domingo, 3 de agosto de 2014

Putin y el paso en falso en Ucrania



Los dirigentes de Occidente consideraban a Vladimir Putin como el líder que conduciría a Rusia hacia la convergencia con la economía capitalista y el sistema democrático. Por estas razones y gracias la buena voluntad y a la falta de experiencia de la mayoría de ellos, Putin era un hombre con el que había que tratar de igual a igual.  

A los políticos del campo democrático no les preocupó demasiado su pasado ni que durante su gobierno se asesinaran periodistas, se acosaran y encarcelaran opositores y que algunas personas perdieran sus empresas y hasta sus vidas en forma misteriosa.  Mucho menos les importaban estos asuntos  a los capitalistas que invirtieron en Rusia o le prestaron miles de millones de dólares.  

Para el mundo del dinero y de las influencias, en Rusia había un mercado por explotar y fabulosas ganancias por administrar.  Y aunque disminuida política y militarmente no dejaba de ser una potencia con la que había que contar. Después de todo siempre se acude al preferido, cómodo y demagógico argumento de que los negocios y el desarrollo conducen irremediablemente a la democracia.

El resultado ha sido todo lo contrario a lo que esperaban nuestros pragmáticos dirigentes. Putin ha llevado a Rusia paso a paso por el camino de la autocracia y el despotismo, demostrando que es tan  depredador como lo fueron los antiguos jerarcas del Kremlin. Putin está al mando de un considerable poder militar y tiene el control de un país que es el segundo productor de gas natural de mundo y el tercero de petróleo.  

Putin ha cometido errores que demuestran que es un ex agente soviético convertido en el hombre fuerte de lo quedó de la URSS.  Sus errores solo puede atribuirse a su carácter, a su formación, a sus ambiciones y a la ceguera con que el poder engaña a los hombres sin cultura, sin visión y sin grandeza. Algo bastante más común de lo que imaginamos.

Su violenta anexión de Crimea y la descarada organización y dirección de un ejército separatista en Ucrania al que ha entregado armamento sofisticado son la última muestra –no la primera- de su agresividad personal, de sus ambiciones y del poco respeto que le merece Occidente. 

En un juego en que pudo seguir ganando terreno, Putin sacó las cartas demasiado temprano.  Las 298 víctimas del avión de Air Malaysa  parecen finalmente haber alertado a Occidente de sus intenciones. 

Las reacciones por su error están a la vista. NATO, la alianza militar de Estados Unidos y Europa que fue tomada por sorpresa parece prepararse para evitar futuras agresiones rusas en el continente. El gobierno estadounidense ha denunciado la violación por parte de Rusia del tratado sobre el desarrollo de misiles cruceros firmado entre Reagan y Gorbachov en 1987. También se han implementados medidas que afectarán negativamente a la economía rusa y que son mensajes de advertencia.

Los Estados Unidos ha suspendido la cooperación recientemente acordada por medio de la cual científicos de ambos países podrían visitar  los lugares de desarrollo avanzado. Los científicos rusos visitarían 137 sitios de investigación del complejo nuclear de los Estados Unidos,  como  los centros de diseño de armas  atómicas de Los Alamos, Alburquerque y Livermore y tendrían acceso al poderoso láser de cinco mil millones de dólares en Livermore, en el que se crean explosiones de bombas de hidrogeno en miniatura.

Que sus acciones lo hayan hecho muy popular en Rusia no nos debe sorprender. La popularidad de los conquistadores es cosa común en la historia y solo se mantiene con más invasiones victoriosas y con un nivel de vida que difícilmente Rusia puede sostener sin un aumento de las inversiones y los negocios con Occidente.  No nos debe impresionar que algunos periodistas y académicos hayan querido “intelectualizar” sus acciones como parte de la voracidad territorial del antiguo Imperio Ruso del que “afirman” se siente heredero.

Lo importante es que gracias a sus errores se ha  podido entender a tiempo las consecuencias de la falta de visión de los dirigentes occidentales. Vladimir Putin ha perdido legitimidad y prestigio en un mundo que le abrió las puertas. Tratará de recuperar el terreno perdido porque el error ha sido muy grande, las consecuencias económicas y políticas pueden llegar a ser muy serias y su ego ya está acostumbrado a que lo traten como un hombre civilizado.

Huber Matos Araluce
San José,  Costa Rica



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