Se acaba de celebrar una audiencia, en el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, sobre las restricciones a los turistas estadounidenses para viajar a Cuba. Hubo posiciones a favor y en contra. Quienes están a favor de que se levanten esas restricciones argumentan, entre otras cosas, que nuevos ingresos por turismo – si se pasara de dos a tres millones de visitantes extranjeros por año – ello podría mejorar la situación económica y política de los cubanos. Dejando de lado los temas legales, veamos los económicos.
Estos turistas adicionales podrían representar un ingreso de mil millones de dólares, que divididos entre 11.4 millones de habitantes tocarán a $7.30 dólares mensuales por cubano. No veo cómo el nivel de vida del pueblo pueda mejorar con tal miseria, en el supuesto escenario de que el ingreso se distribuyera equitativamente entre todos los cubanos, que no es ni será el caso. Cada dólar que entra en Cuba va directo las arcas de la dictadura, que después de descontar el 20% entrega una moneda devaluada a los visitantes. Los mil millones de dólares serán de uso discrecional de la tiranía y se repartirán en represión, espionaje, propaganda exterior y prebendas para los cómplices y sus familiares.
Algunos nos quieren presentar como embajadores de la libertad a los turistas de los Estados Unidos. No hablan español y no tienen ninguna cualidad genética para que, por una especie de telepatía u ósmosis espiritual, refuercen en los cubanos el amor por la libertad y la búsqueda de sus derechos. Son como los canadienses, los españoles, los alemanes, los franceses y, en fin, como los millones de turistas que han visitado Cuba por tantos años. Sin duda los estadounidenses son los viajeros más generosos del mundo; quizás a punta de sus propinas alcanzaremos la libertad.
Que el turismo tiene influencia en los países no se puede negar. En Cuba con el turismo masivo se ha desarrollado la industria de la prostitución. Miles de muchachas cubanas que viven en la más absoluta necesidad, sin trabajo, sin poder huir y a veces con hijos que mantener, han encontrado en el turismo una forma de sobrevivir. En la industria de la explotación sexual participan además policías chulos, taxistas informados y empleados alcahuetas de hoteles. Todos deben estar mejorando el inglés. Yes, sir.
Mientras la USRR subvencionó al régimen este fue enemigo del turismo, pero una vez que se terminó la masiva transferencia de riqueza, no le quedó al gobierno otra alternativa que promover el turismo de los exilados a Cuba. Dejaron de insultarlos con epítetos como gusanos y escoria y los bautizaron con el cursi apelativo de “la comunidad cubana en el exterior”. No obstante, se les prohibía a los funcionarios de la dictadura reunirse con sus familiares o amigos turistas.
Estos exilados no solo hablaban español, hablaban cubano. Visitaban sus pueblos, sus barrios, familias y amigos. ¿Qué lograron? Que la mayoría de la juventud cubana se convenciera de que el paraíso estaba en los Estados Unidos, donde cualquier hijo de vecino en lugar de ganar $17 dólares al mes ganaba el doble o el triple en un día.
Los jóvenes tuvieron entonces dos opciones: luchar por la libertad contra una dictadura que los empobrecía, pero que tenía el apoyo de prácticamente todos los gobiernos del mundo, además de la OEA, la ONU, y la prensa extranjera, para finalmente terminar en la cárcel. O, huir de Cuba hacia el paraíso de los Estados Unidos, donde una ley te da el privilegio especial, por encima de todos demás los habitantes de este planeta, de que si llegas te quedas y al año eres residente legal. Yo quisiera saber quién me puede alegar que eso fue una gran contribución a la lucha por la libertad de Cuba. ¿Beneficios?, claro; y los perjuicios, ¿qué?
Aquí lo que hay es una estrategia para desmantelar el embargo sin condicionarlo a que el castrismo se comprometa a respetar los derechos humanos en Cuba. Están involucrados la dictadura y quienes dentro y fuera del gobierno de Washington quieren un acomodo con la tiranía a cualquier costo. Además de, intereses comerciales - entre estos - los hoteles españoles en Cuba y la industria de viajes estadounidenses. No implico en este plan a quienes inocente o sanamente proponen el turismo americano a Cuba, personas que merecen nuestro respeto por sus esfuerzos por la libertad del pueblo cubano.
Creo oportuno terminar este artículo con una cita de Berta Antúnez Pernet: “Hacerle al régimen, que está en sus últimas, concesiones unilaterales en forma de turismo masivo de Estados Unidos, sólo servirá para aumentar la sangrienta represión contra el pueblo cubano. Esto sería la señal equivocada para los que luchan en la isla y eventualmente serán los que van a prevalecer por encima del decrépito estado totalitario. Por el futuro del pueblo cubano, Estados Unidos debe continuar siendo un pilar de claridad moral”.