Carter en Cuba: una valoración positiva


En su viaje a Cuba, el presidente Carter ha dicho cosas que no nos agradan a muchos cubanos. También ha dado declaraciones que nos convienen. Su reunión con un grupo de disidentes es importante para ellos, para nosotros y para la lucha por la democracia.


Carter declaró:

"La mayoría de los cubanos desean que existan relaciones normales con Estados Unidos, y la gran mayoría de los norteamericanos también desean que existan relaciones normales con Cuba”…


Podemos sumarnos a esa mayoría. Solamente puede haber relaciones normales entre dos democracias. En un mundo donde los derechos humanos son parte importante de las relaciones entre los pueblos, un gobierno democrático no puede dejar de condenar las violaciones que comete una dictadura. Todas las tiranías por definición son violatorias de esos derechos.


También Carter dijo que:

"Indudablemente existen algunos líderes radicales en mi país, algunos en posiciones destacadas en el Congreso, en muchos de los casos cubanoamericanos, que insisten en mantener este distanciamiento...”


---Se trata de "una pequeña minoría en estos momentos, pero muy poderosa desde el punto de vista político, en los círculos políticos".


Me parece importante que mucha gente en Cuba haya escuchado del propio presidente Carter que la política de Washington hacia Cuba no la deciden únicamente los americanos, sino que influyen - en forma decisiva - un grupo de cubanos. Sobre si ellos representan una minoría de los cubanoamericanos está por probarse. A los congresistas cubanoamericanos no los elige al Congreso en Washington una minoría sino una mayoría de los votantes.


En Cuba Carter habló contra el embargo, a favor de la libertad de los espías castristas condenados en los Estados Unidos y de los viajes de turistas estadounidenses a Cuba. Eso lo quería escuchar el régimen y puede ser que hasta Carter lo crea. Habría que valorar si realmente el gobierno usó a Carter, o éste los usó a ellos.


El presidente Carter no es ningún tonto como muchos creen. Nadie pasa por la presidencia de los Estados Unidos sin graduarse en varias especialidades, entre ellas, sobre la maldad de los dictadores y su capacidad de manipulación.


Habríamos querido que la visita de Carter a Cuba fuera toda a nuestro favor, el de la libertad, pero eso no es posible; esto no hace a Carter un aliado del castrismo o un enemigo nuestro. Creo que ganamos más nosotros con su visita que el castrismo, que difícilmente puede ganar ya nada con nadie.


Lo más importante fue que Carter se reunió con varios disidentes. Eso es un reconocimiento que eleva la credibilidad de la oposición democrática ante el pueblo cubano y el mundo y lo ha hecho, en los momentos en que la dictadura ha lanzado una campaña perversa y violenta contra la oposición.


Tal vez sería oportuno en estos momentos preguntarnos: ¿Quién fue, antes de Carter, el último representante importante del mundo libre que fue a Cuba y se reunió con la oposición? ¿Cuál fue el que en La Habana expresó su esperanza de que todo el pueblo cubano fuera completamente libre? Carter hizo ambas cosas. A veces tenemos la maña de convertir una victoria en fracaso, o de concederle al enemigo triunfos que no son tales.
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Bombas para Gadafi y consejos para Raúl Castro



A Gadafi los Estados Unidos lo tratan a cañonazos y al dictador de Cuba le dan consejos. ¡Vaya contradicción! ¿Es que Raúl Castro tiene más legitimidad que Gadafi?


Mientras caían las bombas en Libia, Gadafi tenía detenidos a cuatro periodistas del New York Times. Al gobierno de los Estados Unidos no parece haberle preocupado si los ataques de sus cohetes Tomahawk podían empeorar la suerte de estos estadounidenses. Siguieron los bombardeos y Gadafi los liberó.


Pero en el caso cubano, donde hace más de un año tienen arrestado a un ciudadano estadounidense (Alan Gross) y acaban de condenarlo arbitrariamente a 15 años de prisión, la Secretaria de Estados de los Estados Unidos, Hillary Clinton declaraba que “...No queremos tomar ninguna medida o decir algo que pueda socavar las posibilidades de que esta persona pueda volver a casa con su familia''.


Esto lo ha dicho la funcionaria que junto a Susan Rice y Samantha Power fueron claves en convencer al presidente Obama de atacar militarmente a Gadafi. Estados Unidos, como se desprende de las declaraciones de Hillary Clinton, es un país sujeto al chantaje.


Ahora la dictadura ha invitado al presidente Jimmy Carter a Cuba para que interceda en el secuestro y regrese con consejos para Obama sobre los cambios económicos que el dictador Raúl Castro viene prometiendo hace cinco años.


La tiranía quieren demostrarle a Obama que los buenos modales de Carter son más eficaces que seguir hablando de la democracia y el del respeto a los derechos humanos en Cuba.


Es que parece que el presidente de los Estados Unidos se toma algunas libertades respecto de Cuba que molestan a Raúl Castro. Por ejemplo, durante su gira por Latinoamérica el Obama pidió apoyar "el derecho de los pueblos a decidir su futuro, incluido el pueblo de Cuba".


¿Tiene algún sentido la palabra “incluido”? ¿Hay algún otro pueblo en Latinoamérica que esté sufriendo una dictadura totalitaria?


Quizás habría sido más justo y correcto que el presidente Obama les recordara a los Latinoamericanos que había un pueblo en el continente que había perdido la libertad hace más de medio siglo y que ese pueblo era digno de la solidaridad de todos.


Pero no, el presidente Obama por el contrario aconsejó a Raúl Castro: … “las autoridades cubanas deben tomar medidas significativas para respetar los derechos básicos de los cubanos, no porque Estados Unidos insista en ello, sino porque así lo ameritan los cubanos".


Obama en su gira declaró que su gobierno es el único que ha suavizado su política hacia el gobierno cubano, el que ha hecho "los mayores cambios en décadas en la política hacia Cuba". ¿Y qué ha logrado Obama con todas estas medidas diferentes con relación a la tiranía? Entre otras cosas, el secuestro de Gross.


En Cuba hoy hay más represión que cuando Obama llegó a la Casa Blanca. El régimen castrista se ha negado a hacer una apertura política a la oposición. Por el contrario, la persigue, la insulta, la acosa. Los presos liberados nunca debieron haber pasado un día en la cárcel. Eso no es un cambio político.


Es cierto, el presidente Obama ha declarado su compromiso con la libertad y la democracia de Cuba. No dudamos de su sinceridad. Lo ha dicho desde antes de ser presidente, cuando pedía los votos de los cubanos exiliados.


Ahora, cuando le quedan dos años de gobierno, parece haber comprendido que los dictadores no escuchan consejos de los demócratas. Obama debía ser más consecuente con sus declaraciones.


Si la tiranía castrista no ha respondido a sus medidas amistosas, que le advierta que las democracias le cobran un precio a los regímenes que no respetan los derechos humanos. Los Estados Unidos presionaron a las fuerzas armadas de Egipto para que sustituyeran a Mubarak y ahora combaten por la democracia en Libia.


