El fracaso de TV Martí: “Quizás Washington está contento de que TV Martí no se vea en Cuba.”
Esa misma semana aterrizaba en el país amigo.
Era las siete y media de la noche y un oficial de la presidencia me esperaba en el aeropuerto. “Bienvenido a Guatemala, el Presidente lo va a recibir”. Me llevaron directo al palacio de gobierno.
Uno de los custodios que me acompañaban me dijo que esperara un momento. Cuando la puerta se abrió el presidente dio unos pasos y me extendió la mano:
“Bienvenido señor Matos, mucho gusto en conocerlo; estamos terminado de ver una película ¿tendría el gusto de acompañarnos?”.
Entramos a un pequeño cine donde se encontraban algunas personas. Aproximadamente tres cuartos de hora después me volvió a desconcertar: “Tengo ahora una reunión con gente del partido, ¿le gustaría venir con nosotros?”
Salimos de palacio en varios autos, todos parecían idénticos. El trato no era el que esperaba, había imaginado una entrevista de 30 minutos durante el día. El presidente estaba interesado en conversar sobre Cuba y sobre mi padre. No mencionó la razón de mi visita y yo guardé discreción.
Regresamos a palacio después de la 1 a.m., pidió y café y me dijo:
¿En qué podemos ayudarlos?
Señor Presidente, los norteamericanos están transmitiendo televisión a Cuba. TV Martí no puede verse en la isla porque fácilmente interfieren la señal. Nosotros usamos un transmisor más potente y otra técnica de transmisión. Sabemos que a la dictadura le es muy difícil evitar que nuestra señal se vea, pero hay gente importante en Miami que está moviendo sus influencias en Washington para frenar nuestro proyecto.
- ¿Qué necesita?
- Necesitamos que usted nos permita ponerle la bandera de su país al barco que usamos, porque vamos a continuar con las transmisiones.
Con cierta firmeza contestó: “Cuente con eso, pero le sugiero que se alejen de las costas de la Florida ¿algo más?”.
Agregué: “¿Podría usted llamar al presidente de los Estados Unidos y decirle que el barco nuestro tendrá la bandera de su país?”
Amablemente contestó: “Matos, yo soy el presidente de…., yo no tengo que darles explicaciones ni pedirles permiso a los americanos.”
La respuesta era patriótica pero no quedé muy convencido.
Me pidió que le explicara sobre la interferencia a TV Martí y lo hice; se quedó pensativo y me dijo: “Quizás Washington está contento de que TV Martí no se vea en Cuba.”
Salí tan feliz de la reunión que no sé cuantas veces le di gracia a Dios por los resultados. Si transmitíamos la televisión a Cuba el régimen sería completamente vulnerable. No teníamos dinero para la programación, pero sí para comprar y operar varios transmisores más.
En todo caso, Héctor Pérez, un mexicano-americano productor de televisión de Chicago, me había dicho: “No te preocupes por el dinero de la programación, si TV Martí no te da los programas yo los hago.”
Al regresar a Miami tenía que conversar con Félix Toledo y planear con él los próximos pasos. Félix, además de patriotismo, tenía todo lo que hacía falta para hacer que las cosas funcionaran. Yo no tenía ni idea de lo que me esperaba en Miami.
Continua en Parte IV El fracaso de TV Martí …la CIA y Seguridad del Estado