¿Es Cuba un Estado Fallido?


Por Huber Matos Araluce. San José, Costa Rica

Hablar de Estado fallido implica un concepto técnico que no debe usarse a la ligera. Según los principales indicadores internacionales, un país es considerado fallido cuando el gobierno pierde el control del territorio, las instituciones dejan de funcionar, se generaliza la violencia interna y el Estado es incapaz de proveer los servicios básicos a su población.

Cuba, formalmente, no es un Estado fallido: el régimen mantiene control del territorio, ejerce un monopolio absoluto sobre la fuerza y no enfrenta grupos insurgentes que le disputen el poder. Sin embargo, es un régimen en bancarrota política, económica y moral, que ha destruido el contrato social básico entre gobierno y ciudadanos.

El término Estado fallido suele aplicarse a países como Somalia, Haití o Afganistán, donde el Estado ha dejado de existir en la práctica o solo opera en partes de su territorio. Las señales más claras de un Estado fallido incluyen: pérdida del control territorial, ausencia de autoridad efectiva, colapso de servicios básicos, violencia generalizada y desplazamientos masivos.

En Cuba, el gobierno sigue ejerciendo control, pero no cumple su función esencial: garantizar condiciones mínimas de vida. La crisis eléctrica, el colapso sanitario, el desastre monetario y el éxodo masivo son pruebas de que el Estado no garantiza los servicios que aseguran la vida cotidiana.

Puede decirse que Cuba es un Estado fallido de facto: tiene instituciones, pero actúan más como mecanismos de control social que de servicio público. Mantiene ejército y policía, pero para reprimir protestas, no para garantizar seguridad ciudadana.

Para los cubanos que luchan por la democracia, es vital mantener la credibilidad. Decir que Cuba es un régimen en bancarrota describe mejor la realidad que afirmar que es un Estado fallido en el sentido estricto.

Hoy más que nunca, denunciar la verdad sin exageraciones es nuestra mayor arma. Documentemos cada apagón, cada hospital sin medicamentos y cada fracaso económico para mostrar al mundo que el sistema cubano está en ruinas y que el cambio es urgente.



🇺🇸 English

Talking about a failed state is a technical concept that should not be used lightly. According to major international indicators, a country is considered failed when the government loses control of its territory, institutions stop functioning, internal violence spreads, and the state is unable to provide basic services to its population.

Formally, Cuba is not a failed state: the regime maintains territorial control, exercises a monopoly on force, and does not face insurgent groups disputing power. However, it is a regime in political, economic, and moral bankruptcy, having destroyed the basic social contract between government and citizens.

The term failed state is often applied to countries like Somalia, Haiti, or Afghanistan, where the state has ceased to exist in practice or operates only in parts of its territory. Key signs include territorial loss, lack of effective authority, collapse of basic services, generalized violence, and mass displacement.

In Cuba, the government still exercises control but fails to fulfill its essential function: guaranteeing minimum living conditions. The energy crisis, health system collapse, monetary disaster, and mass exodus prove that the state no longer provides basic services.

It can be said that Cuba is a de facto failed state: it has institutions that function primarily as mechanisms of social control rather than public service. It keeps the army and police to repress protests, not to guarantee citizen security.

For Cubans fighting for democracy, maintaining credibility is vital. Saying Cuba is a bankrupt regime describes reality better than calling it a failed state in the strict sense.

Now more than ever, telling the truth without exaggeration is our strongest weapon. Document every blackout, every hospital without medicine, and every economic failure to show the world that the Cuban system is in ruins and change is urgent.

By Huber Matos Araluce. San José, Costa Rica


🇫🇷 Français

Parler d'État failli est un concept technique qui ne doit pas être utilisé à la légère. Selon les principaux indicateurs internationaux, un pays est considéré comme failli lorsque le gouvernement perd le contrôle du territoire, que les institutions cessent de fonctionner, que la violence interne se généralise et que l'État est incapable de fournir les services de base à la population.

Cuba, formellement, n’est pas un État failli : le régime garde le contrôle du territoire, exerce un monopole sur la force et ne fait pas face à des groupes insurgés contestant son pouvoir. Cependant, c’est un régime en faillite politique, économique et morale, ayant détruit le contrat social de base entre gouvernement et citoyens.

Le terme État failli est souvent appliqué à des pays comme la Somalie, Haïti ou l’Afghanistan, où l’État a pratiquement cessé d’exister ou ne gouverne qu’une partie du territoire. Les signes incluent perte de contrôle territorial, absence d’autorité effective, effondrement des services essentiels, violence généralisée et déplacements massifs.

À Cuba, le gouvernement continue d’exercer son contrôle, mais ne remplit pas sa fonction essentielle : garantir des conditions de vie minimales. La crise énergétique, l’effondrement sanitaire, le désastre monétaire et l’exode massif montrent que l’État ne fournit plus les services de base.

On peut dire que Cuba est un État failli de facto : les institutions existent mais servent surtout d’outils de contrôle social. L’armée et la police répriment les manifestations au lieu de garantir la sécurité des citoyens.

Pour les Cubains qui luttent pour la démocratie, il est vital de maintenir leur crédibilité. Dire que Cuba est un régime en faillite décrit mieux la réalité que de le qualifier d’État failli au sens strict.

Aujourd’hui plus que jamais, dire la vérité sans exagération est notre arme la plus puissante. Documentons chaque coupure, chaque hôpital sans médicaments et chaque échec économique pour montrer au monde que le système cubain est en ruine et que le changement est urgent.

Par Huber Matos Araluce. San José, Costa Rica


🇮🇹 Italiano

Parlare di Stato fallito non è solo retorica: è un concetto tecnico. Secondo i principali indicatori internazionali, un paese è considerato fallito quando il governo perde il controllo del territorio, le istituzioni smettono di funzionare, la violenza interna si diffonde e lo Stato non riesce più a fornire i servizi di base alla popolazione.

Cuba, formalmente, non è uno Stato fallito: il regime mantiene il controllo del territorio, esercita il monopolio della forza e non affronta gruppi insurrezionali. Tuttavia, è un regime in bancarotta politica, economica e morale che ha distrutto il contratto sociale di base tra governo e cittadini.

Il termine Stato fallito viene comunemente applicato a paesi come la Somalia, Haiti o l’Afghanistan, dove lo Stato ha cessato di esistere in pratica o governa solo una parte del territorio. I segnali più chiari includono perdita di controllo del territorio, assenza di autorità efficace, collasso dei servizi essenziali, violenza generalizzata e sfollamenti di massa.