Las bombas para Gadafi están bien. Los consejos de Estados Unidos a la tiranía en Cuba son interpretados como debilidad por el castrismo. Son contraproducentes.


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Obama, hoy Libia, mañana Cuba


Detrás de cada decisión de un líder político hay generalmente una buena cantidad de sumas y restas. ¿Qué debo hacer? ¿Qué me conviene hacer? Este ha sido el caso del presidente Obama respecto a Libia. Un día podría serlo ante una revuelta popular en Cuba.


En el caso de Libia el presidente Obama ha tomado personalmente un riesgo considerable. Ha involucrado a los Estados Unidos en el conflicto. Las críticas ya llueven contra el presidente. Con una reelección a dos años, la decisión de Obama ha sido muy valiente.


En su gobierno había dos posiciones bien definidas: de un lado el Secretario de Defensa, Robert Gates, quien planteaba que en Libia los Estados Unidos no tenía un interés estratégico, que apoyar la rebelión podría desestabilizar la región aún más. Del otro estaban quienes insistían en que los Estados Unidos no podía permitir que un dictador asesinara indiscriminadamente a la población.


Este último grupo también tiene que haber argumentado la importancia y responsabilidad de la acción o inacción de parte de Washington. Abandonar a la juventud árabe en esta ola de cambio democratizador tendría sus consecuencias negativas a corto, mediano y largo plazo.


Obama tomó la decisión de participar a favor de los rebeldes libios. El riesgo no puede minimizarse. Aunque el 50% de los estadounidenses respalda su postura, nada más que el 43% del voto independiente en los Estados Unidos apoya su decisión. Este es el voto que decidirá la próxima elección. Lo que suceda en Libia en los próximos meses puede ser igualmente decisivo para el presidente.


La decisión de Obama establece un precedente. No es necesariamente una obligación para el gobierno de los Estados Unidos, pero tiene gran importancia. Si en Cuba en un momento determinado el pueblo se lanza a las calles y es reprimido violentamente, Washington podría limitarse a protestar o decidirse a defender a la población como ha hecho en Libia.


Que el gobierno de los Estados Unidos actué militarmente para proteger a los cubanos dependerá de las circunstancias. Entre éstas, que a la tiranía le sea imposible acabar con las protestas rápidamente.


La reacción del exilio cubano en las calles de Miami y otras ciudades importantes de los Estados Unidos será crítica. La acción de los congresistas cubanoamericanos será igualmente decisiva. El régimen castrista no pasa por alto este escenario; han tomado y tomarán medidas para evitarlo.


Los cubanos debemos valorar y apoyar la decisión que ha tomado el presidente Obama respecto a Libia. Es moralmente correcta. Representa una ayuda decisiva a la juventud árabe en su lucha por la democracia y compromete a los Estados Unidos en una solidaridad activa con los pueblos que decidan arriesgar sus vidas en la lucha por la democracia.
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El error de la exclusión aérea



La decisión de intervenir en Libia en defensa de los rebeldes ha sido tardía, pero aunque nadie planeó el atraso, la demora fue providencial. Esto evitó que se tomara como única solución, la decisión de crear sobre Libia una zona de exclusión aérea. Decisión militar que le habría facilitado la victoria a Gadafi.

En la medida en que las fuerzas del dictador derrotaban a los rebeldes, el peligro a un genocidio era cada vez más inminente. Las presiones para una acción internacional eran mayores. Los países y actores comprometidos con evitarlo querían eludir la responsabilidad de una tragedia que podían haber impedido.

Mientras discutían sobre la declaración de una zona de exclusión aérea, Robert Gates, el Secretario de Defensa de los Estados Unidos, se oponía a cualquier tipo de intervención. Gates alegaba que Libia no era de interés estratégico para los Estados Unidos y que una zona de exclusión aérea no sería suficiente.

Susan Rice, la embajadora de los Estados Unidos en la ONU, partidaria decidida de la intervención militar para frenar a Gadafi, convenció al Presidente Obama de que ella podía conseguir una autorización del Consejo de Seguridad e la ONU para que apoyara un mandato más amplio que una zona de exclusión aérea. La funcionaria lo logró.

Fue así como se evitó lo que muchos creían que era la solución. De materializarse la desesperada petición de los rebeldes libios y de la Liga Arabe para que Occidente declarara solo una zona de exclusión aérea, habría sido fatal. Los hechos han demostrado que no habría sido suficiente para detener a las fuerzas de Gadafi.

Al final el dictador habría continuado su ofensiva y arrasado con las fuerzas rebeldes. Los Estados Unidos y las demás naciones aliadas, habrían hecho el ridículo y, el pueblo libio habría quedado a merced de la venganza de los seguidores del tirano.

El mandato de la ONU fue amplio porque los autorizó a proteger a los civiles de las agresiones del régimen, lo que permitía opciones como atacar a las fuerzas terrestres de Gadafi.

Si las incursiones contra las fuerzas de Gadafi se mantienen, es posible que el dictador quede nada más con el control de Trípoli. Podría ser en la capital libia donde se escenifique el desenlace final. Esto dependerá de la capacidad del tirano para mantenerse beligerante y de los rebeldes para derrotarlo.

Retrospectivamente puede alegarse que pudo haber sido otro el escenario. Un apoyo a tiempo a las fuerzas rebeldes cuando Gadafi estaba prácticamente acorralado en Trípoli, probablemente habría definido la situación. Otros habrían sido los acontecimientos.

Sin embargo, habrá que esperar por el desenlace y sus implicaciones antes de precipitarse con las conclusiones.
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El precio de la represión


Cuando el régimen castrista arrestó a 75 disidentes en el 2003 no imaginó las consecuencias de esos arrestos. Mucho menos el precio que tendría que pagar por las condenas arbitrarias a que fueron sentenciados este grupo de opositores pacíficos.

Han pasado ocho años de aquellos momentos dramáticos y dolorosos para los presos y sus familiares. Algunos, por cierto, realmente desgarradores. Pero el saldo final es negativo para la dictadura.

Una vez más la oposición ha triunfado. En la primavera de 2003, todavía no se conocía en el mundo cuán extenso era el movimiento disidente en la isla. Aquel arresto múltiple se transformó en un dedo acusador.

La careta “revolucionaria” de la tiranía se encogió un poco más y el rostro grotesco del “castrismo” se perfiló con claridad. Con cada año de aquellas condenas injustas e inaceptables se hizo más difícil en el exterior defender los “logros de la revolución”.

Ellos estaban presos y la tiranía en el poder, pero era un combate que el régimen perdía con el tiempo. De víctimas aparentemente neutralizadas, los 75 condenados convirtieron sus celdas en trincheras de lucha. Ni se rindieron ni desertaron.

Muy lejos de haberle dado un golpe mortal al movimiento disidente, el castrismo tuvo que seguir enfrentando a la oposición. Nuevos luchadores ocuparon el lugar de los detenidos. La oposición democrática cubana volvió a tomar fuerzas.

