MI HONRA VALE MÁS QUE MI VIDA
Opinar sobre las razones que en un momento de la historia motivaron a una persona a actuar de una u otra forma, requiere tener un conocimiento muy completo de las circunstancias. Es necesario estudiar los hechos con toda objetividad y tratar de hacer una radiografía de los pensamientos y sentimientos del individuo sobre el que se va a hablar.
Si en lugar de indagar la razón por la que alguien tomó una decisión se trata de juzgar la conducta del individuo, es decir emitir una opinión sobre lo que debió haber hecho, ya no estamos en el campo de la historia sino en el de la moral. Es un terreno que se presta tanto a la conjetura sin fundamento como a la falacia.
De vez en cuando uno lee o escucha a alguien que dice con toda certeza lo que debía haber hecho Huber Matos hace más de medios siglo. Juzgar lo que debió hacer Huber Matos es asumir que en ese momento Matos tenía una bola de cristal con la que veía el futuro de Cuba y también una varita mágica con la que lo podía cambiar. No tenía ninguna de las dos cosas.
Hace más de cincuenta años la situación en Cuba era confusa, compleja e incierta. Ante la evidencia de la infiltración comunista, Huber Matos habló del problema con los principales dirigentes del Movimiento 26 de Julio y del gobierno revolucionario. La mayoría pareció compartir su preocupación. También habló con Fidel Castro sobre el asunto. Como Fidel dio largas a su compromiso de una reunión entre los cuatro (Fidel, Huber, Raúl y el Che) para aclarar las dudas, Huber Matos renunció en octubre de 1959 explicando que no estaba de acuerdo con la creciente influencia de los comunistas en la revolución e insistió que a los cubanos se les había prometido una democracia.
Renunciar en aquellas circunstancias era retar a Fidel Castro, el Dios de Cuba para la mayoría de la población. Había que estar dispuesto a enfrentar el paredón de fusilamiento. Tres meses antes, en junio, el Comandante Pedro Luis Díaz Lanz, un hombre muy valiente y audaz, huyó de Cuba en un velero y denunció la conjura comunista desde el exterior. En Julio Fidel Castro amenazando al presidente Manuel Urrutia con una turba que rodeó la presidencia lo obligó a renunciar. Urrutia estaba muy preocupado por la influencia comunista, se asiló en una embajada y salió del país.
Cuando Huber Matos se dio cuenta de que iban a arrestarlo, en lugar de montarse en el avión que le ofrecieron para que huyera de Cuba, hizo una grabación ratificando su denuncia. Se arriesgó a todo con el propósito de obligar a Fidel a una definición pública del camino que tomaría la revolución. En privado Fidel le había asegurado a Huber que Raúl y el Che no le iban a quitar su revolución. En público había repetido que él no era comunista ni la revolución tampoco.
Camilo Cienfuegos desapareció una semana después de estar preso Huber Matos. Ellos eran amigos desde la Sierra Maestra y habían conversado sobre el problema del comunismo. En la sesión de ministros en que Fidel Castro insistió en el fusilamiento de Huber, cuando esta terminó y salían todos, el Che le dijo a Fidel: “si insistes en fusilar a Huber vas a tener que fusilar a todos los ministros”. En una reunión entre mi madre y el Che, este le dijo: “Lo que está haciendo Fidel es un error. A Huber lo que hay que hacer es dejarlo que se vaya para su casa”.
Quizá por estas razones, antes del juicio, Fidel le manda una oferta a su celda en la cárcel: Si aceptas lo que he dicho en público, te vas a tu casa tranquilamente. La respuesta de Huber fue: “Mi honra vale más que mi vida”. Huber quería el juicio para defenderse y obligar a Fidel a definir el curso de la revolución. Por esos objetivos estuvo dispuesto al fusilamiento o a pasar la vida en prisión. Si Huber Matos hubiera tenido una bola de cristal, quizás habría intentado matar a Fidel Castro. Tampoco era fácil. Habrían quedado el Che y Raúl con el poder y un pueblo enardecido y fanático al extremo. De todos los dirigentes de la revolución con los que Huber habló del problema comunista ninguno dio un paso al frente para enfrentar a Fidel Castro en aquellos momentos. Camilo como sabemos acababa de desaparecer.
La denuncia del Comandante Pedro Luis Díaz Lanz en los Estados Unidos, la renuncia y el exilio del presidente Urrutia y la denuncia, el arresto, el juicio y la condena de Huber Matos, fueron determinantes en que mucha gente que estaba ciega abriera sus ojos en Cuba y en el exterior. La rebeldía contra Fidel Castro creció y se fortaleció. Muchos cubanos se unieron a grupos clandestinos para luchar contra un gobierno que todavía no había consolidado su maquinaria represiva.
Si los Estados Unidos, ante todos esos hechos y otros que no se mencionan aquí, se decidieron a derrocar a Fidel Castro y fracasaron eso es otra cosa. El fracaso de los Estados Unidos en Playa Girón consolidó al castrismo. Los Estados Unidos abandonaron a los cubanos que desembarcaron en Girón, no ayudaron a los guerrilleros que lucharon en la Sierra del Escambray y pactaron con los soviéticos a partir de la crisis de los misiles. Las fallas de los Estados Unidos no exonera a los dirigentes cubanos del exilio de la suyas. Pero como en el caso de Huber Matos, a la hora de repartir responsabilidades hay que estar muy informado. Hay que ponerse en el tiempo y en lugar y vestirse con los pantalones de los actores.
