PUTIN CAYÓ EN EL PLAN DE TRUMP


Cómo una maniobra política, un rechazo predecible y un ataque calculado reforzaron la ayuda a Ucrania

Por Huber Matos Araluce – San José, Costa Rica

 


En medios informativos se ha afirmado y especulado sobre el abandono de Trump a Ucrania, basándose en una información del Pentágono en que no se transferiría a Ucrania armamento que ya se encontraba en Polonia destinado a ese país, equipos que habían sido autorizados durante el gobierno de Biden. Mi opinión es que eso fue parte de un plan de Trump, y trato de explicarlo así:


I. La decisión estaba tomada: la ayuda a Ucrania ya se movía

Antes de cualquier llamada o reunión pública, Donald Trump ya había activado el apoyo defensivo a Ucrania. Prueba de ello fue el anuncio oficial del gobierno israelí el 27 de junio de 2025: el embajador Michael Brodsky confirmó que Israel había transferido un sistema de defensa aérea Patriot a Ucrania. Brodsky es el actual embajador extraordinario y plenipotenciario del Estado de Israel en Ucrania.

Este sistema —originalmente suministrado por EE.UU. durante la Guerra del Golfo— solo puede ser transferido con autorización presidencial directa, lo que significa que Trump ya había dado luz verde a la operación antes de reunirse con Volodímir Zelensky o hablar con Vladimir Putin.

No solo eso: Israel también transfirió 90 misiles interceptores al Pentágono, que fueron reacondicionados y enviados a Ucrania vía Polonia.


II. La maniobra de la “pausa”: parte de una trama política cuidadosamente diseñada

Pocos días después, se anunció públicamente que la ayuda militar estadounidense estaba suspendida temporalmente para su revisión. Esto incluyó interceptores Patriot, municiones para HIMARS y misiles antiaéreos. Muchos interpretaron esto como una concesión a Rusia o una presión sobre Ucrania.

Pero esa lectura ignora el contexto: Trump ya había comenzado a enviar armamento a Ucrania a través de Israel. No podía haber una contradicción entre una “suspensión total” y un canal ya aprobado.

La “pausa” fue, en realidad, una maniobra táctica diseñada para cumplir varios objetivos internos y externos:

  • Presionar al Congreso y a su propia base política.

  • Provocar reacción pública favorable a Ucrania.

  • Exponer al Pentágono como instrumento de ejecución, no como centro de decisión.

  • Y, sobre todo, preparar el escenario para confrontar a Putin desde una posición de autoridad moral.


III. La llamada con Putin: el rechazo que Trump esperaba

Trump habló con Vladimir Putin esperando —muy probablemente— que el líder ruso rechazara cualquier propuesta de tregua o de salida negociada. Ya lo había anticipado semanas antes, cuando declaró que “Putin lo quiere todo”.

Y así ocurrió: la conversación fue, en sus propias palabras, “decepcionante”. No hubo avances, ni señales de compromiso.

Pero Trump no fue sorprendido. Todo indica que lo tenía previsto: que el rechazo ruso activaría la siguiente fase de su plan.


IV. El ataque ruso: confirmación del guion

Un día después de la llamada, Putin lanzó el mayor ataque aéreo sobre Ucrania desde el inicio de la guerra, con drones Shahed, misiles balísticos y cruceros sobre Kiev y otras ciudades.

Ucrania, equipada con defensa occidental, logró interceptar la mayoría.

Putin sabía que ese ataque no cambiaría el mapa. Su objetivo era simbólico y político.

Pero, lejos de debilitar la posición de Trump, el ataque ruso confirmó que el presidente estadounidense tenía razón: que Putin no busca paz, solo sumisión.


V. Trump da el siguiente paso: el respaldo se vuelve oficial

Tras el bombardeo, Trump se reúne con el primer ministro Netanyahu en la Casa Blanca y declara refiriéndose a Ucrania:

“Tienen que poder defenderse. Vamos a tener que enviar más armas.”

Ya no hay pausa, ni ambigüedad. La ayuda a Ucrania continúa.

Pero este anuncio no fue improvisado. Fue la culminación de un proceso que el mismo Trump diseñó:

  • Autorizó el envío indirecto.

  • Fingió pausa para provocar reacción.

  • Esperó (y recibió) el rechazo ruso.

  • Trump respondió resignado, como si no le quedara otra opción.

Zelensky, que ya sabía esto, no expresó preocupación. Dijo que la reunión con Trump fue “la más productiva de todas”.


Conclusión: Trump no fue empujado; ejecutó su plan paso a paso

La narrativa no es que Trump fue forzado a ayudar a Ucrania tras una agresión.

Es que Trump ya había decidido ayudar, y construyó la secuencia para reforzar el respaldo público, exponer a Putin y controlar la narrativa interna.

Putin no rompió un plan. Cayó en él.

Trump ahora aparece:

  • Como quien intentó una salida razonable.

  • Como quien no cedió ante el Kremlin.

  • Como el líder que tomó la decisión correcta, sin traicionar a su base ni a sus aliados

    🇬🇧 PUTIN FELL INTO TRUMP'S PLAN

    How a political maneuver, a predictable rejection, and a calculated attack reinforced aid to Ukraine
    By Huber Matos Araluce – San José, Costa Rica


    In the media, it has been claimed and speculated that Trump abandoned Ukraine, based on a statement from the Pentagon indicating that U.S. weapons already stationed in Poland would not be delivered to Ukraine. These were arms authorized during Biden’s administration. My view is that this was part of Trump’s plan, and I try to explain it here:


    I. The decision had already been made: aid to Ukraine was moving

    Even before any call or public meeting, Donald Trump had already activated defensive support for Ukraine. Proof of this came from the official Israeli announcement on June 27, 2025: Ambassador Michael Brodsky confirmed that Israel had transferred a Patriot air defense system to Ukraine. Brodsky is the current Ambassador Extraordinary and Plenipotentiary of Israel to Ukraine.

    This system —originally supplied by the U.S. during the Gulf War— can only be transferred with direct presidential authorization, meaning Trump had already approved the operation before meeting with Volodymyr Zelensky or speaking with Vladimir Putin.

    Moreover, Israel also transferred 90 interceptor missiles to the Pentagon, which were refurbished and sent to Ukraine via Poland.


    II. The "pause" maneuver: part of a carefully designed political plot

    A few days later, it was publicly announced that U.S. military aid was temporarily suspended for review. This included Patriot interceptors, HIMARS munitions, and anti-aircraft missiles. Many interpreted this as a concession to Russia or pressure on Ukraine.

    But that interpretation ignores the context: Trump had already begun sending arms to Ukraine through Israel. There could be no contradiction between a “total suspension” and a pre-approved channel.

    The “pause” was, in reality, a tactical maneuver designed to serve several domestic and international purposes:

    • Pressure Congress and his political base.

    • Generate public sympathy for Ukraine.

    • Show the Pentagon as an executor, not a decision-maker.

    • And most importantly, set the stage to confront Putin from a position of moral authority.


    III. The call with Putin: the rejection Trump expected

    Trump spoke with Vladimir Putin likely expecting the Russian leader to reject any truce or negotiated settlement. He had already anticipated it weeks earlier, declaring that “Putin wants it all.”

    And that’s what happened: the conversation was, in Trump’s words, “disappointing.” There was no progress or sign of compromise.

    But Trump was not surprised. All indications suggest he foresaw this: the Russian rejection would trigger the next phase of his plan.


