La corrupción es un problema sistémico
Sin ciudadanía no hay derecha ni izquierda
Por Miguel Sobrado
Lamentarse como plañideras por los actos de corrupción clamando por un salvador que cual Moisés en el desierto descienda con un código de ética en la mano, o discutir sobre si lo mejor son las soluciones de la izquierda o la derecha carece de sentido mientras no seamos ciudadanos. Mientras no tengamos el derecho en nuestras manos en una república moderna real como Suiza, con división efectiva de poderes donde los ciudadanos estemos apoderados a través un sistema electoral por distritos con rendición de cuentas y revocatoria del cargo así como de una efectiva regionalización y descentralización del control de la gestión pública.
La corrupción es producto del sistema seudorrepublicano que tenemos. Un sistema clientelista manejado por patrones y tribus partidarias, lleno eso sí, de púdicos controles de procedimiento y detalle, que acallan las conciencias de los que no entienden de sistemas, pero que sirven de parapeto a los corruptos para pescar en las “aguas revueltas” de la tramitología.
Si nos molesta efectivamente la corrupción denunciémosla, eso ayudara a superarla pero no nos quedemos ahí y luchemos contra las causas que la genera el actual sistema clientelista, que carece de evaluaciones de resultados, como lo manda el artículo 11 de la Constitución Política.
La ética no es un código escrito, surge de una práctica social sostenida por un sistema de pesos y contrapesos con controles efectivos, donde no existe espacio para la impunidad. Por eso debemos empezar por definir al Estado como la empresa de todos. Una empresa de empresas que facilita el buen desempeño económico y social de la colectividad. Esto no lo puede dar una burocracia centralizada articulada alrededor de intereses de patronos y feudos inconexos, como la que tenemos. Se requiere de regiones descentralizadas en la ejecución con información pública de la gestión y la evaluación de sus resultados. Donde la ciudadanía pueda revocar desde la autoridad regional hasta el director del colegio o escuela ineficiente.
Esto es así en las democracias avanzadas, porque los ciudadanos son eso ciudadanos de verdad, dueños y controladores de la empresa pública y no clientes manipulados con ofertas de obras o servicios hechos con nuestro propios recursos.
Por estas razones pienso, que si realmente queremos mejorar nuestro país debemos luchar por una transformación del sistema institucional para apoderarnos del control de las arcas públicas y volver eficiente nuestra gestión colectiva. Para eso hay que empezar por hacer cumplir el artículo 11 de la Constitución Política que exige evaluar resultados y responsabilizar a los jerarcas por su gestión. Este artículo debió ser normado por una ley hace doce años, pero los partidos no están interesados en hacerlo, o no entienden su importancia, y contribuyen así a mantener el clima de impunidad.
Aunque los cambios institucionales no se van a lograr actuando desde arriba, por la resistencia de las estructuras de poder, si requieren de algún apalancamiento mínimo en la transformación de los sistemas electorales empezando por el de diputados que para que respondan a la ciudadanía deben elegirse por distritos electorales y ser reelegibles, pero estar expuestos a un proceso revocatorio de su mandato tal como los son actualmente los alcaldes. Actualmente hay un proyecto de Ley en trámite en la Asamblea Legislativa con una propuesta de reforma del sistema electoral que puede ser una buena base de discusión, pero que va a exigir participación ciudadana y posiblemente un referéndum para cortarle las uñas paralizantes del debate al reglamento legislativo.
La creación de alianzas municipales regionales reforzada por transferencias presupuestarias del Gobierno central en obras públicas, política social, y ¿por qué no?, ahí donde haya solidez institucional, también en salud y educación.
El asunto no está en discutir sobre las virtudes de los candidatos, el actual sistema por su naturaleza, (en arca abierta hasta el justo peca) tarde o temprano los corrompe a todos. Primero hay que construir ciudadanía a través de una reforma institucional que nos apodere de su gestión y control. Esto es lo verdaderamente importante para poder cambiar las cosas y solo lo podremos lograr a través de la organización . Como bien lo decía don José Figueres Ferrer, “los pueblos sin organización no tienen ningún poder”. Solo entonces podremos discutir como ciudadanos. Mientras tanto seguiremos siendo una especie de siervos camuflados de ciudadanos. “Sepamos ser libres'”.
Lamentarse como plañideras por los actos de corrupción clamando por un salvador que cual Moisés en el desierto descienda con un código de ética en la mano, o discutir sobre si lo mejor son las soluciones de la izquierda o la derecha carece de sentido mientras no seamos ciudadanos. Mientras no tengamos el derecho en nuestras manos en una república moderna real como Suiza, con división efectiva de poderes donde los ciudadanos estemos apoderados a través un sistema electoral por distritos con rendición de cuentas y revocatoria del cargo así como de una efectiva regionalización y descentralización del control de la gestión pública.
