los cubanos es impresionante.

Otro mito, hoy día, es el de la negativa de los Estados Unidos de vender medicinas a Cuba. Cuando esa prohibición existió, al régimen castrista le sobraban recursos para comprar medicinas a mejor precio en otras partes del mundo, como afirmó el presidente Jimmy Carter y el propio Fidel Castro confirmó. Desde el año 2000 esa prohibición fue eliminada, pero aun se sigue esgrimiendo el argumento como arma de propaganda, aunque en el 2007 Estados Unidos fuera el mayor proveedor de comida y ayuda humanitaria a Cuba y lo sigue siendo hasta el día de hoy.

Finalmente, toda la comida que la dictadura castrista compra en los Estados Unidos se paga con los dólares que mandan a la isla, como remesas, los exilados cubanos; estos dólares el estado cubano los monopoliza con una tasa de cambio arbitraria e injusta.

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Por qué no se debe levantar el embargo (17)

¿Qué quieren Raúl Castro y sus socios?

Raúl es un hombre astuto que ha vivido bajo la sombra de su hermano. Esto se debe en parte a diferencias obvias entre ambos personajes. Fidel siempre lo ha humillado como a pocas personas en su círculo de poder. El alcoholismo de Raúl tampoco es un secreto, a veces evidente en su comportamiento público.

Él y sus socios están conscientes de que han heredado un país convertido en un verdadero desastre. La cúpula gobernante se compone de personas que se acercan a los 80 años de edad. Del liderazgo original ya han muerto varios; algunos escogieron el suicidio. Para los que quedan, un cambio de cualquier tipo es difícil de asimilar. Han acumulado bastante dinero… tienen desde cotos de caza privados a la usanza soviética, hasta inversiones en el extranjero.

Esta vieja nomenclatura sabe que Estados Unidos es el único país que puede garantizarles la permanencia en el poder. Es el país de donde pueden llegar los cuantiosos recursos que necesita con urgencia la economía cubana. Solo el turismo estadounidense representaría un ingreso de miles de millones de dólares. También el acceso al mercado norteamericano es una condición para atraer inversionistas extranjeros.

¿Qué le ha ofrecido el grupo raulista a Estados Unidos? Cambios, cambios hacia el capitalismo. Si es necesario, repartir a Cuba en pedazos y entregársela a los empresarios norteamericanos. Los castristas argumentan que los inversionistas estadounidenses necesitarán en Cuba un gobierno que mantenga el orden como lo hacen los ex comunistas en China.

Tentar a los estadounidenses con las virtudes del capitalismo es muy fácil. La mayoría de ellos están convencidos de que el capitalismo es la madre de todas las virtudes, especialmente del poderío del que viven orgullosos. Se olvidan de que su país alcanzó ese nivel porque el dinamismo de su pueblo, y la riqueza de las tierras que colonizaron, se desarrollaron dentro de un estado de derecho excepcionalmente práctico y moderno. Las obligaciones y garantías de su constitución, sus instituciones y sus leyes, les permitieron dejar atrás al resto de un mundo destruido dos veces en el mismo siglo por guerras mundiales.

Junto con esa creencia de que el capitalismo lo resuelve todo, hay grandes intereses en los Estados Unidos que presionan para hacer negocios en Cuba. A Cuba hay que hacerla nueva. Hay que fabricar carreteras, acueductos, puertos, centros comerciales, cientos de miles de viviendas, hoteles, el 90% de la vías férreas necesitan reemplazos, etc. Está el negocio potencial del petróleo de aguas profundas. Más la industria azucarera y la posibilidad de fabricar etanol en cantidades exportables. Estos intereses estadounidenses han visto como los españoles monopolizan la industria turística de Cuba, mientras ellos se quedaban fuera. Y como los canadienses se han apoderado de una buena parte de la minería cubana.

Para el grupo castrista la única forma de camuflar las riquezas que han hecho al amparo del poder es en un sistema sin transparencia, en el que nadie tenga que rendir cuentas. Así sucedió en Rusia y en China. Los viejos comunistas aliados a la mafia y a los nuevos barones del capitalismo, en nombre del cambio se apoderaron de riquezas naturales y de las grandes empresas. No fue un cambio hacia la democracia sino hacia lo peor del capitalismo.

Ese es el tipo de cambio que quieren los castristas. Una especie de China caribeña. La democracia dicen, vendrá después, hay que tener paciencia, llegará con el tiempo.

Es un escenario ideal para capitalistas estadounidenses: Cuba, un país sin sindicatos, con sueldos miserables, sin huelgas, sin leyes ambientales que respetar. Una pequeña China a 90 millas. Son un pueblo inteligente que gana un promedio de $17 dólares mensuales y que tal vez por el doble se entusiasme. Un país con funcionarios corruptos y complacientes, sin una oposición política problemática y sin una prensa independiente que investigue y denuncie.