    IV. The Russian attack: confirmation of the script

    A day after the call, Putin launched the largest airstrike on Ukraine since the beginning of the war, using Shahed drones, ballistic missiles, and cruise missiles over Kyiv and other cities.

    Ukraine, equipped with Western defenses, intercepted most of them.

    Putin knew the attack wouldn’t change the battlefield. Its objective was symbolic and political.

    But far from weakening Trump’s position, the Russian attack confirmed he was right: Putin does not seek peace, only submission.


    V. Trump takes the next step: the support becomes official

    After the bombing, Trump met with Prime Minister Netanyahu at the White House and stated regarding Ukraine:

    “They need to be able to defend themselves. We’re going to have to send more weapons.”

    There was no more pause, no ambiguity. Aid to Ukraine would continue.

    But this was not an improvised announcement. It was the culmination of a process Trump himself had designed:

    • He authorized indirect delivery.

    • Faked a pause to provoke reaction.

    • Waited for (and received) the Russian rejection.

    • Responded as if he had no other choice.

    Zelensky, who was already aware, showed no concern. He said the meeting with Trump was “the most productive of all.”


    Conclusion: Trump wasn’t pushed; he executed his plan step by step

    The story is not that Trump was forced to help Ukraine after a Russian attack.

    It’s that Trump had already decided to help, and built the sequence to strengthen public support, expose Putin, and control the internal narrative.

    Putin didn’t break a plan. He walked right into it.

    Trump now appears:

    • As someone who attempted a reasonable solution.

    • As someone who didn’t yield to the Kremlin.

    • As the leader who made the right call, without betraying his base or his allies.

      🇫🇷 POUTINE EST TOMBÉ DANS LE PLAN DE TRUMP

      Comment une manœuvre politique, un rejet prévisible et une attaque calculée ont renforcé l’aide à l’Ukraine
      Par Huber Matos Araluce – San José, Costa Rica


      Dans les médias, certains ont affirmé et spéculé que Trump avait abandonné l’Ukraine, s’appuyant sur une déclaration du Pentagone selon laquelle des armes américaines déjà stationnées en Pologne ne seraient pas transférées à l’Ukraine. Ces équipements avaient été autorisés sous l’administration Biden. Mon opinion est que cela faisait partie d’un plan de Trump, et j’essaie de l’expliquer ainsi :


      I. La décision était déjà prise : l’aide à l’Ukraine était en mouvement

      Avant tout appel ou rencontre officielle, Donald Trump avait déjà activé le soutien défensif à l’Ukraine. La preuve en est l’annonce officielle du gouvernement israélien le 27 juin 2025 : l’ambassadeur Michael Brodsky a confirmé qu’Israël avait transféré un système de défense aérienne Patriot à l’Ukraine. Brodsky est l’actuel ambassadeur extraordinaire et plénipotentiaire d’Israël en Ukraine.

      Ce système —initialement fourni par les États-Unis lors de la guerre du Golfe— ne peut être transféré qu’avec une autorisation présidentielle directe, ce qui signifie que Trump avait déjà donné son feu vert avant toute réunion avec Volodymyr Zelensky ou tout appel à Vladimir Poutine.

      De plus, Israël a transféré 90 missiles intercepteurs au Pentagone, qui ont été révisés puis envoyés en Ukraine via la Pologne.


      II. La manœuvre de « pause » : une stratégie politique soigneusement élaborée

      Quelques jours plus tard, il a été annoncé publiquement que l’aide militaire américaine était temporairement suspendue pour révision. Cela incluait les intercepteurs Patriot, les munitions HIMARS et les missiles antiaériens. Beaucoup y ont vu une concession à la Russie ou une pression sur l’Ukraine.

      Mais cette lecture ignore le contexte : Trump avait déjà commencé à envoyer des armes à l’Ukraine par l’intermédiaire d’Israël. Il ne pouvait pas y avoir contradiction entre une « suspension totale » et un canal déjà autorisé.

      La « pause » était en réalité une manœuvre tactique visant plusieurs objectifs :

      • Faire pression sur le Congrès et sa propre base.

      • Susciter une réaction publique favorable à l’Ukraine.

      • Montrer que le Pentagone exécute mais ne décide pas.

      • Et surtout, préparer le terrain pour confronter Poutine avec autorité morale.


      III. L’appel avec Poutine : le rejet que Trump attendait

      Trump a parlé à Vladimir Poutine en s’attendant très probablement à ce que le dirigeant russe rejette toute proposition de trêve ou de négociation. Il l’avait déjà anticipé en déclarant que « Poutine veut tout ».

      Et c’est exactement ce qui s’est passé : la conversation a été, selon Trump, « décevante ». Aucun progrès, aucun compromis.

      Mais Trump n’a pas été surpris. Tout indique qu’il l’avait prévu : le rejet russe déclencherait la phase suivante de son plan.


      IV. L’attaque russe : confirmation du scénario

      Le lendemain de l’appel, Poutine a lancé la plus grande attaque aérienne contre l’Ukraine depuis le début de la guerre, avec drones Shahed, missiles balistiques et de croisière sur Kiev et d’autres villes.

      L’Ukraine, équipée de défenses occidentales, a intercepté la majorité des projectiles.

      Poutine savait que cette attaque ne changerait rien au front. Son objectif était symbolique et politique.

      Mais loin d’affaiblir la position de Trump, l’attaque a confirmé qu’il avait raison : Poutine ne veut pas la paix, il veut la soumission.


      V. Trump passe à l’étape suivante : le soutien devient officiel

      Après le bombardement, Trump a rencontré le Premier ministre Netanyahu à la Maison Blanche et a déclaré, à propos de l’Ukraine :

      « Ils doivent pouvoir se défendre. Nous allons devoir leur envoyer plus d’armes. »

      Il n’y avait plus de pause, plus d’ambiguïté. L’aide allait continuer.

      Mais cette déclaration n’était pas improvisée. Elle marquait l’aboutissement d’un processus conçu par Trump lui-même :

      • Il a autorisé un envoi indirect.

      • Il a simulé une pause pour provoquer une réaction.

      • Il a attendu (et obtenu) le rejet russe.

      • Il a réagi comme s’il n’avait pas d’autre choix.

      Zelensky, déjà informé, n’a montré aucune inquiétude. Il a déclaré que la réunion avec Trump avait été « la plus productive de toutes ».


      Conclusion : Trump n’a pas été poussé ; il a exécuté son plan étape par étape

      La vraie histoire n’est pas que Trump a été forcé d’aider l’Ukraine après une agression russe.

      C’est que Trump avait déjà décidé d’aider, et a construit une séquence pour renforcer le soutien public, exposer Poutine et contrôler la narration interne.

      Poutine n’a pas déjoué un plan. Il y est tombé.

      Trump apparaît désormais :

      • Comme celui qui a tenté une sortie raisonnable.

      • Comme celui qui n’a pas cédé au Kremlin.

      • Comme le leader qui a pris la bonne décision, sans trahir sa base ni ses alliés.

        🇮🇹 PUTIN È CADUTO NEL PIANO DI TRUMP

        Come una manovra politica, un rifiuto prevedibile e un attacco calcolato hanno rafforzato l’aiuto all’Ucraina
        Di Huber Matos Araluce – San José, Costa Rica


        Sui media si è affermato e speculato che Trump abbia abbandonato l’Ucraina, basandosi su un’informazione del Pentagono secondo cui non sarebbe stato trasferito a Kiev l’armamento già presente in Polonia, autorizzato durante l’amministrazione Biden. Secondo me, tutto ciò faceva parte di un piano di Trump, e cerco di spiegarlo così:


        I. La decisione era già stata presa: l’aiuto all’Ucraina era in movimento

        Prima di qualsiasi telefonata o incontro pubblico, Donald Trump aveva già attivato il sostegno difensivo all’Ucraina. Lo prova l’annuncio ufficiale del governo israeliano del 27 giugno 2025: l’ambasciatore Michael Brodsky ha confermato che Israele aveva trasferito un sistema di difesa aerea Patriot all’Ucraina. Brodsky è l’ambasciatore straordinario e plenipotenziario di Israele in Ucraina.

