¿CUÁL ES LA ESTRATEGIA CORRECTA PARA DERROTAR A PUTIN?
Por Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica
El peso de la historia: el poder económico determina al vencedor
Tuve que buscar entre mis viejos libros "El choque de civilizaciones", publicado en 1996 por Samuel P. Huntington, para volver a entender el análisis estratégico desde un ángulo muchas veces olvidado: la economía como factor determinante en la guerra.
Aunque la obra se enfoca en conflictos culturales, una de sus tesis subyacentes —y compartida por otros estrategas como Paul Kennedy— es que las grandes guerras no las ganan las ideologías ni las armas, sino los Estados cuyas economías son más resilientes y adaptables.
Este principio se ha verificado una y otra vez en la historia:
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La Unión Soviética colapsó sin un disparo, por el agotamiento económico ante la presión tecnológica y financiera de Occidente.
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En las guerras mundiales, la capacidad industrial y económica de Estados Unidos fue decisiva para inclinar el equilibrio global.
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En Vietnam y Afganistán, fueron los factores de coste económico, político y social los que obligaron a las superpotencias a retirarse, no la derrota táctica en el terreno.
Hoy, al evaluar la guerra de Putin contra Ucrania, esa lección vuelve a ser central: la economía es el verdadero campo de batalla estratégico.
¿Solo una victoria militar? El precedente israelí
Algunos sectores proponen una solución basada exclusivamente en la victoria militar: derrotar a las fuerzas rusas en el terreno, liberar todo el territorio y forzar la rendición. Sin embargo, esta visión no solo es limitada, sino que desconoce lecciones contemporáneas sobre cómo erosionar el poder de un enemigo persistente sin desgaste frontal.
Israel ofrece un ejemplo moderno y efectivo:
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Prioriza la eliminación de líderes estratégicos, debilitando la capacidad organizativa de sus enemigos.
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Controla el espacio aéreo y aplica poder de fuego selectivo con precisión quirúrgica, incluso sin ocupar territorios.
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Usa la disuasión tecnológica y la presión sostenida como herramientas centrales de supervivencia y victoria parcial.
Ucrania inicio esta lógica: ataques con drones, sabotajes en profundidad, y objetivos militares y económicos seleccionados dentro del territorio ruso. No es el primero ni será el último, pero el 2 de julio de 2025, el general de división Mijaíl Gudkov, subcomandante de la Armada rusa, fue eliminado en un ataque con misiles ucranianos contra un puesto de mando avanzado en Korenevo, región de Kursk, a unos 18 kilómetros de la frontera con Ucrania. Gudkov, de 42 años, también lideraba la 155.ª Brigada de Infantería de Marina de la Flota del Pacífico y supervisaba las fuerzas de misiles y artillería costera. El ataque, basado en inteligencia precisa, causó la muerte de al menos una docena de oficiales rusos que participaban en una reunión de planificación para una posible ofensiva en la región de Sumy.
🧠 La estrategia de Hodges: sostenibilidad, compromiso y economía
El general Ben Hodges, excomandante del Ejército de Estados Unidos en Europa, ha definido con claridad lo que se necesita para que Ucrania no solo resista, sino gane:
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Un esfuerzo militar real, sostenido y sincronizado con una estrategia política. No se trata solo de entregar armamento, sino de definir públicamente un objetivo común: la victoria ucraniana. Eso, al día de hoy, aún ningún país aliado ha hecho con convicción.
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Un compromiso político firme, visible y constante. Mientras Rusia invoca la supervivencia de su civilización, los aliados vacilan en presentar una narrativa clara. La ambigüedad estratégica no inspira a los pueblos ni a los ejércitos.
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Sanciones económicas verdaderamente contundentes. Hay que golpear la infraestructura energética, los canales financieros y las industrias militares. La guerra de Putin no se financia con discursos: se sustenta en exportaciones, evasiones y complicidades tecnológicas que deben cortarse.
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Poner a prueba el límite del régimen de Putin para sostener bajas masivas. Aunque aparenta estar dispuesto a asumir otro millón de muertos, la historia demuestra que incluso las autocracias tienen un umbral crítico. A medida que las bajas, las derrotas simbólicas y el empobrecimiento social se acumulan, el riesgo de colapso interno crece exponencialmente.
🎯 Conclusión: una estrategia realista y contundente
Derrotar a Putin no es una fantasía. Tampoco es solo una cuestión de enviar más proyectiles. Es una batalla de voluntad estratégica, que debe combinar:
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El asedio económico que vuelva insostenible la guerra.
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La eliminación de líderes clave, que degrade la efectividad del enemigo.
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El apoyo firme y sostenido a Ucrania, que muestre que la libertad vale el esfuerzo.