A Cuba il governo continua a esercitare il controllo, ma non garantisce le condizioni minime di vita. La crisi elettrica, il collasso sanitario, il disastro monetario e l’esodo di massa dimostrano che lo Stato non assicura più i servizi di base.

Si può dire che Cuba è uno Stato fallito de facto: le istituzioni esistono ma agiscono principalmente come strumenti di controllo sociale. Polizia ed esercito reprimono le proteste invece di garantire la sicurezza dei cittadini.

Per i cubani che lottano per la democrazia, mantenere la credibilità è fondamentale. Dire che Cuba è un regime in bancarotta descrive meglio la realtà che definirla uno Stato fallito nel senso stretto.

Oggi più che mai, dire la verità senza esagerazioni è la nostra arma più potente. Documentiamo ogni blackout, ogni ospedale senza medicine e ogni fallimento economico per mostrare al mondo che il sistema cubano è in rovina e che il cambiamento è urgente.

Per Huber Matos Araluce. San José, Costa Rica

 

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EUROPA ROMPE CON LA ENERGÍA RUSA Y LA LECCIÓN PARA EL RÉGIMEN CASTRISTA

 


Por Huber Matos Araluce

San José, Costa Rica

 

La experiencia europea cortando su importación de gas y petróleo a Rusia es, en el caso del régimen castrista, mucho más grave, por no decir terminal.

 

El golpe estratégico

 

La reducción coordinada de importaciones por parte de la UE es, probablemente, el golpe no militar más poderoso asestado a Moscú desde la invasión. Esto no es solo un cambio económico; es uno estratégico. Restringe el presupuesto ruso, limita su capacidad de financiar la guerra y la obliga a vender con descuento: una herida auto-infligida amplificada por la acción colectiva europea.

 

Europa desmonta la palanca energética de Moscú

 

En 2021, Rusia era el mayor proveedor de petróleo y gas de la Unión Europea: casi un tercio del crudo y la mitad del gas provenían de allí. Desde la invasión de Ucrania, la UE ejecutó una estrategia acelerada de sustitución:

 

Petróleo: del 29 % (2021) a ≈2 % (2025) en la cesta de importaciones.

 

Gas: de casi 50 % de participación a ≈11 % en gasoductos; el total de importaciones rusas ronda hoy 45 bcm/año, mucho menor que antes de la guerra.

 

Resultado: Europa logró mantener el suministro con GNL, nuevas rutas y renovables, a un costo económico elevado pero con un beneficio estratégico enorme: la principal fuente de divisas de Rusia quedó severamente debilitada.

 

Golpe a las finanzas rusas

 

Perder el mercado europeo significó para Rusia vender su crudo y gas con descuentos de 10–15 USD por barril a compradores asiáticos, asumiendo mayores costos logísticos. El resultado: caída de 30–40 % en ingresos por hidrocarburos, aun manteniendo volúmenes similares de exportación. Moscú es ahora más dependiente de China e India y tiene menos margen fiscal para financiar la guerra. Es China, sobre todo, la que mantiene la economía de guerra rusa en funcionamiento, comprando energía con descuentos y proporcionando apoyo económico y tecnológico.

 

La lección para el régimen castrista

 

El régimen castrista está en una situación mucho más frágil que Rusia: depende en mayor medida del subsidio de petróleo de Venezuela y México de lo que Rusia dependía de las ventas de gas y petróleo a Europa. Su producción interna es de ≈26–40 mil b/d de crudo pesado, apenas un tercio de su consumo. El resto llega en forma de envíos de Venezuela (≈32–55 mil b/d) y México (≈21 mil b/d).

 

Si ambos países suspendieran los suministros:

 

Déficit diario: 80–95 mil b/d quedarían descubiertos.

 

Compra mínima necesaria: al menos 40–50 mil b/d para evitar un apagón total; idealmente 60–80 mil b/d para estabilizar el país.

 

Costo anual: USD 1.8–2.2 mil millones, cifra que coincide con la estimación de Jorge Piñón y que sería prácticamente impagable para el régimen.

 

Consecuencias directas para el régimen castrista

 

Prácticamente el país quedaría sin electricidad en forma permanente. Lo que equivaldría a un paro nacional.

 

Transporte y turismo: colapso del transporte público y caída del turismo por falta de combustible.

 

Economía: contracción drástica de agricultura, industria y servicios.

 

Tensión social: descontento popular y presión sobre el régimen, mucho peor que durante el “Período Especial”.

 

Conclusión

 

Europa demostró que cortar la dependencia energética puede transformar un conflicto. Reduciendo en más de 80 % sus compras de energía a Rusia, la UE debilitó de forma estratégica la economía del Kremlin.

 

En el caso del régimen castrista, la suspensión de petróleo de México y Venezuela tendría un efecto aún más dramático: parálisis económica casi total, necesidad de gastar al menos 2.000 millones de dólares anuales para evitar el colapso y un escenario de crisis política mucho más grave que la de los años 90.

 

A diferencia de Rusia, que cuenta con China para sostener su economía de guerra, el régimen castrista no tendría quién lo rescate si pierde el petróleo de sus dos únicos aliados. Esa vulnerabilidad hace que el corte de suministros sea, en términos prácticos, un golpe terminal.

DATO CLAVE:

Para evitar un colapso energético total, el régimen tendría que importar entre 60 y 80 mil barriles diarios, con un costo anual estimado de 2.000 millones de dólares, dinero que no tienen, y el que tienen robado y escondido se lo llevarán con ellos cuando escapen.

 

ENGLISH


EUROPE BREAKS WITH RUSSIAN ENERGY AND THE LESSON FOR THE CASTRO REGIME

By Huber Matos Araluce

San José, Costa Rica

Europe’s experience cutting its imports of gas and oil from Russia is, in the case of the Castro regime, much more severe—if not terminal.

The strategic blow

The EU’s coordinated reduction of imports is probably the most powerful non-military blow dealt to Moscow since the invasion. This is not just an economic change; it is a strategic one. It restricts Russia’s budget, limits its ability to finance the war, and forces it to sell at a discount—an essentially self-inflicted wound amplified by Europe’s collective action.

Europe dismantles Moscow’s energy leverage

In 2021, Russia was the largest supplier of oil and gas to the European Union: nearly a third of crude oil and half of the gas came from there. Since the invasion of Ukraine, the EU executed an accelerated substitution strategy:

Oil: from 29% (2021) to ≈2% (2025) in the import basket.