        Questo sistema —originariamente fornito dagli Stati Uniti durante la Guerra del Golfo— può essere trasferito solo con autorizzazione presidenziale diretta, il che significa che Trump aveva già approvato l’operazione prima di incontrare Volodymyr Zelensky o parlare con Vladimir Putin.

        Inoltre, Israele ha trasferito 90 missili intercettori al Pentagono, che sono stati revisionati e inviati in Ucraina attraverso la Polonia.


        II. La “pausa”: parte di un piano politico attentamente orchestrato

        Pochi giorni dopo, è stato annunciato pubblicamente che l’aiuto militare americano era temporaneamente sospeso per una revisione. La sospensione includeva intercettori Patriot, munizioni per HIMARS e missili antiaerei. Molti hanno interpretato ciò come una concessione alla Russia o una pressione sull’Ucraina.

        Ma questa lettura ignora il contesto: Trump aveva già iniziato a inviare armi all’Ucraina tramite Israele. Non poteva esserci contraddizione tra una “sospensione totale” e un canale già autorizzato.

        La “pausa” era in realtà una manovra tattica pensata per raggiungere diversi obiettivi interni ed esterni:

        • Fare pressione sul Congresso e sulla propria base politica.

        • Suscitare reazioni pubbliche favorevoli all’Ucraina.

        • Mostrare il Pentagono come esecutore, non come decisore.

        • E soprattutto, preparare lo scenario per affrontare Putin con autorità morale.


        III. La telefonata con Putin: il rifiuto che Trump si aspettava

        Trump ha parlato con Vladimir Putin, aspettandosi —molto probabilmente— che il leader russo respingesse qualsiasi proposta di tregua o di uscita negoziata. Lo aveva già anticipato settimane prima, dichiarando che “Putin vuole tutto”.

        E così è stato: la conversazione è stata, secondo le parole di Trump, “deludente”. Nessun progresso, nessun segnale di compromesso.

        Ma Trump non è stato colto di sorpresa. Tutto indica che l’aveva previsto: il rifiuto russo avrebbe attivato la fase successiva del suo piano.


        IV. L’attacco russo: conferma del copione

        Il giorno dopo la telefonata, Putin ha lanciato il più grande attacco aereo sull’Ucraina dall’inizio della guerra, con droni Shahed, missili balistici e da crociera contro Kiev e altre città.

        L’Ucraina, dotata di difese occidentali, ha intercettato la maggior parte degli attacchi.

        Putin sapeva che quell’attacco non avrebbe cambiato il fronte. Il suo obiettivo era simbolico e politico.

        Ma, lungi dall’indebolire la posizione di Trump, l’attacco ha confermato che il presidente americano aveva ragione: Putin non cerca la pace, ma la sottomissione.


        V. Trump compie il passo successivo: il sostegno diventa ufficiale

        Dopo il bombardamento, Trump si è incontrato con il primo ministro Netanyahu alla Casa Bianca e ha dichiarato, riferendosi all’Ucraina:

        “Devono potersi difendere. Dovremo inviare più armi.”

        Non c’è più alcuna pausa, né ambiguità. L’aiuto all’Ucraina continua.

        Ma questa dichiarazione non è stata improvvisata. È stata la conclusione di un processo che Trump aveva costruito passo dopo passo:

        • Ha autorizzato l’invio indiretto.

        • Ha simulato una pausa per provocare reazione.

        • Ha atteso (e ottenuto) il rifiuto russo.

        • Ha risposto come se non avesse altra scelta.

        Zelensky, che era già informato, non ha mostrato preoccupazione. Ha dichiarato che l’incontro con Trump è stato “il più produttivo di tutti”.


        Conclusione: Trump non è stato costretto; ha eseguito il suo piano passo dopo passo

        La narrazione non è che Trump sia stato spinto ad aiutare l’Ucraina dopo un’aggressione.

        È che Trump aveva già deciso di aiutare, e ha costruito la sequenza per rafforzare il sostegno pubblico, smascherare Putin e controllare la narrativa interna.

        Putin non ha distrutto un piano. Ci è caduto dentro.

        Trump ora appare:

        • Come colui che ha tentato una soluzione ragionevole.

        • Come colui che non si è piegato al Cremlino.

        • Come il leader che ha preso la decisione giusta, senza tradire la propria base né gli alleati.



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¿CUÁL ES LA ESTRATEGIA CORRECTA PARA DERROTAR A PUTIN?


 Por Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

El peso de la historia: el poder económico determina al vencedor

Tuve que buscar entre mis viejos libros "El choque de civilizaciones", publicado en 1996 por Samuel P. Huntington, para volver a entender el análisis estratégico desde un ángulo muchas veces olvidado: la economía como factor determinante en la guerra.

Aunque la obra se enfoca en conflictos culturales, una de sus tesis subyacentes —y compartida por otros estrategas como Paul Kennedy— es que las grandes guerras no las ganan las ideologías ni las armas, sino los Estados cuyas economías son más resilientes y adaptables.

Este principio se ha verificado una y otra vez en la historia:

  • La Unión Soviética colapsó sin un disparo, por el agotamiento económico ante la presión tecnológica y financiera de Occidente.

  • En las guerras mundiales, la capacidad industrial y económica de Estados Unidos fue decisiva para inclinar el equilibrio global.

  • En Vietnam y Afganistán, fueron los factores de coste económico, político y social los que obligaron a las superpotencias a retirarse, no la derrota táctica en el terreno.

Hoy, al evaluar la guerra de Putin contra Ucrania, esa lección vuelve a ser central: la economía es el verdadero campo de batalla estratégico.


¿Solo una victoria militar? El precedente israelí

Algunos sectores proponen una solución basada exclusivamente en la victoria militar: derrotar a las fuerzas rusas en el terreno, liberar todo el territorio y forzar la rendición. Sin embargo, esta visión no solo es limitada, sino que desconoce lecciones contemporáneas sobre cómo erosionar el poder de un enemigo persistente sin desgaste frontal.

Israel ofrece un ejemplo moderno y efectivo:

  • Prioriza la eliminación de líderes estratégicos, debilitando la capacidad organizativa de sus enemigos.

  • Controla el espacio aéreo y aplica poder de fuego selectivo con precisión quirúrgica, incluso sin ocupar territorios.

  • Usa la disuasión tecnológica y la presión sostenida como herramientas centrales de supervivencia y victoria parcial.

Ucrania inicio esta lógica: ataques con drones, sabotajes en profundidad, y objetivos militares y económicos seleccionados dentro del territorio ruso. No es el primero ni será el último, pero el 2 de julio de 2025, el general de división Mijaíl Gudkov, subcomandante de la Armada rusa, fue eliminado en un ataque con misiles ucranianos contra un puesto de mando avanzado en Korenevo, región de Kursk, a unos 18 kilómetros de la frontera con Ucrania. Gudkov, de 42 años, también lideraba la 155.ª Brigada de Infantería de Marina de la Flota del Pacífico y supervisaba las fuerzas de misiles y artillería costera. El ataque, basado en inteligencia precisa, causó la muerte de al menos una docena de oficiales rusos que participaban en una reunión de planificación para una posible ofensiva en la región de Sumy.


