Putin olvidó a Tyson: “Todo el mundo tiene un plan hasta que recibe un puñetazo en la boca”


Por Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

Ucrania golpea el talón de Aquiles de Rusia y cambia el equilibrio de la guerra


Estrategia ucraniana y ataque a Ust-Luga

La capacidad actual de Ucrania para poner de rodillas a Rusia no es fruto del azar, sino de una visión estratégica forjada desde los primeros meses de la invasión. Kiev entendió que el peor escenario era un avance lento pero devastador de las tropas rusas en su territorio, combinado con la indecisión de Occidente a la hora de responder directamente contra Moscú. Ante esa perspectiva, los ucranianos concluyeron que, para sobrevivir, tarde o temprano tendrían que golpear dentro de Rusia misma. Esa misma idea fue expresada recientemente por Donald Trump, quien advirtió con claridad: “Ucrania no podrá ganar nunca si no ataca a Rusia”. Hoy esa lógica se confirma: el 24 de agosto, un ataque ucraniano contra el puerto de Ust-Luga interrumpió de inmediato el 17 % del total de las exportaciones rusas de petróleo, demostrando que el sostén económico del Kremlin no es intocable. Con esa capacidad, Zelensky puede arrastrar a Putin a la mesa de negociaciones y, llegado ese momento, será el presidente ucraniano —y no el dictador ruso— quien dicte las condiciones de un alto al fuego, la retirada de las tropas invasoras y el pago de indemnizaciones por la devastación causada.


El talón de Aquiles: los puertos rusos

El verdadero talón de Aquiles de Rusia no está en las trincheras, sino en sus puertos. El grueso de las exportaciones de crudo y derivados se concentra en Primorsk, Novorosíisk, Murmansk, Kozmino y el ya golpeado Ust-Luga, nudos logísticos que sostienen la economía rusa. Hoy, Kiev dispone de la capacidad militar —con drones de largo alcance y misiles adaptados— para golpearlos de manera escalonada, interrumpiendo el flujo comercial y mostrando que Moscú no puede proteger al mismo tiempo todos sus frentes. La vulnerabilidad no es hipotética: si Ucrania incendió Ust-Luga, puede hacerlo también en los demás, y cada interrupción significa menos divisas para financiar la maquinaria de guerra de Putin.


El peso de cada terminal

El corazón de las exportaciones rusas de crudo late en cinco puertos que juntos concentran más del 80 % del petróleo que Moscú coloca en el exterior. Primorsk, en el mar Báltico, maneja alrededor del 30 %, con destino a Europa del Norte y centros de redistribución. Ust-Luga aporta cerca del 15 %, orientado a derivados como nafta y combustible de aviación. En el mar Negro, Novorossiysk concentra aproximadamente el 25 %, vital para abastecer al Mediterráneo, África y Oriente Medio. Hacia el Pacífico, Kozmino canaliza en torno al 10 %, sobre todo a China y otros compradores asiáticos. Finalmente, Murmansk, en el Ártico, gestiona entre el 5–7 %, incluyendo cargamentos que transitan por la ruta polar hacia Asia. La demostración en Ust-Luga deja claro que esas arterias económicas son vulnerables y alcanzables por la nueva capacidad militar ucraniana.


Innovación militar ucraniana

Ante la continua prohibición de Washington de que Ucrania utilice cohetes de largo alcance entregados por Estados Unidos o que emplee directamente asistencia tecnológica y de inteligencia norteamericana para golpear dentro de Rusia, Kiev decidió avanzar con sus propios medios. De esa visión nació una red de ingenieros, universidades y startups capaces de levantar desde cero una industria de drones y misiles nacionales. El 18 de agosto de 2025, la firma Fire Point presentó el cohete de crucero “Flamingo” (FP-5), con un alcance de 3.000 km, una velocidad máxima de 950 km/h y una ojiva de 1.150 kg. Su producción en serie ya ha comenzado y podría alcanzar más de doscientas unidades mensuales a finales de año. Frente a esta realidad, los sistemas antiaéreos rusos S-300 y S-400, diseñados para interceptar aviones y misiles grandes, resultan poco efectivos contra enjambres de drones y misiles subsónicos pesados como el Flamingo. Moscú no puede blindar sus puertos ni su infraestructura energética de manera simultánea. La combinación de innovación local, producción masiva y nuevos misiles redibuja el equilibrio de poder regional.


El error de cálculo de Putin

Desde el inicio de la invasión, Putin confió en la lógica clásica de la estrategia militar rusa: el volumen de recursos y el sacrificio ilimitado de hombres decidirían la victoria. Con esa visión lanzó la segunda invasión en febrero de 2022 convencido de que sus tropas llegarían a Kiev en cuestión de días. Fue una muestra de arrogancia estratégica y de falta de visión: creyó que la resistencia ucraniana colapsaría y que Occidente no se atrevería a reaccionar. Sin embargo, lo que obtuvo fue lo que Mike Tyson resumió con crudeza: “Everyone has a plan until they get punched in the mouth” (“Todo el mundo tiene un plan hasta que recibe un puñetazo en la boca”). Ese primer golpe fue la inesperada defensa ucraniana que frustró la caída rápida de Kiev y obligó a Rusia a un desgaste prolongado.

Después, la prolongada cautela occidental pareció darle margen para imponerse en un campo de batalla donde Ucrania tenía “un brazo atado a la espalda” por las limitaciones externas. Pero hoy la situación ha cambiado. Kiev, con su brazo liberado, dispone de la capacidad de golpear en lo más sensible del poder ruso: sus puertos y su economía. Si Putin recibe otro puñetazo, esta vez en forma de ataques sistemáticos a sus arterias energéticas, es posible que no sea él quien se siente a negociar el final de la guerra, sino aquellos que lo sustituyan en Moscú, obligados por la realidad de una derrota estratégica inevitable.

 

Putin forgot Tyson: “Everyone has a plan until they get punched in the mouth”

By Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

Ukraine strikes Russia’s Achilles’ heel and shifts the balance of the war


Ukrainian strategy and the attack on Ust-Luga

Ukraine’s current ability to bring Russia to its knees is not the result of chance, but of a strategic vision forged in the first months of the invasion. Kyiv understood that the worst scenario would be a slow but devastating advance of Russian troops on its territory, combined with the indecision of the West in directly responding to Moscow. Faced with this prospect, Ukrainians concluded that, in order to survive, sooner or later they would have to strike inside Russia itself. This same idea was recently expressed by Donald Trump, who clearly warned: “Ukraine will never be able to win unless it attacks Russia.” Today that logic is confirmed: on August 24, a Ukrainian attack on the port of Ust-Luga immediately disrupted 17% of Russia’s total oil exports, proving that the Kremlin’s economic lifeline is not untouchable. With that capacity, Zelensky can drag Putin to the negotiating table and, when that time comes, it will be the Ukrainian president —not the Russian dictator— who dictates the conditions of a ceasefire, the withdrawal of invading troops, and compensation for the devastation caused.


Achilles’ heel: the Russian ports

Russia’s true Achilles’ heel is not in the trenches but in its ports. The bulk of crude oil and refined product exports is concentrated in Primorsk, Novorossiysk, Murmansk, Kozmino, and the already-hit Ust-Luga —logistical hubs that sustain the Russian economy. Today Kyiv has the military capability —with long-range drones and adapted missiles— to strike them in sequence, interrupting trade flows and showing that Moscow cannot protect all its fronts simultaneously. The vulnerability is not hypothetical: if Ukraine set Ust-Luga on fire, it can do the same with the others, and each disruption means fewer foreign revenues to finance Putin’s war machine.


The weight of each terminal

The heart of Russia’s crude oil exports beats in five ports that together handle more than 80% of the oil Moscow places abroad. Primorsk, in the Baltic Sea, accounts for around 30%, destined for Northern Europe and redistribution centers. Ust-Luga contributes about 15%, oriented toward refined products such as naphtha and jet fuel. In the Black Sea, Novorossiysk handles approximately 25%, vital for supplying the Mediterranean, Africa, and the Middle East. To the Pacific, Kozmino channels around 10%, mostly to China and other Asian buyers. Finally, Murmansk, in the Arctic, manages between 5–7%, including cargoes transiting the polar route to Asia. The strike at Ust-Luga makes clear that these economic arteries are vulnerable and within reach of Ukraine’s new military capabilities.


Ukrainian military innovation

Faced with Washington’s continuing prohibition on using long-range rockets supplied by the United States or directly employing American technological and intelligence support to strike inside Russia, Kyiv decided to move forward with its own means. From that vision was born a network of engineers, universities, and startups capable of building a domestic industry of drones and missiles from scratch. On August 18, 2025, the firm Fire Point unveiled the cruise missile “Flamingo” (FP-5), with a range of 3,000 km, a maximum speed of 950 km/h, and a warhead of 1,150 kg. Serial production has already begun and could reach more than two hundred units per month by the end of the year. Against this reality, Russian S-300 and S-400 air defense systems, designed to intercept aircraft and large missiles, are largely ineffective against swarms of drones and heavy subsonic missiles like the Flamingo. Moscow cannot shield its ports and its energy infrastructure simultaneously. The combination of local innovation, mass production, and new missiles is redrawing the regional balance of power.


Putin’s miscalculation

From the beginning of the invasion, Putin relied on the classical logic of Russian military strategy: sheer volume of resources and unlimited sacrifice would decide victory. With this vision, he launched the second invasion in February 2022 convinced that his troops would reach Kyiv within days. It was a display of strategic arrogance and lack of foresight: he believed Ukrainian resistance would collapse and the West would not dare to react. Yet what he encountered was exactly what Mike Tyson brutally summarized: “Everyone has a plan until they get punched in the mouth.” That first punch was Ukraine’s unexpected defense, which thwarted the rapid fall of Kyiv and forced Russia into a prolonged war of attrition.

