lunes, 21 de abril de 2014

En defensa de Nicolás Maduro


En los últimos días se han publicado críticas fuertes contra Nicolás Maduro por los resultados de su primer año de gobierno y por la violencia criminal contra las protestas de la juventud venezolana.  Los críticos señalan que Maduro no tiene ni la capacidad ni el carisma de Hugo Chávez. Da la impresión de que su fracaso se debe a su falta de liderazgo y que él es el único responsable del desastre que hoy vive la nación suramericana.  La verdad es que lo que sucede hoy Venezuela es el resultado de la confabulación de Fidel Castro y su devoto discípulo Hugo Chávez.  Maduro ha continuado con el complot que le encomendaron y si este se derrumba es porque los dos “carismáticos lideres” se equivocaron. Maduro ha obedecido y sigue obedeciendo órdenes. 

Empecemos por el principio.  Una vez que Chávez llegó a la presidencia la estrategia castrochavista (entiéndase la de Fidel y la de Chávez) fue la misma de Castro cuando alcanzó el poder en Cuba: la eliminación de la burguesía, empezando por atacar al sector empresarial.  Era necesario liquidar a los ricos  para dejarlos sin capacidad económica de oponerse al nuevo orden.  Además, no se podía encaminar el país hacia una dictadura si no había un enemigo del cual defenderse y a quien destruir. 

En Cuba y en Venezuela la guerra contra la empresa privada le hizo un daño muy grande a la producción, pero ese ha sido un mal menor. Para el castrochavismo el mal mayor hubiera sido dejarlos con un poder económico con el que podían financiar el enfrentamiento contra los “revolucionarios bolivarianos”.  Además, reitero, es imposible hacer una revolución sin enemigos.  

En Cuba el subsidio soviético durante treinta años evitó el colapso de la economía estatizada. En Venezuela han sido los inmensos recursos que han ingresado al erario público por los altos precios del petróleo.  No debe haber tenido mucha dificultad Fidel Castro en convencer a Hugo Chávez que si la agricultura colapsaba y si la producción industrial se reducía al mínimo, Venezuela tenía petrodólares para importar lo que fuera necesario.  

Al mismo tiempo que se atacaba al  enemigo burgués se lanzaban programas de asistencia social sin importar el costo o su sostenibilidad a largo plazo.  Al pueblo había que mantenerlo contento con ofrecimientos y ventajas mientras se consolidaba la dictadura.  En Cuba esos programas los pagaron los soviéticos, mientras la prensa mundial, los políticos  y los dirigentes castristas  alababan los logros de la revolución –nunca nadie quiso hacer la aritmética ni preguntar de dónde venían los fondos.  En Venezuela se han pagado con los ingresos del petróleo. Una vez que el régimen fuera el dueño de todos los poderes, de los medios de comunicación, hubiera depurado a las fuerzas armadas y contara con un equipo de vigilancia y represión entrenado y equipado, cualquier descontento podía ser sometido por la fuerza de la propaganda y de la maquinaria represiva.  

El tercer flanco de esta estrategia era el respaldo internacional para eliminar la posibilidad de que los países democráticos trataran de impedir una dictadura en Venezuela. En el caso castrista la propaganda fue efectiva y de larga duración por la popularidad personal de Fidel Castro, porque  la maquinaria occidental lo convirtió en un ídolo; por la necesidad que tenían los europeos, los latinoamericanos y el Tercer Mundo de un líder que denunciara a los yanquis.  También la izquierda en  los Estados Unidos se sintió afortunada de contar con un líder tercermundista que fustigaba al complejo militar-industrial estadounidense, Fidel les quedó al dedillo.

En el caso venezolano esa popularidad se ganó con demagogia, con petróleo subvencionando,  con grandes cantidades de dinero secreto para los políticos de cuanto país quisiera alinearse con el chavismo o por lo menos no criticarlo.  En algunos casos con miles de millones de dólares dedicados a la importación de productos brasileños y colombianos. 