Si por años los pelotones de fusilamiento no habían podido apagar el amor a la libertad, ejecutando a miles de cubanos que denunciaron al comunismo como un fracaso y una injusticia, la Primavera Negra de 2003 tampoco pudo lograrlo.

El asesinato del mártir Orlando Zapata y los acontecimientos que su muerte desataron, obligaron al régimen a intentar lavarse el rostro que la comunidad internacional y una buena parte del mundo había finalmente descubierto.

En una jugada, falta de imaginación y experiencia, los Castro creyeron que soltando a los presos del grupo de los 75 que todavía estaban en prisión y deportándolos a España, mejorarían su imagen internacional.

Creyeron que la presencia en España de los presos liberados le daría fuerza a su socio, el gobierno español, para que éste tuviera posibilidades de éxito en sus fracasados intentos de modificar la exigente posición de la Unión Europea respecto al régimen de La Habana. Fracasaron.

En España, los ex presos relataron ante una audiencia internacional las injusticias y los horrores de su prisión. Denunciaron los atropellos del régimen a la población y a la oposición. Pidieron a la Unión Europea que no flexibilizara su política conocida como Posición Común hacia la tiranía.

En España ganaron la batalla que comenzaron contra la dictadura el día de sus arrestos en 2003. Triunfaron en el lugar y en el momento más crítico para la tiranía.

El precio humano ha sido terrible; ellos y sus familiares lo han pagado con estoicismo. Todavía en ese destierro forzado por la tiranía y ante la insensibilidad y falta de cumplimiento de los compromisos del gobierno español, siguen pasando dificultades que no merecen.

Estos compatriotas han escrito páginas inolvidables en la historia de Cuba. Son motivo de orgullo para nosotros y un estímulo a las futuras generaciones de cubanos. No capitularon. Tienen derecho a decir: “Nosotros somos espuela, látigo, realidad, vigía, consuelo. Nosotros unimos lo que otros dividen. Nosotros no morimos. ¡Nosotros somos las reservas de la patria!” *

* Final del discurso en conmemoración del 10 de Octubre de 1868, en el Masonic Temple, Nueva York, 10 de octubre de 1888 [No dice de quien es el discurso.
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Gross: entre la ficción y la fricción


Símbolo de secreto en japonés


La historia de Alan Gross en Cuba es una de ficción. Ahora resulta que el ingeniero estadounidense capituló. Dijo el gobierno de los Estados Unidos lo había utilizado en una maniobra contra Cuba.

Es una pequeña victoria para la dictadura porque muchos cubanos ya se dieron cuenta de que las desgracias de su país no son ocasionadas por Washington.

Pero el tema del imperialismo todavía le sirve al régimen; con él atontan al grupito de represores y cómplices que no ven más allá de sus narices. A falta de comida, ropa y medicinas, por lo menos tienen un enemigo.

Gross ha servido para todo esto y más. Sus actividades son un asunto de importancia relativa porque él es un rehén por el que hay que pagar un rescate. Dicen que cuando Raúl Castro se baña canta aquello de
“I've Got the World on a String” (Tengo el mundo de un hilo).

Primero se pensó que el precio de Gross era la libertad de los cinco espías cubanos condenados en los Estados Unidos. Luego cuando el gobierno estadounidense aclaró que no se podían canjear, el monto exigido se convirtió en una incógnita.

Es una extraña coincidencia que exactamente cuando se celebraba el juicio de Gross el gobierno de los Estados Unidos diera permiso a varios aeropuertos de los Estados Unidos para que desde ellos se pudiera volar a Cuba.

El turismo es el petróleo de Cuba y el régimen necesita desesperadamente sus millones de dólares. Ellos esperan que estos futuros “embajadores de la libertad” sean su tabla de salvación.

Es posible que ni el turismo sea suficiente para aplacar sus demandas. Con cada gesto amigable del gobierno de Obama, Raúl Castro parece exacerbar sus exigencias. Lo quieren todo a cambio de nada sustancial y concreto.

Después de dos años con su política de acercamiento al régimen en la isla, a Obama le han secuestrado a un ciudadano, se lo han detenido por más de un año y ahora lo condenan a 15 de prisión.


El panorama es curioso, Washington trata a esta dictadura corrupta, inepta y vulgar, como si fuera una potencia mundial. Como si la isla tuviera la mitad del petróleo del mundo. La más poderosa de las naciones, la patria de Washington, Jefferson y Lincoln, se deja coaccionar por un pequeño grupo de viejitos represores.

Raúl Castro espera el momento en que podrá demostrar cúan condescendiente es con quienes lo respetan. Así que Gross estará en su país antes de las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos.

Mientras tanto, algunos periodistas y expertos aprovechan para comentar sobre la creciente fricción entre ambos gobiernos y de cómo Obama debiera dar más pasos para disminuirlas.

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Nota: este comunicado de AFP publicado por el Nuevo Herald le dara una idea de como se analizan estos problemas a favor de una mejora de la relaciones entre la democracia estadounidense y la fracasada tirania castrista.


Condena de Alan Gross: un balde de agua helada para nexos con EEUU
By DIEGO URDANETA / AFP
WASHINGTON

La condena en Cuba al subcontratista estadounidense Alan Gross echa un balde de agua fría sobre las relaciones bilaterales, pero hay oportunidades para avanzar si los gobiernos se muestran dispustos a generar la confianza necesaria, estimaron analistas este lunes.

Un Tribunal de La Habana condenó el sábado pasado a 15 años de prisión a Gross, un subcontratista del Departamento de Estado de 61 años que fue arrestado en diciembre del 2009 en La Habana cuando repartía material de comunicaciones a grupos judíos en la isla.

Washington no tardó en reaccionar a la condena por delitos contra ``la integridad territorial'': el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Tommy Vietor, calificó la sentencia de ``otra injusticia en el suplicio'' de Gross y el Departamento de Estado defendió su labor en Cuba.

El caso de Gross frenó un período de distensión que se había producido entre Cuba y Estados Unidos, países que carecen de relaciones formales desde hace medio siglo, tras la llegada al poder de Barack Obama, quien levantó algunas restricciones para viajes y envíos de remesas hacia la isla.

Washington ha advertido que no habrá más apertura mientras Gross siga detenido, pero sigue comprometido con la política de contactos entre los pueblos y apoyar grupos civiles en la isla, recordó la semana pasada la secretaria de Estado, Hillary Clinton, en una interpelación en el Congreso.


En el futuro próximo, ``va a continuar el status quo, una coyuntura que revela una posición ambivalente de parte de Washington'', dijo a la AFP en un correo electrónico John Kirk, especialista en Cuba de la universidad Dalhousie en Nueva Escocia, Canadá.

``La administración ha demostrado un interés en mejorar la relación'' pero por otro lado sigue otorgando dinero para programas que son vistos en La Habana como ``contrarrevolucionarios'', estimó Kirk, quien visita frecuentemente La Habana.