Later, the West’s prolonged caution seemed to give him space to impose himself on a battlefield where Ukraine had “one arm tied behind its back” due to external restrictions. But today the situation has changed. Kyiv, with both arms free, has the ability to strike at the most sensitive part of Russian power: its ports and economy. If Putin takes another punch —this time in the form of systematic strikes on his energy arteries— it may not be him who negotiates the end of the war, but those who replace him in Moscow, forced by the reality of an inevitable strategic defeat.

Poutine a oublié Tyson : « Tout le monde a un plan jusqu’à ce qu’il reçoive un coup de poing dans la bouche »

Par Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

L’Ukraine frappe le talon d’Achille de la Russie et change l’équilibre de la guerre


1. Stratégie ukrainienne et attaque contre Ust-Luga

La capacité actuelle de l’Ukraine à mettre la Russie à genoux n’est pas le fruit du hasard, mais d’une vision stratégique forgée dès les premiers mois de l’invasion. Kiev a compris que le pire scénario serait une avancée lente mais dévastatrice des troupes russes sur son territoire, combinée à l’indécision de l’Occident à répondre directement à Moscou. Face à cette perspective, les Ukrainiens ont conclu que, pour survivre, ils devraient tôt ou tard frapper à l’intérieur même de la Russie. Cette même idée a été récemment exprimée par Donald Trump, qui a averti clairement : « L’Ukraine ne pourra jamais gagner si elle n’attaque pas la Russie. » Aujourd’hui, cette logique se confirme : le 24 août, une attaque ukrainienne contre le port d’Ust-Luga a immédiatement interrompu 17 % du total des exportations pétrolières russes, prouvant que le pilier économique du Kremlin n’est pas intouchable. Avec cette capacité, Zelensky peut entraîner Poutine à la table des négociations et, lorsque ce moment viendra, ce sera le président ukrainien —et non le dictateur russe— qui dictera les conditions d’un cessez-le-feu, du retrait des troupes d’invasion et du paiement de réparations pour les destructions causées.


2. Le talon d’Achille : les ports russes

Le véritable talon d’Achille de la Russie ne se trouve pas dans les tranchées mais dans ses ports. L’essentiel des exportations de brut et de produits raffinés est concentré à Primorsk, Novorossiisk, Mourmansk, Kozmino et l’Ust-Luga déjà frappé —des nœuds logistiques qui soutiennent l’économie russe. Aujourd’hui, Kiev dispose de la capacité militaire —avec des drones à longue portée et des missiles adaptés— pour les frapper de façon séquentielle, interrompant les flux commerciaux et montrant que Moscou ne peut pas protéger tous ses fronts à la fois. La vulnérabilité n’est pas hypothétique : si l’Ukraine a incendié Ust-Luga, elle peut en faire autant avec les autres, et chaque interruption signifie moins de devises pour financer la machine de guerre de Poutine.


3. Le poids de chaque terminal

Le cœur des exportations russes de brut bat dans cinq ports qui concentrent ensemble plus de 80 % du pétrole que Moscou expédie à l’étranger. Primorsk, en mer Baltique, gère environ 30 %, destinés à l’Europe du Nord et aux centres de redistribution. Ust-Luga contribue à hauteur de 15 %, orienté vers des produits raffinés tels que le naphta et le carburant pour avions. Dans la mer Noire, Novorossiisk concentre environ 25 %, vital pour approvisionner la Méditerranée, l’Afrique et le Moyen-Orient. Vers le Pacifique, Kozmino canalise environ 10 %, principalement vers la Chine et d’autres acheteurs asiatiques. Enfin, Mourmansk, dans l’Arctique, traite entre 5–7 %, y compris des cargaisons transitant par la route polaire vers l’Asie. La démonstration à Ust-Luga montre clairement que ces artères économiques sont vulnérables et à portée des nouvelles capacités militaires ukrainiennes.


4. Innovation militaire ukrainienne

Face à l’interdiction persistante de Washington d’utiliser les roquettes de longue portée fournies par les États-Unis ou de recourir directement au soutien technologique et au renseignement américains pour frapper en Russie, Kiev a décidé d’avancer avec ses propres moyens. De cette vision est née un réseau d’ingénieurs, d’universités et de startups capables de bâtir à partir de zéro une industrie nationale de drones et de missiles. Le 18 août 2025, la firme Fire Point a présenté le missile de croisière « Flamingo » (FP-5), avec une portée de 3 000 km, une vitesse maximale de 950 km/h et une ogive de 1 150 kg. Sa production en série a déjà commencé et pourrait atteindre plus de deux cents unités mensuelles d’ici la fin de l’année. Face à cette réalité, les systèmes de défense aérienne russes S-300 et S-400, conçus pour intercepter des avions et des missiles de grande taille, se révèlent peu efficaces contre des essaims de drones et de missiles subsoniques lourds comme le Flamingo. Moscou ne peut pas protéger simultanément ses ports et son infrastructure énergétique. La combinaison d’innovation locale, de production de masse et de nouveaux missiles redessine l’équilibre régional des forces.


5. L’erreur de calcul de Poutine

Dès le début de l’invasion, Poutine a misé sur la logique classique de la stratégie militaire russe : le volume de ressources et le sacrifice illimité décideraient de la victoire. Avec cette vision, il a lancé la seconde invasion en février 2022, convaincu que ses troupes atteindraient Kiev en quelques jours. Ce fut une démonstration d’arrogance stratégique et d’absence de vision : il pensait que la résistance ukrainienne s’effondrerait et que l’Occident n’oserait pas réagir. Pourtant, il a reçu ce que Mike Tyson a résumé avec brutalité : « Everyone has a plan until they get punched in the mouth » (« Tout le monde a un plan jusqu’à ce qu’il reçoive un coup de poing dans la bouche »). Ce premier coup fut la défense inattendue de l’Ukraine qui a empêché la chute rapide de Kiev et a contraint la Russie à une guerre d’usure prolongée.

Ensuite, la prudence prolongée de l’Occident sembla lui donner l’espace pour s’imposer sur un champ de bataille où l’Ukraine avait « un bras attaché dans le dos » à cause des restrictions externes. Mais aujourd’hui, la situation a changé. Kiev, les deux bras libres, dispose de la capacité de frapper le point le plus sensible du pouvoir russe : ses ports et son économie. Si Poutine reçoit un autre coup, cette fois sous forme d’attaques systématiques contre ses artères énergétiques, il se peut que ce ne soit pas lui qui négocie la fin de la guerre, mais ceux qui le remplaceront à Moscou, forcés par la réalité d’une défaite stratégique inévitable.


Putin dimenticò Tyson: « Tutti hanno un piano finché non ricevono un pugno in bocca »

Di Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

L’Ucraina colpisce il tallone d’Achille della Russia e cambia l’equilibrio della guerra


1. Strategia ucraina e attacco a Ust-Luga

La capacità attuale dell’Ucraina di mettere in ginocchio la Russia non è frutto del caso, ma di una visione strategica forgiata fin dai primi mesi dell’invasione. Kiev capì che lo scenario peggiore sarebbe stato un avanzamento lento ma devastante delle truppe russe sul suo territorio, combinato con l’indecisione dell’Occidente nel rispondere direttamente a Mosca. Di fronte a questa prospettiva, gli ucraini conclusero che, per sopravvivere, prima o poi avrebbero dovuto colpire all’interno della Russia stessa. Questa stessa idea è stata recentemente espressa da Donald Trump, che ha avvertito chiaramente: « L’Ucraina non potrà mai vincere se non attacca la Russia. » Oggi quella logica si conferma: il 24 agosto, un attacco ucraino al porto di Ust-Luga ha interrotto immediatamente il 17% delle esportazioni totali di petrolio russo, dimostrando che il pilastro economico del Cremlino non è intoccabile. Con questa capacità, Zelensky può trascinare Putin al tavolo delle trattative e, quando quel momento arriverà, sarà il presidente ucraino —e non il dittatore russo— a dettare le condizioni di un cessate il fuoco, del ritiro delle truppe d’invasione e del pagamento delle riparazioni per le devastazioni causate.


2. Il tallone d’Achille: i porti russi

Il vero tallone d’Achille della Russia non si trova nelle trincee, ma nei suoi porti. La maggior parte delle esportazioni di greggio e di prodotti raffinati è concentrata a Primorsk, Novorossiysk, Murmansk, Kozmino e l’Ust-Luga già colpito —nodi logistici che sostengono l’economia russa. Oggi Kiev dispone della capacità militare —con droni a lungo raggio e missili adattati— per colpirli in modo graduale, interrompendo i flussi commerciali e mostrando che Mosca non può proteggere tutti i suoi fronti contemporaneamente. La vulnerabilità non è ipotetica: se l’Ucraina ha incendiato Ust-Luga, può fare lo stesso anche con gli altri, e ogni interruzione significa meno valuta estera per finanziare la macchina bellica di Putin.


3. Il peso di ciascun terminale

Il cuore delle esportazioni russe di greggio pulsa in cinque porti che insieme gestiscono più dell’80% del petrolio che Mosca esporta all’estero. Primorsk, nel Mar Baltico, rappresenta circa il 30%, diretto all’Europa settentrionale e ai centri di redistribuzione. Ust-Luga contribuisce con circa il 15%, orientato ai prodotti raffinati come nafta e carburante per aerei. Nel Mar Nero, Novorossiysk concentra circa il 25%, vitale per rifornire il Mediterraneo, l’Africa e il Medio Oriente. Verso il Pacifico, Kozmino canalizza circa il 10%, soprattutto verso la Cina e altri acquirenti asiatici. Infine, Murmansk, nell’Artico, gestisce tra il 5–7%, comprese le spedizioni che transitano attraverso la rotta polare verso l’Asia. La dimostrazione a Ust-Luga chiarisce che queste arterie economiche sono vulnerabili e raggiungibili dalle nuove capacità militari ucraine.


