NO HAY MUERTE DESPUÉS DE LA MUERTE: Homenaje a Payá
Por Yoaxis Marcheco Suárez
Estoy convencida de que Dios no creó a los seres humanos para morir, los hizo a su imagen y semejanza, por eso sentimos la gran necesidad de ser eternos. Aunque no queremos morir, los creyentes no le tememos a la muerte, conocemos bien lo que Jesús hizo con ella cuando en la cruz murió por redimirnos de nuestros pecados, y luego resucitó dándole un golpe contundente en la misma cabeza. Los cristianos sabemos que después de esta vida, hay otra, espléndida y gloriosa, una existencia que no tiene fin, en la que el sufrimiento de estos tiempos actuales queda atrás y de él nunca más tendremos memoria. Por eso tengo la convicción plena de que Oswaldo Payá no está muerto, es imposible morir si se tiene a Cristo en el corazón y si se ha estado enlazado al Redentor desde este mundo.
Cualquier agonía en el presente no podrá compararse con la gloria venidera. El Apóstol Pablo dijo en la Segunda Carta a los Corintios 15:54, 55, "…Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria?" La muerte ya ha sido derrotada por aquel que es el primogénito de los muertos, el primero en levantarse del sepulcro, si así no lo creyese, vana sería mi fe. Por eso no lamentaré la muerte de Payá, sino que daré loores por su vida, no lloraré más su sepulcro, sino que alabaré a aquel que le ha acogido en su seno para vida eterna. La muerte de este hombre formidable no marca el fin, para él es el comienzo de lo perdurable.
Los que aun quedamos acá, en este mundo lleno de aflicciones y conflictos, tenemos el legado de libertad, justicia, democracia, y búsqueda incansable de los derechos plenos para los ciudadanos de Cuba que nos dejó Payá, y que fueron heredados por él de su consiervo y antecesor Félix Varela. El ejemplo de hombres como Oswaldo Payá Sardiñas nos ayuda a vivir, nos da fuerzas, nos alienta; y es que los grandes seres humanos dejan huellas indelebles en la historia. Nadie podrá manchar la memoria de este héroe, de este gigante de la fe y de la paz, de este humildísimo siervo que lo dio todo por el prójimo, por su pueblo. Y que ha comenzado a vivir la plenitud, porque para los hijos de Dios, no hay muerte después de la muerte.
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