viernes, 10 de septiembre de 2010

PERDÓN Y EXPIACIÓN

Fidel Castro asumió total responsabilidad por la persecución a homosexuales en los primeros años del triunfo de su revolución. No se disculpó. Se limitó a explicar que sus preocupaciones mayores fueron las de no ser muerto por traidores y ‘conspiraciones’ de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos. Más allá de cualquier otra consideración de carácter ético o humano, Fidel Castro en aquellos momentos se ocupaba de sí mismo y de retener el poder a cualquier costo.


Por supuesto que reconocer una culpa o reconocer la culpa, es sólo el primer paso. Regularmente, este viene seguido por otro consistente en pedir perdón a las víctimas de eso que llamó, ‘una época de gran injusticia’. También sucede que los errores se pagan y el próximo paso sería la expiación. Es aquí donde de forma eventual, podría aparecer el perdón al victimario y el punto final o el borrón y cuenta nueva.


Como se trata de Fidel Castro, todo parece indicar que las cosas quedarán en el reconocimiento y la aceptación de la responsabilidad. Estamos en presencia de alguien, que nunca pedirá perdón por la adversidad impuesta en aquellos momentos en que sus máximas y quizás únicas preocupaciones fueron retener el poder y que no le mataran, porque temía morir.


Los más grandes errores y horrores de esta importante figura política, a lo largo de su vida, han estado signados por el terror que siempre le inspiró la muerte. La confesión surgió en una entrevista que concedió a la directora del periódico mexicano ‘La Jornada’, pero el tema siempre ha estado latente.


Si a Fidel Castro le falta valor para pedir perdón o para enfrentar la muerte, esto siempre será lo de menor importancia. Importante verdaderamente es que rinda cuentas no sólo por la persecución a homosexuales, que quizás sea entre sus pecados, el más leve.


Que responda por haber destruido la riqueza y los valores morales de la nación cubana. Por haber sembrado la división en la familia cubana. Que pague las vidas y los sueños malogrados de varias generaciones de cubanos y después si puede y la muerte lo acepta, que tenga paz. Que la tenga sólo después que todos los cubanos tengamos libertad. Sólo en estas condiciones valdrá la pena hablar de perdón. El perdón, siempre después de la necesaria expiación.

Editorial 134 Primavera Digital

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