4. Innovazione militare ucraina

Di fronte al divieto continuo di Washington di utilizzare missili a lungo raggio forniti dagli Stati Uniti o di impiegare direttamente il sostegno tecnologico e d’intelligence americano per colpire all’interno della Russia, Kiev ha deciso di andare avanti con i propri mezzi. Da questa visione è nata una rete di ingegneri, università e startup capaci di costruire da zero un’industria nazionale di droni e missili. Il 18 agosto 2025, l’azienda Fire Point ha presentato il missile da crociera « Flamingo » (FP-5), con una gittata di 3.000 km, una velocità massima di 950 km/h e una testata di 1.150 kg. La produzione in serie è già iniziata e potrebbe raggiungere più di duecento unità al mese entro la fine dell’anno. Di fronte a questa realtà, i sistemi di difesa aerea russi S-300 e S-400, progettati per intercettare aerei e missili di grandi dimensioni, risultano poco efficaci contro sciami di droni e missili subsonici pesanti come il Flamingo. Mosca non può blindare contemporaneamente i suoi porti e la sua infrastruttura energetica. La combinazione di innovazione locale, produzione di massa e nuovi missili ridisegna l’equilibrio di potere regionale.


5. L’errore di calcolo di Putin

Fin dall’inizio dell’invasione, Putin si è affidato alla logica classica della strategia militare russa: il volume di risorse e il sacrificio illimitato avrebbero deciso la vittoria. Con questa visione lanciò la seconda invasione nel febbraio 2022, convinto che le sue truppe sarebbero arrivate a Kiev in pochi giorni. Fu una dimostrazione di arroganza strategica e di mancanza di visione: credeva che la resistenza ucraina sarebbe crollata e che l’Occidente non avrebbe osato reagire. Tuttavia, ciò che ottenne fu ciò che Mike Tyson riassunse brutalmente: « Everyone has a plan until they get punched in the mouth » (« Tutti hanno un piano finché non ricevono un pugno in bocca »). Quel primo colpo fu la difesa inaspettata dell’Ucraina, che impedì la rapida caduta di Kiev e costrinse la Russia a una guerra di logoramento prolungata.

In seguito, la prolungata cautela dell’Occidente sembrò dargli spazio per imporsi su un campo di battaglia in cui l’Ucraina aveva « un braccio legato dietro la schiena » a causa delle restrizioni esterne. Ma oggi la situazione è cambiata. Kiev, con entrambe le braccia libere, dispone della capacità di colpire il punto più sensibile del potere russo: i suoi porti e la sua economia. Se Putin riceve un altro colpo, questa volta sotto forma di attacchi sistematici alle sue arterie energetiche, è possibile che non sia lui a negoziare la fine della guerra, ma coloro che lo sostituiranno a Mosca, costretti dalla realtà di una sconfitta strategica inevitabile.

Leer más

CUBA, DESPUÉS DE TANTO NADAR

 Por Huber Matos, San José, Costa Rica

Crónica inspirada en el artículo de Leonardo Padura (publicado en CaféFuerte: https://www.cafefuerte.com/culturales/cuba-despues-de-tanto-nadar/

El Malecón de La Habana sigue ahí, como testigo callado de generaciones que soñaron con alcanzar la orilla y descubrieron, demasiado tarde, que era arena movediza. Leonardo Padura, en su novela Morir en la arena, convierte esa metáfora en el espejo de una vida entera: tanto esfuerzo, tanta resistencia, para terminar atrapados en la pobreza, la soledad y el desengaño.

La suya es la voz de una generación que estudió, trabajó, marchó a guerras lejanas, creyó en promesas de futuro y, al llegar a la vejez, recibe una pensión de 2 000 pesos que no paga ni un cartón de huevos. Hijos emigrados, viviendas en ruinas, calles vacías de esperanzas. Ese es el paisaje de quienes hoy miran atrás y sienten que la historia los devoró.

La novela cuenta la tragedia de una familia atravesada por un parricidio, pero su trasfondo es mucho más amplio: es la búsqueda de redención en medio de un naufragio colectivo. En algunos personajes aparece, tenue, la posibilidad del perdón como último refugio, como si todavía quedara una tabla de salvación para no hundirse del todo.

Padura no escribe solo sobre individuos, sino sobre un país que se desmorona. Recuerda la marca de intolerancia de los años setenta, el miedo que quedó incrustado en la literatura y en la vida. Miedo del escritor a escribir, miedo del ciudadano a disentir, miedo del joven enviado a una guerra que nunca fue suya.

Angola regresa como herida latente. Rodolfo, protagonista de la novela, volvió marcado psicológicamente de esa contienda. Como tantos cubanos, cargó con traumas invisibles que se sumaron a la precariedad cotidiana. El propio autor confiesa haber traído de allí un zumbido permanente en el oído y una conciencia más aguda de la fragilidad de la vida. Sus libros repiten esa memoria: muertos en Angola, parejas rotas, amistades que nunca regresaron. Todo un catálogo de cicatrices que aún pesan sobre los que fueron jóvenes en los años ochenta.

En Morir en la arena, el destino de los personajes es también el destino de Cuba: una generación que nadó hasta el límite de sus fuerzas y, cuando creyó haber alcanzado tierra firme, descubrió que no había suelo, sino arenas que se los tragaban.

Padura asume esta novela como deber civil: contar, preservar, dar voz a quienes no la tuvieron, rescatar la memoria de una época vital que prometió horizontes y entregó decepciones. Es su forma de recordar a los que, después de tanto nadar, murieron en la orilla de una ciénaga.

🇬🇧 Inglés: CUBA, AFTER SO MUCH SWIMMING

By Huber Matos, San José, Costa Rica

Chronicle inspired by the article of Leonardo Padura (published in CaféFuerte: https://www.cafefuerte.com/culturales/cuba-despues-de-tanto-nadar/

The Malecón of Havana still stands, a silent witness to generations who dreamed of reaching the shore and discovered, too late, that it was quicksand. Leonardo Padura, in his novel Morir en la arena (To Die in the Sand), turns that metaphor into the mirror of an entire life: so much effort, so much resistance, only to end up trapped in poverty, loneliness, and disillusion.

His is the voice of a generation that studied, worked, marched off to distant wars, believed in promises of the future and, upon reaching old age, receives a pension of 2,000 pesos that cannot even buy a carton of eggs. Children emigrated, houses in ruins, streets emptied of hope. That is the landscape of those who now look back and feel that history has devoured them.

The novel recounts the tragedy of a family scarred by a parricide, but its background is much broader: it is the search for redemption in the midst of a collective shipwreck. In some characters, faintly, appears the possibility of forgiveness as a last refuge, as if there were still a plank of salvation to keep from drowning completely.

Padura writes not only about individuals, but about a country in collapse. He recalls the brand of intolerance of the 1970s, the fear that became embedded in literature and in daily life. The writer’s fear of writing, the citizen’s fear of dissenting, the young man’s fear of being sent to fight in a war that was never his.

Angola returns as a latent wound. Rodolfo, the protagonist of the novel, came back psychologically scarred from that conflict. Like so many Cubans, he carried invisible traumas that added to the hardships of everyday life. The author himself confesses that he brought back from there a constant ringing in the ear and a sharper awareness of life’s fragility. His books repeat that memory: deaths in Angola, broken couples, friendships that never returned. A whole catalogue of scars still weighing on those who were young in the 1980s.

In Morir en la arena, the destiny of the characters is also the destiny of Cuba: a generation that swam to the limit of their strength and, when they thought they had reached solid ground, discovered there was none, only sands that swallowed them.

Padura assumes this novel as a civic duty: to tell, to preserve, to give voice to those who never had one, to rescue the memory of a vital era that promised horizons and delivered disappointments. It is his way of remembering those who, after so much swimming, died on the edge of a swamp.


🇫🇷 Francés: CUBA, APRÈS TANT DE NAGE

Par Huber Matos, San José, Costa Rica

 Chronique inspirée de l’article de Leonardo Padura (publié dans CaféFuerte : https://www.cafefuerte.com/culturales/cuba-despues-de-tanto-nadar/

Le Malecón de La Havane est toujours là, témoin silencieux de générations qui rêvaient d’atteindre la rive et découvrirent, trop tard, que ce n’était que sable mouvant. Leonardo Padura, dans son roman Morir en la arena, transforme cette métaphore en miroir d’une vie entière : tant d’efforts, tant de résistance, pour finir piégés dans la pauvreté, la solitude et la désillusion.

C’est la voix d’une génération qui a étudié, travaillé, combattu dans des guerres lointaines, cru aux promesses d’avenir et, arrivée à la vieillesse, reçoit une pension de 2 000 pesos qui ne permet même pas d’acheter une boîte d’œufs. Enfants émigrés, logements en ruine, rues désertées par l’espérance. Tel est le paysage de ceux qui regardent aujourd’hui en arrière et sentent que l’histoire les a dévorés.

Le roman raconte la tragédie d’une famille marquée par un parricide, mais son arrière-plan est beaucoup plus large : c’est la recherche d’une rédemption au milieu d’un naufrage collectif. Chez certains personnages apparaît, timide, la possibilité du pardon comme dernier refuge, comme s’il restait encore une planche de salut pour ne pas sombrer tout à fait.

Padura n’écrit pas seulement sur des individus, mais sur un pays en train de s’effondrer. Il rappelle l’empreinte d’intolérance des années soixante-dix, la peur qui s’est incrustée dans la littérature et dans la vie. La peur de l’écrivain d’écrire, la peur du citoyen de contester, la peur du jeune envoyé à une guerre qui n’a jamais été la sienne.

L’Angola revient comme une blessure latente. Rodolfo, protagoniste du roman, revint psychologiquement marqué par ce conflit. Comme tant de Cubains, il porta des traumatismes invisibles qui s’ajoutaient à la précarité quotidienne. L’auteur lui-même avoue avoir rapporté de là-bas un bourdonnement permanent dans l’oreille et une conscience plus aiguë de la fragilité de la vie. Ses livres répètent cette mémoire : morts en Angola, couples brisés, amitiés jamais revenues. Tout un catalogue de cicatrices qui pèsent encore sur ceux qui furent jeunes dans les années quatre-vingt.