Gas: from nearly 50% to ≈11% in pipelines; total Russian imports now hover around 45 bcm/year, much lower than before the war.

Result: Europe managed to maintain supply through LNG, new routes, and renewables—at a high economic cost but with enormous strategic benefit: Russia’s main source of hard currency has been severely weakened.

Blow to Russian finances

Losing the European market meant Russia had to sell its oil and gas at discounts of $10–15 per barrel to Asian buyers, assuming higher logistical costs. The result: a 30–40% drop in hydrocarbon revenues, even while maintaining similar export volumes. Moscow is now more dependent on China and India and has less fiscal margin to finance the war. It is China, above all, that keeps Russia’s war economy functioning, buying discounted energy and providing economic and technological support.

The lesson for the Castro regime

The Castro regime is in a much more fragile situation than Russia: it depends more heavily on subsidized oil from Venezuela and Mexico than Russia ever did on its sales to Europe. Its domestic production is ≈26–40 thousand b/d of heavy crude, barely a third of its consumption. The rest comes via shipments from Venezuela (≈32–55 thousand b/d) and Mexico (≈21 thousand b/d).

If both countries suspend supplies:

Daily deficit: 80–95 thousand b/d would go uncovered.

Minimum purchase needed: at least 40–50 thousand b/d to avoid total blackout; ideally 60–80 thousand b/d to stabilize the country.

Annual cost: USD 1.8–2.2 billion, a figure matching Jorge Piñón’s estimate, practically unpayable for the regime.

Direct consequences for the Castro regime

The country would be left almost permanently without electricity—equivalent to a nationwide shutdown.

Transport and tourism: collapse of public transport and decline of tourism due to lack of fuel.

Economy: drastic contraction of agriculture, industry, and services.

Social tension: popular discontent and pressure on the regime, much worse than during the “Special Period.”

Conclusion

Europe proved that cutting energy dependence can transform a conflict. By reducing its energy purchases from Russia by over 80%, the EU strategically weakened the Kremlin’s economy.

For the Castro regime, suspending oil from Mexico and Venezuela would have an even more dramatic effect: near-total economic paralysis, the need to spend at least $2 billion annually to avoid collapse, and a political crisis worse than in the 1990s.

Unlike Russia, which has China to keep its war economy afloat, the Castro regime would have no one to rescue it if it lost oil from its two allies. This vulnerability makes a supply cutoff, in practical terms, a terminal blow.

KEY FACT:

To avoid total energy collapse, the regime would have to import between 60 and 80 thousand barrels per day, at an annual cost of $2 billion—money it does not have, and what it does have, stolen and hidden, its leaders would take with them when they flee.

 

FRANÇAIS


L'EUROPE ROMPT AVEC L'ÉNERGIE RUSSE ET LA LEÇON POUR LE RÉGIME CASTRISTE

Par Huber Matos Araluce

San José, Costa Rica

L'expérience européenne de couper ses importations de gaz et de pétrole de la Russie est, dans le cas du régime castriste, beaucoup plus grave, voire terminale.

Le coup stratégique

La réduction coordonnée des importations par l'UE est probablement le coup non militaire le plus puissant porté à Moscou depuis l'invasion.
Ce n'est pas seulement un changement économique ; c'est un changement stratégique. Il restreint le budget russe, limite sa capacité à financer la guerre et l'oblige à vendre à prix réduit : une blessure auto-infligée amplifiée par l'action collective européenne.

L'Europe démonte le levier énergétique de Moscou

En 2021, la Russie était le plus grand fournisseur de pétrole et de gaz de l'Union européenne : près d'un tiers du pétrole brut et la moitié du gaz en provenaient. Depuis l'invasion de l'Ukraine, l'UE a exécuté une stratégie accélérée de substitution :

Pétrole : de 29 % (2021) à ≈2 % (2025) dans le panier d'importations.

Gaz : de près de 50 % à ≈11 % dans les gazoducs ; les importations russes totales tournent aujourd'hui autour de 45 bcm/an, bien moins qu'avant la guerre.

Résultat : l'Europe a réussi à maintenir l'approvisionnement grâce au GNL, à de nouvelles routes et aux renouvelables, à un coût économique élevé mais avec un bénéfice stratégique énorme : la principale source de devises de la Russie a été gravement affaiblie.

Coup porté aux finances russes

Perdre le marché européen a obligé la Russie à vendre son pétrole et son gaz avec des rabais de 10 à 15 USD le baril à des acheteurs asiatiques, en assumant des coûts logistiques plus élevés. Résultat : une chute de 30 à 40 % des revenus provenant des hydrocarbures, malgré des volumes d'exportation similaires. Moscou est désormais plus dépendante de la Chine et de l'Inde et dispose de moins de marge budgétaire pour financer la guerre. C'est surtout la Chine qui maintient l'économie de guerre russe en marche, en achetant de l'énergie à prix réduit et en fournissant un soutien économique et technologique.

La leçon pour le régime castriste

Le régime castriste est dans une situation beaucoup plus fragile que la Russie : il dépend davantage des subventions pétrolières du Venezuela et du Mexique que la Russie ne dépendait de ses ventes à l'Europe. Sa production interne est d'environ 26–40 000 b/j de brut lourd, à peine un tiers de sa consommation. Le reste provient d'expéditions du Venezuela (≈32–55 000 b/j) et du Mexique (≈21 000 b/j).

Si les deux pays suspendaient leurs livraisons:

Déficit quotidien : 80–95 000 b/j resteraient non couverts.

Achat minimum nécessaire : au moins 40–50 000 b/j pour éviter une panne totale ; idéalement 60–80 000 b/j pour stabiliser le pays.

Coût annuel : 1,8–2,2 milliards USD, chiffre correspondant à l'estimation de Jorge Piñón, pratiquement impayable pour le régime.

Conséquences directes pour le régime castriste

Le pays se retrouverait pratiquement sans électricité de façon permanente — l'équivalent d'un arrêt national.

Transports et tourisme : effondrement des transports publics et chute du tourisme par manque de carburant.

Économie : contraction drastique de l'agriculture, de l'industrie et des services.

Tension sociale : mécontentement populaire et pression sur le régime, bien pire que pendant la « Période spéciale ».

Conclusion

L'Europe a démontré que couper la dépendance énergétique peut transformer un conflit. En réduisant de plus de 80 % ses achats d'énergie à la Russie, l'UE a affaibli stratégiquement l'économie du Kremlin.