En Cuba el castrismo no evitó la intervención estadounidense pero si la obligó a ser tan disimulada, tan débil y pobremente planeada que pudo ser derrotada fácilmente en Playa Girón por un  ejército castrista mal entrenado y mal armado todavía.  Con tal de lavarse las manos los Estados Unidos abandonaron a los cubano brigadistas en el campo de batalla tan pronto empezaron a fallar los planes. En el caso venezolano ha sido tal la cantidad de dinero invertida para alcanzar ese escudo protector que prácticamente todos los políticos de área todavía no se atreven ni a criticar la violencia contra la oposición democrática y hasta el Secretario General de la OEA se comporta como un rehén del chavismo.

En el caso venezolano la estrategia de Fidel Castro y de Hugo Chávez ha enfrentado dificultades serias por varias razones. 

a) En Cuba la consolidación del régimen castrista en sus momentos de grave crisis inicial fue posible por el fracaso estadounidense en Playa Girón.  Este desintegró y desmoralizó a la activa y organizada oposición interna brindando a Castro el regalo de una victoria que él no había podido alcanzar contra la oposición.

b) La oposición democrática en Cuba pagó su resistencia al proyecto comunista con miles de fusilados y cientos de miles de presos políticos.   No ha sido hasta ahora el caso de Venezuela porque el castrochavismo creyó que esa purga podría hacerla después.   


c) La corrupción desbocada.  La subvención soviética estaba personalmente controlada por Fidel Castro y en Cuba nadie podía apropiarse de nada sin su permiso.  Además, los rusos estaban más o menos atentos a como se gastaban esos recursos.  Es hasta hace algún tiempo que la corrupción se ha  vuelto incontrolable. En Venezuela, Chávez desde el principio compró a todo el que pudo con dinero, favores y posiciones.  Los funcionarios chavistas han robado por su cuenta a manos llenas y por eso nadie acusa a nadie.

d) De 1959 a nuestros tiempos hay grandes diferencias que han conspirado contra el chavismo.  La economía centralizada está desacreditada, el respeto a los derechos humanos es casi una religión, los avances tecnológicos hacen difícil el poder persuasivo y represivo que tuvieron una vez los medios de comunicación centralizados y la revolución castrista ha fracasado. 

En conclusión: 

El desastre de la economía venezolana es la consecuencia de una estrategia que tuvo como objetivo destruir a la clase empresarial venezolana, comprar la complicidad internacional casi a cualquier costo y pagar la incondicionalidad en las Fuerzas Armadas y de los cómplices principales, repartiendo desde el principio del botín de los petrodólares.   

El chavismo fracasó porque Fidel Castro se equivocó creyendo que su discípulo podía llegar a dominar Venezuela sin tener que fusilar a miles de venezolanos y llevar a prisión a millares. Esa purga la tenían planeada para una etapa posterior en Venezuela. La altísima tasa de criminalidad en Venezuela se les escapó de las manos a ambos, a Fidel Castro y a Hugo Chávez, porque no les interesaba el problema o creyeron que podían beneficiarse de él. 

Nicolás Maduro heredó un desastre económico y social total que solo empeoraría con el tiempo. Él no ha tenido ni la capacidad ni la autoridad para resolver nada.  Su función era ser un dócil incondicional del castrismo y de los chavistas radicales.  Fidel y Chávez no querían a nadie ni muy capaz ni muy popular entre sus subalternos. Con Nicolás Maduro, Raúl Castro se siente incluso más confortable que con el propio Hugo Chávez.  

La devoción por Fidel Castro y su obra - confesada en público en repetidas ocasiones - por Hugo Chávez y la necesidad que ha tenido el castrismo de la subvención venezolana para sobrevivir, son pruebas de que la tragedia venezolana actual es el resultado de los planes y acciones de estos dos carismáticos y fracasados ególatras.

Huber Matos Araluce

Artículo de Patria Pueblo y Libertad


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