Pero más allá de la retórica, ``si los gobiernos de Cuba y Estados Unidos piensan con claridad, y creatividad, existen soluciones para este incidente'', opinó por su parte Arturo Lopez-Levy, de la universidad de Denver.

La condena a Gross apunta más ``a disuadir a otros de participar en actividades intervencionistas de cambio de régimen'', dijo Lopez-Levy, al destacar que el tribunal afirmó que Gross fue ``manipulado'' por la agencia USAID del Departamento del Estado, que contrató a la empresa de Gross.

La Habana no debería desestimar ``los efectos de un gesto humanitario hacia la familia Gross en el debate interno (estadounidenses) sobre la política hacia Cuba'', dijo Lopez-Levy.

``Ambos gobiernos necesitan comenzar a desarrollar medidas de confianza'', dijo Kirk.

Estados Unidos podría abrir una vía si permite una misión de alto nivel del Congreso o de personas eminentes que estimule a ``aquellos sectores dentro del gobierno cubano favorables a liberar a Gross en un contexto de mejoramiento de las relaciones'', dijo Lopez-Levy.

Washington y La Habana tienen un amplio abanico de iniciativas que podrían tomar, como discutir la posibilidad de explorar petróleo en forma conjunta en el Golfo de México, fomentar eventos deportivos y permitir la venta de medicamentos cubanos en Estados Unidos, entre otros, según analistas.

El ``legado de hostilidad'' que recibió Obama ``no ha sido desmantelado, pero su visión de promover cambios en Cuba a través del intercambio ofrece una oportunidad para una victoria definitiva del nacionalismo cubano sobre el embargo'', agregó Lopez-Levy.


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Libia: La traición europea


Fernando Mires

Domingo, 13 de marzo de 2011

Nadie pide que sea la UE quien derroque al sanguinario dictador. Lo que sí hay que exigir a Europa es que apoye los objetivos de los actores principales en la lucha en contra de Gadafi


Usar el concepto de traición como parte del título de un artículo no pareciera –a primera vista- adecuado puesto que en la política no existen lealtades eternas. Tampoco pareciera ser un concepto lógico puesto que ni Gadafi ni las fuerzas insurgentes están ligados a Europa por ningún compromiso cuyo no cumplimiento implique traición. Y sin embargo afirmo -y con todas sus letras- que Europa está a punto de cometer una gran traición en Libia.


A fin de despejar dudas, cabe decir que aquí se está usando el término traición no en un sentido moral ni tampoco en uno jurídico pero sí en uno esencialmente político, en este caso, como un desconocimiento de los deberes que corresponden a Europa en la defensa de la democracia a nivel, si no mundial, por lo menos, regional.


Algunos pensarán que si vamos a hablar de traición al pueblo libio –pueblo que en este momento está siendo masacrado- la primera responsabilidad ha de corresponder a los EE UU en tanto líder del “mundo democrático”. Quienes así piensan, hay que decirlo, quedaron lamentablemente anclados en las arenas de la Guerra Fría cuando la lucha por la hegemonía, técnica, científica, militar, económica y política, era bipolar. Hoy es tetra-polar.


El mundo sigue sometido a disputa hegemónica, pero hoy no son sólo dos, son cuatro los grandes rivales; cuatro superpotencias. Una abiertamente dictatorial (China). Otra semi-democrática (Rusia) y dos democráticas (la UE y los EE UU). Ahora, en el espacio determinado por la lucha por la democracia, en todo lo que se refiere al Norte de África, el lugar de las decisiones occidentales ha de corresponder a la UE y no a los EE UU. ¿Por qué?


Por varios motivos. Europa se encuentra ligada al Norte de África por razones históricas (colonialismo) económicas (intereses petroleros, turísticos, comerciales) geográficas (cercanía) y sobre todo, demográficas (migraciones). En la lucha por la democracia internacional, la responsabilidad de la UE es enorme.


De acuerdo a la filosofía política de la administración Obama, EE UU no puede ni debe estar en todas partes. Razonamiento no sólo justo; además, obvio. El rol de policía mundial auto-adjudicado por Bush-padre, fue sólo un intento para prolongar la lógica de la Guerra Fría, esta vez en El Golfo (1991). La guerra en contra de la Yugoslavia de Milosevic (1999) fue parte de un proyecto para impedir la formación de un micro-imperio expansionista aliado a la Rusia de Boris Jelzin y, sólo en un segundo lugar, para proteger a la población albano-kosovar, es decir, también un resto de Guerra Fría. La guerra en Afganistán (2001) fue una derivación directa del 11 de Septiembre. Y la guerra en contra del Irak de Sadam Husein (2003) fue llevada a cabo para impedir la formación de un imperio regional iraquí esencialmente antinorteamericano y anti-israelí. La horrible mentira histórica de Bush-hijo (armas de destrucción masiva) no oculta el hecho objetivo de que EE UU, al derrocar a Husein, lo hizo siguiendo el dictado de sus intereses de potencia mundial, intereses que naturalmente no son los mismos de Europa. Sin embargo, Libia no es Irak.


En Irak no hubo jamás una revolución. Nadie, ni los opositores de Husein pidieron a los EE UU que actuara, y ese fue el segundo de los tres grandes errores de Bush (el primero fue su gran mentira y el tercero: Guantánamo). Hoy, en cambio, son las organizaciones revolucionarias de Libia las que están pidiendo ayuda al mundo democrático, sobre todo a Europa. Esa ayuda- es lo que quedó claro en la cumbre de Bruselas del 11.03.2011- ha sido miserablemente escamoteada.


Por lo demás, si los EE UU hubiera intervenido en Libia antes que Europa, sólo habría servido para conferir al tirano Gadafi y a otros dictadores (no sólo árabes) que lo apoyan, el rol de combatiente en contra del “imperio”, rol que urgentemente necesita para adquirir un mínimo de legitimidad en la guerra en contra de su pueblo.


De más está decir que los primeros en sumarse al coro “antimperial” habrían sido los miembros de la “izquierda progresista europea”, siempre dispuestos a apoyar a las peores dictaduras del mundo sólo porque son antinorteamericanas. De ahí que la administración Obama consideró – de acuerdo a una correcta evaluación estratégica y táctica- que en la defensa de los intereses del pueblo de Libia, Europa y no los EE UU debía actuar en primer lugar. Por lo demás Obama está abriendo a la UE una gran oportunidad histórica: que al fin la UE deje de ser sólo lo que es: Una simple organización monetaria, y se transforme de una vez por todas en una unidad política pues ése y no otro fue el sentido originario de los acuerdos fundacionales de Maastrich (1992).