Dans le cas du régime castriste, la suspension du pétrole du Mexique et du Venezuela aurait un effet encore plus dramatique : paralysie économique quasi totale, nécessité de dépenser au moins 2 milliards USD par an pour éviter l'effondrement et crise politique plus grave que celle des années 90.

Contrairement à la Russie, qui compte sur la Chine pour soutenir son économie de guerre, le régime castriste n'aurait personne pour le secourir s'il perdait le pétrole de ses deux seuls alliés. Cette vulnérabilité fait que l'arrêt des livraisons est, en termes pratiques, un coup terminal.

DONNÉE CLÉ :

Pour éviter un effondrement énergétique total, le régime devrait importer entre 60 et 80 000 barils par jour, pour un coût annuel estimé à 2 milliards USD — argent qu'il n'a pas, et celui qu'il a, volé et caché, serait emporté par ses dirigeants lors de leur fuite.

 

ITALIANO


L'EUROPA ROMPE CON L'ENERGIA RUSSA E LA LEZIONE PER IL REGIME CASTRISTA

Di Huber Matos Araluce

San José, Costa Rica

L'esperienza europea di interrompere le importazioni di gas e petrolio dalla Russia è, nel caso del regime castrista, molto più grave, se non terminale.

Il colpo strategico

La riduzione coordinata delle importazioni da parte dell'UE è probabilmente il colpo non militare più potente inflitto a Mosca dall'inizio dell'invasione. Non si tratta solo di un cambiamento economico; è un cambiamento strategico. Restringe il bilancio russo, limita la sua capacità di finanziare la guerra e la costringe a vendere a sconto: una ferita auto-inflitta amplificata dall'azione collettiva europea.

L'Europa smantella la leva energetica di Mosca

Nel 2021, la Russia era il principale fornitore di petrolio e gas dell'Unione Europea: quasi un terzo del greggio e metà del gas provenivano da lì. Dall'invasione dell'Ucraina, l'UE ha eseguito una strategia accelerata di sostituzione:

Petrolio: dal 29 % (2021) a ≈2 % (2025) nel paniere delle importazioni.

Gas: da quasi il 50 % a ≈11 % nei gasdotti; le importazioni totali dalla Russia oggi si aggirano intorno a 45 bcm/anno, molto inferiori rispetto a prima della guerra.

Risultato: l'Europa è riuscita a mantenere l'approvvigionamento tramite GNL, nuove rotte e rinnovabili, a un costo economico elevato ma con un enorme beneficio strategico: la principale fonte di valuta estera della Russia è stata gravemente indebolita.

Colpo alle finanze russe

Perdere il mercato europeo ha significato per la Russia vendere il proprio petrolio e gas con sconti di 10–15 USD al barile agli acquirenti asiatici, assumendo costi logistici più elevati. Il risultato: un calo del 30–40 % delle entrate da idrocarburi, pur mantenendo volumi di esportazione simili. Mosca è ora più dipendente da Cina e India e ha meno margine fiscale per finanziare la guerra. È soprattutto la Cina che mantiene in vita l'economia di guerra russa, acquistando energia scontata e fornendo sostegno economico e tecnologico.

La lezione per il regime castrista

Il regime castrista si trova in una situazione molto più fragile della Russia: dipende in misura maggiore dal petrolio sovvenzionato di Venezuela e Messico rispetto a quanto la Russia dipendesse dalle sue vendite all'Europa. La sua produzione interna è di ≈26–40 mila b/g di greggio pesante, appena un terzo del suo consumo. Il resto arriva tramite spedizioni dal Venezuela (≈32–55 mila b/g) e dal Messico (≈21 mila b/g).

Se entrambi i paesi sospendessero le forniture:

Deficit giornaliero: 80–95 mila b/g resterebbero scoperti.

Acquisto minimo necessario: almeno 40–50 mila b/g per evitare un blackout totale; idealmente 60–80 mila b/g per stabilizzare il paese.

Costo annuo: 1,8–2,2 miliardi USD, cifra che coincide con la stima di Jorge Piñón, praticamente impagabile per il regime.

Conseguenze dirette per il regime castrista

Il paese resterebbe praticamente senza elettricità in modo permanente — equivalente a un blocco nazionale.

Trasporti e turismo: collasso del trasporto pubblico e calo del turismo per mancanza di carburante.

Economia: drastica contrazione di agricoltura, industria e servizi.

Tensione sociale: malcontento popolare e pressione sul regime, molto peggiore rispetto al “Periodo Speciale”.

Conclusione

L'Europa ha dimostrato che interrompere la dipendenza energetica può trasformare un conflitto. Riducendo di oltre l'80 % i suoi acquisti di energia dalla Russia, l'UE ha indebolito strategicamente l'economia del Cremlino.

Nel caso del regime castrista, la sospensione del petrolio da Messico e Venezuela avrebbe un effetto ancora più drammatico: paralisi economica quasi totale, necessità di spendere almeno 2 miliardi USD all'anno per evitare il collasso e una crisi politica molto più grave di quella degli anni '90.

A differenza della Russia, che ha la Cina per sostenere la sua economia di guerra, il regime castrista non avrebbe nessuno a salvarlo se perdesse il petrolio dei suoi due unici alleati. Questa vulnerabilità rende l'interruzione delle forniture, in termini pratici, un colpo terminale.

DATO CHIAVE:

Per evitare un collasso energetico totale, il regime dovrebbe importare tra 60 e 80 mila barili al giorno, con un costo annuo stimato di 2 miliardi USD — denaro che non ha, e quello che ha, rubato e nascosto, verrebbe portato via dai suoi dirigenti quando fuggiranno.




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¿Se repetirá la tragedia polaca en Ucrania?

 


Por Huber Matos Araluce

San José, Costa Rica

Polonia fue el primer país en resistir la invasión nazi en 1939, y sus soldados, pilotos y criptógrafos jugaron un papel decisivo en la victoria aliada. Un dato poco conocido es que fueron matemáticos polacos quienes primero descifraron la máquina Enigma en 1932, años antes de que Gran Bretaña entrara en la guerra. Marian Rejewski, Jerzy Różycki y Henryk Zygalski lograron reconstruir el funcionamiento de Enigma y fabricaron réplicas que entregaron a británicos y franceses en julio de 1939. Este acto permitió que Bletchley Park partiera con ventaja en el descifrado de códigos, lo que acortó la guerra y salvó millones de vidas.