🧠 La estrategia de Hodges: sostenibilidad, compromiso y economía

El general Ben Hodges, excomandante del Ejército de Estados Unidos en Europa, ha definido con claridad lo que se necesita para que Ucrania no solo resista, sino gane:

  • Un esfuerzo militar real, sostenido y sincronizado con una estrategia política. No se trata solo de entregar armamento, sino de definir públicamente un objetivo común: la victoria ucraniana. Eso, al día de hoy, aún ningún país aliado ha hecho con convicción.

  • Un compromiso político firme, visible y constante. Mientras Rusia invoca la supervivencia de su civilización, los aliados vacilan en presentar una narrativa clara. La ambigüedad estratégica no inspira a los pueblos ni a los ejércitos.

  • Sanciones económicas verdaderamente contundentes. Hay que golpear la infraestructura energética, los canales financieros y las industrias militares. La guerra de Putin no se financia con discursos: se sustenta en exportaciones, evasiones y complicidades tecnológicas que deben cortarse.

  • Poner a prueba el límite del régimen de Putin para sostener bajas masivas. Aunque aparenta estar dispuesto a asumir otro millón de muertos, la historia demuestra que incluso las autocracias tienen un umbral crítico. A medida que las bajas, las derrotas simbólicas y el empobrecimiento social se acumulan, el riesgo de colapso interno crece exponencialmente.


🎯 Conclusión: una estrategia realista y contundente

Derrotar a Putin no es una fantasía. Tampoco es solo una cuestión de enviar más proyectiles. Es una batalla de voluntad estratégica, que debe combinar:

  • El asedio económico que vuelva insostenible la guerra.

  • La eliminación de líderes clave, que degrade la efectividad del enemigo.

  • El apoyo firme y sostenido a Ucrania, que muestre que la libertad vale el esfuerzo.

Mientras algunos esperan que la historia se resuelva sola, la verdadera lección del pasado —como me recordó ese viejo libro— es que las guerras las ganan los pueblos que saben organizar su poder económico, político y moral en una sola dirección.

 

WHAT IS THE RIGHT STRATEGY TO DEFEAT PUTIN?

 
By Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

 
The Weight of History: Economic Power Determines the Victor

I had to search among my old books for The Clash of Civilizations, published in 1996 by Samuel P. Huntington, to once again understand strategic analysis from an often-forgotten angle: the economy as a determining factor in war.

Although the book focuses on cultural conflicts, one of its underlying theses—shared by other strategists like Paul Kennedy—is that great wars are not won by ideologies or weapons, but by states whose economies are more resilient and adaptable.

This principle has been confirmed time and again in history:

  • The Soviet Union collapsed without a shot, due to economic exhaustion under technological and financial pressure from the West.

  • In the world wars, the industrial and economic capacity of the United States was decisive in tipping the global balance.

  • In Vietnam and Afghanistan, economic, political, and social costs forced the superpowers to withdraw—not tactical defeats on the ground.

Today, when evaluating Putin's war against Ukraine, that lesson once again becomes central: the economy is the true strategic battlefield.

Only a Military Victory? The Israeli Precedent

Some sectors propose a solution based exclusively on military victory: defeat Russian forces on the ground, liberate the entire territory, and force a surrender. However, this view is not only limited but ignores contemporary lessons on how to erode the power of a persistent enemy without frontal attrition.

Israel offers a modern and effective example:

  • It prioritizes the elimination of strategic leaders, weakening the organizational capacity of its enemies.

  • It controls the airspace and applies selective firepower with surgical precision, even without occupying territories.

  • It uses technological deterrence and sustained pressure as central tools for survival and partial victory.

Ukraine began applying this logic: drone attacks, deep sabotage, and selected military and economic targets inside Russian territory. It is not the first nor the last, but on July 2, 2025, Major General Mikhail Gudkov, deputy commander of the Russian Navy, was eliminated in a Ukrainian missile strike on a forward command post in Korenevo, Kursk region, about 18 kilometers from the Ukrainian border. Gudkov, 42, also led the 155th Marine Infantry Brigade of the Pacific Fleet and oversaw coastal missile and artillery forces. The attack, based on precise intelligence, killed at least a dozen Russian officers attending a planning meeting for a possible offensive in the Sumy region.

Hodges' Strategy: Sustainability, Commitment, and Economy

General Ben Hodges, former commander of the U.S. Army in Europe, has clearly defined what is needed for Ukraine not just to resist but to win:

  • A real, sustained military effort synchronized with a political strategy. It's not just about delivering weapons but about publicly defining a common goal: Ukrainian victory. To this day, no allied country has done this convincingly.

  • A firm, visible, and constant political commitment. While Russia invokes the survival of its civilization, the allies hesitate to present a clear narrative. Strategic ambiguity does not inspire peoples or armies.

  • Truly forceful economic sanctions. It is necessary to strike energy infrastructure, financial channels, and military industries. Putin's war is not funded with speeches: it is sustained by exports, evasions, and technological complicity that must be cut off.

  • Testing the limits of Putin's regime in withstanding massive casualties. Although it appears willing to endure another million deaths, history shows that even autocracies have a critical threshold. As casualties, symbolic defeats, and social impoverishment accumulate, the risk of internal collapse grows exponentially.

Conclusion: A Realistic and Forceful Strategy

Defeating Putin is not a fantasy. Nor is it merely a matter of sending more projectiles. It is a battle of strategic will, which must combine:

  • The economic siege that makes war unsustainable.

  • The elimination of key leaders, which degrades the enemy's effectiveness.

  • Firm and sustained support for Ukraine, showing that freedom is worth the effort.

While some wait for history to resolve itself, the true lesson of the past—as that old book reminded me—is that wars are won by peoples who know how to organize their economic, political, and moral power in a single direction.

 

QUELLE EST LA STRATÉGIE APPROPRIÉE POUR VAINCRE POUTINE ?

 
Par Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

 
Le poids de l'histoire : le pouvoir économique détermine le vainqueur

J'ai dû chercher parmi mes vieux livres Le Choc des civilisations, publié en 1996 par Samuel P. Huntington, pour comprendre à nouveau l'analyse stratégique sous un angle souvent oublié : l'économie comme facteur déterminant dans la guerre.

Bien que l'ouvrage se concentre sur les conflits culturels, l'une de ses thèses sous-jacentes—partagée par d'autres stratèges comme Paul Kennedy—est que les grandes guerres ne sont pas gagnées par les idéologies ou les armes, mais par les États dont les économies sont les plus résilientes et adaptables.

Ce principe a été confirmé à maintes reprises dans l'histoire :

  • L'Union soviétique s'est effondrée sans qu'un coup de feu ne soit tiré, épuisée économiquement sous la pression technologique et financière de l'Occident.

  • Lors des guerres mondiales, la capacité industrielle et économique des États-Unis a été décisive pour faire pencher l'équilibre mondial.

  • Au Vietnam et en Afghanistan, ce sont les coûts économiques, politiques et sociaux qui ont contraint les superpuissances à se retirer—et non des défaites tactiques sur le champ de bataille.

Aujourd'hui, en évaluant la guerre de Poutine contre l'Ukraine, cette leçon redevient centrale : l'économie est le véritable champ de bataille stratégique.

Une victoire uniquement militaire ? Le précédent israélien

Certains proposent une solution fondée uniquement sur la victoire militaire : vaincre les forces russes sur le terrain, libérer l'ensemble du territoire et forcer la reddition. Cependant, cette vision est non seulement limitée, mais ignore aussi les leçons contemporaines sur la manière d'éroder le pouvoir d'un ennemi persistant sans affrontement frontal.

