“Nosotros somos, y nadie nos podrá arrebatar la honra de ser”
José Martí con exiliados de Key West
Por Marta Menor*
Hace poco tiempo autoproclamados líderes de la oposición envueltos en dimes que te diretes, chivatazos y chismorreo inútiles que solo benefician a la dictadura, declararon que el problema de Cuba es prerrogativa de los cubanos de allá.
Según ellos: “Los Estados Unidos (el exilio en los EEUU) no nos van a imponer reglas ni proyectos”. Pareciera que para esta gente la salida de Cuba transforma a los cubanos en una casta inferior con limitados derechos políticos.
Es un enfoque similar al utilizado por el castrismo que excluye a los exiliados del derecho a participar en los asuntos fundamentales de Cuba. También se han hecho eco de este prejuicio o proyecto propagandístico académicos y periodistas extranjeros.
Estos expertos en asuntos cubanos hablan o escriben del exilio -en particular del de Miami- con menosprecio. Para ellos el pensamiento político y la vida del exiliado es la de señores mayores que juegan dominó en un parque de la ciudad. Tampoco pierden la ocasión para detractar a todos los cubanos del exilio resaltando cualquier acción o declaración de un extremista en Miami.
Les cuesta aceptar que el exilio es un mosaico de Cuba donde conviven personas de todos los juicios, prejuicios, niveles académicos y sociales, ideologías y creencias religiosas. Además, que el exilio es un depositario valiosísimo de patriotismo y talento que ha sido clave en la lucha por la democracia en Cuba y será determinante en su futuro.
Puedo entender a quienes por ignorancia o por simpatía pasada o presente con el castrismo, se sientan bien o cumplan con su misión desconociéndole al exilio sus meritos y su papel, pero lo que no es fácil de asimilar es que haya compatriotas que desde una supuesta trinchera de oposición dentro de Cuba hagan lo mismo.
¿Con que razón puede ningún cubano negarle a otro cubano participar en cualquier forma en el presente y en futuro de su Patria? Ni Fidel, ni Raúl, ni ningún disidente, ni ningún académico trasnochado, nadie, absolutamente nadie puede hacerlo. Métanselo en la cabeza de una vez por todas.
Es un absurdo negarle ese derecho a los que sacrificaron parte de sus vidas en prisión por la simple razón de que ahora estén en el exilio. O a los que salieron de Cuba y hoy son empresarios, educadores, ejecutivos, profesores, artistas o simples cubanos que se ganan el sustento trabajando honradamente.
Dispersos en muchos países los exiliados, sus hijos y los hijos de sus hijos, han mantenido viva la llama de la libertad de Cuba y no han permitido que se olvide a un pueblo oprimido durante más de medio siglo. Es fácil ahora ser admirado en el mundo por hacer críticas a un régimen cuyo fracaso ya no se puede esconder ni excusar. Pero por muchos años fue impopular y frustrante intentarlo, no obstante los cubanos del exilio lo hicieron contra viento y marea.
Quienes se consideren caudillos salvadores desde Cuba debían aprender un poco de nuestra historia, porque los exiliados fueron determinante en la lucha por nuestra independencia y en la fragua de nuestra identidad.
El 10 de octubre de 1888 en el Templo Masónico de Nueva York y en conmemoración del Grito de Yara, José Martí habló de la importancia, deberes y derechos del exilio:
¡Nosotros somos, y nadie nos podrá arrebatar la honra de ser, nosotros somos como el niño del campamento! Heridos, en la agonía del destierro, tan cerca del hueso que no nos parece que cuelga más que de un hilo la vida, ni nos quejamos ni bajamos la cabeza, ni abrimos el puño, ni lo volvemos sobre nuestros hermanos que yerran, ¡ni se lo sacaremos de debajo de la barba al enemigo hasta que deje nuestra tierra libre!
Nosotros somos el freno del despotismo futuro, y el único contrario eficaz y verdadero del despotismo presente. Lo que a otros se concede, nosotros somos los que lo conseguimos. Nosotros somos espuela, látigo, realidad, vigía, consuelo. Nosotros unimos lo que otros dividen. Nosotros no morimos. ¡Nosotros somos las reservas de la patria!
*Marta Menor es presidenta de Cultivamos una Rosa Blanca