Sin embargo, cuando llegó la hora de decidir el mapa de Europa, en la Conferencia de Yalta (1945) los líderes de Estados Unidos y Reino Unido sabían perfectamente que Polonia quedaría bajo control soviético y aun así aceptaron el acuerdo. La promesa de “elecciones libres” fue no solo vaga sino abiertamente falsa, pues Roosevelt, Churchill y Stalin eran conscientes de que Moscú instalaría un régimen comunista. Para millones de polacos, aquello fue una traición histórica: habían luchado y contribuido a la victoria aliada como pocos, y aun así fueron entregados a la opresión por otros 45 años.

Los líderes de la resistencia polaca sabían que Occidente podía ayudarlos militarmente pero había decidido no hacerlo. Los británicos y estadounidenses tenían capacidad de bombardeo y de apoyo aéreo, pero optaron por no confrontar a Stalin ni alterar sus acuerdos con Moscú. Aun así, el Armia Krajowa se levantó. El general Tadeusz “Bór” Komorowski expresó el espíritu de esa decisión:

“Luchando en todas partes, no podíamos permanecer pasivos en nuestra propia tierra… La nación que quiere vivir en libertad no puede ser pasiva en los momentos en los que su destino está siendo decidido.”

Los insurgentes de Varsovia lucharon durante 63 días. Murieron unos 16,000 combatientes polacos y entre 150,000 y 200,000 civiles, y la ciudad fue arrasada. Fue un sacrificio consciente: demostrar al mundo y a la historia que Polonia no se entregaba sin pelear.

Hace pocos días, Rusia lanzó alrededor de 19 drones hacia territorio polaco, obligando a cerrar el espacio aéreo en Varsovia y otras ciudades. Aunque algunos analistas lo presentaron como una simple “prueba”, fue en realidad una advertencia estratégica a Polonia y a toda la Unión Europea. Moscú mostró que puede golpear el territorio de la OTAN y puso a prueba la voluntad política de responder. Es el eco de 1944: una señal de que la pasividad sería interpretada como debilidad.

En febrero de 2022, cuando comenzó la invasión rusa, Washington invitó a Volodímir Zelensky a evacuar Kiev para formar un gobierno en el exilio. Su respuesta fue inmediata y categórica:

“Necesito municiones, no transporte.”

Al igual que Bór-Komorowski en 1944, Zelensky tomó la decisión consciente de resistir aun en condiciones adversas. Con ese acto de coraje, evitó que Ucrania fuera desmembrada y entregada a Rusia. Fue un momento decisivo que mantuvo vivo el Estado ucraniano y dio tiempo a Europa para organizar su defensa.

El tiempo se agota. Un triunfo ruso en Ucrania no sería solo una derrota para Kiev: sería un triunfo estratégico para China, que sostiene la economía y el esfuerzo de guerra de Moscú. Ese desenlace consolidaría un eje Pekín-Moscú más agresivo y dejaría a Europa en mayor peligro que nunca.

Washington es el único actor con capacidad de proporcionar de inmediato el armamento y las defensas aéreas que Ucrania necesita para resistir. La lección de Yalta es clara: cuando Occidente negoció la libertad de Polonia, lo hizo sabiendo que la estaba condenando. Hoy, con Ucrania, aún hay tiempo de evitar que la historia se repita. La nación que quiere vivir en libertad no puede ser pasiva en los momentos en que su destino está siendo decidido.

English Version 🇺🇸

Poland was the first country to resist the Nazi invasion in 1939, and its soldiers, pilots, and cryptographers played a decisive role in the Allied victory. A little-known fact is that Polish mathematicians were the first to break the Enigma code in 1932, years before Britain even entered the war. Marian Rejewski, Jerzy Różycki, and Henryk Zygalski reconstructed the machine’s internal wiring and built replicas, which they shared with the British and French in July 1939. This transfer allowed Bletchley Park to start its work with a head start, shortening the war and saving millions of lives.

Yet, when it came time to redraw the map of Europe at the Yalta Conference (1945), the leaders of the United States and the United Kingdom knew perfectly well that Poland would fall under Soviet control — and they accepted it. The promise of “free elections” was not only vague but blatantly false, as Roosevelt, Churchill, and Stalin were fully aware that Moscow would impose a communist regime. For millions of Poles, this was a historic betrayal: they had fought for Europe’s freedom and contributed immensely to the Allied victory, only to be delivered into oppression for another 45 years.

Polish underground leaders knew that the West could help them militarily but had chosen not to. Britain and the United States had the capacity for airstrikes and supply drops but refused to confront Stalin or jeopardize their alliance with Moscow. Still, the Armia Krajowa rose up. General Tadeusz “Bór” Komorowski summed up the spirit of that decision:

“Fighting everywhere, we could not remain passive on our own land… The nation that wants to live in freedom cannot be passive at moments when its fate is being decided.”

The Warsaw insurgents fought for 63 days. Around 16,000 Polish fighters and 150,000–200,000 civilians were killed, and the city was systematically destroyed. It was a deliberate sacrifice — a message to the world and to future generations that Poland would not surrender without a fight.

Just days ago, Russia launched around 19 drones into Polish airspace, forcing the closure of airports in Warsaw and other cities. While some analysts framed it as a “test” of NATO defenses, it was in fact a strategic warning to Poland and the entire European Union. Moscow signaled that it can strike NATO territory and is measuring the West’s political will to respond. It is the echo of 1944: passivity will be read as weakness.

In February 2022, as Russia launched its full-scale invasion, Washington invited Volodymyr Zelensky to evacuate Kyiv to form a government in exile. His answer was immediate and defiant:

“I need ammunition, not transportation.”

Like Bór-Komorowski in 1944, Zelensky made the conscious choice to resist under impossible conditions. That act of courage kept the Ukrainian state alive and gave Europe time to mobilize its support.

Time is running out. A Russian victory in Ukraine would not just be a defeat for Kyiv — it would be a strategic victory for China, which is sustaining Moscow’s economy and war effort. Such an outcome would consolidate a more aggressive Beijing-Moscow axis and leave Europe more vulnerable than ever.

Washington remains the only actor capable of providing Ukraine with the heavy weapons and air defenses it urgently needs. The lesson of Yalta is clear: when the West bargained away Poland’s freedom, it did so knowingly. Today, with Ukraine, there is still time to prevent history from repeating itself. A nation that wants to live in freedom cannot be passive when its fate is being decided.