Israël offre un exemple moderne et efficace :

  • Il privilégie l'élimination des leaders stratégiques, affaiblissant la capacité organisationnelle de ses ennemis.

  • Il contrôle l'espace aérien et applique une puissance de feu sélective avec une précision chirurgicale, même sans occuper de territoire.

  • Il utilise la dissuasion technologique et la pression soutenue comme outils centraux de survie et de victoire partielle.

L'Ukraine a commencé à adopter cette logique : frappes de drones, sabotages en profondeur, et objectifs militaires et économiques ciblés sur le territoire russe. Ce n'est ni la première ni la dernière fois, mais le 2 juillet 2025, le général de division Mikhaïl Goudkov, commandant adjoint de la marine russe, a été éliminé lors d'une frappe de missile ukrainienne contre un poste de commandement avancé à Korenevo, dans la région de Koursk, à environ 18 kilomètres de la frontière ukrainienne. Goudkov, 42 ans, commandait également la 155e brigade d'infanterie de marine de la flotte du Pacifique et supervisait les forces côtières de missiles et d'artillerie. L'attaque, basée sur des renseignements précis, a tué au moins une douzaine d'officiers russes participant à une réunion de planification pour une éventuelle offensive dans la région de Soumy.

La stratégie de Hodges : durabilité, engagement et économie

Le général Ben Hodges, ancien commandant de l'armée américaine en Europe, a clairement défini ce qu'il faut pour que l'Ukraine non seulement résiste, mais gagne :

  • Un effort militaire réel, soutenu et synchronisé avec une stratégie politique. Il ne s'agit pas seulement de livrer des armes, mais de définir publiquement un objectif commun : la victoire ukrainienne. À ce jour, aucun pays allié ne l'a fait avec conviction.

  • Un engagement politique ferme, visible et constant. Tandis que la Russie invoque la survie de sa civilisation, les alliés hésitent à présenter un récit clair. L'ambiguïté stratégique n'inspire ni les peuples ni les armées.

  • Des sanctions économiques véritablement percutantes. Il faut frapper les infrastructures énergétiques, les circuits financiers et les industries militaires. La guerre de Poutine ne se finance pas avec des discours : elle repose sur les exportations, les évasions et les complicités technologiques qu'il faut couper.

  • Mettre à l'épreuve la capacité du régime de Poutine à supporter des pertes massives. Bien qu'il semble prêt à tolérer un autre million de morts, l'histoire montre que même les autocraties ont un seuil critique. À mesure que les pertes, les défaites symboliques et l'appauvrissement social s'accumulent, le risque d'effondrement interne augmente de façon exponentielle.

Conclusion : une stratégie réaliste et percutante

Vaincre Poutine n'est pas une illusion. Ce n'est pas non plus seulement une question d'envoyer plus de munitions. C'est une bataille de volonté stratégique, qui doit combiner :

  • Un siège économique rendant la guerre insoutenable.

  • L'élimination de leaders clés pour affaiblir l'efficacité de l'ennemi.

  • Un soutien ferme et constant à l'Ukraine, pour montrer que la liberté vaut l'effort.

Tandis que certains attendent que l'histoire se règle d'elle-même, la véritable leçon du passé—comme ce vieux livre me l'a rappelé—est que les guerres sont gagnées par des peuples capables d'organiser leur puissance économique, politique et morale dans une seule direction.

QUAL È LA STRATEGIA GIUSTA PER SCONFIGGERE PUTIN?

Di Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

 
Il peso della storia: il potere economico determina il vincitore

Ho dovuto cercare tra i miei vecchi libri Lo scontro delle civiltà, pubblicato nel 1996 da Samuel P. Huntington, per comprendere ancora una volta l'analisi strategica da un'angolazione spesso dimenticata: l'economia come fattore determinante nella guerra.

Sebbene l'opera si concentri sui conflitti culturali, una delle sue tesi di fondo—condivisa da altri strateghi come Paul Kennedy—è che le grandi guerre non vengono vinte dalle ideologie o dalle armi, ma dagli Stati le cui economie sono più resilienti e adattabili.

Questo principio è stato confermato più e più volte nella storia:

  • L'Unione Sovietica è crollata senza sparare un colpo, esaurita economicamente sotto la pressione tecnologica e finanziaria dell'Occidente.

  • Nelle guerre mondiali, la capacità industriale ed economica degli Stati Uniti è stata decisiva per far pendere l'equilibrio globale.

  • In Vietnam e in Afghanistan, sono stati i costi economici, politici e sociali a costringere le superpotenze a ritirarsi—non le sconfitte tattiche sul campo di battaglia.

Oggi, valutando la guerra di Putin contro l'Ucraina, quella lezione torna centrale: l'economia è il vero campo di battaglia strategico.

Solo una vittoria militare? Il precedente israeliano

Alcuni propongono una soluzione basata esclusivamente sulla vittoria militare: sconfiggere le forze russe sul campo, liberare l'intero territorio e forzare la resa. Tuttavia, questa visione non solo è limitata, ma ignora anche le lezioni contemporanee su come erodere il potere di un nemico persistente senza scontri diretti.

Israele offre un esempio moderno ed efficace:

  • Prioritizza l'eliminazione dei leader strategici, indebolendo la capacità organizzativa dei suoi nemici.

  • Controlla lo spazio aereo e applica una potenza di fuoco selettiva con precisione chirurgica, anche senza occupare territori.

  • Usa la deterrenza tecnologica e una pressione costante come strumenti centrali di sopravvivenza e vittoria parziale.

L'Ucraina ha iniziato ad adottare questa logica: attacchi con droni, sabotaggi in profondità, e obiettivi militari ed economici selezionati all'interno del territorio russo. Non è né la prima né l'ultima, ma il 2 luglio 2025, il generale di divisione Mikhail Gudkov, vice comandante della Marina russa, è stato eliminato in un attacco missilistico ucraino contro un posto di comando avanzato a Korenevo, nella regione di Kursk, a circa 18 chilometri dal confine ucraino. Gudkov, 42 anni, comandava anche la 155ª brigata di fanteria di marina della Flotta del Pacifico e supervisionava le forze costiere di missili e artiglieria. L'attacco, basato su informazioni di intelligence precise, ha ucciso almeno una dozzina di ufficiali russi che partecipavano a una riunione di pianificazione per una possibile offensiva nella regione di Sumy.

La strategia di Hodges: sostenibilità, impegno ed economia

Il generale Ben Hodges, ex comandante dell'esercito degli Stati Uniti in Europa, ha definito chiaramente ciò che serve affinché l'Ucraina non solo resista, ma vinca:

  • Uno sforzo militare reale, sostenuto e sincronizzato con una strategia politica. Non si tratta solo di fornire armi, ma di definire pubblicamente un obiettivo comune: la vittoria ucraina. Fino ad oggi, nessun Paese alleato lo ha fatto con convinzione.

  • Un impegno politico fermo, visibile e costante. Mentre la Russia invoca la sopravvivenza della propria civiltà, gli alleati esitano a presentare una narrativa chiara. L'ambiguità strategica non ispira né i popoli né gli eserciti.

  • Sanzioni economiche veramente incisive. Bisogna colpire le infrastrutture energetiche, i canali finanziari e le industrie militari. La guerra di Putin non si finanzia con i discorsi: si regge su esportazioni, elusioni e complicità tecnologiche che devono essere interrotte.