La corrupción es producto del sistema seudorrepublicano que tenemos. Un sistema clientelista manejado por patrones y tribus partidarias, lleno eso sí, de púdicos controles de procedimiento y detalle, que acallan las conciencias de los que no entienden de sistemas, pero que sirven de parapeto a los corruptos para pescar en las “aguas revueltas” de la tramitología.
Si nos molesta efectivamente la corrupción denunciémosla, eso ayudara a superarla pero no nos quedemos ahí y luchemos contra las causas que la genera el actual sistema clientelista, que carece de evaluaciones de resultados, como lo manda el artículo 11 de la Constitución Política.
La ética no es un código escrito, surge de una práctica social sostenida por un sistema de pesos y contrapesos con controles efectivos, donde no existe espacio para la impunidad. Por eso debemos empezar por definir al Estado como la empresa de todos. Una empresa de empresas que facilita el buen desempeño económico y social de la colectividad. Esto no lo puede dar una burocracia centralizada articulada alrededor de intereses de patronos y feudos inconexos, como la que tenemos. Se requiere de regiones descentralizadas en la ejecución con información pública de la gestión y la evaluación de sus resultados. Donde la ciudadanía pueda revocar desde la autoridad regional hasta el director del colegio o escuela ineficiente.
Esto es así en las democracias avanzadas, porque los ciudadanos son eso ciudadanos de verdad, dueños y controladores de la empresa pública y no clientes manipulados con ofertas de obras o servicios hechos con nuestro propios recursos.
Por estas razones pienso, que si realmente queremos mejorar nuestro país debemos luchar por una transformación del sistema institucional para apoderarnos del control de las arcas públicas y volver eficiente nuestra gestión colectiva. Para eso hay que empezar por hacer cumplir el artículo 11 de la Constitución Política que exige evaluar resultados y responsabilizar a los jerarcas por su gestión. Este artículo debió ser normado por una ley hace doce años, pero los partidos no están interesados en hacerlo, o no entienden su importancia, y contribuyen así a mantener el clima de impunidad.
Aunque los cambios institucionales no se van a lograr actuando desde arriba, por la resistencia de las estructuras de poder, si requieren de algún apalancamiento mínimo en la transformación de los sistemas electorales empezando por el de diputados que para que respondan a la ciudadanía deben elegirse por distritos electorales y ser reelegibles, pero estar expuestos a un proceso revocatorio de su mandato tal como los son actualmente los alcaldes. Actualmente hay un proyecto de Ley en trámite en la Asamblea Legislativa con una propuesta de reforma del sistema electoral que puede ser una buena base de discusión, pero que va a exigir participación ciudadana y posiblemente un referéndum para cortarle las uñas paralizantes del debate al reglamento legislativo.
La creación de alianzas municipales regionales reforzada por transferencias presupuestarias del Gobierno central en obras públicas, política social, y ¿por qué no?, ahí donde haya solidez institucional, también en salud y educación.
El asunto no está en discutir sobre las virtudes de los candidatos, el actual sistema por su naturaleza, (en arca abierta hasta el justo peca) tarde o temprano los corrompe a todos. Primero hay que construir ciudadanía a través de una reforma institucional que nos apodere de su gestión y control. Esto es lo verdaderamente importante para poder cambiar las cosas y solo lo podremos lograr a través de la organización . Como bien lo decía don José Figueres Ferrer, “los pueblos sin organización no tienen ningún poder”. Solo entonces podremos discutir como ciudadanos. Mientras tanto seguiremos siendo una especie de siervos camuflados de ciudadanos. “Sepamos ser libres'”.
Fuente La Nación, Costa Rica
2 comentarios:
He repetido mil veces lo central y lo objetivo de tu tema, he predicado con el ejemplo en este país de derechos, y la razón que sostengo esta en esa clave, dejar de ser elementos sociales o antisociales, para aprender a ser ciudadanos, ni elementos, ni individuos, sin ética ciudadana, disciplina social y civismo, por la escasees de dignidad y decoro que nos corrompe, los prejuicios y vicios que la ignorancia engendra, en democracia, la añorada y deseada por todos los pueblos,ha de convertirse de nuevo en la Oclocracia de antes del 59 en Cuba, para dar paso de nuevo a los populistas gobernantes que el deterioro democrático los engendra. Donde existe un pueblo digno, no existiran jamas dictadores.
9 de agosto de 2012, 5:40Un articulo muy sincero..
13 de agosto de 2012, 8:09Publicar un comentario