Version Française 🇫🇷

La Pologne fut le premier pays à résister à l’invasion nazie en 1939. Ses soldats, pilotes et cryptographes jouèrent un rôle décisif dans la victoire alliée. Un fait peu connu est que des mathématiciens polonais furent les premiers à percer le code Enigma en 1932, plusieurs années avant que le Royaume-Uni n’entre en guerre. Marian Rejewski, Jerzy Różycki et Henryk Zygalski reconstituèrent le câblage interne de la machine et fabriquèrent des répliques qu’ils remirent aux Britanniques et aux Français en juillet 1939. Cette contribution permit à Bletchley Park de démarrer son travail avec une avance précieuse, raccourcissant la guerre et sauvant des millions de vies.

Pourtant, lors de la conférence de Yalta (1945), les dirigeants des États-Unis et du Royaume-Uni savaient parfaitement que la Pologne tomberait sous le contrôle soviétique — et ils l’acceptèrent. La promesse d’« élections libres » fut non seulement vague mais ouvertement mensongère, car Roosevelt, Churchill et Staline savaient que Moscou imposerait un régime communiste. Pour des millions de Polonais, ce fut une trahison historique : ils avaient combattu et contribué de manière décisive à la victoire alliée, mais furent livrés à l’oppression pendant encore 45 ans.

Les chefs de la résistance polonaise savaient que l’Occident pouvait les aider mais avait choisi de ne pas le faire. Britanniques et Américains disposaient de la capacité de soutenir l’insurrection par des bombardements et du ravitaillement, mais décidèrent de ne pas défier Staline. Malgré cela, l’Armia Krajowa se souleva. Le général Tadeusz “Bór” Komorowski résuma l’esprit de cette décision :

« Combattant partout, nous ne pouvions pas rester passifs sur notre propre terre… La nation qui veut vivre libre ne peut pas rester passive aux moments où son destin se décide. »

Les insurgés de Varsovie combattirent pendant 63 jours. Environ 16 000 combattants polonais et 150 000 à 200 000 civils furent tués, et la ville fut systématiquement détruite. C’était un sacrifice délibéré : montrer au monde et aux générations futures que la Pologne ne se rendait pas sans se battre.

Il y a quelques jours, la Russie a lancé environ 19 drones dans l’espace aérien polonais, forçant la fermeture des aéroports de Varsovie et d’autres villes. Certains observateurs ont parlé d’un « test » de la défense de l’OTAN, mais c’était en réalité un avertissement stratégique adressé à la Pologne et à toute l’Union européenne. Moscou a montré qu’elle pouvait frapper le territoire de l’OTAN et tester la volonté politique de l’Occident. C’est l’écho de 1944 : l’inaction serait perçue comme une faiblesse.

En février 2022, au début de l’invasion russe, Washington invita Volodymyr Zelensky à évacuer Kiev pour former un gouvernement en exil. Sa réponse fut immédiate et catégorique :

« J’ai besoin de munitions, pas de transport. »

Comme Bór-Komorowski en 1944, Zelensky fit le choix conscient de résister malgré des conditions désespérées. Cet acte de courage maintint l’État ukrainien en vie et donna à l’Europe le temps de mobiliser son soutien.

Le temps presse. Une victoire russe en Ukraine ne serait pas seulement une défaite pour Kiev : ce serait une victoire stratégique pour la Chine, qui soutient l’économie et l’effort de guerre de Moscou. Ce résultat consoliderait un axe Pékin-Moscou plus agressif et laisserait l’Europe plus vulnérable que jamais.

Washington reste le seul acteur capable de fournir à l’Ukraine les armes lourdes et les défenses aériennes dont elle a un besoin urgent. La leçon de Yalta est claire : lorsque l’Occident a marchandé la liberté de la Pologne, il savait qu’il la condamnait. Aujourd’hui, avec l’Ukraine, il reste encore du temps pour éviter que l’histoire ne se répète. La nation qui veut vivre libre ne peut pas rester passive quand son destin se joue.

Versione Italiana 🇮🇹

La Polonia fu il primo paese a resistere all’invasione nazista nel 1939, e i suoi soldati, piloti e crittografi ebbero un ruolo decisivo nella vittoria alleata. Un fatto poco conosciuto è che furono matematici polacchi i primi a decifrare la macchina Enigma nel 1932, anni prima che la Gran Bretagna entrasse in guerra. Marian Rejewski, Jerzy Różycki e Henryk Zygalski ricostruirono il cablaggio interno della macchina e realizzarono delle repliche, consegnandole a britannici e francesi nel luglio 1939. Questo dono permise a Bletchley Park di iniziare il lavoro con un vantaggio cruciale, accorciando la guerra e salvando milioni di vite.

Eppure, quando arrivò il momento di ridisegnare la mappa dell’Europa alla Conferenza di Yalta (1945), i leader di Stati Uniti e Regno Unito sapevano perfettamente che la Polonia sarebbe caduta sotto il controllo sovietico — e lo accettarono. La promessa di “elezioni libere” non fu solo vaga ma apertamente falsa, poiché Roosevelt, Churchill e Stalin erano consapevoli che Mosca avrebbe imposto un regime comunista. Per milioni di polacchi, fu un tradimento storico: avevano combattuto per la libertà dell’Europa e contribuito enormemente alla vittoria alleata, solo per essere consegnati a decenni di oppressione.

I leader della resistenza polacca sapevano che l’Occidente poteva aiutarli militarmente ma aveva scelto di non farlo. Britannici e americani avevano la capacità di bombardare e rifornire, ma decisero di non sfidare Stalin né mettere a rischio l’alleanza. Nonostante ciò, l’Armia Krajowa si sollevò. Il generale Tadeusz “Bór” Komorowski riassunse lo spirito di quella decisione:

« Combattendo ovunque, non potevamo restare passivi sulla nostra stessa terra… La nazione che vuole vivere libera non può restare passiva nei momenti in cui si decide il suo destino. »

Gli insorti di Varsavia combatterono per 63 giorni. Circa 16.000 combattenti polacchi e 150.000–200.000 civili furono uccisi, e la città fu sistematicamente distrutta. Fu un sacrificio deliberato: mostrare al mondo e alle generazioni future che la Polonia non si arrendeva senza combattere.