Mientras algunos esperan que la historia se resuelva sola, la verdadera lección del pasado —como me recordó ese viejo libro— es que las guerras las ganan los pueblos que saben organizar su poder económico, político y moral en una sola dirección.
WHAT IS THE RIGHT STRATEGY TO DEFEAT PUTIN?
By Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica
The Weight of History: Economic Power Determines the Victor
I had to search among my old books for The Clash of Civilizations, published in 1996 by Samuel P. Huntington, to once again understand strategic analysis from an often-forgotten angle: the economy as a determining factor in war.
Although the book focuses on cultural conflicts, one of its underlying theses—shared by other strategists like Paul Kennedy—is that great wars are not won by ideologies or weapons, but by states whose economies are more resilient and adaptable.
This principle has been confirmed time and again in history:
The Soviet Union collapsed without a shot, due to economic exhaustion under technological and financial pressure from the West.
In the world wars, the industrial and economic capacity of the United States was decisive in tipping the global balance.
In Vietnam and Afghanistan, economic, political, and social costs forced the superpowers to withdraw—not tactical defeats on the ground.
Today, when evaluating Putin's war against Ukraine, that lesson once again becomes central: the economy is the true strategic battlefield.
Only a Military Victory? The Israeli Precedent
Some sectors propose a solution based exclusively on military victory: defeat Russian forces on the ground, liberate the entire territory, and force a surrender. However, this view is not only limited but ignores contemporary lessons on how to erode the power of a persistent enemy without frontal attrition.
Israel offers a modern and effective example:
It prioritizes the elimination of strategic leaders, weakening the organizational capacity of its enemies.
It controls the airspace and applies selective firepower with surgical precision, even without occupying territories.
It uses technological deterrence and sustained pressure as central tools for survival and partial victory.
Ukraine began applying this logic: drone attacks, deep sabotage, and selected military and economic targets inside Russian territory. It is not the first nor the last, but on July 2, 2025, Major General Mikhail Gudkov, deputy commander of the Russian Navy, was eliminated in a Ukrainian missile strike on a forward command post in Korenevo, Kursk region, about 18 kilometers from the Ukrainian border. Gudkov, 42, also led the 155th Marine Infantry Brigade of the Pacific Fleet and oversaw coastal missile and artillery forces. The attack, based on precise intelligence, killed at least a dozen Russian officers attending a planning meeting for a possible offensive in the Sumy region.
Hodges' Strategy: Sustainability, Commitment, and Economy
General Ben Hodges, former commander of the U.S. Army in Europe, has clearly defined what is needed for Ukraine not just to resist but to win:
A real, sustained military effort synchronized with a political strategy. It's not just about delivering weapons but about publicly defining a common goal: Ukrainian victory. To this day, no allied country has done this convincingly.
A firm, visible, and constant political commitment. While Russia invokes the survival of its civilization, the allies hesitate to present a clear narrative. Strategic ambiguity does not inspire peoples or armies.
Truly forceful economic sanctions. It is necessary to strike energy infrastructure, financial channels, and military industries. Putin's war is not funded with speeches: it is sustained by exports, evasions, and technological complicity that must be cut off.
Testing the limits of Putin's regime in withstanding massive casualties. Although it appears willing to endure another million deaths, history shows that even autocracies have a critical threshold. As casualties, symbolic defeats, and social impoverishment accumulate, the risk of internal collapse grows exponentially.
Conclusion: A Realistic and Forceful Strategy
Defeating Putin is not a fantasy. Nor is it merely a matter of sending more projectiles. It is a battle of strategic will, which must combine:
The economic siege that makes war unsustainable.
The elimination of key leaders, which degrades the enemy's effectiveness.
Firm and sustained support for Ukraine, showing that freedom is worth the effort.
While some wait for history to resolve itself, the true lesson of the past—as that old book reminded me—is that wars are won by peoples who know how to organize their economic, political, and moral power in a single direction.
QUELLE EST LA STRATÉGIE APPROPRIÉE POUR VAINCRE POUTINE ?
Par Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica
Le poids de l'histoire : le pouvoir économique détermine le vainqueur
J'ai dû chercher parmi mes vieux livres Le Choc des civilisations, publié en 1996 par Samuel P. Huntington, pour comprendre à nouveau l'analyse stratégique sous un angle souvent oublié : l'économie comme facteur déterminant dans la guerre.
Bien que l'ouvrage se concentre sur les conflits culturels, l'une de ses thèses sous-jacentes—partagée par d'autres stratèges comme Paul Kennedy—est que les grandes guerres ne sont pas gagnées par les idéologies ou les armes, mais par les États dont les économies sont les plus résilientes et adaptables.