Raúl y su grupo tienen su hoja de ruta trazada, le han hecho ofertas secretas a la administración Obama y mientras tanto, hasta donde puedan, seguirán con Chávez. Para todo esto preparan un timo colosal al pueblo cubano.

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El odio y la violencia en Cuba


Si hubieran permitido a Yoani Sánchez participar en la manifestación a la que se dirigía, la noticia del evento ya se habría diluido entre las oleadas de información que sin cesar, se desplazan en el mundo digital. Pero la dictadura castrista le teme tanto, que tenían que impedirle a golpes que llegara a las calles G y 23 a unirse con otros 200 jóvenes cubanos en una manifestación por el “amor” y a clamar por “no más violencia”.

¿Es un delito apoyar el amor en Cuba? Sí lo es.

El amor es el antídoto del odio.

¿Es ilegal en Cuba manifestarse contra la violencia? También es cierto.

No puede haber dictadura sin odios, ni tiranía sin violencia.

En Cuba el castrismo sembró una cultura de odio que ha alimentado durante medio siglo. Odio de unos cubanos contra otros, “de los buenos contra los malos”, de los que “tienen la razón contra los que no la tienen”. Sin odios no hubieran perdido la vida tantos cubanos en el paredón, ni habrían padecido prisión o exilio cientos de miles, millones, por su amor a la libertad.

El odio sirve para justificar los comités de vigilancia y la prisión por razones políticas. Sin odios no se les pueden dar golpizas en la calle a ciudadanos que no han violado la ley, ni representan un peligro a otras personas.

¿Es un delito pedir: “no más violencia”?

¿En una dictadura? Por supuesto.

Se puede pedir no más violencia en Costa Rica y Oscar Arias no se sentiría ofendido. Si lo hacen en México, serían las bandas de narcotraficantes las aludidas. Pero decir “no más violencia” en Cuba es negarle el oxigeno a la tiranía. La violencia estimula al esbirro y aplaca el temor del dictador. Las tiranías sobreviven por la violencia, física o sicológica, refinada o brutal, siempre sistemática.

Con su cobarde acción contra Yoani Sánchez y su valiente acompañante, la tiranía ha aumentado el caudal de simpatía y solidaridad que ella ha ganado en el mundo. Es una muestra de que el castrismo sigue siendo el mismo, que no hay un cambio auténtico, que se aferra al poder con insolencia, dispuesto a proteger sus privilegios sin respetar los derechos humanos. Creen que con zarpazos, sumados a la indiferencia o la complicidad de la ONU y de la OEA, podrán detener a una generación que quiere ser dueña de su destino y que tiene valor para defenderlo.
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Por qué no se debe levantar el embargo (16)

Raul Castro y sus interés en negociar con los Estados Unidos

El deseo de Raúl Castro de negociar con los Estados Unidos precede el triunfo de Obama. Raúl había aconsejado públicamente a la administración Bush que le convenía llegar a un acuerdo con el gobierno cubano con Fidel en vida. A quien en realidad le convenía era a Raúl que, consciente que sería el heredero de su hermano, quería recibir un poder consolidado por un compromiso con Washington antes de la desaparición de Fidel. Así evitaría tener que ser él quien lo negociara desde una posición débil, como resultado de un ilegítimo traspaso del poder del anciano mayor al anciano menor.

El asunto no se quedó en el plano de las declaraciones públicas. Los castristas hicieron un bizarro intento de negociación y enviaron una delegación de militares cubanos a conversar con militares estadounidenses. Viajaron incognito de Cuba a Washington y fueron recibidos amablemente en el Pentágono. Expresaron que en Cuba el alto mando había llegado a la conclusión de que era necesario un cambio de rumbo al sistema. Necesitaban un plazo de 20 años y otras condiciones. Los militares estadounidenses se quedaron estupefactos. Les dijeron a los militares cubanos que ellos no eran la dependencia del gobierno para poder discutir una propuesta así. Se habían equivocado de oficina.

En Cuba saben que para desembarazarse del estatismo económico, las negociaciones con los Estados Unidos son inevitables. Los socios comerciales de Cuba en el mundo democrático, España y Canadá por ejemplo, no se arriesgarían a hacer las cuantiosas inversiones que necesita la economía de la isla para iniciar un despegue capitalista, como por ejemplo el de China. España y Canadá han hecho buenos negocios con la dictadura, pero no han tenido siempre las mejores experiencias en Cuba. Recientemente Moratinos viajó a La Habana a pedir que se inicie al pago de 450 millones de dólares que el gobierno cubano les ha retenido a empresarios españoles. Canadá no ha sido inmune a similares experiencias.

China ha sido cuidadosa con sus inversiones en la isla. Prefiere dar préstamos sabiendo que, tarde o temprano, algún gobierno cubano le pagará. México mantiene su distancia y Lula, a pesar de su admiración por Fidel Castro y su amistad con Raúl, no puede obligar a los empresarios brasileños a hacer grandes inversiones en Cuba. El fracaso del castrismo es reconocido incluso entre sus socios del socialismo del siglo XXI. Hasta Rafael Correa, el presidente ecuatoriano aliado de Hugo Chávez, recientemente declaró que en Cuba hay que hacer cambios.

