Opinión: Hillary Clinton necesita leer sobre los Castro
Por Mary Anastasia O’Grady
Estar a la izquierda de Bernie Sanders, senador por el estado de Vermont y socialista declarado, no es una labor fácil. Pero el discurso de Hillary Clinton el viernes en Miami fue un esfuerzo destacado. ¿Qué podría ser más tranquilizador para el ala extrema del Partido Demócrata (es decir, los votantes de las elecciones primarias) que un candidato que usa los argumentos de Fidel y Raúl Castro para explicar el aislamiento y la miseria de Cuba?
El problema para el resto del electorado es lo que el discurso dice sobre el juicio de Clinton respecto de la política exterior. Su mensaje no permite confiar que tenga una estrategia para lidiar con la intransigente dictadura de Castro.
Las cosas no van bien para Clinton. Gallup informó el 24 de julio que el apoyo a Sanders se había duplicado desde marzo a 24%, mientras que la de Hillary Clinton había caído cinco puntos a 43% desde abril. La pérdida de impulso la obliga a ser creativa. Usar el argumento de Cuba es una forma de recuperar a la extrema izquierda y atraer donaciones para la campaña de empresarios sin principios y ansiosos por hacer negocios con el régimen de la isla.
El llamado de Clinton al Congreso de Estados Unidos para que levante el embargo “de una vez por todas” no es nuevo ni único: la precandidata apoyó esa idea hace un año durante una intervención ante el centro de estudios Council on Foreign Relations. Es una perspectiva que muchos estadounidenses de diferentes posiciones políticas comparten, incluyendo a los libertarios que creen que Washington no debería tener el poder para dictar a dónde se puede viajar, como tampoco debería financiar el Banco Interamericano de Desarrollo, el cual sin duda desea agregar a los deshonestos Castro a su lista de “clientes”.
Pero cuando Clinton dijo el viernes que EE.UU. debe “decidir entre el compromiso y el embargo, entre acoger nuevas ideas o regresar al punto muerto de la Guerra Fría”, estaba aplicando el mismo razonamiento que el gobierno del presidente Barack Obama usa para argumentar que EE.UU. necesita aceptar el acuerdo nuclear con Irán o de lo contrario ir a la guerra. Esa es una falsa dicotomía que no aplica ni para la política hacia Cuba, ni para lidiar con Teherán.
Clinton hizo un llamado para que el líder de las mayorías de la Cámara de Representantes de EE.UU., John Boehner, y el del Senado, Mitch McConnell, “respondan a las súplicas del pueblo cubano”. Los cubanos “desean una relación más cercana con EE.UU.”, dijo. Desean “leer nuestros libros, navegar nuestra red, aprender de nuestra gente. Desean llevar a su país al Siglo XXI”.
El régimen cubano no podría haber escrito una mejor narrativa de “culpen a EE.UU.” por el aislamiento de la isla. Si las encuestas sugieren que los estadounidenses lo están creyendo, es debido a que la dictadura ha hecho un buen trabajo de diseminar la propaganda en universidades estadounidenses y en los medios. Clinton, después de servir como secretaria de Estado por cuatro años, debería saber cómo son las cosas.
El embargo no bloquea la exportación de libros a Cuba ya que el material informativo está eximido. Los cubanos no pueden leer “nuestros” libros debido a que Cuba controla el material de lectura que entra al país y envía a la cárcel por “peligrosidad” a cualquiera que encuentra con textos no aprobados.
No hay tal cosa como “nuestra red” y el embargo estadounidense no restringe el acceso de los cubanos a Internet. La mayoría de los habitantes de la isla no puede tener computadoras. Buena parte de los que poseen una tienen prohibido el acceso a Internet. Sólo los seguidores del partido reciben aprobación.
Respecto a aprender de “nuestra gente”, Cuba controla estrictamente la interacción con los extranjeros y aquellos que se excedan pueden ir a la cárcel. Intente conseguir una visa cubana si ha sido marcado como “contrarrevolucionario”, como me sucedió a mí. Estas políticas están diseñadas para evitar que los cubanos se comuniquen entre sí y con los extranjeros para evitar que se organicen política o socialmente.
El fin incondicional del embargo no hará nada para cambiar esto. Al contrario, podría fortalecer al dictador si el resultado es un flujo de capital fresco para la isla.
Desde que el presidente Obama anunció en diciembre que restauraría las relaciones diplomáticas y relajaría las restricciones de viaje a la isla, los arrestos por motivos de seguridad estatal se han incrementado significativamente, según grupos de derechos humanos. La frase de Clinton de que si es elegida abogaría por la resolución de los reclamos de propiedad confiscada durante la revolución sería más plausible si prometiera hacerlo antes de levantar el embargo.
En una entrada de blog del 26 de julio, el autor y columnista de origen cubano Carlos Alberto Montaner notó que los pasos de Obama hacia la normalización no han alterado el “capitalismo militar de Estado” de Cuba. Cerca de 2.500 empresas grandes y medianas, incluyendo la industria turística, siguen en manos de las fuerzas armadas. Montaner les recordó a los lectores que para generar divisas extranjeras, Cuba también alquila sus médicos y dentistas por todo el mundo como esclavos y que depende de las remesas de los migrantes.
Con estos ingresos, el régimen financia a los militares y mantiene la represión. O, como dijo Montaner, basta “un perro feroz para mantener a raya a 200 aterrorizadas ovejas”.
Si Clinton desea levantar el embargo por razones libertarias, podría tener cierta razón. Pero argumentar que hacerlo liberaría al pueblo cubano es falso o simplemente tonto.