lunes, 20 de octubre de 2014

LA CARGA AL MACHETE ESTÁ EN EL EXILIO ( I )


Oteando el futuro inmediato de Cuba no me queda duda de que el fin del castrismo depende de lo que haga o deje de hacer el exilio cubano.

Los exiliados están en capacidad de descarrilar la trasformación hacia un capitalismo al estilo chino, ruso o vietnamita con el que la clase dominante castrista intenta mantenerse en el poder.

Además, un levantamiento popular en Cuba o cualquier tipo de acción colectiva que acabe de desintegrar la maquinaria dictatorial será el resultado directo de la percepción que tenga el pueblo cubano del exilio y de la asistencia real que este pueda brindarle.

Un exilio luchando por su gente en la Isla sin dudas ni vacilaciones, o un exilio paralizado por las frustraciones, hará la diferencia.

Por esta razón, por años el castrismo ha dirigido contra el exilio toda la manipulación imaginable, con el fin de saturarlo de pesimismo y paralizarlo.

El exilio es el gran peligro para la dictadura, porque es el disparador del cambio.

¿Qué se puede hacer?  ¿Levantar el embargo?

Hay quienes proponen con absoluta certeza que la gradual introducción del capitalismo en la Isla conducirá irreversiblemente hacia la democracia. El paso indispensable para iniciar este proceso es que los Estados Unidos levanten el embargo sin poner condiciones a quienes gobiernan en Cuba.

Esta es también la visión que está tratando de proyectar la dictadura con el objetivo de que Estados Unidos, al levantar el embargo, haga posible que lleguen a Cuba las inversiones extranjeras que salvarían a la maltrecha economía castrista y en consecuencia a la dictadura post comunista.

El problema es que el esquema de llegar a la democracia por el camino del capitalismo no resiste ni la más ligera critica.

Cuando la Federación Rusa nació como nación independiente después de la desintegración de la URSS, y China renunció al maoísmo marxista, las naciones del occidente democrático quisieron creer que, como el comunismo había fracasado, el capitalismo conduciría inevitablemente a la democracia. Y, sin exigir ningún precio político, las grandes democracias industriales apoyaron las transformaciones económicas de Rusia y de China.

El resultado está a la vista: no solo la libertad individual no se respeta en  Rusia ni China, sino que ambas naciones se han convertido en peligros estratégicos para el mundo democrático.

Rusia se apoderó de Crimea por la fuerza y continúa desestabilizando a Ucrania para someterla. La Unión Europea y los países que formaron parte de la URSS saben que las intenciones del Kremlin son el renacimiento de un imperialismo en el cual ni los derechos humanos ni la paz tienen espacio.

Están revitalizando a la OTAN para tratar de evitar o frenar lo que pueda venir del Kremlin.

China, que todavía es un pigmeo militar comparado con las superpotencias nucleares, amenaza con frecuencia a sus vecinos asiáticos y desafía a Estados Unidos. El día en que China llegue a tener un poderío militar similar o cercano al de los Estados Unidos, pasará de las amenazas al chantaje y, si tiene la oportunidad, a los hechos.

Preparándose para ese escenario, el gobierno de Obama ha enfocado sus esfuerzos hacia Asia. Les urge fortalecer su alianza con las naciones del área y unidos contener militar, política y económicamente a la China del mañana.

Nadie sabe si en el futuro podrá salir de un laboratorio un descubrimiento que le dé a una nación una ventaja suprema sobre las demás. A fin de cuentas, Hitler estuvo más cerca de la energía atómica que nadie, y Alemania fue la precursora de los misiles y de los motores jet.

Volviendo al presente, China acaba de demostrar que lejos de darle a Hong Kong el respiro de libertad al que se comprometió formalmente cuando Inglaterra entregó ese territorio, le ha impuesto en forma arbitraria un yugo dictatorial. El trato injusto y abusivo que se da a las minorías en China es otra muestra de sus intenciones.

La tesis del capitalismo como precursor de la democracia es un disparate: el capitalismo fue un socio en la Alemania de Hitler y en la Italia de Musolini, lo es en Nicaragua, donde los empresarios nicaragüenses están muy contentos con “el compañero” Daniel Ortega, a pesar de que Nicaragua dista mucho de ser una democracia.

En resumen, el capitalismo nunca ha sido el promotor automático de la democracia, y en muchos casos ha sido un feliz y próspero aliado de las dictaduras.

La transición hacia la democracia en algunos países dictatoriales ha sido posible por factores culturales, presiones externas y cambios institucionales fundamentados en constituciones democráticas.

En espera de Moisés

Ante el reto que hasta ahora ha representado más de medio siglo de tiranía, entre muchos cubanos se ha esperado la aparición de un líder carismático con capacidad y poder de convocatoria para capitalizar el descontento interno.

El tiempo ha demostrado que cuando ha aparecido alguien con la potencialidad para enfrentar al régimen, la maquinaria represiva lo liquida misteriosamente. En otros casos, las expectativas han resultado ilusas o completamente equivocadas.

En esa búsqueda del “salvador” hemos perdido una enorme cantidad de energía, hemos acumulado frustraciones, y se ha invertido tiempo y recursos. Además, corremos un grave peligro: el pueblo que vuelve a confiar demasiado en un líder puede pagar de nuevo su fe con frustraciones o cadenas.