  • Mettere alla prova il limite del regime di Putin nel sopportare perdite massicce. Anche se sembra disposto a tollerare un altro milione di morti, la storia dimostra che anche le autocrazie hanno una soglia critica. Con l'accumularsi delle perdite, delle sconfitte simboliche e dell'impoverimento sociale, il rischio di collasso interno cresce in modo esponenziale.

Conclusione: una strategia realistica e incisiva

Sconfiggere Putin non è una fantasia. Non è nemmeno solo una questione di inviare più munizioni. È una battaglia di volontà strategica, che deve combinare:

  • L'assedio economico che renda la guerra insostenibile.

  • L'eliminazione dei leader chiave, per degradare l'efficacia del nemico.

  • Un sostegno fermo e costante all'Ucraina, per dimostrare che la libertà vale lo sforzo.

Mentre alcuni attendono che la storia si risolva da sola, la vera lezione del passato—come mi ha ricordato quel vecchio libro—è che le guerre vengono vinte dai popoli che sanno organizzare il loro potere economico, politico e morale in un'unica direzione.


 


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EL DERECHO ARREBATADO A UCRANIA

 


Por Huber Matos Araluce – San José, Costa Rica

Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022, una verdad militar era evidente para cualquier estratega serio: ningún país puede ganar —ni siquiera sobrevivir dignamente— una guerra moderna sin controlar su espacio aéreo.

Y sin embargo, durante más de dos años, a Ucrania se le negó sistemáticamente la capacidad de hacerlo. No se trata únicamente de la entrega —o la tardanza— en enviar aviones de combate, interceptores o sistemas antimisiles. Se le negó algo más profundo y estructural: el derecho soberano a controlar el cielo sobre su propio territorio.

Ucrania, como cualquier nación libre, tenía —y sigue teniendo— el derecho a defender su espacio aéreo. No pidió invadir cielos ajenos, solo pidió proteger el suyo. Y sin embargo, la respuesta de las potencias occidentales fue condicionada, escalonada, limitada. Lo que Israel ejerce como doctrina natural de seguridad nacional —el dominio permanente y autónomo de su cielo— le fue negado a Ucrania en nombre del equilibrio geopolítico, del temor a Rusia y del cálculo político interno de Washington y Bruselas.

El cielo decide: cómo la historia demuestra que sin control aéreo no se gana una guerra

El caso de Ucrania no es una excepción. Es parte de un patrón estratégico que se ha confirmado en todas las guerras modernas: el control del espacio aéreo es el factor decisivo entre resistir, ganar o ser derrotado. Estos son ejemplos:

  • Guerra del Golfo (1991): EE.UU. destruyó toda la infraestructura militar iraquí desde el aire antes de tocar tierra.

  • Kosovo (1999): La OTAN obligó a la retirada serbia sin enviar una sola tropa terrestre.

  • Malvinas (1982): Argentina perdió pese a tener tropas en el terreno porque el Reino Unido dominó el aire.

  • Segunda Guerra Mundial: Alemania colapsó cuando perdió la supremacía aérea.

  • Israel: Ha ganado sus guerras porque jamás ha cedido el cielo.

La lección es clara:

El país que no controla su espacio aéreo, lo paga con vidas, ciudades y soberanía.

Lo sabían… y no quisieron: las razones políticas detrás del cielo negado a Ucrania

Ucrania no recibió el derecho a controlar su cielo porque los gobiernos occidentales —especialmente EE.UU. y Alemania— no quisieron dárselo. La decisión fue deliberada. Y las razones fueron políticas, no militares:

Miedo a provocar a Rusia: una excusa útil, pero falsa

Durante más de un año, se dijo que si Ucrania recibía misiles de largo alcance, aviones F-16 o autorización para atacar objetivos en territorio ruso, Putin podría escalar el conflicto, atacar otros países europeos o incluso usar armas nucleares tácticas.

Ese argumento no resiste el menor análisis:

  • En 2022 y 2023, Rusia ni siquiera podía avanzar con éxito en Ucrania. ¿Cómo iba a invadir Polonia, Lituania o Finlandia?

  • Su ejército estaba empantanado, agotado, con pérdidas enormes y capacidad logística limitada.

  • Respecto a las armas nucleares, el uso de una bomba táctica habría significado el aislamiento absoluto de Moscú. China, India, y otros aliados se lo advirtieron claramente.

El Kremlin no tenía margen militar ni diplomático para escalar. Y Occidente lo sabía.
El miedo a escalar fue solo un disfraz del miedo a decidir.

Cálculo electoral de Joe Biden

El presidente de EE.UU. no quiso arriesgar su reelección. Temía que los republicanos lo acusaran de “llevar al país a la guerra”.
Por eso se dosificó la ayuda, se impusieron líneas rojas artificiales, y se prefirió una guerra larga pero “controlada” antes que una victoria rápida de Ucrania.

Europa: sin liderazgo ni visión estratégica

A excepción de Polonia, Estonia o Lituania, los grandes gobiernos europeos no lideraron.
Alemania bloqueó los misiles Taurus. Francia habló más de lo que actuó. Otros alegaron “no estar preparados”.
En realidad, no fue falta de medios, sino de voluntad.

Occidente temía que si Ucrania lograba controlar su cielo, podría lanzar ofensivas decisivas, recuperar Crimea o actuar con autonomía estratégica.
Y esa Ucrania libre, decidida y armada con tecnología occidental ya no sería tan manejable políticamente.

El costo: una tragedia evitable

  • Más de 100,000 ucranianos muertos.

  • Mariúpol, Bajmut, Avdiivka y muchas más, convertidas en ruinas.

  • Miles de kilómetros ocupados por el invasor.

  • Infraestructura nacional destruida por misiles y drones que no fueron interceptados.

  • Oportunidades militares perdidas por no tener cobertura aérea.

Y todo eso se pudo evitar si a Ucrania se le hubiese permitido ejercer el control legítimo de su cielo.

Conclusión: el día que negaron el cielo a un país libre

Cuando Ucrania pidió ayuda para controlar su espacio aéreo, no pidió bombardear Moscú ni cruzar fronteras.
Pidió lo que toda nación libre merece: el derecho a defender su cielo.

Y lo que recibió fue cálculo electoral, temor diplomático y excusas geopolíticas.

La historia no juzgará solo al invasor. Juzgará también a quienes, pudiendo evitar la masacre, eligieron no hacerlo.El cielo de Ucrania seguirá siendo el juicio moral de esta guerra.

 
Y un día, los pueblos libres preguntarán:

 
¿Qué hicieron sus gobiernos cuando un país libre pidió ayuda para proteger su cielo?

 

 THE RIGHT DENIED TO UKRAINE

By Huber Matos Araluce – San José, Costa Rica

Since the beginning of the Russian invasion of Ukraine in February 2022, a military truth has been evident to any serious strategist: no country can win — or even survive with dignity — a modern war without controlling its airspace.

And yet, for more than two years, Ukraine was systematically denied the ability to do so. It was not merely a matter of delaying the delivery of fighter jets, interceptors, or anti-missile systems. What was denied was something deeper and more structural: the sovereign right to control the sky over its own territory.

Ukraine, like any free nation, had — and still has — the right to defend its airspace. It did not ask to invade foreign skies, only to protect its own. And yet, the response from Western powers was conditional, delayed, and limited. What Israel exercises as a natural doctrine of national security — permanent and autonomous control of its skies — was denied to Ukraine in the name of geopolitical balance, fear of Russia, and political calculations in Washington and Brussels.