Dans Morir en la arena, le destin des personnages est aussi celui de Cuba : une génération qui a nagé jusqu’au bout de ses forces et, croyant avoir atteint la terre ferme, découvrit qu’il n’y avait pas de sol, mais des sables qui les engloutissaient.

Padura assume ce roman comme un devoir civique : raconter, préserver, donner une voix à ceux qui n’en ont jamais eu, sauver la mémoire d’une époque vitale qui avait promis des horizons et livré des déceptions. C’est sa façon de se souvenir de ceux qui, après tant de nage, sont morts au bord d’un marécage.


🇮🇹 Italiano: CUBA, DOPO TANTO NUOTARE

Di Huber Matos, San José, Costa Rica

Cronaca ispirata all’articolo di Leonardo Padura (pubblicato su CaféFuerte: https://www.cafefuerte.com/culturales/cuba-despues-de-tanto-nadar/

Il Malecón dell’Avana è ancora lì, testimone silenzioso di generazioni che sognarono di raggiungere la riva e scoprirono, troppo tardi, che era sabbia mobile. Leonardo Padura, nel suo romanzo Morir en la arena, trasforma quella metafora nello specchio di un’intera vita: tanti sforzi, tanta resistenza, per finire intrappolati nella povertà, nella solitudine e nella disillusione.

È la voce di una generazione che ha studiato, lavorato, marciato in guerre lontane, creduto in promesse di futuro e, giunta alla vecchiaia, riceve una pensione di 2.000 pesos che non basta nemmeno per un cartone di uova. Figli emigrati, abitazioni in rovina, strade vuote di speranza. Questo è il paesaggio di chi oggi guarda indietro e sente che la storia li ha divorati.

Il romanzo racconta la tragedia di una famiglia segnata da un parricidio, ma il suo sfondo è molto più ampio: è la ricerca di redenzione in mezzo a un naufragio collettivo. In alcuni personaggi appare, tenue, la possibilità del perdono come ultimo rifugio, come se ci fosse ancora una tavola di salvezza per non affondare del tutto.

Padura non scrive soltanto di individui, ma di un paese che si sta sgretolando. Ricorda il marchio dell’intolleranza degli anni settanta, la paura che si è incisa nella letteratura e nella vita. La paura dello scrittore di scrivere, la paura del cittadino di dissentire, la paura del giovane mandato a combattere in una guerra che non è mai stata sua.

L’Angola ritorna come ferita latente. Rodolfo, protagonista del romanzo, tornò psicologicamente segnato da quel conflitto. Come tanti cubani, portò con sé traumi invisibili che si aggiunsero alla precarietà quotidiana. Lo stesso autore confessa di aver riportato da lì un ronzio permanente nell’orecchio e una coscienza più acuta della fragilità della vita. I suoi libri ripetono quella memoria: morti in Angola, coppie spezzate, amicizie mai ritornate. Un intero catalogo di cicatrici che ancora gravano su chi fu giovane negli anni ottanta.

In Morir en la arena, il destino dei personaggi è anche il destino di Cuba: una generazione che ha nuotato fino al limite delle forze e, quando credette di aver raggiunto la terraferma, scoprì che non c’era suolo, ma sabbie che li inghiottivano.

Padura assume questo romanzo come dovere civile: raccontare, preservare, dare voce a chi non l’ha mai avuta, salvare la memoria di un’epoca vitale che aveva promesso orizzonti e consegnato delusioni. È il suo modo di ricordare coloro che, dopo tanto nuotare, sono morti sulla riva di una palude.

Leer más

EN DEFENSA DE DONALD TRUMP



Por Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

La reciente reunión en Alaska entre Donald Trump y Vladímir Putin ha dejado una paradoja inquietante. Mientras el presidente estadounidense buscaba abrir una puerta al alto al fuego, Putin respondió con desprecio: no se comprometió a detener la guerra y, de inmediato, ordenó intensificar los bombardeos diarios sobre Ucrania. Es un gesto que desvela la obsesión y los temores del dictador ruso, dispuesto a mostrarse implacable incluso frente a un adversario con el poder económico y militar de Estados Unidos y de una Europa unida. Resulta casi absurdo que un dictador al frente de un país con un PIB de apenas 1,4 billones de dólares —una economía 32 veces más pequeña que la suma de Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido— se atreva a desafiar y ofender públicamente a Trump.

Karl Rove* lo resumió con claridad: quien arriesga su prestigio histórico en esta apuesta no es Putin, sino Trump. El presidente norteamericano ha puesto su reputación de negociador en la balanza. Si logra forzar a Rusia a un acuerdo justo, podrá presentarse como artífice de la paz. Pero si fracasa, quedará expuesto al mismo desgaste que en su día arruinó a Joe Biden tras la retirada de Afganistán. Trump no puede escapar del protagonismo que se asignó: su promesa de resolver el conflicto “en 24 horas” lo obliga ahora a un terreno minado donde cada día cuenta.

Un hecho resulta ineludible: cualquier acuerdo que implique la entrega de territorios ucranianos quedará como un estigma en la trayectoria de Trump. Ningún éxito diplomático compensará haber legitimado la conquista por la fuerza, y esa concesión sería recordada como un error histórico. Como advirtió Winston Churchill frente al apaciguamiento nazi: “Entre la guerra y la deshonra habéis elegido la deshonra, y tendréis también la guerra.”

Además, la propia tradición constitucional de Estados Unidos refuerza esta advertencia. El Preámbulo de la Constitución establece como primer objetivo de la república “establecer la justicia”. Ese principio fundacional significa que la legitimidad del poder político se mide por su fidelidad al derecho, no por la fuerza. Ceder territorios a un invasor iría en contra de esa base moral que da sentido al liderazgo norteamericano en el mundo.

Trump se ha colocado en el lugar más arriesgado: el de un mandatario que debe demostrar que puede doblar la voluntad de un dictador acostumbrado a la brutalidad y la mentira. Putin necesita trofeos territoriales para sostenerse en el poder; Trump, en cambio, necesita resultados verificables para sostener su liderazgo. La historia juzgará a ambos, pero será Trump quien cargue con el veredicto más severo si Putin convierte su desafío en humillación. Y como escribió José Martí: “El derecho, cuando lo defiende un pueblo, vale más que la fuerza de un mundo.”

Karl Rove fue Asesor Principal del Presidente George W. Bush de 2000 a 2007 y Jefe Adjunto de Gabinete de 2004 a 2007. En la Casa Blanca supervisó las Oficinas de Iniciativas Estratégicas, Asuntos Políticos, Enlace Público y Asuntos Intergubernamentales, y como Jefe Adjunto de Gabinete para Políticas coordinó el proceso de elaboración de políticas de la Casa Blanca.


🇬🇧 English

IN DEFENSE OF DONALD TRUMP
By Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

The recent meeting in Alaska between Donald Trump and Vladimir Putin left behind a troubling paradox. While the U.S. president sought to open a door to a ceasefire, Putin responded with disdain: he refused to commit to halting the war and immediately ordered the intensification of daily bombings on Ukraine. This gesture reveals the obsession and fears of the Russian dictator, eager to appear ruthless even in the face of an adversary backed by the economic and military power of the United States and a united Europe. It borders on absurdity that a dictator leading a country with a GDP of barely $1.4 trillion —an economy 32 times smaller than the combined GDP of the United States, the European Union, and the United Kingdom— dares to openly challenge and offend Trump.

Karl Rove* summarized it clearly: the one risking his historic prestige in this gamble is not Putin, but Trump. The American president has placed his reputation as a negotiator on the line. If he succeeds in forcing Russia into a fair agreement, he will be able to present himself as the architect of peace. But if he fails, he will be exposed to the same wear and tear that once ruined Joe Biden after the withdrawal from Afghanistan. Trump cannot escape the role he assigned himself: his promise to solve the conflict “within 24 hours” now forces him into a minefield where every day counts.

One fact is inescapable: any agreement that implies the surrender of Ukrainian territories will remain a stain on Trump’s legacy. No diplomatic success will compensate for legitimizing conquest by force, and such a concession would be remembered as a historic mistake. As Winston Churchill warned in the face of Nazi appeasement: “You were given the choice between war and dishonor. You chose dishonor, and you will have war.”

Moreover, the very constitutional tradition of the United States reinforces this warning. The Preamble to the Constitution sets as the Republic’s first objective “to establish justice.” That founding principle means that the legitimacy of political power is measured by its fidelity to law, not by brute force. Surrendering territory to an invader would contradict that moral foundation that gives meaning to America’s leadership in the world.

Trump has placed himself in the most dangerous position: that of a leader who must prove he can bend the will of a dictator accustomed to brutality and lies. Putin needs territorial trophies to hold on to power; Trump, on the other hand, needs verifiable results to sustain his leadership. History will judge them both, but it will be Trump who bears the harshest verdict if Putin turns his challenge into humiliation. And as José Martí wrote: “Right, when defended by a people, is worth more than the force of a world.”

Karl Rove was Senior Advisor to President George W. Bush from 2000 to 2007 and Deputy Chief of Staff from 2004 to 2007. At the White House, he oversaw the Offices of Strategic Initiatives, Political Affairs, Public Liaison, and Intergovernmental Affairs, and as Deputy Chief of Staff for Policy, he coordinated the White House policy-making process.


🇫🇷 Français

EN DÉFENSE DE DONALD TRUMP
Par Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

La récente rencontre en Alaska entre Donald Trump et Vladimir Poutine a laissé une paradoxale inquiétude. Alors que le président américain cherchait à ouvrir la porte à un cessez-le-feu, Poutine a répondu avec mépris : il n’a pas accepté d’arrêter la guerre et a immédiatement ordonné l’intensification des bombardements quotidiens sur l’Ukraine. Ce geste révèle l’obsession et les craintes du dictateur russe, décidé à se montrer impitoyable même face à un adversaire disposant de la puissance économique et militaire des États-Unis et d’une Europe unie. Il paraît presque absurde qu’un dictateur à la tête d’un pays avec un PIB de seulement 1,4 billion de dollars —une économie 32 fois plus petite que celle des États-Unis, de l’Union européenne et du Royaume-Uni réunis— ose défier et offenser publiquement Trump.