Ce principe a été confirmé à maintes reprises dans l'histoire :
L'Union soviétique s'est effondrée sans qu'un coup de feu ne soit tiré, épuisée économiquement sous la pression technologique et financière de l'Occident.
Lors des guerres mondiales, la capacité industrielle et économique des États-Unis a été décisive pour faire pencher l'équilibre mondial.
Au Vietnam et en Afghanistan, ce sont les coûts économiques, politiques et sociaux qui ont contraint les superpuissances à se retirer—et non des défaites tactiques sur le champ de bataille.
Aujourd'hui, en évaluant la guerre de Poutine contre l'Ukraine, cette leçon redevient centrale : l'économie est le véritable champ de bataille stratégique.
Une victoire uniquement militaire ? Le précédent israélien
Certains proposent une solution fondée uniquement sur la victoire militaire : vaincre les forces russes sur le terrain, libérer l'ensemble du territoire et forcer la reddition. Cependant, cette vision est non seulement limitée, mais ignore aussi les leçons contemporaines sur la manière d'éroder le pouvoir d'un ennemi persistant sans affrontement frontal.
Israël offre un exemple moderne et efficace :
Il privilégie l'élimination des leaders stratégiques, affaiblissant la capacité organisationnelle de ses ennemis.
Il contrôle l'espace aérien et applique une puissance de feu sélective avec une précision chirurgicale, même sans occuper de territoire.
Il utilise la dissuasion technologique et la pression soutenue comme outils centraux de survie et de victoire partielle.
L'Ukraine a commencé à adopter cette logique : frappes de drones, sabotages en profondeur, et objectifs militaires et économiques ciblés sur le territoire russe. Ce n'est ni la première ni la dernière fois, mais le 2 juillet 2025, le général de division Mikhaïl Goudkov, commandant adjoint de la marine russe, a été éliminé lors d'une frappe de missile ukrainienne contre un poste de commandement avancé à Korenevo, dans la région de Koursk, à environ 18 kilomètres de la frontière ukrainienne. Goudkov, 42 ans, commandait également la 155e brigade d'infanterie de marine de la flotte du Pacifique et supervisait les forces côtières de missiles et d'artillerie. L'attaque, basée sur des renseignements précis, a tué au moins une douzaine d'officiers russes participant à une réunion de planification pour une éventuelle offensive dans la région de Soumy.
La stratégie de Hodges : durabilité, engagement et économie
Le général Ben Hodges, ancien commandant de l'armée américaine en Europe, a clairement défini ce qu'il faut pour que l'Ukraine non seulement résiste, mais gagne :
Un effort militaire réel, soutenu et synchronisé avec une stratégie politique. Il ne s'agit pas seulement de livrer des armes, mais de définir publiquement un objectif commun : la victoire ukrainienne. À ce jour, aucun pays allié ne l'a fait avec conviction.
Un engagement politique ferme, visible et constant. Tandis que la Russie invoque la survie de sa civilisation, les alliés hésitent à présenter un récit clair. L'ambiguïté stratégique n'inspire ni les peuples ni les armées.
Des sanctions économiques véritablement percutantes. Il faut frapper les infrastructures énergétiques, les circuits financiers et les industries militaires. La guerre de Poutine ne se finance pas avec des discours : elle repose sur les exportations, les évasions et les complicités technologiques qu'il faut couper.
Mettre à l'épreuve la capacité du régime de Poutine à supporter des pertes massives. Bien qu'il semble prêt à tolérer un autre million de morts, l'histoire montre que même les autocraties ont un seuil critique. À mesure que les pertes, les défaites symboliques et l'appauvrissement social s'accumulent, le risque d'effondrement interne augmente de façon exponentielle.
Conclusion : une stratégie réaliste et percutante
Vaincre Poutine n'est pas une illusion. Ce n'est pas non plus seulement une question d'envoyer plus de munitions. C'est une bataille de volonté stratégique, qui doit combiner :
Un siège économique rendant la guerre insoutenable.
L'élimination de leaders clés pour affaiblir l'efficacité de l'ennemi.
Un soutien ferme et constant à l'Ukraine, pour montrer que la liberté vaut l'effort.
Tandis que certains attendent que l'histoire se règle d'elle-même, la véritable leçon du passé—comme ce vieux livre me l'a rappelé—est que les guerres sont gagnées par des peuples capables d'organiser leur puissance économique, politique et morale dans une seule direction.
QUELLE EST LA STRATÉGIE APPROPRIÉE POUR VAINCRE POUTINE
Di Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica
Il peso della storia: il potere economico determina il vincitore
Ho dovuto cercare tra i miei vecchi libri Lo scontro delle civiltà, pubblicato nel 1996 da Samuel P. Huntington, per comprendere ancora una volta l'analisi strategica da un'angolazione spesso dimenticata: l'economia come fattore determinante nella guerra.
