lunes, 20 de diciembre de 2010

La nomenclatura en el “periodo especial”. Apuntes para un ensayo de revisión histórica (IV)

Por Huber Matos Araluce y Juan F Benemelis

Como es común en el acontecer humano, las principales características de una época no irrumpen en una fecha específica sino que ésta sirve para delimitar, lo menos arbitrariamente posible, un tiempo de otro. A veces no así, sino que un hito es el catalizador de tendencias que cristalizan explosivamente y abren un nuevo capítulo.


El “periodo especial” (1990) con que el castrismo bautizó la nueva realidad de una Cuba sin subvención soviética ni mercado socialista, no puede enmascarar la precaria realidad de la década anterior. La historia de la nomenclatura en esta etapa todavía está por escribirse, pero su perfil empezó a forjarse con anterioridad.


Si bien es cierto que la subvención soviética había permitido al pueblo cubano vivir un nivel de vida que no correspondía con la ineficiencia de la economía de la isla, también lo es que a pesar del cuantioso ingreso anual de recursos que enviaba Moscú, una buena parte de estos fueron mal invertidos, derrochados o malversados.


El estado de la economía cubana anterior al “periodo especial” fue tan crítico que condujo a una suspensión de pagos de la deuda externa a mediados de los ochentas, muy anterior a la desaparición de la URSS.


En el orden político la admisión de Fidel Castro el 26 de diciembre de 1986 de que: “Ahora sí vamos a construir el socialismoˮ fue una respuesta al descontento popular por el fracaso del régimen. Lo peor estaría por venir como ahora todos sabemos.


La situación económica y política de Cuba tuvo su repercusión en la moral de la nomenclatura. Su episodio más revelador fue el fusilamiento del General Arnaldo Ochoa en 1989. Ochoa y un grupo de altos oficiales fueron acusados de participar en el narcotráfico.


Pareciera insólito que Ochoa, un general condecorado como héroe de la Republica de Cuba fuese el líder de una pandilla de narcotraficantes de la que formaban parte importantes hombres del gobierno. Pero ya en esa época el nivel de corrupción en las altas esferas era muy grave.


Si estos miembros de la cúpula del poder estaban involucrados en el narcotráfico a espaldas de Fidel y Raúl Castro, tenemos que asumir que el servicio de inteligencia castrista, considerado uno de los mejores del mundo, no era tan bueno o se estaba haciendo de la vista gorda.


Como esta organización de espionaje es reconocida como uno de las mejores, es difícil creer que estuviera informada de los que sucedía. Los hermanos Castro probablemente estaban al tanto de lo que pasaba. ¿Por qué lo toleraban?


Nos pueden ayudar a explicarlo las declaraciones de narcotraficantes latinoamericanos confesos sobre que los Castro han cooperado en el tráfico de drogas, el laberinto de implicaciones es un reto para el historiador. Nadie debe sorprenderse ¿No han colaborado en el narcotráfico Daniel Ortega y Hugo Chávez?


El caso Ochoa es un indicador del nivel de corrupción que ya corroe a la nomenclatura. Corrupción que seguirá creciendo durante los noventa hasta convertirse en un modus vivendi de quien en Cuba tiene alguna cuota de poder y como veremos, de quien no la tiene también.


Continuará…


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