Karl Rove* l’a résumé clairement : celui qui risque son prestige historique dans ce pari n’est pas Poutine, mais Trump. Le président américain a mis en jeu sa réputation de négociateur. S’il parvient à contraindre la Russie à un accord équitable, il pourra se présenter comme l’artisan de la paix. Mais s’il échoue, il sera exposé à la même usure qui ruina jadis Joe Biden après le retrait d’Afghanistan. Trump ne peut échapper au rôle qu’il s’est lui-même attribué : sa promesse de résoudre le conflit “en 24 heures” l’oblige désormais à évoluer sur un terrain miné où chaque jour compte.

Un fait est incontournable : tout accord impliquant la cession de territoires ukrainiens restera comme une tache dans la trajectoire de Trump. Aucun succès diplomatique ne compensera la légitimation d’une conquête par la force, et cette concession serait retenue comme une erreur historique. Comme l’avait averti Winston Churchill face à l’apaisement nazi : “Vous aviez le choix entre la guerre et le déshonneur. Vous avez choisi le déshonneur, et vous aurez la guerre.”

De plus, la tradition constitutionnelle des États-Unis renforce cet avertissement. Le Préambule de la Constitution établit comme premier objectif de la République “d’établir la justice”. Ce principe fondateur signifie que la légitimité du pouvoir politique se mesure à sa fidélité au droit, et non à la force. Céder des territoires à un envahisseur irait à l’encontre de cette base morale qui donne sens au leadership américain dans le monde.

Trump s’est placé dans la position la plus risquée : celle d’un dirigeant qui doit prouver qu’il peut plier la volonté d’un dictateur habitué à la brutalité et au mensonge. Poutine a besoin de trophées territoriaux pour se maintenir au pouvoir ; Trump, au contraire, a besoin de résultats vérifiables pour consolider son leadership. L’histoire jugera les deux, mais c’est Trump qui portera le verdict le plus sévère si Poutine transforme son défi en humiliation. Et comme l’écrivit José Martí : “Le droit, lorsqu’il est défendu par un peuple, vaut plus que la force d’un monde.”

Karl Rove fut Conseiller principal du président George W. Bush de 2000 à 2007 et Chef adjoint de cabinet de 2004 à 2007. À la Maison-Blanche, il supervisa les Bureaux des Initiatives stratégiques, des Affaires politiques, des Relations publiques et des Affaires intergouvernementales, et en tant que Chef adjoint de cabinet pour les politiques, il coordonna le processus d’élaboration des politiques de la Maison-Blanche.


🇮🇹 Italiano

IN DIFESA DI DONALD TRUMP
Di Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

Il recente incontro in Alaska tra Donald Trump e Vladimir Putin ha lasciato una inquietante paradossalità. Mentre il presidente americano cercava di aprire una porta al cessate il fuoco, Putin ha risposto con disprezzo: non si è impegnato a fermare la guerra e ha subito ordinato l’intensificazione dei bombardamenti quotidiani sull’Ucraina. Questo gesto rivela l’ossessione e i timori del dittatore russo, deciso a mostrarsi implacabile anche di fronte a un avversario con la potenza economica e militare degli Stati Uniti e di un’Europa unita. Appare quasi assurdo che un dittatore alla guida di un Paese con un PIL di appena 1,4 trilioni di dollari —un’economia 32 volte più piccola della somma di Stati Uniti, Unione Europea e Regno Unito— osi sfidare e offendere pubblicamente Trump.

Karl Rove* lo ha riassunto con chiarezza: colui che rischia il proprio prestigio storico in questa scommessa non è Putin, ma Trump. Il presidente americano ha messo in gioco la sua reputazione di negoziatore. Se riuscirà a costringere la Russia a un accordo equo, potrà presentarsi come l’artefice della pace. Ma se fallirà, sarà esposto allo stesso logoramento che un tempo rovinò Joe Biden dopo il ritiro dall’Afghanistan. Trump non può sfuggire al ruolo che si è assegnato: la sua promessa di risolvere il conflitto “in 24 ore” lo costringe ora a un terreno minato in cui ogni giorno conta.

Un fatto è ineludibile: qualsiasi accordo che implichi la cessione di territori ucraini rimarrà come una macchia nella traiettoria di Trump. Nessun successo diplomatico compenserà l’aver legittimato la conquista con la forza, e quella concessione sarebbe ricordata come un errore storico. Come ammonì Winston Churchill di fronte all’appeasement nazista: “Vi è stata data la scelta tra la guerra e il disonore. Avete scelto il disonore, e avrete anche la guerra.”

Inoltre, la stessa tradizione costituzionale degli Stati Uniti rafforza questo monito. Il Preambolo della Costituzione stabilisce come primo obiettivo della Repubblica “stabilire la giustizia”. Questo principio fondante significa che la legittimità del potere politico si misura con la fedeltà al diritto, non con la forza. Cedere territori a un invasore andrebbe contro quella base morale che dà senso alla leadership americana nel mondo.

Trump si è collocato nella posizione più rischiosa: quella di un leader che deve dimostrare di poter piegare la volontà di un dittatore abituato alla brutalità e alla menzogna. Putin ha bisogno di trofei territoriali per mantenersi al potere; Trump, invece, ha bisogno di risultati verificabili per sostenere la sua leadership. La storia giudicherà entrambi, ma sarà Trump a portare il verdetto più severo se Putin trasforma la sua sfida in umiliazione. E come scrisse José Martí: “Il diritto, quando lo difende un popolo, vale più della forza di un mondo.”

Karl Rove è stato Consigliere senior del presidente George W. Bush dal 2000 al 2007 e Vice Capo di Gabinetto dal 2004 al 2007. Alla Casa Bianca ha supervisionato gli Uffici per le Iniziative Strategiche, gli Affari Politici, i Rapporti Pubblici e gli Affari Intergovernativi, e come Vice Capo di Gabinetto per le Politiche ha coordinato il processo di elaborazione delle politiche della Casa Bianca.

Leer más

PUTIN INVADIÓ UCRANIA PARA SALVARSE DE RUSIA

 



 Por Huber Matos Araluce, San Jose, Costa Rica

Cuando Putin ordenó invadir Ucrania en febrero de 2022, el Kremlin presentó un abanico de justificaciones: la expansión de la OTAN, la supuesta “unidad histórica” entre rusos y ucranianos, que Ucrania nunca ha sido una nación y que estaba controlada por fascistas. Putin mismo declaró en febrero de 2022 que el objetivo de la “operación militar especial” era la “desnazificación” de Ucrania. Todas esas explicaciones sirvieron como propaganda, pero no resisten un análisis profundo. La verdadera razón estuvo dentro de Rusia: los problemas económicos y políticos que amenazaban la supervivencia del régimen de Putin.

La economía en crisis

Rusia entró en un estancamiento sostenido después de 2014, cuando la anexión de Crimea provocó sanciones internacionales y coincidió con la caída del precio del petróleo. La dependencia de los hidrocarburos como principal fuente de ingresos reveló la fragilidad de un sistema incapaz de diversificar su economía.

El ciudadano ruso común vio cómo su poder adquisitivo se reducía, la inflación golpeaba con fuerza y los servicios públicos seguían deteriorándose. A la par, la corrupción endémica beneficiaba a los oligarcas cercanos al Kremlin, generando una creciente sensación de injusticia social. La promesa putinista de estabilidad y prosperidad, que había sostenido al régimen en los primeros años, se desmoronaba poco a poco.

La política en llamas

En el terreno político, Putin enfrentaba un desgaste acumulado tras más de dos décadas en el poder. Las protestas masivas de 2011–2012 contra el fraude electoral marcaron un primer desafío serio a su autoridad. Luego, el caso Alexéi Navalny dio un nuevo rostro a la oposición: denuncias de corrupción, investigaciones virales en YouTube y capacidad de movilizar a miles de personas en todo el país.

El envenenamiento de Navalny en 2020 y su encarcelamiento posterior, seguido de su muerte en prisión en 2024, no fueron solo crímenes de Estado; fueron un símbolo de la debilidad del régimen, que se vio obligado a eliminar a su opositor más carismático. Cada protesta, cada marcha reprimida, mostraba que bajo la superficie del control autoritario existía un descontento real, difícil de erradicar.

La guerra como válvula de escape

En ese contexto, la guerra contra Ucrania fue un acto de supervivencia política. Putin necesitaba desviar la atención de los fracasos internos y presentarse como un líder fuerte, capaz de restaurar el “orgullo nacional” a través de una guerra imperial. La represión de la oposición se facilitó con leyes de emergencia y censura, justificadas en nombre de la “defensa de Rusia”.

Los falsos argumentos

  • OTAN como amenaza: nunca hubo planes de agresión contra Rusia; fueron los países vecinos quienes buscaron protección tras décadas de agresión rusa.

  • Democracia ucraniana como “peligro.” En tiempos de Internet, el ejemplo democrático ya existía en Polonia, los bálticos o Finlandia. Ucrania no era decisiva en ese sentido.

  • “Un solo pueblo”: una narrativa histórica inventada para negar la identidad ucraniana, que siempre existió a pesar de la represión zarista y soviética.

  • Los recursos de Ucrania: son valiosos (trigo, acero, litio), pero Rusia ya es un país rico en petróleo, gas y minerales; el costo de la guerra supera cualquier beneficio económico.

Conclusión

Putin no invadió Ucrania para defenderse de Occidente ni para recuperar un supuesto pasado glorioso. Lo hizo porque su mayor enemigo estaba en casa: una economía en declive, una población cansada de promesas incumplidas, una oposición que lo desnudaba como corrupto, y la sombra de Navalny convertido en mártir.

La paradoja es que la guerra, concebida para prolongar el poder de Putin, puede convertirse en el detonante de su caída. En su intento de salvarse de Rusia, arrastró al país a un conflicto que profundiza exactamente aquello que trataba de evitar: la ruina económica, la división política y el descrédito histórico.


