Secreto insostenible
Hugo Chávez se debate hoy entre la vida y la muerte, sometido al drama que define y agobia la existencia de todo ser humano. Así debió reconocerlo finalmente el presidente venezolano, el jueves pasado, al cabo de casi tres semanas de internamiento en un hospital habanero. Chávez se vio obligado a confesar en público sus males en un corto discurso difundido por la televisión, debido al fracaso de los intentos desplegados por los manejadores de imagen para ocultar su cáncer. Estos esfuerzos, lejos de mantener en secreto la gravedad del padecimiento, más bien alentaron toda suerte de especulaciones.
El desenlace era de anticipar pues en la era actual de las comunicaciones mundiales se torna prácticamente imposible mantener ocultas las dolencias que agobian a una figura tan polémica y prominente. Cabe señalar, asimismo, que el secreto impuesto sobre la enfermedad del presidente venezolano remite al estilo autocrático del estalinismo soviético, inspirador de regímenes como el de Cuba y, en alguna medida, el de Venezuela. Los altibajos de la salud del jefe máximo y de figuras prominentes del régimen se mantienen fuera de los ojos del público. El propósito fundamental es preservar incólumes la imagen de superioridad y, sobre todo, el mito de la invencibilidad del líder.
Muchas fueron las torpezas de los publicistas cubanos y venezolanos que suelen resguardar la figura política de Chávez. El más reciente ejemplo fue el patético show televisivo mudo de Hugo y Fidel, ambos en ropajes deportivos y sumidos en la lectura profunda de Granma, el martes último. El episodio, sin embargo, naufragó el jueves siguiente en virtud del anuncio aplazando el superespectáculo internacional programado para el 5 y 6 de julio, en la isla Margarita, donde Chávez pensaba coronarse fundando una OEA sin Estados Unidos, con ocasión del bicentenario de la independencia venezolana. El resbalón fue mayúsculo y determinó la confesión pública de Chávez esa misma noche.
Con todo, el síntoma más grave de la crisis causada por la ausencia de Chávez son las grietas de autoridad visibles en las declaraciones y gestos públicos de algunos aspirantes a la jefatura suprema del Estado bolivariano, cuyo número se multiplica cada hora. El más notorio ha sido Adán Chávez, hermano de Hugo y su cercano asesor, además de importante vínculo con el aparato cubano, quien en una asamblea de empleados estatales proclamó la necesidad de una “lucha armada”, si fuera del caso, para preservar la revolución. La declaración se interpretó ampliamente como un llamado a las armas si el vacío presidencial llega a poner en riesgo al régimen. Asimismo, fue percibido como el prólogo a una encarnación venezolana de Raúl, el hermano confiable del monarca enfermo.
Otra facción que hace olas es la del vicepresidente Elías Jaua, a quien Chávez expresamente privó de las facultades presidenciales durante su ausencia. Jaua lidera una corriente chavista radical y dogmática muy cercana a Cuba pero adversada por los militares. Agreguemos una vertiente importante que aglutina a Diosdado Cabello, dirigente del Partido Socialista Unido de Venezuela, con los generales Henry Rangel Silva, Hugo Carvajal y Ramón Rodríguez Chacín, triunviros que rigen los negocios más cuestionados del régimen y son figuras muy populares en las Fuerzas Armadas.
Un informe de Stratfor, respetado consorcio consultor de inteligencia y seguridad, destaca que Alí Rodríguez, expresidente de la empresa petrolera estatal PDVSA y miembro destacado del régimen, junto con Rafael Ramírez, actual jerarca de PDVSA y ministro de Energía, han venido operando de manera autónoma, convirtiéndose en figuras sumamente poderosas, que inquietan a Chávez. Finalmente, las milicias bolivarianas, un ejército paralelo que responde directamente al mandatario, serían centrales en una disputa por la presidencia.
Desde luego, un choque de tendencias en busca del poder perfilaría un desenlace poco democrático y un franco retroceso para las aspiraciones del pueblo venezolano. Con todo, es una eventualidad que, si bien por ahora es teórica, fácilmente podría tornarse cercana y real en la medida en que la enfermedad de Hugo Chávez se agrave.
En dicha coyuntura, no es dable ignorar el factor Cuba. Hay legiones de cubanos por Venezuela entera, en toda la escala de los centros de poder del Estado. Su ubicuidad en los mandos de las Fuerzas Armadas y la Policía, y jefatura absoluta del aparato de seguridad, testimonia el avanzado fenómeno de la “cubanización” venezolana. El mismo hecho de que Chávez se encuentre en Cuba en sus presentes circunstancias, habla mucho del tipo de relación que se ha creado con la Isla.
Agreguemos los múltiples problemas por resolver en el país, que demandarían una mano firme en el timón: inflación galopante, inseguridad ciudadana conexa a una espiral de criminalidad, una rebelión carcelaria que el Ejército no logra desarmar, los apagones en aumento, las demandas impostergables de infraestructura y la modernización de PDVSA, y un cúmulo de tareas que engrosan la categoría de temas pendientes.
Sin lugar a dudas, el futuro de Venezuela bajo Chávez se muestra tortuoso, despótico e inestable. Solamente un pacto patriótico para acometer los cambios y transformaciones que conduzcan a una democracia genuina y moderna, rescatarían al país de su actual estancamiento chavista. Una nota final de advertencia: cualquier nuevo liderazgo que espere para sus planes el respaldo financiero del petróleo, mejor que no se engañe. Chávez, a fin de financiar sus aventuras internacionales, incluyendo la manutención global de Cuba, ha enajenado las reservas petrolíferas por los próximos cien años. Y esto sí que es un drama.
(EDITORIAL – La Nación Costa Rica) (San José 02/07/2011)
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