Entiéndase bien. Nadie está pidiendo aquí que la UE deba invadir Libia como lo hizo EE UU en Irak. Y nadie está pidiendo que sea la UE y no el pueblo de Libia quien derroque al sanguinario dictador. Lo que sí hay que exigir a Europa es que apoye los objetivos de los actores principales en la lucha en contra de Gadafi (lo que pasa por el reconocimiento de un gobierno paralelo representado por el Consejo Nacional libio) Lo que sí hay que exigir a Europa es que evite en lo posible el bombardeo aéreo a las poblaciones civiles, como ha ocurrido y está ocurriendo intermitentemente. La prohibición de los vuelos aéreos sobre territorio libio parece una opción razonable, aunque eso implique derribar un par de aviones genocidas. Lo que sí hay que exigir a Europa es que conceda armas y asesoramiento a los rebeldes, quienes están defendiéndose casi con las manos desnudas. Lo que sí hay que exigir a Europa, por último, es la alternativa de la acción directa, si es que se trata de proteger a la población civil, sobre a todo a niños, mujeres y ancianos.


Sin embargo, ni siquiera esa mínima solidaridad ha sido otorgada por la comunidad europea.


Por supuesto, no se quiere decir que Europa esté apoyando directamente a Gadafi (aunque sí, indirectamente) Tampoco es adecuado acusar a los gobernantes europeos de que en el pasado reciente hubieran mantenido relaciones económicas con el implacable dictador. En materia de economía internacional, nadie elige a sus amigos. Y si Gadafi tenía petróleo, había que comerciar con Gadafi. Son las reglas del juego. Si mañana, es un ejemplo, los demócratas chinos se levantan en contra de su dictadura nacional, nadie podrá reprochar a los países democráticos haber mantenido relaciones económicas con China. Lo absurdo habría sido no mantenerlas. Eso pertenece al ABC de la política internacional. El problema es otro.


El problema es no apoyar, pudiendo hacerlo, a quienes se baten a muerte en contra de una dictadura. No hacerlo significa traicionar, no tanto a los revolucionarios, en este caso a los libios. Significa, antes que nada, traicionar la propia identidad, y en el caso europeo, la identidad democrática. Quien no defiende en los otros lo que también pertenece a uno, nunca podrá defenderse a sí mismo.


Se puede, por ejemplo, mantener muy buenas relaciones económicas con una nación dominada por una dictadura y al mismo tiempo denunciar los atropellos que comete esa dictadura en contra de su propio pueblo. Lo uno no quita a lo otro. Los negocios son negocios y la política es política. El problema es que ya en el pasado reciente los gobiernos de la UE nunca se solidarizaron con la oposición árabe en general, ni con la libia en particular. ¿O van a seguir tratando de convencernos de que la revolución árabe ocurrió por generación espontánea? ¿Qué los árabes no eran “culturalmente” aptos para la democracia? ¿Qué eran sólo islamistas bárbaros que sólo querían destruir a Israel y al mundo occidental hasta que a un grupo de jóvenes se les ocurrió conectarse con Facebook y Twitter e iniciar una revolución? A otros con esos cuentos, no jodan; no mientan más.


Mientras Gadafi era recibido con honores en las capitales de Europa, las cárceles libias, así como las de otros países árabes, estaban atestadas de presos políticos; las cámaras de tortura funcionaban sin parar y los ejecutados sumaban miles. La traición de Europa, no a los países árabes, no a Libia, sino a sí misma, comenzó hace mucho tiempo. Hoy sólo se ha hecho manifiesta; y de una manera grotesca, en los acuerdos de Bruselas, el 11 de marzo del 2011. Veamos:


Primer acuerdo: exigir la renuncia de Gadafi, como si Gadafi fuera un gobernante que sólo ha cometido algunos “errores”. Si el dictador no se ha desternillado de la risa ante tan cortés petición, es porque los monstruos no tienen humor.


Segundo acuerdo: actuar en conjunto con la Liga Árabe y con la Unión Africana.


Aquí el cinismo linda en lo grotesco. ¿Qué es la Liga Árabe? Hasta ahora no ha sido más que una asociación de dictaduras, controlada por militares, islamistas y jeques petroleros. Es decir, justamente aquello que las multitudes están combatiendo en las calles árabes. La Unión Africana, a su vez, nunca ha tenido una existencia política. Es un simple fantasma.


Tercer acuerdo: en caso de actuar, hacerlo sólo con el respaldo de la ONU.


Esto es hipocresía pura. Todo el mundo sabe que el respaldo de la ONU pasa por el Consejo de Seguridad donde se encuentran Rusia y China cuyos gobiernos no tienen ningún interés en apoyar los movimientos democráticos del mundo, entre otras cosas porque cualquier acuerdo antidictatorial puede volverse en contra de ellos mismos.


En suma: la resolución de Bruselas es una de las más escandalosas pruebas de la absoluta ausencia de solidaridad europea con las nacientes revoluciones árabes. Peor todavía: Europa ha dado carta libre para que el método utilizado por el carnicero de Trípolis, esto es, bombardear impunemente a la población en nombre de una guerra civil inventada, se haga extensiva a otras naciones. Puedo imaginar que algunos dictadores –y no sólo árabes- ya han tomado nota del “método Gadafi”.


La resolución de Bruselas es el testimonio fiel de una traición. Pero no sólo de una traición a los movimientos árabes sino, antes que nada –reitero- de una traición de Europa a sí misma, y esto, dicho en un doble sentido. Por una parte, una traición histórica, es decir, a los principios que las naciones europeas dicen representar. Principios que en estos momentos defienden los pueblos revolucionarios del Norte de África. Por otra parte, se trata de una traición política.


Con su mezquindad ostensiva, las naciones europeas han perdido, además, una gran oportunidad histórica: la de contraer relaciones políticas estables y duraderas con fuerzas políticas que más temprano que tarde serán gobiernos en los países del Norte de África. Porque con o sin ayuda de Europa, esas dictaduras caerán. Europa ha perdido, en fin, la oportunidad para crear las bases de un nuevo comienzo en las relaciones euro-árabes: un nuevo comienzo basado en la mutua cooperación, no sólo comercial, sino además, política. Un nuevo comienzo que habría podido relegar al pasado su tortuoso pasado colonialista y su complicidad con las más detestables dictaduras militares de la región. Un nuevo comienzo que, en fin, hubiera permitido crear un frente sólido en la lucha común en contra del terrorismo, islámico o no. Todo ese enorme capital político ha sido desperdiciado por la cobardía internacional europea, y lo peor, en nombre de mezquinos intereses comerciales y electorales inmediatistas.


Pero seamos algo más justos: tanto el gobierno francés como el inglés se pronunciaron por una solidaridad más activa con la revolución de Libia. Si no tuvieron éxito en sus iniciativas fue porque a esa unidad faltó un tercero. Sí: Alemania. Con eso se quiere decir que si se hubiese constituido un “tridente político” formado por Londres, París y Berlín, el resto de los países de Europa no habría tenido otra alternativa que plegarse a esa nueva hegemonía intercontinental. El hecho de que ese “tridente” no se hubiera constituido es un déficit que hay que adjudicar antes que nada en la cuenta de Alemania. En fin, quiero decir lo que los gobiernos británico y francés no pueden decir por razones obvias: que la traición europea es en gran parte una traición alemana.