🇬🇧 English

PUTIN INVADED UKRAINE TO SAVE HIMSELF FROM RUSSIA

When Putin ordered the invasion of Ukraine in February 2022, the Kremlin offered a range of justifications: NATO’s expansion, the supposed “historical unity” between Russians and Ukrainians, the claim that Ukraine has never been a nation, and the assertion that it was controlled by fascists. Putin himself declared in February 2022 that the objective of the “special military operation” was the “denazification” of Ukraine. All of these explanations served as propaganda but collapse under serious scrutiny. The real reason lay inside Russia: the economic and political problems that threatened the survival of Putin’s regime.

An economy in decline

After the annexation of Crimea in 2014, Russia entered a period of sustained stagnation. International sanctions combined with falling oil prices exposed the fragility of a system entirely dependent on hydrocarbons.

Ordinary Russians saw their purchasing power shrink, inflation hit hard, and public services continue to deteriorate. Meanwhile, endemic corruption enriched the oligarchs close to the Kremlin, deepening the sense of social injustice. The promise of prosperity and stability that had once legitimized Putin’s rule was vanishing.

A political crisis

Politically, Putin faced accumulated wear after more than two decades in power. The mass protests of 2011–2012 against electoral fraud were the first serious challenge to his authority. Later, Alexei Navalny became the face of the opposition: exposing corruption, publishing viral investigations, and mobilizing thousands across the country.

Navalny’s poisoning in 2020, his imprisonment, and eventual death in 2024 were not only crimes of state; they symbolized the regime’s weakness, forced to eliminate its most charismatic critic. Every protest, every repressed march, revealed that beneath authoritarian control there was genuine dissent.

War as an escape valve

In this context, the war against Ukraine was a survival act. Putin needed to distract the population from domestic failures and reinvent himself as a strong leader, restoring “national pride” through imperial conquest. Repression became easier under emergency laws, justified in the name of “defending Russia.”

The false arguments

  • NATO as a threat: NATO never planned aggression against Russia; it was neighboring states that sought protection after decades of Russian expansionism.

  • Ukrainian democracy as a danger: the influence of the West was already present through the Internet and open borders with Europe.

  • “One people” myth: a fabricated narrative to deny Ukrainian identity, which has persisted despite czarist and Soviet repression.

  • Ukraine’s resources: valuable, yes, but Russia already has oil, gas, and minerals in abundance. The war’s cost dwarfs any possible gain.

Conclusion

Putin did not invade Ukraine to defend Russia from the West or to recover a glorious past. He did it because his greatest enemy was at home: a declining economy, a weary population, an opposition that exposed him as corrupt, and the martyrdom of Navalny.

The paradox is that the war, meant to prolong Putin’s rule, may well end up accelerating its collapse. In trying to save himself from Russia, he dragged his country into a conflict that deepens the very crisis he sought to escape.


🇫🇷 Français

POUTINE A INVAHI L’UKRAINE POUR SE SAUVER DE LA RUSSIE

Lorsque Poutine a ordonné l’invasion de l’Ukraine en février 2022, le Kremlin a avancé plusieurs justifications : l’expansion de l’OTAN, la prétendue « unité historique » entre Russes et Ukrainiens, l’affirmation que l’Ukraine n’a jamais été une nation et qu’elle était contrôlée par des fascistes. Poutine lui-même a déclaré en février 2022 que l’objectif de « l’opération militaire spéciale » était la « dénazification » de l’Ukraine. Toutes ces explications ont servi de propagande, mais elles ne résistent pas à une analyse sérieuse. La véritable raison se trouvait à l’intérieur de la Russie : les problèmes économiques et politiques qui menaçaient la survie du régime de Poutine.

Une économie en crise

Après l’annexion de la Crimée en 2014, la Russie est entrée dans une période de stagnation prolongée. Les sanctions internationales, combinées à la chute du prix du pétrole, ont révélé la fragilité d’un système totalement dépendant des hydrocarbures.

Les Russes ordinaires ont vu leur pouvoir d’achat diminuer, l’inflation s’aggraver et les services publics se détériorer. Pendant ce temps, la corruption endémique enrichissait les oligarques proches du Kremlin, accentuant le sentiment d’injustice sociale. La promesse de prospérité et de stabilité qui avait autrefois légitimé le pouvoir de Poutine s’effritait.

Une crise politique

Sur le plan politique, Poutine souffrait d’une usure inévitable après plus de vingt ans au pouvoir. Les manifestations massives de 2011–2012 contre la fraude électorale furent le premier défi sérieux à son autorité. Plus tard, Alexeï Navalny devint le visage de l’opposition : dénonçant la corruption, publiant des enquêtes virales et mobilisant des milliers de personnes à travers le pays.

L’empoisonnement de Navalny en 2020, son emprisonnement et sa mort en 2024 ne furent pas seulement des crimes d’État ; ils symbolisaient la faiblesse du régime, obligé d’éliminer son opposant le plus charismatique. Chaque manifestation, chaque marche réprimée, révélait qu’en dessous du contrôle autoritaire subsistait un mécontentement réel.

La guerre comme échappatoire

Dans ce contexte, la guerre contre l’Ukraine fut un acte de survie politique. Poutine avait besoin de détourner l’attention des échecs internes et de se présenter à nouveau comme un dirigeant fort, restaurant la « fierté nationale » par une conquête impériale. La répression fut facilitée par des lois d’urgence et la censure, justifiées au nom de la « défense de la Russie ».

Les faux arguments

  • L’OTAN comme menace : jamais l’OTAN n’a prévu d’agresser la Russie ; ce sont les voisins de Moscou qui ont cherché une protection après des décennies d’expansionnisme russe.

  • La démocratie ukrainienne comme danger : l’influence de l’Occident était déjà présente via Internet et les frontières ouvertes avec l’Europe.

  • Le mythe du « peuple unique » : une construction idéologique destinée à nier l’identité ukrainienne, qui a survécu malgré la répression tsariste et soviétique.

  • Les ressources de l’Ukraine : précieuses, certes, mais la Russie possède déjà du pétrole, du gaz et des minerais en abondance. Le coût de la guerre dépasse tout bénéfice possible.

Conclusion

Poutine n’a pas envahi l’Ukraine pour défendre la Russie de l’Occident ni pour restaurer un passé glorieux. Il l’a fait parce que son plus grand ennemi se trouvait chez lui : une économie en déclin, une population lassée, une opposition qui l’exposait comme corrompu, et le martyre de Navalny.

Le paradoxe est que la guerre, censée prolonger son pouvoir, risque d’accélérer sa chute. En voulant se sauver de la Russie, Poutine a plongé son pays dans un conflit qui aggrave la crise même qu’il voulait éviter.


🇮🇹 Italiano

PUTIN HA INVASO L’UCRAINA PER SALVARSI DALLA RUSSIA

Quando Putin ordinò l’invasione dell’Ucraina nel febbraio 2022, il Cremlino presentò diverse giustificazioni: l’espansione della NATO, la presunta “unità storica” tra russi e ucraini, l’affermazione che l’Ucraina non sia mai stata una nazione e che fosse controllata da fascisti. Putin stesso dichiarò nel febbraio 2022 che l’obiettivo della “operazione militare speciale” era la “denazificazione” dell’Ucraina. Tutte queste spiegazioni servirono come propaganda, ma non resistono a un’analisi seria. La vera ragione si trovava all’interno della Russia: i problemi economici e politici che minacciavano la sopravvivenza del regime di Putin..

Un’economia in declino

Dopo l’annessione della Crimea nel 2014, la Russia entrò in una fase di stagnazione prolungata. Le sanzioni internazionali, unite al calo del prezzo del petrolio, misero in luce la fragilità di un sistema interamente dipendente dagli idrocarburi.

I cittadini russi videro ridursi il loro potere d’acquisto, l’inflazione crescere e i servizi pubblici peggiorare. Intanto, la corruzione endemica arricchiva gli oligarchi vicini al Cremlino, accentuando la sensazione di ingiustizia sociale. La promessa di prosperità e stabilità, che un tempo aveva legittimato il potere di Putin, stava scomparendo.

Una crisi politica

Sul piano politico, Putin soffriva l’usura inevitabile dopo oltre vent’anni al potere. Le proteste di massa del 2011–2012 contro i brogli elettorali furono la prima seria sfida alla sua autorità. Più tardi, Aleksei Navalny divenne il volto dell’opposizione: denunciando la corruzione, pubblicando inchieste virali e mobilitando migliaia di persone in tutto il Paese.

L’avvelenamento di Navalny nel 2020, il suo successivo imprigionamento e la sua morte nel 2024 non furono solo crimini di Stato; simboleggiarono la debolezza del regime, costretto a eliminare il suo oppositore più carismatico. Ogni manifestazione repressa rivelava che, sotto il controllo autoritario, esisteva un malcontento reale e persistente.

La guerra come valvola di sfogo

In questo contesto, la guerra contro l’Ucraina fu un atto di sopravvivenza politica. Putin aveva bisogno di distogliere l’attenzione dai fallimenti interni e reinventarsi come leader forte, capace di restaurare “l’orgoglio nazionale” attraverso una conquista imperiale. La repressione fu facilitata da leggi d’emergenza e censura, giustificate in nome della “difesa della Russia”.

I falsi argomenti

  • La NATO come minaccia: l’Alleanza non aveva mai pianificato un’aggressione alla Russia; furono i vicini di Mosca a cercare protezione dopo decenni di espansionismo russo.

  • La democrazia ucraina come pericolo: l’influenza dell’Occidente era già presente tramite Internet e i confini aperti con l’Europa.

  • Il mito del “popolo unico”: una costruzione ideologica per negare l’identità ucraina, sopravvissuta alla repressione zarista e sovietica.

  • Le risorse dell’Ucraina: preziose, sì, ma la Russia possiede già abbondanti riserve di petrolio, gas e minerali. Il costo della guerra supera di gran lunga qualsiasi possibile beneficio.