Si en lugar de indagar la razón por la que alguien tomó una decisión se trata de juzgar la conducta del individuo, es decir emitir una opinión sobre lo que debió haber hecho, ya no estamos en el campo de la historia sino en el de la moral. Es un terreno que se presta tanto a la conjetura sin fundamento como a la falacia.
De vez en cuando uno lee o escucha a alguien que dice con toda certeza lo que debía haber hecho Huber Matos hace más de medios siglo. Juzgar lo que debió hacer Huber Matos es asumir que en ese momento Matos tenía una bola de cristal con la que veía el futuro de Cuba y también una varita mágica con la que lo podía cambiar. No tenía ninguna de las dos cosas.
Hace más de cincuenta años la situación en Cuba era confusa, compleja e incierta. Ante la evidencia de la infiltración comunista, Huber Matos habló del problema con los principales dirigentes del Movimiento 26 de Julio y del gobierno revolucionario. La mayoría pareció compartir su preocupación. También habló con Fidel Castro sobre el asunto. Como Fidel dio largas a su compromiso de una reunión entre los cuatro (Fidel, Huber, Raúl y el Che) para aclarar las dudas, Huber Matos renunció en octubre de 1959 explicando que no estaba de acuerdo con la creciente influencia de los comunistas en la revolución e insistió que a los cubanos se les había prometido una democracia.
Renunciar en aquellas circunstancias era retar a Fidel Castro, el Dios de Cuba para la mayoría de la población. Había que estar dispuesto a enfrentar el paredón de fusilamiento. Tres meses antes, en junio, el Comandante Pedro Luis Díaz Lanz, un hombre muy valiente y audaz, huyó de Cuba en un velero y denunció la conjura comunista desde el exterior. En Julio Fidel Castro amenazando al presidente Manuel Urrutia con una turba que rodeó la presidencia lo obligó a renunciar. Urrutia estaba muy preocupado por la influencia comunista, se asiló en una embajada y salió del país.
Cuando Huber Matos se dio cuenta de que iban a arrestarlo, en lugar de montarse en el avión que le ofrecieron para que huyera de Cuba, hizo una grabación ratificando su denuncia. Se arriesgó a todo con el propósito de obligar a Fidel a una definición pública del camino que tomaría la revolución. En privado Fidel le había asegurado a Huber que Raúl y el Che no le iban a quitar su revolución. En público había repetido que él no era comunista ni la revolución tampoco.
Camilo Cienfuegos desapareció una semana después de estar preso Huber Matos. Ellos eran amigos desde la Sierra Maestra y habían conversado sobre el problema del comunismo. En la sesión de ministros en que Fidel Castro insistió en el fusilamiento de Huber, cuando esta terminó y salían todos, el Che le dijo a Fidel: “si insistes en fusilar a Huber vas a tener que fusilar a todos los ministros”. En una reunión entre mi madre y el Che, este le dijo: “Lo que está haciendo Fidel es un error. A Huber lo que hay que hacer es dejarlo que se vaya para su casa”.
Quizá por estas razones, antes del juicio, Fidel le manda una oferta a su celda en la cárcel: Si aceptas lo que he dicho en público, te vas a tu casa tranquilamente. La respuesta de Huber fue: “Mi honra vale más que mi vida”. Huber quería el juicio para defenderse y obligar a Fidel a definir el curso de la revolución. Por esos objetivos estuvo dispuesto al fusilamiento o a pasar la vida en prisión. Si Huber Matos hubiera tenido una bola de cristal, quizás habría intentado matar a Fidel Castro. Tampoco era fácil. Habrían quedado el Che y Raúl con el poder y un pueblo enardecido y fanático al extremo. De todos los dirigentes de la revolución con los que Huber habló del problema comunista ninguno dio un paso al frente para enfrentar a Fidel Castro en aquellos momentos. Camilo como sabemos acababa de desaparecer.
La denuncia del Comandante Pedro Luis Díaz Lanz en los Estados Unidos, la renuncia y el exilio del presidente Urrutia y la denuncia, el arresto, el juicio y la condena de Huber Matos, fueron determinantes en que mucha gente que estaba ciega abriera sus ojos en Cuba y en el exterior. La rebeldía contra Fidel Castro creció y se fortaleció. Muchos cubanos se unieron a grupos clandestinos para luchar contra un gobierno que todavía no había consolidado su maquinaria represiva.
Si los Estados Unidos, ante todos esos hechos y otros que no se mencionan aquí, se decidieron a derrocar a Fidel Castro y fracasaron eso es otra cosa. El fracaso de los Estados Unidos en Playa Girón consolidó al castrismo. Los Estados Unidos abandonaron a los cubanos que desembarcaron en Girón, no ayudaron a los guerrilleros que lucharon en la Sierra del Escambray y pactaron con los soviéticos a partir de la crisis de los misiles. Las fallas de los Estados Unidos no exonera a los dirigentes cubanos del exilio de la suyas. Pero como en el caso de Huber Matos, a la hora de repartir responsabilidades hay que estar muy informado. Hay que ponerse en el tiempo y en lugar y vestirse con los pantalones de los actores.