Si el panorama interno y externo no es favorable para el castrismo, hay un escenario que les quita el sueño. Dentro de 36 meses habrá elecciones presidenciales en Venezuela. La popularidad decreciente de Hugo Chávez es difícil de revertir. Chávez puede radicalizar el proceso y liquidar lo que queda de democracia en Venezuela, pero aun así, los castristas no pueden confiar en forma indefinida con el subsidio venezolano.

Esta subvención es lo que ha evitado que una economía en quiebra entre en una etapa crítica. Si esto llega a suceder, el descontento reprimido por décadas difícilmente podrá contenerse.

La transición del estatismo a la economía de mercado no es una asignatura nueva. Existe experiencia documentada de los éxitos y fracasos de los países que fueron dominados por los comunistas. Raúl Castro y su pequeño grupo saben que necesitan el financiamiento, el capital y el mercado estadounidense para evitar el ruinoso desenlace que tienen por delante. Independientemente de las poses de teatro de que están dispuestos a conversar con los Estados Unidos de igual a igual, fue Raúl Castro quien ofreció negociar de todo con Obama: “presos políticos, libertad de prensa y derechos humanos.”

Continuara…

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Por qué no se debe levantar el embargo (15)

¿Que sería justo para los cubanos?

La economía estatizada ha fracasado dondequiera que se ha intentado. La experiencia del castrismo en Cuba es una prueba más. El camino del desarrollo económico es la economía de mercado. Por otra parte, el cambio del estatismo a la propiedad privada no garantiza por sí mismo la democracia, como tantos ciegamente creen. La historia muestra muchos matrimonios entre criminales dictaduras y el capitalismo.

En un país empobrecido por el totalitarismo comunista, el grupo que no quiere renunciar al poder tiene la alternativa de atraer la inversión extranjera, controlar la nacional privilegiando a los incondicionales, y evitar el desarrollo de un verdadero estado de derecho (Rusia, China).

Por el contrario, en los países ex comunistas donde ha habido una autentica transición hacia la libertad, se ha priorizado el desarrollo de un estado de derecho. Se ha legalizado la propiedad privada y se ha fomentado la inversión nacional y extranjera (Hungría, Polonia, la República Checa).

En un cambio hacia una economía de mercado en Cuba, los cubanos que viven en la isla deben tener la posibilidad de participar en igualdad de condiciones en el desarrollo del país. Si no es así, el capital foráneo tendrá la ventaja para apoderarse de los activos más valiosos y de los mejores negocios.

Cuba se convertiría en una neo-colonia de los Estados Unidos, China y España, con un porcentaje considerable de su economía en manos de los comunistas reciclados y de los cómplices de Hugo Chávez.

Para evitar este escenario, desde el inicio del cambio los cubanos deben tener acceso a un mercado de financiamiento que les permita competir por los méritos de sus proyectos y no por su incondicionalidad política. Es obvio que estas condiciones solo pueden materializarse en el contexto de un estado de derecho. Por esto el cambio en Cuba debe ser hacia la democracia, la única que puede evitar el escamoteo del patrimonio nacional.

El actual gobierno de Cuba, sin ningún pudor, ha favorecido al capitalismo extranjero con el que se ha asociado. Las compañías españolas, canadienses etc., han estado protegidas por una legislación que las privilegia, mientras que niega a los cubanos iguales oportunidades. Los extranjeros en Cuba han ido acaparando cuanto espacio económico la dictadura les ha facilitado. El levantamiento incondicional del embargo intensificaría esa situación hasta dejar a Cuba en manos de un capitalismo cómplice del régimen.

La ausencia de una prensa libre, de partidos políticos, de un sistema judicial independiente y de legisladores que respondan a la población, es el paraíso del atropello y la corrupción. Por eso un cambio en Cuba no debe priorizar el capitalismo, sino la democracia.

El presidente Dimitri A. Medvedev, se quejó recientemente del atraso económico de Rusia y resaltó la necesidad de que la democracia y los derechos humanos fueran protegidos, y de que el país escogiera regularmente nuevos líderes en elecciones libres.

Los cubanos no merecen seguir el camino de Rusia o de China. Quienes se deslumbran por el progreso económico de China cierran los ojos a que es lugar del mundo donde se cometen más violaciones a los derechos humanos. Es un país donde los disidentes son sistemáticamente perseguidos e ignorados. Donde los trabadores no tienen derechos y los campesinos son expulsados de sus tierras, cuando un desarrollador privado las necesita para construir viviendas de lujo. Es un país de juicios sin garantías procesales.

Un levantamiento del embargo que no se condicione al establecimiento de un estado derecho en Cuba, consagrado en una constitución democrática, en leyes e instituciones, le dará la luz verde a la actual tiranía para que, en una subasta disfrazada de transición hacia la libertad, remate el patrimonio nacional al mejor postor extranjero.

Continuará…

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