No obstante, no se trata sólo de una traición del gobierno de Angela Merkel pues ese gobierno no actuó sólo en su nombre sino en el de un consenso político cuyo principal lema es mantener el mínimo de presencia en materias de política internacional. En efecto, ninguno de los partidos de la escena política alemana ha dado muestras -aparte de declaraciones inútiles- de una mínima solidaridad con el destino de los pueblos árabes.


Por cierto, esa solidaridad no podemos esperarla de la “La Izquierda”, organización que en el pasado reciente consideró a Gadafi y a otros dictadores de la región como compañeros de ruta. Tampoco podemos esperarla de la Socialdemocracia, cuyos gobiernos han trabajado mano a mano con esas dictaduras las que, además, tenían representación oficial en la propia Internacional Socialista. Los liberales alemanes (FDP) son, a su vez, liberales económicos y no políticos y las relaciones internacionales sólo les interesan si se traducen en excedentes monetarios. Los conservadores social cristianos, ya no son ni sociales ni cristianos, y su único objetivo es ganar elecciones a cualquier precio. Su secreto es no contradecir la opinión pública la que sólo quiere consumir y hacer vacaciones, sin tener que preocuparse de costosas intervenciones en países “extranjeros”. Y por último, los Verdes ¿Dónde están esos Verdes que ayer se plantearon en contra de todas las tiranías del mundo, fueran de “izquierda” o de “derecha”? Lamentable es decirlo, pero es verdad: los Verdes se han convertido en la oficina ecológica de la Socialdemocracia, triste papel que intenta ser disfrazado por sus envejecidos parlamentarios con discursos emocionales sobre temas absolutamente irrelevantes. En fin, la política alemana está enferma, enferma de burocratismo, electoralismo y economicismo, tres plagas que no sólo sufre en sí, sino que, además, exporta hacia el resto de Europa. Y, lo peor: con eficiencia.


Por cierto, la ayuda externa no hace caer dictaduras pero puede apresurar el plazo de sus caídas y con ello ahorrar muchas muertes y sangre derramada. Así al menos lo ha demostrado la historia moderna. La revolución de independencia norteamericana contó con la ayuda de la monarquía francesa en contra de Inglaterra. A la inversa, la Revolución Francesa contó con el apoyo norteamericano. Las revoluciones de independencia latinoamericanas contaron con el apoyo norteamericano y con el francés. La revolución rusa de Octubre contó con la ayuda financiera de Alemania, nación que a cambio recibió un tratado de paz desventajoso para Rusia (Brest Litovsk, 1918) firmado por el mismo Lenin. Incluso, en América Latina, la revolución cubana contó en sus orígenes con un fuerte apoyo norteamericano. Ni hablar de la revolución sandinista, pues fue Carter quien dejó caer a Somoza. Y así sucesivamente.


Los revolucionarios árabes, en cambio, están solos. Pero vencerán: no cabe duda. Esas dictaduras son insostenibles. Sin embargo, el precio de sus victorias será mucho más alto que si hubieran contado con una mínima solidaridad europea. Probablemente los EE UU, frente a la apatía europea, y ante el escándalo de los “pacifistas” occidentales, se verán obligados a intervenir. Quizás Europa, bajo intensa presión internacional, intervendrá alguna vez, pero como siempre, lo hará tarde, muy tarde. Y quien llega tarde –lo dijo una vez Gorbachov- será castigado por la historia.


Europa -es su costumbre- siempre llega tarde. Y, al final, siempre es castig
ada.
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En Libia se redefine Occidente

Jean-Baptiste Donatien de Vimeur, Conde de Rochambeau, sus tropas y las del mayor general Lafayette se unieron a las de Washington para lograr la victoria decisiva de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos





Si en los días pasados usted, el lector, hubiera estado luchando en Az Zawiyah, o cualquier otro pueblo libio, contra las incursiones del ejército de Gadafi, es muy probable que pensara que los políticos del occidente democrático son una casta de indiferentes.

Estos políticos hablan hoy contra el Gadafi que ayer fue su aliado, pero no actúan para frenar los crímenes que comete contra un pueblo que, con inferioridad de armamentos, lucha por su libertad.

Parece que a los dirigentes de Occidente les importa un comino lo que piensen los libios. Son políticos pragmáticos y se preocupan por quienes votan por ellos. No les interesa ganar la voluntad de los jóvenes árabes que les piden ayuda.

Hasta ahora parece que les ha sido más práctico pasar por alto o apoyar a los dictadores. Los dictadores se compran. Los dictadores protegen las inversiones extranjeras. Ellos hacen y deshacen las leyes. En el Oriente Medio los “hombres fuertes” han asegurado el flujo de petróleo.

Que las naciones democráticas hayan firmado la Declaración Universal de los Derechos Humanos no parece que siempre sea tomado al pie de la letra ni muy en serio. Los políticos de nuestros tiempos hacen lo que les conviene en este momento y mañana que se las entiendan los que sigan de turno.

Pero toda contradicción tiene su precio. Si el Occidente democrático no es consecuente con sus principios de defensa de la libertad y de respeto a los derechos humanos en el mundo, crea resentimientos que son el caldo de cultivo del radicalismo y la violencia. Lo han hecho ya por demasiado tiempo.

Los pueblos esclavizados por dictaduras y los pueblos que pasan hambre necesitan ayuda. Unos para lograr su libertad, otros para sobrevivir las enfermedades y la miseria. Occidente tiene que redefinirse claramente o pagar las consecuencias.

Los Estados Unidos han demostrado su decisión de defender la libertad en el mundo. Lo hicieron en las dos guerras mundiales del siglo pasado. Lo hicieron por su propia seguridad y por sus principios.

La supervivencia de los Estados Unidos se debió en gran parte a la ayuda decisiva con que Francia apoyó su guerra de independencia. La participación francesa fue decisiva en la derrota de Yorktown y el rendimiento de Lord Cornwallis.

Sin la ayuda de Francia, en hombres y pertrechos, la guerra de independencia de los Estados Unidos pudo haber sido más prolongada y sangrienta. Francia ha sido el primer país en reconocer al gobierno provisional que en Libia lucha contra Gadafi.

Hoy los libios piden y piden ayuda a un Occidente que le da largas al asunto. Como si no estuvieran obligados por sus propias palabras y principios.

Hoy será por ellos. Mañana por el pueblo que lo necesite. Hasta que nunca más un pretendiente a tirano sobre la faz de la tierra se atreva intentar tomar el poder por la fuerza y mantenerlo a sangre y fuego sin que la comunidad internacional se lo impida.

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Raúl Castro, el policía de Washington



No nos debe extrañar que un dictador se convierta en un policía de los Estados Unidos. Eso eran Mubarak en Egipto y Gadafi en Libia. Eso es Raúl Castro en Cuba.


Los Estados Unidos le pidieron a Mubarak por 30 años que hiciera cambios democráticos. No los hizo y eso no importó. Lo apoyaron ampliamente porque el ejército egipcio ayudaba a mantener el balance de poder con Irán, mantenía la paz con Israel y asistía a los Estados Unidos en la lucha contra Al Qaeda.