Sebbene l'opera si concentri sui conflitti culturali, una delle sue tesi di fondo—condivisa da altri strateghi come Paul Kennedy—è che le grandi guerre non vengono vinte dalle ideologie o dalle armi, ma dagli Stati le cui economie sono più resilienti e adattabili.
Questo principio è stato confermato più e più volte nella storia:
L'Unione Sovietica è crollata senza sparare un colpo, esaurita economicamente sotto la pressione tecnologica e finanziaria dell'Occidente.
Nelle guerre mondiali, la capacità industriale ed economica degli Stati Uniti è stata decisiva per far pendere l'equilibrio globale.
In Vietnam e in Afghanistan, sono stati i costi economici, politici e sociali a costringere le superpotenze a ritirarsi—non le sconfitte tattiche sul campo di battaglia.
Oggi, valutando la guerra di Putin contro l'Ucraina, quella lezione torna centrale: l'economia è il vero campo di battaglia strategico.
Solo una vittoria militare? Il precedente israeliano
Alcuni propongono una soluzione basata esclusivamente sulla vittoria militare: sconfiggere le forze russe sul campo, liberare l'intero territorio e forzare la resa. Tuttavia, questa visione non solo è limitata, ma ignora anche le lezioni contemporanee su come erodere il potere di un nemico persistente senza scontri diretti.
Israele offre un esempio moderno ed efficace:
Prioritizza l'eliminazione dei leader strategici, indebolendo la capacità organizzativa dei suoi nemici.
Controlla lo spazio aereo e applica una potenza di fuoco selettiva con precisione chirurgica, anche senza occupare territori.
Usa la deterrenza tecnologica e una pressione costante come strumenti centrali di sopravvivenza e vittoria parziale.
L'Ucraina ha iniziato ad adottare questa logica: attacchi con droni, sabotaggi in profondità, e obiettivi militari ed economici selezionati all'interno del territorio russo. Non è né la prima né l'ultima, ma il 2 luglio 2025, il generale di divisione Mikhail Gudkov, vice comandante della Marina russa, è stato eliminato in un attacco missilistico ucraino contro un posto di comando avanzato a Korenevo, nella regione di Kursk, a circa 18 chilometri dal confine ucraino. Gudkov, 42 anni, comandava anche la 155ª brigata di fanteria di marina della Flotta del Pacifico e supervisionava le forze costiere di missili e artiglieria. L'attacco, basato su informazioni di intelligence precise, ha ucciso almeno una dozzina di ufficiali russi che partecipavano a una riunione di pianificazione per una possibile offensiva nella regione di Sumy.
La strategia di Hodges: sostenibilità, impegno ed economia
Il generale Ben Hodges, ex comandante dell'esercito degli Stati Uniti in Europa, ha definito chiaramente ciò che serve affinché l'Ucraina non solo resista, ma vinca:
Uno sforzo militare reale, sostenuto e sincronizzato con una strategia politica. Non si tratta solo di fornire armi, ma di definire pubblicamente un obiettivo comune: la vittoria ucraina. Fino ad oggi, nessun Paese alleato lo ha fatto con convinzione.
Un impegno politico fermo, visibile e costante. Mentre la Russia invoca la sopravvivenza della propria civiltà, gli alleati esitano a presentare una narrativa chiara. L'ambiguità strategica non ispira né i popoli né gli eserciti.
Sanzioni economiche veramente incisive. Bisogna colpire le infrastrutture energetiche, i canali finanziari e le industrie militari. La guerra di Putin non si finanzia con i discorsi: si regge su esportazioni, elusioni e complicità tecnologiche che devono essere interrotte.
Mettere alla prova il limite del regime di Putin nel sopportare perdite massicce. Anche se sembra disposto a tollerare un altro milione di morti, la storia dimostra che anche le autocrazie hanno una soglia critica. Con l'accumularsi delle perdite, delle sconfitte simboliche e dell'impoverimento sociale, il rischio di collasso interno cresce in modo esponenziale.
Conclusione: una strategia realistica e incisiva
Sconfiggere Putin non è una fantasia. Non è nemmeno solo una questione di inviare più munizioni. È una battaglia di volontà strategica, che deve combinare:
L'assedio economico che renda la guerra insostenibile.
L'eliminazione dei leader chiave, per degradare l'efficacia del nemico.
Un sostegno fermo e costante all'Ucraina, per dimostrare che la libertà vale lo sforzo.
Mentre alcuni attendono che la storia si risolva da sola, la vera lezione del passato—come mi ha ricordato quel vecchio libro—è che le guerre vengono vinte dai popoli che sanno organizzare il loro potere economico, politico e morale in un'unica direzione.