Pochi giorni fa, la Russia ha lanciato circa 19 droni nello spazio aereo polacco, costringendo alla chiusura degli aeroporti di Varsavia e di altre città. Alcuni analisti lo hanno definito un “test” delle difese NATO, ma in realtà si è trattato di un avvertimento strategico rivolto alla Polonia e a tutta l’Unione Europea. Mosca ha dimostrato di poter colpire il territorio NATO e sta misurando la volontà politica dell’Occidente di reagire. È l’eco del 1944: l’inazione sarebbe interpretata come debolezza.

Nel febbraio 2022, all’inizio dell’invasione russa, Washington invitò Volodymyr Zelensky a evacuare Kiev per formare un governo in esilio. La sua risposta fu immediata e decisa:

« Ho bisogno di munizioni, non di un trasporto. »

Come Bór-Komorowski nel 1944, Zelensky prese la decisione consapevole di resistere anche in condizioni disperate. Questo atto di coraggio mantenne in vita lo Stato ucraino e diede all’Europa il tempo di organizzare il sostegno militare.

Il tempo sta per scadere. Una vittoria russa in Ucraina non sarebbe solo una sconfitta per Kiev: sarebbe una vittoria strategica per la Cina, che sostiene l’economia e lo sforzo bellico di Mosca. Un tale esito consoliderebbe un asse Pechino-Mosca più aggressivo e lascerebbe l’Europa più esposta che mai.

Washington rimane l’unico attore in grado di fornire immediatamente all’Ucraina le armi pesanti e le difese aeree di cui ha urgente bisogno. La lezione di Yalta è chiara: quando l’Occidente negoziò la libertà della Polonia, lo fece sapendo di condannarla. Oggi, con l’Ucraina, c’è ancora tempo per evitare che la storia si ripeta. La nazione che vuole vivere libera non può restare passiva nei momenti in cui si decide il suo destino.


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Nepal y Cuba: Una Lección Sobre el Precio de la Inacción


Por Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

La crisis que vive Nepal en septiembre de 2025 demuestra que incluso los países con instituciones democráticas en papel pueden deslizarse hacia el autoritarismo si no hay una reacción ciudadana decidida. El gobierno nepalí bloqueó 26 plataformas digitales, incluyendo Facebook y WhatsApp, en un intento de controlar la disidencia. La respuesta de la generación Z fue inmediata: protestas masivas en todo el país, edificios gubernamentales incendiados y un grito de hartazgo contra la corrupción. La represión fue brutal: al menos 19 personas murieron y más de 300 resultaron heridas, según denuncias de organismos como Human Rights Watch. Sin embargo, el sistema político de Nepal —aunque frágil y marcado por la corrupción— aún conserva un espacio para la presión popular: el primer ministro dimitió, la censura fue levantada y se abrió la puerta a un gobierno transitorio.

La actual crisis de Nepal no puede entenderse sin recordar la guerra civil que devastó al país entre 1996 y 2006. Durante ese conflicto, el Partido Comunista de Nepal (Maoísta) emprendió una insurgencia armada contra la monarquía, exigiendo una república popular y profundas reformas sociales. La guerra dejó más de 13 000 muertos, miles de desaparecidos y comunidades enteras desplazadas, en medio de violaciones de derechos humanos cometidas tanto por la guerrilla como por las fuerzas estatales. El Acuerdo de Paz de 2006 puso fin a la violencia y condujo a la abolición de la monarquía en 2008, pero la promesa de justicia para las víctimas sigue sin cumplirse. Las comisiones de verdad y reconciliación han avanzado lentamente, y la impunidad de los responsables ha alimentado la frustración de las nuevas generaciones, que hoy reclaman un Nepal más justo y democrático.

Cuba, en cambio, es el retrato acabado de lo que ocurre cuando el autoritarismo triunfa. La dictadura castrista, sostenida por el Partido Comunista, controla la prensa, prohíbe elecciones libres y castiga duramente a la oposición, que aun así sobrevive y sigue luchando por un cambio. El 11 de julio de 2021, cuando el pueblo salió pacíficamente a exigir libertad, la respuesta fue una de las represiones más masivas de América Latina en este siglo: miles de arrestos arbitrarios, condenas de hasta 25 años de prisión para jóvenes y niños, y un endurecimiento del control policial. Sin embargo, el país se encuentra hoy sumido en un colapso económico sin precedentes, producto de la corrupción y la ineficiencia del Partido Comunista, lo que ha provocado un creciente descontento popular que erosiona la capacidad del régimen de sostenerse indefinidamente.

La lección es clara: Nepal aún puede salvarse de repetir la historia de Cuba. Pero solo lo logrará si su sociedad mantiene la presión, exige castigo para los responsables de la represión y defiende sus libertades con firmeza. Y para Cuba, la historia demuestra que incluso los regímenes más cerrados enfrentan su hora de rendir cuentas cuando el pueblo decide que no hay vuelta atrás.

🇬🇧 Nepal and Cuba: A Lesson on the Price of Inaction

By Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

The crisis shaking Nepal in September 2025 shows that even countries with democratic institutions on paper can slide into authoritarianism if citizens do not react decisively. The Nepalese government blocked 26 digital platforms, including Facebook and WhatsApp, in an attempt to control dissent. Generation Z responded immediately: mass protests across the country, government buildings set on fire, and a collective outcry against corruption. The crackdown was brutal: at least 19 people were killed and over 300 injured, according to Human Rights Watch. Yet Nepal’s political system—fragile and marred by corruption—still offers space for popular pressure: the prime minister resigned, the censorship was lifted, and the door was opened to a transitional government.

This crisis cannot be understood without recalling the civil war that devastated the country between 1996 and 2006. During that decade, the Communist Party of Nepal (Maoist) launched an armed insurgency against the monarchy, demanding a people’s republic and deep social reforms. The war left more than 13,000 dead, thousands missing, and entire communities displaced, with human rights violations committed by both the guerrillas and state forces. The 2006 Comprehensive Peace Agreement ended the fighting and led to the abolition of the monarchy in 2008, but justice for the victims remains elusive. Truth and reconciliation commissions have made slow progress, and the impunity of perpetrators has fueled the frustration of younger generations, who now demand a more just and democratic Nepal.

Cuba, by contrast, is the finished portrait of what happens when authoritarianism prevails. The Castro dictatorship, sustained by the Communist Party, controls the press, bans free elections, and severely punishes the opposition, which nevertheless survives and continues to fight for change. On July 11, 2021, when the people took to the streets peacefully to demand freedom, the regime responded with one of the most massive crackdowns in Latin America in this century: thousands of arbitrary arrests, sentences of up to 25 years for youths and minors, and a tightening of police control. Today, however, the country is mired in an unprecedented economic collapse, the result of corruption and inefficiency by the Communist Party, which has triggered a growing popular discontent that erodes the regime’s ability to sustain itself indefinitely.

