Venezuela será la Siria de América
Maduro lanzó el
Ejército a las calles dejando claro que no está dispuesto a entregar el poder
Por Jaime Gutiérrez Góngora
Al referirse a la
actual crisis en Venezuela, muchos politólogos y analistas alertan sobre una
próxima “implosión” o “radicalización” de la situación en ese país. Prefieren
no afrontar la realidad. Venezuela ya es un país fracasado. Fue liquidado por
el socialismo del siglo XXI y el petróleo –las dos cosas– de la misma forma
como la dictadura del proletariado y el petróleo liquidaron a la Unión
Soviética.
La mediación
internacional es un noble pero ya inútil intento de evitar un cruento desenlace
de lo que es el inicio de una guerra civil. La esperanza de que el gran triunfo
de la oposición contra Maduro en las pasadas elecciones parlamentarias podría
milagrosamente lograr que él y su pacotilla abandonaran el control del
Ejecutivo por medio de un referendo revocatorio, probó ser una vana ilusión.
Don Nicolás
respondió radicalizando el proceso con el uso de la fuerza. Embaucó al Ejército
y lo lanzó a las calles a cometer un acto totalitario, destapando así –por fin–
la mentira de que en Venezuela existe un régimen democrático.
Mostró sus cartas a
su pueblo y ante el mundo. Evitar un conflicto armado solo depende ahora de que
el pueblo venezolano dócilmente acepte la largamente temida dictadura. Pero es
improbable que este sea el resultado.
Desesperación.
Venezuela ya está cerca de una hambruna. La clase media se ha proletarizado.
Turbas detienen y asaltan camiones de basura porque tienen hambre (CNN
26/5/16). El sistema de salud se derrumbó. Los pacientes hospitalizados son
humillados, vestidos con harapos y con colchones en el suelo.
Los familiares se
ven obligados a salir a la calle a comprar jeringas, agujas, jabón y las más
indispensables medicinas. Su pueblo vive humillado y los pueblos no toleran
mansamente la humillación. Al hambre y a la carencia de acceso a la atención
médica se le ha agregado, ahora, la represión del gobierno.
Lo que hace probable
una guerra civil en Venezuela es que su Ejército no está unido como para pensar
que un típico “golpe de Estado” pudiera resolver el problema a corto plazo.
Hay en Venezuela dos
fuerzas armadas: una de estas es el grupo poderoso pero minoritario conocido
como los narcogenerales. El otro ejército consiste en un grupo mayoritario de
oficiales de bajo rango. Estos resienten el control que ejerce el chavismo
sobre las fuerzas armadas. Resienten también el favoritismo hacia los oficiales
prochavistas y, sobre todo, el control de las fuerzas armadas por los cubanos.
A este otro ejército solo le falta un líder para sublevarse.
Chávez creó
pandillas paramilitares de apoyo para su gobierno y las armó hasta los dientes
con armas pesadas. La Colectiva Alexis Vive, uno de estos grupos, prospera y
crece en los tugurios de las laderas en el occidente de Caracas.
Chávez armó,
también, lo que llamó una “reserva civil”. Además, repartió armas pesadas a
quienes llamó “partisanos” (personas sin entrenamiento militar) para aplastar
posibles sublevaciones dentro del Ejército. Uno de estos grupos es el Frente
Francisco de Miranda, que cuenta con una gran capacidad bélica.
Violencia galopante.
Venezuela es ya uno de los países más violentos del mundo. En Irak, un país con
la misma población que Venezuela, hubo 4.644 muertes de civiles por asesinatos
en el 2009 mientras que en Venezuela el número de asesinatos llegó a más de
16.000 en el mismo año.
Tienen armas los dos
ejércitos, las pandillas paramilitares, la “reserva civil”, los “partisanos” y
los narcotraficantes. Todos con un poderoso interés en preservar su jugoso statu
quo. Solo los patriotas y los exiliados –un grupo multitudinario– están
desarmados.
Con un pueblo
hambriento, humillado, carente de medicinas y servicios médicos y ahora con el
gobierno reprimiendo con violencia protestas pacíficas, todo lo que falta es la
chispa que desate la guerra civil que siempre se hace crónica.
Colombia, su vecino,
es un ejemplo del peligro que representa para un país la cronicidad de un
conflicto armado.
Es también
inevitable que después de desatada la violencia, Venezuela se vea involucrada
en un conflicto regional. Chávez hizo un sonado viaje a Rusia y China para
comprar grandes cantidades de armamento. Esto obligó a sus principales vecinos,
Brasil y Colombia, a lanzarse a una carrera armamentista.
Brasil adquirió
armas de Francia por $15.000 millones. El ministro de defensa brasileño, Nelson
Jobim, calificó esa extraordinaria compra como de “importancia vital” para la
seguridad de su país, siendo Venezuela su único peligro. Y en abril del 2010,
Brasil firmó un acuerdo de cooperación militar con Estados Unidos a solo cinco
meses de que Colombia suscribiera otro igual con Washington.
La chispa. De la
misma forma se inició la guerra civil en Siria. Paso a paso. El 15 de marzo del
2011 se iniciaron protestas pacíficas en Siria que exigían la caída del régimen
represivo de Bashar al Asad. Para el Viernes Santo la oposición logró una
movilización de su pueblo sin precedentes. Las fuerzas de seguridad de Asad abrieron
fuego para dispersar a la multitud. Fue la jornada más sangrienta de la
historia de ese país. Fue la chispa que desató la guerra.
En el próximo paso
hacia la debacle, soldados sunitas se revelaron contra sus superiores alawitas.
Los chiitas libaneses se lanzaron a defender el régimen. Luego Irán hizo lo
mismo y finalmente Rusia se lanzó a apoyar a Asad. Al Qaeda y el Frente al
Nusra por su parte atacaron a Bashar. De estos grupos salió el Estado Islámico,
que hoy día amenaza a Asad, a Oriente Medio y a la civilización occidental.
Una progresiva
radicalización del conflicto en Siria terminó en una hecatombe. La de Siria ya
es una guerra regional en la cual están involucrados Líbano, Irak, Irán, Arabia
Saudita, Rusia y Estados Unidos.
Para el 2014, uno de
cada 20 sirios había sido asesinado o herido durante la guerra; uno de cada
cinco era refugiado, y la esperanza de vida en Siria ha bajado 20 años desde
que comenzó el conflicto.
En Venezuela, ya
Maduro lanzó su Ejército a las calles dejando claro que está dispuesto a usar
la fuerza para cumplir con la promesa de Chávez de entregar cualquier cosa
menos el poder.