Por estas razones, no es recomendable seguir esperando a un “salvador” o poner mucha esperanza en quien los medios promocionen. Los periódicos, la televisión y la radio también tienen sus intereses. Esperar por un líder es una espera incierta y, si apareciera, la dictadura lo asesinará.

Por estas razones, lo prudente es apoyar estrategias, planeamientos y el trabajo real que se hace a nivel organizacional, sin que esto dependa de un predestinado. Necesitamos organizaciones verdaderas, con estrategias inteligentes y trabajos auténticos.

El levantamiento popular

Otra expectativa de muchos cubanos exiliados ha sido la del levantamiento popular en la Isla. Una rebelión del pueblo de tal magnitud que neutralizaría la respuesta represiva de la dictadura.

Quienes lo esperan, o lo alientan, argumentan que en otros países ha sucedido. Pasan por alto que en esos otros lugares las condiciones eran completamente diferentes a las de Cuba.

Al no materializarse la rebelión, la conclusión fácil ha sido afirmar que los cubanos son cobardes, y que lo que quieren es huir hacia los Estados Unidos.

Quizás los cubanos en la Isla no sean tan cobardes. Tal vez es justificado el  temor a lanzarse a luchar sin armas contra un sistema que ha demostrado un nivel brutal de crueldad y violencia. No es fácil irse a la calle a jugarse la vida por un futuro incierto, sin recursos ni respaldo internacional.

Las protestas de miles de iraníes que comenzaron el 12 de junio del 2009 llamaron la atención del mundo entero, pero no hubo ninguna nación que les diera un apoyo efectivo, y fueron aplastadas fácilmente con represión.

Los heroicos guerrilleros campesinos de la Sierra del Escambray en Cuba fueron exterminados, sin tener el apoyo ni la solidaridad del exilio, y mucho menos del gobierno de los Estados Unidos.

¿Pueden confiar quienes intenten un levantamiento en Cuba en un respaldo efectivo del exilio?

No, el exilio no está preparado ni sicológica ni materialmente para darlo. En Cuba la gente sabe que no lo puede esperar. Mucho menos podrían esperar los cubanos en la Isla un apoyo del gobierno de Obama para una acción de ese tipo.

Un levantamiento popular en Cuba crearía una mini crisis en Washington. Seguramente los asesores del Presidente le recomendarían que dejara pasar los días, que quizás la revuelta sería aplastada, y así evitarían declaraciones que luego tendrían que lamentar.

Bashir al Assad, en Siria, se paseó por la “línea roja” definida por Obama como el límite que obligaría a su gobierno a tomar una acción armada si se usaban armas químicas contra civiles. En Cuba no se le ha advertido al régimen de ninguna línea de ningún color.

Hemos sido testigos de la muerte de 200,000 sirios, y si el Califato no hubiera degollado  dos ciudadanos americanos y uno inglés estaríamos contando sirios e iraquíes asesinados, desaparecidos y exiliados con absoluta impunidad. Lamentablemente, los seguimos contando.

Ni los rebeldes moderados de Siria recibieron ayuda militar cuando la necesitaban, ni el ejército ucraniano la recibió ante la invasión rusa.

El presidente Obama rechaza involucrarse militarmente en otros países, y aunque las consecuencias de esa política sean beneficiosas o perjudiciales para los Estados Unidos, en el presente o en el futuro, no olvidemos que el pueblo americano lo eligió por esa promesa y lo apoyó en esa decisión. El hecho es que Obama no quiere problemas con el castrismo.

Si Washington ha tolerado pacientemente durante casi cinco años la injusticia cometida contra el ciudadano norteamericano Alan Gross, ¿qué pueden esperar los cubanos de la calle? No hay razón para que los cubanos de la Isla esperen ninguna ayuda concreta y a tiempo del gobierno de Estados Unidos.

Los cubanos podrían rebelarse en un futuro, pero esta opción solamente tendría posibilidades de materializarse si el pueblo en la Isla estuviera convencido de que el exilio es un confiable, y un influyente compañero en la lucha.

Hay que convencer al pueblo cubano, con hechos, de que somos hermanos de lucha; convencerlo ahora. Hay que prepararse para que tenga el respaldo cuando lo necesite.

A los que viven en nuestra patria les llegará el momento de dar el tiro de gracia a la dictadura. Mientras tanto, la carga al machete está en el exilio.

¿Por qué?

Porque los exiliados tenemos la libertad, los recursos, la motivación, la información y, sobre todo, las ventajas para ganarle al castrismo en los escenarios donde es más vulnerable…

(continuará…)

Huber Matos Araluce




* La primera carga al machete: Hecho ocurrido el 4 de noviembre de 1868, en Pino de Baire, antigua provincia de Oriente, Cuba (hoy provincia de Santiago de Cuba), durante el inicio de la Guerra de los Diez Años. Desde la ciudad de Santiago de Cuba salió rumbo a Bayamo una columna española de más de 700 hombres, al mando del coronel Quirós. En su avance, la fuerza peninsular llega prácticamente sin detenerse hasta el caserío de Baire, donde cae en una emboscada, preparada por el entonces sargento del Ejército Libertador Máximo Gómez. Debido a la gran superioridad de las fuerzas enemigas, Gómez decide atacarlos a corta distancia utilizando machetes, arma que el conocía muy bien por haberla usado en las contiendas en su país natal. El resultado del combate fue desastroso para la columna española, que tuvo que retirarse después de tener decenas de muertos y heridos. Por la parte mambí solo resultaron heridos unos pocos hombres.

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