The sky decides: how history shows that without air superiority, no war is won

Ukraine is not an exception. It follows a strategic pattern confirmed in all modern wars: control of airspace is the decisive factor between resistance, victory, or defeat. Here are some examples:

  • Gulf War (1991): the United States destroyed Iraq’s military infrastructure from the air before ground troops advanced.

  • Kosovo (1999): NATO forced the Serbian withdrawal without sending ground troops.

  • Falklands (1982): Argentina lost despite having troops on the ground because the United Kingdom dominated the sky.

  • World War II: Germany collapsed after losing air superiority.

  • Israel: has won its wars by always maintaining control of the sky.

The lesson is clear:

A country that does not control its airspace pays with lives, cities, and sovereignty.

They knew… and chose not to: the political reasons behind denying Ukraine the sky

Ukraine was denied the right to control its sky because Western governments — particularly the United States and Germany — deliberately chose not to grant it. A political decision, not a military one.

The fear of provoking Russia: a convenient but unfounded excuse

For over a year, it was claimed that if Ukraine received long-range missiles, F-16s, or authorization to strike targets in Russian territory, Putin might escalate the conflict, attack other European countries, or even use tactical nuclear weapons.

But that argument does not hold:

  • In 2022 and 2023, Russia could not even advance effectively in Ukraine. How could it invade Poland, Lithuania, or Finland?

  • Its army was bogged down, exhausted, with enormous losses and limited logistics.

  • Regarding nuclear weapons, using them would have led to Moscow’s total isolation. China, India, and other allies had clearly warned them.

The Kremlin had no military or diplomatic margin. And the West knew it.
The fear of escalation was just a pretext for inaction.

Joe Biden’s electoral calculations

The U.S. President did not want to risk his re-election. He feared Republican accusations of “dragging the country into war.”
That is why aid was rationed, artificial red lines imposed, and a “long but controlled” war was preferred over a quick Ukrainian victory.

Europe: no leadership, no strategic vision

Except for Poland, Estonia, and Lithuania, the major European powers did not take the initiative.
Germany blocked the Taurus missiles. France talked a lot, acted little. Others claimed they were “not ready.”
In reality, it wasn’t a lack of means, but of will.

The West feared that a Ukraine capable of controlling its sky might launch decisive offensives, retake Crimea, or act fully autonomously.
A free, determined, and well-armed Ukraine would no longer be politically manageable.

The cost: an avoidable tragedy

  • Over 100,000 Ukrainians killed.

  • Mariupol, Bakhmut, Avdiivka, and many others reduced to rubble.

  • Thousands of square kilometers occupied by the invader.

  • Infrastructure destroyed by missiles and drones that were not intercepted.

  • Missed military opportunities due to lack of air cover.

All of this could have been avoided if Ukraine had been allowed to exercise legitimate control of its sky.

Conclusion: the day the sky was denied to a free nation

When Ukraine asked for help to control its airspace, it did not ask to bomb Moscow or cross borders.
It asked for what every free nation deserves: the right to defend its sky.

What it received were electoral calculations, diplomatic fears, and geopolitical excuses.

History will not judge only the aggressor.
It will also judge those who, knowing what needed to be done, chose not to act.

Ukraine’s sky will remain the moral judgment of this war.
And one day, free peoples will ask:
What did your governments do when a free country asked for help to defend its sky?


 

 

LE DROIT REFUSÉ À L'UKRAINE

Par Huber Matos Araluce – San José, Costa Rica

Depuis le début de l'invasion russe de l'Ukraine en février 2022, une vérité militaire s'impose à tout stratège sérieux : aucun pays ne peut gagner — ni même survivre dignement — une guerre moderne sans contrôler son espace aérien.

Et pourtant, pendant plus de deux ans, l'Ukraine s'est vu systématiquement refuser la capacité de le faire. Il ne s'agissait pas simplement de retards dans la livraison d'avions de chasse, d'intercepteurs ou de systèmes antimissiles. Ce qui a été refusé est plus profond et structurel : le droit souverain de contrôler le ciel au-dessus de son propre territoire.

L'Ukraine, comme toute nation libre, avait — et a toujours — le droit de défendre son espace aérien. Elle n'a pas demandé à envahir des cieux étrangers, mais simplement à protéger le sien. Pourtant, la réponse des puissances occidentales a été conditionnelle, différée, limitée. Ce qu'Israël exerce comme doctrine naturelle de sécurité nationale — un contrôle permanent et autonome de son ciel — a été refusé à l'Ukraine au nom de l'équilibre géopolitique, de la peur de la Russie et des calculs politiques à Washington et Bruxelles.

Le ciel décide : comment l'histoire prouve que sans maîtrise aérienne, on ne gagne pas de guerre

Le cas de l'Ukraine n'est pas une exception. Il s'inscrit dans un schéma stratégique confirmé dans toutes les guerres modernes : le contrôle de l'espace aérien est le facteur décisif entre résistance, victoire ou défaite. En témoignent :

  • Guerre du Golfe (1991) : les États-Unis ont détruit les infrastructures militaires irakiennes depuis les airs avant d'engager leurs troupes au sol.

  • Kosovo (1999) : l'OTAN a forcé le retrait serbe sans déployer un seul soldat au sol.

  • Malouines (1982) : l'Argentine a perdu malgré ses troupes au sol car le Royaume-Uni contrôlait le ciel.

  • Seconde Guerre mondiale : l'Allemagne a chuté après avoir perdu la supériorité aérienne.

  • Israël : a toujours remporté ses guerres en gardant le contrôle total de son ciel.

La leçon est claire :

Un pays qui ne contrôle pas son espace aérien le paie en vies humaines, en villes détruites et en perte de souveraineté.

Ils savaient… et n’ont rien fait : les raisons politiques du ciel refusé à l’Ukraine

L’Ukraine s’est vu refuser le droit de contrôler son ciel parce que les gouvernements occidentaux — notamment les États-Unis et l’Allemagne — ont délibérément choisi de ne pas le lui accorder. Une décision politique, non militaire.

La peur de provoquer la Russie : une excuse commode mais infondée

Pendant plus d’un an, on a prétendu que si l’Ukraine recevait des missiles longue portée, des F-16 ou l’autorisation de frapper des cibles en territoire russe, Poutine pourrait intensifier le conflit, attaquer d’autres pays européens ou même utiliser des armes nucléaires tactiques.

Mais cet argument ne tient pas :

  • En 2022 et 2023, la Russie ne parvenait même pas à avancer efficacement en Ukraine. Comment aurait-elle pu envahir la Pologne, la Lituanie ou la Finlande ?

  • Son armée était embourbée, épuisée, avec des pertes massives et une logistique limitée.

  • Quant à l’arme nucléaire, l’utiliser aurait isolé Moscou internationalement. La Chine, l’Inde et d’autres alliés l’avaient clairement avertie.

Le Kremlin n’avait aucune marge de manœuvre militaire ni diplomatique. Et l’Occident le savait.
La peur d’une escalade était un prétexte pour éviter une décision.

Les calculs électoraux de Joe Biden

Le président américain ne voulait pas compromettre sa réélection. Il craignait les accusations républicaines de « pousser le pays vers la guerre ».
C’est pourquoi l’aide a été rationnée, des lignes rouges artificielles imposées, et une guerre « longue mais contrôlée » préférée à une victoire rapide de l’Ukraine.

L’Europe : sans leadership, sans vision stratégique

À l’exception de la Pologne, de l’Estonie et de la Lituanie, les grandes puissances européennes n’ont pas pris les devants.
L’Allemagne a bloqué les missiles Taurus. La France a beaucoup parlé, peu agi. D’autres ont invoqué un manque de préparation.
Mais en vérité, ce n’était pas un manque de moyens, mais un manque de volonté.