Gadafi también se convirtió en otro instrumento en la lucha contra Al Qaeda. Olvidaron su pasado terrorista y sus crímenes. Aceptaron un arreglo medio real y medio propaganda en el que el libio renunciaba al desarrollo de armas de destrucción masiva. Con el paso del tiempo y antes de que nos diéramos cuenta, un hijo del dictador era presentado en Washington por Hillary Clinton, y Beyoncé le bailaba a la familia Gadafi por un millón de dólares.


Ahora, para sorpresa de todos, en su informe anual sobre el narcotráfico el Departamento de Estado señala que: "Cuba ha continuado demostrando un compromiso en el cumplimiento de sus responsabilidades…en años venideros, cabe esperar una mejor comunicación y cooperación entre EEUU, sus socios internacionales y Cuba, particularmente en el área de la información táctica y puntual".


Es un giro total porque el régimen castrista participó en el negocio del narcotráfico, como se ha demostrado ampliamente. Todos sabemos que en Cuba esto nunca hubiera sido posible sin el visto bueno de Fidel y Raúl Castro.


El propósito de Washington es claro: evitar que las drogas lleguen a los Estados Unidos. El de Raúl Castro también: él quiere convertirse en socio de los Estados Unidos. Esto le ayuda a mantener su dictadura. Raúl Castro actúa igual que lo hizo en su momento un gran aliado del castrismo, Moammar Gadafi.


El próximo paso de Raúl, si es que ya no lo ha dado, es cooperar con los Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo musulmán. Nadie mejor que la dictadura en Cuba para estar informado de la organización que tiene Al Qaeda en Latinoamérica.


Los terroristas musulmanes han contado con la ayuda de Hugo Chávez y de Raúl Castro. Ahora se han convertido en información valiosa que se puede negociar con Washington.


Una vez establecida la alianza contra el narcotráfico entre los Estados Unidos y Raúl Castro, éste se convierte en policía del primero; el siguiente paso es tentador porque uno tiene lo que el otro necesita. Así que, mientras en público ambos gobiernos se atacan, en privado…pasan otras cosas.
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El precio de Alan Gross



Esta nota podía haberse titulado el juicio de Alan Gross, pero hubiera sido un epígrafe incorrecto. ¿Por qué? Porque Allan Gross es un rehén. El resultado de un secuestro. Un secuestro que nunca debió haber sido y un secuestro que nunca se debió haber permitido.


Mandar a un estadounidense a Cuba como se envió a Gross es en el mejor de los casos una torpeza. No lo mandaron a la cueva del lobo se lo pusieron al león en la boca.


Creo que el primer responsable de la situación fue el funcionario del gobierno estadounidense o los funcionarios que permitieron que un ciudadano de los Estados Unidos viajara a Cuba con equipo para facilitar la comunicación de Internet a la disidencia o a la “comunidad judía” en La Habana.


Podían haber contratado a un español, que seguro que los había con igual capacidad que el ingeniero Gross para hacer el trabajo. Podían haber mandado a un francés o a un chino. Pero no, mandaron lo que el león quería, lo que al león le convenía.


Si hubieran mandado a un español a Cuba no estaríamos ante la inminencia de un juicio, perdón, de un espectáculo como el que está por comenzar.


Imagínense a un español detenido por un año sin juicio por el simple hecho de haber llevado un equipo a Cuba para que, quienesquiera que fueran se comunicaran por la Internet.


El gobierno español habría tenido la oportunidad de demostrarle al mundo eso que Moratinos llamaba “el diálogo constructivo”. Habrían logrado la libertad de ese valiente fulano. A bombo y platillo habrían declarado que esta era otra prueba más de que “profundizando” el dialogo íbamos directo a la democracia en Cuba. Que el embargo no funciona.


Pero si el gobierno de Zapatero no hubiera logrado su libertad, el escándalo habría sido mayúsculo en España. Le habría costado al régimen de La Habana unas cuantas decenas de millones de dólares en cancelaciones de viajes turísticos a la isla. Hasta la cadena de hoteles Meliá habría conversado con Raúl Castro para que liberaran a este Don Juan de los Palotes.


Pero no, había que mandarle un americanito para que se lo comiera el león. Al león nada mas que le gusta la carne de los americanitos.


El mal está hecho. Lamentablemente lo está pagando el Ingeniero Gross y su familia. También la oposición democrática cubana dentro y fuera de la isla porque a la dictadura se le ha regalado una victoria, un “show”.


Pero no hemos aclarado aquello “del precio en lugar del juicio” y ya se nos acaba el espacio y el tiempo.


Es sencillo, por un rehén se paga un rescate. Lo del juicio es nada más que el espectáculo para encubrir el precio que se exige. O tal vez un precio pactado, tal vez pagado o comprometido a pagarse.


Quisiera equivocarme, pero después de aquellos millones de dólares que se pagaron por los presos de Playa Girón uno queda con sus dudas. Después del pacto Kennedy-Kruschev hay derecho a la sospecha.


Además, como no se puede canjear al ingeniero Gross por los cinco cubanos condenados por espionaje en los Estados Unidos, me pregunto: ¿Cuál será el precio del rescate?
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De Martín Lutero y de Yoani Sánchez (II)



Darle todos los méritos a Yoany Sánchez por ayudar a descubrir la realidad cubana a millones de personas en el mundo no es justo. Muchos cubanos se esforzaron con el mismo propósito y sufrieron persecución. Sin duda, tuvieron sus logros en algunos sectores, pero a pesar de sus sacrificios predominó la versión del aparato propagandístico procastrista, como el de que “Cuba era la utopía hecha realidad”. Razón por la que había que excusarle sus defectos (que era mejor ni mencionarlos), uno de ellos, la falta de libertad.


En cierta forma estos cubanos que precedieron a Yoany Sánchez asemejan la suerte de Juan Hus, el pre reformador religioso checo anterior a Lutero. Por sus ideas, Hus fue condenado a morir en la hoguera. Antes de su muerte en 1415 proféticamente dijo: “Vas a asar un ganso, pero dentro de un siglo te encontrarás con un cisne que no podrás asar”.


Pasó el siglo y apareció Lutero, y ya estaba la imprenta. En 1516 comenzó a predicar el primero de sus tres sermones contra las indulgencias (la venta de perdones por los pecados). A Lutero lo podían haber mandado a la hoguera también, pero no podían quemar todas las Biblias traducidas por él. No hubieran logrado otra cosa que multiplicar su influencia.


Yoany, como Lutero, ha sido un fenómeno coyuntural. Lo que no le resta ningún mérito a ella ni a los cubanos que la precedieron. Un nuevo medio y una nueva “predicadora” que supo utilizarlo casi intuitivamente. Su temática y su estilo han tenido una propagación “viral” (de virus), la más preciada característica para un internauta, un bloguero, o un periodista virtual.


La dictadura castrista es machista y a ella, por ser mujer, la subestimaron. Además, la gerontocracia en Cuba desconoce el poder de la Internet. Por ambas razones no la mandaron a la “hoguera” a tiempo.