Conclusione

Putin non ha invaso l’Ucraina per difendere la Russia dall’Occidente né per recuperare un passato glorioso. Lo ha fatto perché il suo più grande nemico era in casa: un’economia in declino, una popolazione stanca, un’opposizione che lo smascherava come corrotto e il martirio di Navalny.

Il paradosso è che la guerra, concepita per prolungare il suo potere, rischia di accelerarne la caduta. Nel tentativo di salvarsi dalla Russia, Putin ha trascinato il suo Paese in un conflitto che aggrava proprio la crisi che voleva evitare.

Leer más

¿EN QUIÉN PUEDE CONFIAR UCRANIA ANTE EL “CASI REPTILIANO” PUTIN?

 


Por Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

Desde 2014, y con mayor intensidad desde la invasión rusa de 2022, Ucrania ha aprendido que en política internacional la confianza no se mide por promesas, sino por acciones concretas sostenidas en el tiempo. La historia reciente demuestra que la supervivencia ucraniana depende de identificar a los aliados que actúan rápido y sin ambigüedades, y de desconfiar tanto de los enemigos declarados como de los socios volubles.


Aliados más fiables

Europa del Este y Báltico – Apoyo existencial
Los países que comparten frontera o historia de dominación soviética perciben la defensa de Ucrania como su propia defensa. Polonia es uno de los mayores proveedores de armas, logística y entrenamiento, además de acoger a millones de refugiados. Estonia, Letonia y Lituania han aportado ayuda militar enorme en proporción a su tamaño y lideran la presión en la OTAN para endurecer sanciones contra Moscú. Chequia y Eslovaquia entregaron sistemas antiaéreos, tanques y munición desde las primeras semanas de la invasión.

Países nórdicos – Solidaridad estratégica
Aunque no todos son vecinos directos, comparten la percepción de amenaza rusa en el Ártico y el Báltico. Finlandia, hoy miembro de la OTAN, pasó de la neutralidad a la defensa activa de Ucrania. Suecia, en proceso de integración, ha entregado armas avanzadas y blindados. Noruega ha ofrecido importante apoyo financiero, defensa aérea y fondos para la reconstrucción.

Aliados extraeuropeos – Potencia y tecnología
Reino Unido ha sido clave en entrenamiento de tropas, envío de misiles de largo alcance y tanques Challenger 2. Canadá mantiene una ayuda militar constante y sanciones rápidas contra oligarcas rusos. Australia y Japón han sumado apoyo económico, equipos de defensa no letal y sanciones alineadas con Occidente.


Socios menos confiables

Estados Unidos es el mayor proveedor individual de armas y fondos, pero su apoyo está sujeto a cambios políticos internos y retrasos en entregas críticas. El precedente del Memorando de Budapest y declaraciones recientes de que “no cuenten” con EE. UU. para defender a ciertos aliados de la OTAN son advertencias claras de que cualquier compromiso debe ir acompañado de mecanismos automáticos de respuesta.

Francia y Alemania, a pesar de su peso económico, han sido más lentos y cautelosos, lo que genera dudas en Kiev sobre su disposición a actuar con rapidez en una crisis.


La ilegitimidad de Putin como garante

Putin no puede ser considerado un garante creíble por tres razones:

Doctrinal: ha negado públicamente la existencia de Ucrania como nación independiente, reivindicando una “esfera de influencia” rusa sobre las exrepúblicas soviéticas.

Una voz especialmente autorizada para evaluarlo es Madeleine Albright, primera mujer Secretaria de Estado de EE. UU., nacida en 1937 en Praga y marcada por la huida de la ocupación nazi y luego del comunismo soviético. En 2000, tras reunirse con Putin, lo describió como “pequeño y pálido, tan frío que es casi reptiliano”. En 2022, un día antes de la invasión, advirtió sobre el peligro que representaba para Europa y el mundo.

Fáctica: bajo su régimen, al menos 25 periodistas han sido asesinados por su trabajo, más de 20 opositores políticos han muerto en circunstancias sospechosas —entre ellos Boris Nemtsov, Anna Politkovskaya y Alexéi Navalni— y varios empresarios críticos han aparecido muertos en supuestos suicidios o accidentes.

Jurídica: la traición al Memorando de Budapest de 1994 es el caso más evidente. Ucrania entregó el tercer arsenal nuclear más grande del mundo —unas 1.900 ojivas estratégicas— a cambio de garantías de respeto a su soberanía e integridad territorial, firmadas por Leonid Kuchma (Ucrania), Boris Yeltsin (Rusia), Bill Clinton (EE. UU.) y John Major (Reino Unido). Rusia violó ese compromiso al anexar Crimea en 2014, fomentar la guerra en el Donbás y lanzar la invasión de 2022. EE. UU. y el Reino Unido, aunque no participaron en la agresión, tampoco cumplieron el espíritu del pacto, limitándose a sanciones y a un apoyo militar gradual.


Un consenso internacional sobre su carácter

Dirigentes de distintas latitudes coinciden en describir a Putin como un dictador peligroso. Joe Biden lo llamó un “dictador asesino”; Sergiy Kyslytsya, representante de Ucrania en la ONU, lo comparó con Hitler; Jean-Yves Le Drian, ministro francés, lo definió como “cínico y dictador”; Justin Trudeau lo tildó de “dictador mentiroso y asesino”; Boris Johnson lo responsabilizó de una “ola de violencia” contra otro pueblo eslavo; David Miliband lo describió como “dictador despiadado”; Mitt Romney lo consideró una “amenaza real para la paz mundial”; y Boris Nemtsov, opositor ruso asesinado en 2015, advirtió que conducía a Rusia hacia la “histeria imperial”.


Conclusión estratégica

Ucrania puede confiar más en países que comparten la amenaza directa de Rusia y han demostrado actuar con rapidez y sin ambigüedades: Polonia, los Estados bálticos, Finlandia, Suecia, Reino Unido, Canadá, Noruega, Australia y Japón.

Debe cooperar, pero no depender de EE. UU., Francia o Alemania, cuya ayuda es valiosa pero vulnerable a cambios políticos y prioridades internas.

Y debe tener presente que ninguna “garantía” firmada con Putin tendría valor real: su doctrina niega la soberanía ucraniana, su historial muestra represión sistemática y sus acciones confirman que rompe acuerdos cuando le conviene. Confiar en él sería darle tiempo y espacio para preparar la próxima agresión.

 

ENGLISH

WHO CAN UKRAINE TRUST IN THE FACE OF THE “ALMOST REPTILIAN” PUTIN?
By Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

Since 2014, and with greater intensity since the 2022 Russian invasion, Ukraine has learned that in international politics, trust is not measured by promises but by concrete actions sustained over time. Recent history shows that Ukraine’s survival depends on identifying allies who act quickly and without ambiguity, and on distrusting both declared enemies and unreliable partners.

Most reliable allies

Eastern Europe and the Baltics – Existential support
Countries sharing borders or a history of Soviet domination see Ukraine’s defense as their own. Poland is one of the largest suppliers of weapons, logistics, and training, and has hosted millions of refugees. Estonia, Latvia, and Lithuania have provided enormous military aid in proportion to their size and lead NATO’s push for tougher sanctions against Moscow. The Czech Republic and Slovakia have delivered air defense systems, tanks, and ammunition since the first weeks of the invasion.

Nordic countries – Strategic solidarity
Though not all are direct neighbors, they share the perception of the Russian threat in the Arctic and the Baltic. Finland, now a NATO member, moved from neutrality to active defense of Ukraine. Sweden, in the process of joining NATO, has delivered advanced weapons and armored vehicles. Norway has provided significant financial support, air defense, and reconstruction funds.

Extra-European allies – Power and technology
The United Kingdom has been key in training Ukrainian troops and supplying long-range missiles and Challenger 2 tanks. Canada maintains consistent military aid and swift sanctions against Russian oligarchs. Australia and Japan have provided economic support, non-lethal defense equipment, and sanctions aligned with the West.

Less reliable partners

The United States is the largest individual supplier of arms and funds, but its support is subject to domestic political changes and delays in critical deliveries. The precedent of the Budapest Memorandum and recent statements that “the U.S. should not be counted on” to defend certain NATO allies are clear warnings that any commitment must be backed by automatic response mechanisms.

France and Germany, despite their economic weight, have been slower and more cautious, raising doubts in Kyiv about their readiness to act swiftly in a crisis.

Putin’s illegitimacy as a guarantor

Putin cannot be considered a credible guarantor for three reasons:

Doctrinal: He has publicly denied Ukraine’s existence as an independent nation, claiming a Russian “sphere of influence” over former Soviet republics.

A particularly authoritative voice is Madeleine Albright, the first female U.S. Secretary of State, born in Prague in 1937 and marked by fleeing the Nazi occupation and later Soviet communism. In 2000, after meeting Putin, she described him as “small and pale, so cold as to be almost reptilian.” In 2022, a day before the invasion, she warned of the danger he posed to Europe and the world.

Factual: Under his rule, at least 25 journalists have been killed for their work, more than 20 political opponents have died under suspicious circumstances —including Boris Nemtsov, Anna Politkovskaya, and Alexei Navalny— and several critical businessmen have been found dead in alleged suicides or accidents.

Legal: The betrayal of the 1994 Budapest Memorandum is the clearest case. Ukraine gave up the world’s third-largest nuclear arsenal —about 1,900 strategic warheads— in exchange for guarantees of sovereignty and territorial integrity, signed by Leonid Kuchma (Ukraine), Boris Yeltsin (Russia), Bill Clinton (U.S.), and John Major (U.K.). Russia broke this commitment by annexing Crimea in 2014, fueling war in Donbas, and launching the 2022 invasion. The U.S. and U.K., while not aggressors, also failed to uphold the spirit of the pact, limiting their response to sanctions and gradual military aid.