L’Occident craignait qu’une Ukraine capable de contrôler son ciel ne mène des offensives décisives, récupère la Crimée, ou agisse de manière autonome.
Une Ukraine libre, déterminée et bien armée ne serait alors plus aussi docile politiquement.

Le coût : une tragédie évitable

  • Plus de 100 000 Ukrainiens tués.

  • Marioupol, Bakhmout, Avdiivka et bien d'autres réduites en ruines.

  • Des milliers de kilomètres carrés occupés par l’envahisseur.

  • Des infrastructures détruites par des missiles et drones non interceptés.

  • Des occasions militaires manquées faute de couverture aérienne.

Tout cela aurait pu être évité si l’Ukraine avait pu exercer le contrôle légitime de son ciel.

Conclusion : le jour où le ciel fut refusé à une nation libre

Lorsque l’Ukraine a demandé de l’aide pour contrôler son espace aérien, elle n’a pas demandé à bombarder Moscou ni à franchir des frontières.
Elle a réclamé ce que mérite toute nation libre : le droit de défendre son ciel.

Ce qu’elle a reçu : des calculs électoraux, des craintes diplomatiques et des excuses géopolitiques.

L’histoire ne jugera pas que l’agresseur.
Elle jugera aussi ceux qui, sachant ce qu’il fallait faire, ont choisi de ne pas agir.

Le ciel de l’Ukraine restera le jugement moral de cette guerre.
Et un jour, les peuples libres demanderont :
Que firent vos gouvernements quand un pays libre demanda de l’aide pour défendre son ciel ?

 

IL DIRITTO NEGATO ALL'UCRAINA

Di Huber Matos Araluce – San José, Costa Rica

Fin dall'inizio dell'invasione russa dell'Ucraina, nel febbraio 2022, una verità militare è apparsa evidente a qualsiasi stratega serio: nessun paese può vincere — né tanto meno sopravvivere con dignità — una guerra moderna senza controllare il proprio spazio aereo.

Eppure, per oltre due anni, all'Ucraina è stata sistematicamente negata la possibilità di farlo. Non si è trattato semplicemente di ritardi nella consegna di caccia, intercettori o sistemi antimissile. Ciò che è stato negato è qualcosa di più profondo e strutturale: il diritto sovrano a controllare il cielo sopra il proprio territorio.

L'Ucraina, come ogni nazione libera, aveva — e ha tuttora — il diritto di difendere il proprio spazio aereo. Non ha chiesto di invadere cieli altrui, ma solo di proteggere il proprio. Eppure, la risposta delle potenze occidentali è stata condizionata, ritardata, limitata. Quello che Israele esercita come dottrina naturale di sicurezza nazionale — il controllo permanente e autonomo del proprio cielo — è stato negato all'Ucraina in nome dell'equilibrio geopolitico, del timore della Russia e del calcolo politico a Washington e Bruxelles.

Il cielo decide: come la storia dimostra che senza superiorità aerea non si vince una guerra

Il caso dell'Ucraina non è un'eccezione. Rientra in un modello strategico confermato in tutte le guerre moderne: il controllo dello spazio aereo è il fattore decisivo tra resistenza, vittoria o sconfitta. Ecco alcuni esempi:

  • Guerra del Golfo (1991): gli Stati Uniti distrussero le infrastrutture militari irachene dall’alto prima di muovere le truppe di terra.

  • Kosovo (1999): la NATO costrinse il ritiro serbo senza inviare truppe terrestri.

  • Falkland (1982): l’Argentina perse nonostante la presenza di truppe perché il Regno Unito dominava il cielo.

  • Seconda Guerra Mondiale: la Germania crollò dopo aver perso la superiorità aerea.

  • Israele: ha vinto le sue guerre mantenendo sempre il controllo del cielo.

La lezione è chiara:

Un paese che non controlla il proprio spazio aereo lo paga con vite, città e sovranità.

Lo sapevano… e non hanno voluto: le ragioni politiche del cielo negato all’Ucraina

All’Ucraina è stato negato il diritto di controllare il proprio cielo perché i governi occidentali — in particolare Stati Uniti e Germania — hanno scelto deliberatamente di non concederlo. Una decisione politica, non militare.

La paura di provocare la Russia: una scusa comoda ma infondata

Per oltre un anno si è sostenuto che se l’Ucraina avesse ricevuto missili a lungo raggio, F-16 o l’autorizzazione a colpire obiettivi in territorio russo, Putin avrebbe potuto intensificare il conflitto, attaccare altri paesi europei o addirittura usare armi nucleari tattiche.

Ma quell’argomento non regge:

  • Nel 2022 e 2023, la Russia non riusciva nemmeno ad avanzare efficacemente in Ucraina. Come avrebbe potuto invadere Polonia, Lituania o Finlandia?

  • Il suo esercito era impantanato, esausto, con perdite enormi e logistica limitata.

  • Riguardo alle armi nucleari, usarle avrebbe portato all’isolamento totale di Mosca. Cina, India e altri alleati lo avevano chiaramente avvertito.

Il Cremlino non aveva margini né militari né diplomatici. E l’Occidente lo sapeva.
La paura dell’escalation era solo un pretesto per non decidere.

I calcoli elettorali di Joe Biden

Il presidente degli Stati Uniti non voleva rischiare la rielezione. Temeva le accuse repubblicane di «trascinare il paese in guerra».
Per questo l’aiuto è stato razionato, sono state imposte linee rosse artificiali, e si è preferita una guerra «lunga ma controllata» a una rapida vittoria ucraina.

L’Europa: senza leadership né visione strategica

Ad eccezione di Polonia, Estonia e Lituania, le grandi potenze europee non hanno preso l’iniziativa.
La Germania ha bloccato i missili Taurus. La Francia ha parlato molto, agito poco. Altri hanno sostenuto di «non essere pronti».
In realtà non mancavano i mezzi, ma la volontà.

L’Occidente temeva che un’Ucraina capace di controllare il proprio cielo potesse lanciare offensive decisive, recuperare la Crimea o agire in piena autonomia.
Un’Ucraina libera, determinata e ben armata non sarebbe più stata politicamente gestibile.

Il costo: una tragedia evitabile

  • Oltre 100.000 ucraini uccisi.

  • Mariupol, Bakhmut, Avdiivka e molte altre ridotte in macerie.

  • Migliaia di chilometri quadrati occupati dall’invasore.

  • Infrastrutture distrutte da missili e droni non intercettati.

  • Occasioni militari perse per mancanza di copertura aerea.

Tutto ciò si sarebbe potuto evitare se fosse stato permesso all’Ucraina di esercitare il controllo legittimo del proprio cielo.

Conclusione: il giorno in cui fu negato il cielo a una nazione libera

Quando l’Ucraina chiese aiuto per controllare il proprio spazio aereo, non chiese di bombardare Mosca né di attraversare confini.
Chiese ciò che ogni nazione libera merita: il diritto di difendere il proprio cielo.

Ciò che ricevette furono calcoli elettorali, timori diplomatici ed escuse geopolitiche.

La storia non giudicherà solo l’aggressore.
Giudicherà anche coloro che, sapendo cosa andava fatto, scelsero di non agire.

Il cielo dell’Ucraina resterà il giudizio morale di questa guerra.
E un giorno, i popoli liberi chiederanno:
Cosa fecero i vostri governi quando un paese libero chiese aiuto per difendere il proprio cielo?



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