Ahora tardíamente han tratado de calificarla de peón de los Estados Unidos, que es la forma que ha usado la tiranía para descalificar moralmente a sus enemigos antes de arrestarlos, condenarlos a prisión, acosarlos en Cuba, o expulsarlos al exilio.


El hecho es que Yoany Sánchez ha sentado un precedente en el periodismo en Internet. Ella creó una nueva forma de describir la realidad bajo una dictadura. Su éxito es reconocido por los expertos del nuevo medio y los de la prensa tradicional. Es posible que ni ella misma esperara la reacción tan favorable a sus cortos, descriptivos y persuasivos comentarios sobre la vida diaria en Cuba.


En una Alemania en la que se hablaban varios dialectos, Martín Lutero tradujo la Biblia de forma en que todos los que leían la pudieran entender. En ese mundo donde las mayorías eran analfabetas su mensaje fue también viral. Se imprimieron miles de copias que fueron leídas en público. Es probable que Lutero nunca imaginara las consecuencias históricas de su mensaje.


Entre Yoany y Lutero hay una gran distancia. Yoany no ha creado ni pretende crear una Iglesia, ni siquiera un partido político. El paralelismo está en el uso de una novedad tecnológica para cambiar una visión establecida.


Lutero fue un reformador religioso que cambió el mundo en que vivía. Ella es una joven filóloga que con una computadora y el acceso restringido a la Internet, por vivir bajo una dictadura, es leída por millones de personas en todo el planeta.


Poner en perspectiva a Yoany con Lutero no disminuye el mérito de la bloguera cubana, porque ella ha sido instrumental en desenmascarar a la dictadura castrista en Cuba y a todo el andamiaje internacional con que han justificado medio siglo de represión.


Yoany puso en duda finalmente el falso prestigio asociado a “logros revolucionarios” en salud, vivienda, igualdad social, deportes, educación, etc., de un régimen tiránico, corrupto e incompetente, que fueron en realidad el producto de la subvención extranjera.


También Yoany, sin señalarlo directamente, ha puesto en tela de juicio la objetividad de los medios de comunicación del mundo libre cuando informan desde Cuba, donde son rehenes de la dictadura.


Su esfuerzo ha hecho posible que la imagen edulcorada del castrismo en el mundo haya desaparecido para siempre. Hay ya algunos periodistas extranjeros en Cuba que tratan de informar la realidad verdadera.


Las consecuencias de la implícita protesta de Yoany Sánchez no tienen la dimensión ecuménica de la ruptura que ocasionó Lutero en su mundo postmedieval. Sin embargo, ante las recientes revueltas en el mundo árabe, habrá que reexaminar el peso de su influencia en los acontecimientos del porvenir cubano.


No hubo una Yoany Sánchez en Egipto, ni en Libia, ni en Túnez, ni en Yemen. La hay en Cuba. Hoy la comunidad democrática mundial se rasga las vestiduras ante los atropellos de Kadafi y lo sanciona por su corrupción y sus crímenes. Se está obligando a hacer lo mismo en el caso cubano.


Como Yoany Sánchez ha logrado que millones de personas hayan abierto los ojos y cambiado su opinión sobre la dictadura castrista, sus abusos reales y sus falsos logros, sería lógico esperar que sus seguidores en el mundo crean que los gobiernos de la Unión Europea y el de Estados Unidos deben tener una política coherente con todas las dictaduras.


Ella, como Martín Lutero, aprovechó un avance tecnológico con imaginación y maestría.


Circunstancias diferentes y siglos de distancia no son impedimento para valorar como dos personajes usaron el poder de las ideas y los medios en el siglo XVI y en el XXI.
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De Martín Lutero y de Yoani Sánchez (I)

Comentar la historia desde Martín Lutero hasta Yoany Sánchez pudiera ser pretensioso.


Como lo sería tratar de hacer un paralelo entre ambos personajes. Pero entre la imprenta y la Internet hay similitudes que se pueden explorar. Lutero es Lutero gracias a la imprenta. Yoany es Yoany gracias a la Internet.


El nacimiento de la imprenta moderna es invención de German J. Gutenberg en 1440, un joyero alemán que convirtió el proceso en la primera producción en serie de libros. Su invento abrió las puertas a un mundo nuevo. Esto permitió que las ideas de dos hombres excepcionales fomentaran el cambio: el humanista Erasmo de Rotterdam y el reformador alemán Martín Lutero.


La Internet es el resultado de una iniciativa del gobierno de los Estados Unidos y de empresas privadas. Querían conectar las computadoras entre sí en una forma eficaz y segura. Este intento se remonta a 1960, cuando en esa época se necesitaban varios hombres para mover una computadora pequeña.


Hoy la Internet permite la comunicación a millones de personas en el mundo usando computadoras y otros medios, incluidos los teléfonos celulares, que en realidad son poderosas computadoras miniaturizadas.


Si la imprenta de Gutenberg aceleró la propagación de la ideas a partir del siglo XV, la Internet, que es uno de los resultado de la revolución digital, ha cambiado la forma en que las personas se conocen y relacionan entre sí. Las amistades de la niñez y la juventud se han reencontrado, y la amistad por medio de la red es cada vez más frecuente. Ideas, música, video, fotografías y noticias viajan de una computadora a otra por los cables de fibras ópticas que han unido al planeta.


El fenómeno de la Internet, como lo fue el de la imprenta, tiene una dimensión política.


La influencia de la Internet en el mundo actual no se limita a que el costo de imprimir y transportar un libro impreso es mucho mayor al de transmitir un libro en la Internet.


La Internet es interactiva: el que envía puede recibir y por lo general espera una respuesta o una reacción del que recibe. La réplica puede ser inmediata o diferida. Esto ha provocado una nueva forma de comunicarse: cuanto más corto, atractivo y concreto el mensaje, tanto más eficaz la comunicación.


Yoany Sánchez innovó sobre la innovación. Ella no solo ha ganado muchos premios en el mundo por luchar por la libertad de información en Cuba; ella es sobre todo una maestra del medio. Yoany no solo usa la Internet, sino que en el proceso, la ha enriquecido. En los cursos de periodismo de las principales universidades del mundo su ejemplo se mencionará una y otra vez.


Con la imprenta, el invento de su época, Martín Lutero revolucionó el cristianismo.


Criticó el poder de Roma. Cuestionó la relación entre el poder de la Iglesia Católica y sus fieles. Según él, los cristianos no necesitaban un intermediario (la Iglesia) que les interpretara el mensaje de la Biblia. Para Lucero, todos los cristianos debían tener acceso directo a las Sagradas Escrituras.


Lutero creó un cisma que tuvo importantes implicaciones religiosas y políticas. La Reforma Protestante fue un factor de cambio político considerable a partir del siglo XVI.


Yoany con otro invento, la Internet, destruyó un paradigma informativo que predominaba en el mundo libre acerca de Cuba. Presentó a ese mundo una visión de la vida en la Cuba castrista totalmente distinta a la que había propagado la dictadura y la prensa occidental durante medio siglo.

Segunda parte
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