The lesson is clear: Nepal can still avoid repeating Cuba’s history. But it will only succeed if society keeps up the pressure, demands accountability for those responsible for repression, and defends its freedoms firmly. And for Cuba, history shows that even the most closed regimes eventually face their day of reckoning when the people decide there is no turning back.


🇫🇷 Népal et Cuba : Une leçon sur le prix de l’inaction

Par Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

La crise que traverse le Népal en septembre 2025 démontre que même les pays dotés d’institutions démocratiques sur le papier peuvent basculer vers l’autoritarisme si les citoyens ne réagissent pas avec détermination. Le gouvernement népalais a bloqué 26 plateformes numériques, dont Facebook et WhatsApp, pour tenter de contrôler la dissidence. La génération Z a réagi immédiatement : manifestations massives dans tout le pays, incendies de bâtiments publics et cri général contre la corruption. La répression a été brutale : au moins 19 personnes ont été tuées et plus de 300 blessées, selon Human Rights Watch. Pourtant, le système politique népalais — fragile et marqué par la corruption — offre encore un espace à la pression populaire : le premier ministre a démissionné, la censure a été levée et la voie ouverte à un gouvernement de transition.

Cette crise ne peut être comprise sans rappeler la guerre civile qui a ravagé le pays entre 1996 et 2006. Pendant cette décennie, le Parti communiste du Népal (maoïste) a lancé une insurrection armée contre la monarchie, réclamant une république populaire et de profondes réformes sociales. La guerre a fait plus de 13 000 morts, des milliers de disparus et le déplacement de communautés entières, avec des violations des droits humains commises à la fois par la guérilla et par les forces de l’État. L’Accord de paix global de 2006 a mis fin aux combats et conduit à l’abolition de la monarchie en 2008, mais la justice pour les victimes reste insaisissable. Les commissions vérité et réconciliation avancent lentement, et l’impunité des responsables nourrit la frustration des jeunes générations, qui réclament aujourd’hui un Népal plus juste et démocratique.

Cuba, en revanche, illustre ce qui se produit lorsque l’autoritarisme triomphe. La dictature castriste, soutenue par le Parti communiste, contrôle la presse, interdit les élections libres et punit sévèrement l’opposition, qui continue pourtant de survivre et de lutter pour le changement. Le 11 juillet 2021, lorsque le peuple est descendu dans la rue pour exiger pacifiquement la liberté, la réponse a été l’une des répressions les plus massives de l’Amérique latine au XXIe siècle : milliers d’arrestations arbitraires, peines allant jusqu’à 25 ans de prison pour des jeunes et des mineurs, et renforcement du contrôle policier. Aujourd’hui, le pays est plongé dans un effondrement économique sans précédent, fruit de la corruption et de l’inefficacité du Parti communiste, ce qui provoque un mécontentement populaire croissant et fragilise la capacité du régime à se maintenir indéfiniment.

La leçon est claire : le Népal peut encore éviter de répéter l’histoire de Cuba. Mais il ne réussira que si la société maintient la pression, exige des comptes aux responsables de la répression et défend fermement ses libertés. Et pour Cuba, l’histoire prouve que même les régimes les plus fermés finissent par faire face à leur heure de vérité lorsque le peuple décide qu’il n’y a pas de retour en arrière.


🇮🇹 Nepal e Cuba: Una lezione sul prezzo dell’inazione

Di Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

La crisi che vive il Nepal nel settembre 2025 dimostra che anche i paesi con istituzioni democratiche sulla carta possono scivolare verso l’autoritarismo se i cittadini non reagiscono con decisione. Il governo nepalese ha bloccato 26 piattaforme digitali, tra cui Facebook e WhatsApp, nel tentativo di controllare il dissenso. La Generazione Z ha risposto immediatamente: proteste di massa in tutto il paese, edifici governativi incendiati e un grido collettivo contro la corruzione. La repressione è stata brutale: almeno 19 persone sono state uccise e oltre 300 ferite, secondo Human Rights Watch. Eppure il sistema politico del Nepal — fragile e segnato dalla corruzione — offre ancora spazio alla pressione popolare: il primo ministro si è dimesso, la censura è stata revocata e si è aperta la porta a un governo di transizione.

Questa crisi non può essere compresa senza ricordare la guerra civile che devastò il paese tra il 1996 e il 2006. Durante quel decennio, il Partito Comunista del Nepal (Maoista) lanciò un’insurrezione armata contro la monarchia, chiedendo una repubblica popolare e profonde riforme sociali. La guerra provocò più di 13 000 morti, migliaia di dispersi e intere comunità sfollate, con violazioni dei diritti umani commesse sia dalla guerriglia che dalle forze statali. L’Accordo di Pace Globale del 2006 pose fine ai combattimenti e portò all’abolizione della monarchia nel 2008, ma la giustizia per le vittime rimane ancora lontana. Le commissioni per la verità e la riconciliazione hanno fatto pochi progressi e l’impunità dei responsabili ha alimentato la frustrazione delle nuove generazioni, che ora chiedono un Nepal più giusto e democratico.

Cuba, al contrario, rappresenta il quadro completo di ciò che accade quando l’autoritarismo prevale. La dittatura castrista, sostenuta dal Partito Comunista, controlla la stampa, vieta le elezioni libere e punisce duramente l’opposizione, che tuttavia sopravvive e continua a lottare per il cambiamento. L’11 luglio 2021, quando il popolo scese pacificamente in piazza per chiedere libertà, la risposta fu una delle repressioni più massicce dell’America Latina in questo secolo: migliaia di arresti arbitrari, condanne fino a 25 anni di carcere per giovani e minorenni e un inasprimento del controllo di polizia. Oggi, però, il paese è immerso in un collasso economico senza precedenti, frutto della corruzione e dell’inefficienza del Partito Comunista, che ha scatenato un crescente malcontento popolare e indebolisce la capacità del regime di sostenersi indefinitamente.

La lezione è chiara: il Nepal può ancora evitare di ripetere la storia di Cuba. Ma ci riuscirà solo se la società manterrà la pressione, chiederà giustizia per i responsabili della repressione e difenderà con fermezza le proprie libertà. E per Cuba, la storia dimostra che anche i regimi più chiusi prima o poi devono affrontare il momento della resa dei conti quando il popolo decide che non si torna indietro.

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