An international consensus on his character

Leaders from various regions describe Putin as a dangerous dictator: Joe Biden called him a “killer dictator”; Sergiy Kyslytsya compared him to Hitler; Jean-Yves Le Drian called him “cynical and a dictator”; Justin Trudeau labeled him a “lying and murderous dictator”; Boris Johnson blamed him for a “wave of violence” against another Slavic people; David Miliband described him as a “ruthless dictator”; Mitt Romney called him a “real threat to world peace”; and Boris Nemtsov, assassinated in 2015, warned he was driving Russia toward “imperial hysteria.”

Strategic conclusion

Ukraine can trust more in countries sharing the direct Russian threat and acting quickly without ambiguity: Poland, the Baltic States, Finland, Sweden, the United Kingdom, Canada, Norway, Australia, and Japan.
It should cooperate, but not depend on the U.S., France, or Germany, whose help, though valuable, is vulnerable to political shifts.

No “guarantee” signed with Putin would have real value: his doctrine denies Ukrainian sovereignty, his record shows systematic repression, and his actions confirm he breaks agreements when convenient. Trusting him would mean giving him time and space to prepare the next aggression.

 

FRANÇAIS

EN QUI L’UKRAINE PEUT-ELLE AVOIR CONFIANCE FACE AU « PRESQUE REPTILIEN » POUTINE ?
Par Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

Depuis 2014, et avec une intensité accrue depuis l’invasion russe de 2022, l’Ukraine a appris qu’en politique internationale, la confiance ne se mesure pas aux promesses, mais aux actions concrètes et durables. L’histoire récente montre que la survie de l’Ukraine dépend de l’identification des alliés qui agissent rapidement et sans ambiguïté, et de la méfiance envers les ennemis déclarés comme envers les partenaires instables.

Alliés les plus fiables

Europe de l’Est et pays baltes – Un soutien existentiel
Les pays partageant une frontière ou un passé de domination soviétique considèrent la défense de l’Ukraine comme la leur. La Pologne est l’un des plus grands fournisseurs d’armes, de logistique et de formation, et a accueilli des millions de réfugiés. L’Estonie, la Lettonie et la Lituanie ont fourni une aide militaire énorme par rapport à leur taille et dirigent la pression au sein de l’OTAN pour renforcer les sanctions contre Moscou. La République tchèque et la Slovaquie ont livré des systèmes de défense aérienne, des chars et des munitions dès les premières semaines de l’invasion.

Pays nordiques – Solidarité stratégique
Bien que tous ne soient pas voisins directs, ils partagent la perception de la menace russe dans l’Arctique et la Baltique. La Finlande, désormais membre de l’OTAN, est passée de la neutralité à la défense active de l’Ukraine. La Suède, en cours d’adhésion, a fourni des armes avancées et des blindés. La Norvège a apporté un soutien financier important, des capacités de défense aérienne et des fonds pour la reconstruction.

Alliés extra-européens – Puissance et technologie
Le Royaume-Uni a joué un rôle clé dans la formation des troupes ukrainiennes et la fourniture de missiles à longue portée et de chars Challenger 2. Le Canada maintient une aide militaire constante et des sanctions rapides contre les oligarques russes. L’Australie et le Japon ont apporté un soutien économique, des équipements de défense non létaux et des sanctions alignées sur celles de l’Occident.


Partenaires moins fiables

Les États-Unis sont le plus grand fournisseur individuel d’armes et de fonds, mais leur soutien est soumis à des changements politiques internes et à des retards dans les livraisons cruciales. Le précédent du Mémorandum de Budapest et les récentes déclarations selon lesquelles « on ne peut pas compter » sur les États-Unis pour défendre certains alliés de l’OTAN sont des avertissements clairs : tout engagement doit être accompagné de mécanismes automatiques de réponse.

La France et l’Allemagne, malgré leur poids économique, ont été plus lentes et prudentes, ce qui suscite des doutes à Kyiv sur leur volonté d’agir rapidement en cas de crise.


L’illégitimité de Poutine comme garant

Poutine ne peut être considéré comme un garant crédible pour trois raisons :

Doctrinale : il a publiquement nié l’existence de l’Ukraine comme nation indépendante, revendiquant une « sphère d’influence » russe sur les anciennes républiques soviétiques.

Une voix particulièrement autorisée pour l’évaluer est Madeleine Albright, première femme secrétaire d’État des États-Unis, née à Prague en 1937 et marquée par la fuite de l’occupation nazie puis du communisme soviétique. En 2000, après l’avoir rencontré, elle le décrivit comme « petit et pâle, si froid qu’il en est presque reptilien ». En 2022, la veille de l’invasion, elle avertit du danger qu’il représentait pour l’Europe et le monde.

Factuelle : sous son régime, au moins 25 journalistes ont été tués pour leur travail, plus de 20 opposants politiques sont morts dans des circonstances suspectes — parmi eux Boris Nemtsov, Anna Politkovskaïa et Alexeï Navalny — et plusieurs hommes d’affaires critiques ont été retrouvés morts dans des suicides ou accidents présumés.

Juridique : la trahison du Mémorandum de Budapest de 1994 en est l’exemple le plus flagrant. L’Ukraine a renoncé au troisième arsenal nucléaire du monde — environ 1 900 ogives stratégiques — en échange de garanties de respect de sa souveraineté et de son intégrité territoriale, signées par Leonid Koutchma (Ukraine), Boris Eltsine (Russie), Bill Clinton (États-Unis) et John Major (Royaume-Uni). La Russie a violé cet engagement en annexant la Crimée en 2014, en alimentant la guerre dans le Donbass et en lançant l’invasion de 2022. Les États-Unis et le Royaume-Uni, bien que non agresseurs, n’ont pas non plus respecté l’esprit du pacte, se limitant à des sanctions et à une aide militaire progressive.


Un consensus international sur son caractère

Des dirigeants de divers horizons décrivent Poutine comme un dictateur dangereux. Joe Biden l’a qualifié de « dictateur assassin » ; Sergiy Kyslytsya l’a comparé à Hitler ; Jean-Yves Le Drian l’a défini comme « cynique et dictateur » ; Justin Trudeau l’a traité de « dictateur menteur et assassin » ; Boris Johnson l’a tenu pour responsable d’une « vague de violence » contre un autre peuple slave ; David Miliband l’a décrit comme un « dictateur impitoyable » ; Mitt Romney l’a considéré comme une « menace réelle pour la paix mondiale » ; et Boris Nemtsov, opposant russe assassiné en 2015, a averti qu’il conduisait la Russie vers « l’hystérie impériale ».


Conclusion stratégique

L’Ukraine peut faire davantage confiance aux pays qui partagent la menace directe de la Russie et agissent rapidement et sans ambiguïté : la Pologne, les États baltes, la Finlande, la Suède, le Royaume-Uni, le Canada, la Norvège, l’Australie et le Japon.

Elle doit coopérer, mais ne pas dépendre totalement des États-Unis, de la France ou de l’Allemagne, dont l’aide, bien que précieuse, reste vulnérable aux changements politiques et aux priorités internes.

Et elle doit garder à l’esprit qu’aucune « garantie » signée avec Poutine n’aurait de valeur réelle : sa doctrine nie la souveraineté ukrainienne, son passé montre une répression systématique et ses actions confirment qu’il rompt les accords lorsqu’ils cessent de lui être utiles.


ITALIANO

IN CHI PUÒ AVERE FIDUCIA L’UCRAINA DAVANTI AL “QUASI RETTILIANO” PUTIN?
Di Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

Dal 2014, e con maggiore intensità dall’invasione russa del 2022, l’Ucraina ha imparato che, in politica internazionale, la fiducia non si misura con le promesse, ma con azioni concrete e costanti nel tempo. La storia recente dimostra che la sopravvivenza ucraina dipende dall’individuare gli alleati che agiscono rapidamente e senza ambiguità, e dal diffidare sia dei nemici dichiarati sia dei partner incostanti.

Alleati più affidabili

Europa dell’Est e Paesi Baltici – Sostegno esistenziale
I Paesi che condividono un confine o una storia di dominazione sovietica considerano la difesa dell’Ucraina come la propria. La Polonia è uno dei maggiori fornitori di armi, logistica e addestramento, oltre ad aver accolto milioni di rifugiati. Estonia, Lettonia e Lituania hanno fornito un aiuto militare enorme rispetto alle loro dimensioni e guidano la pressione nella NATO per inasprire le sanzioni contro Mosca. Repubblica Ceca e Slovacchia hanno consegnato sistemi di difesa aerea, carri armati e munizioni fin dalle prime settimane dell’invasione.

Paesi nordici – Solidarietà strategica
Pur non essendo tutti vicini diretti, condividono la percezione della minaccia russa nell’Artico e nel Baltico. La Finlandia, oggi membro della NATO, è passata dalla neutralità alla difesa attiva dell’Ucraina. La Svezia, in fase di adesione, ha fornito armi avanzate e mezzi blindati. La Norvegia ha offerto un importante sostegno finanziario, difesa aerea e fondi per la ricostruzione.

Alleati extraeuropei – Potenza e tecnologia
Il Regno Unito è stato determinante nell’addestramento delle truppe ucraine e nella fornitura di missili a lungo raggio e carri armati Challenger 2. Il Canada mantiene un sostegno militare costante e sanzioni rapide contro gli oligarchi russi. Australia e Giappone hanno contribuito con aiuti economici, equipaggiamenti di difesa non letali e sanzioni in linea con quelle occidentali.


Partner meno affidabili

Gli Stati Uniti sono il maggiore fornitore individuale di armi e fondi, ma il loro sostegno è soggetto a cambiamenti politici interni e ritardi nelle consegne cruciali. Il precedente del Memorandum di Budapest e le recenti dichiarazioni secondo cui “non bisogna contare” sugli USA per difendere certi alleati della NATO sono chiari avvertimenti: ogni impegno deve essere accompagnato da meccanismi automatici di risposta.

Francia e Germania, nonostante il loro peso economico, sono state più lente e caute, suscitando dubbi a Kyiv sulla loro prontezza ad agire rapidamente in una crisi.


L’illegittimità di Putin come garante

Putin non può essere considerato un garante credibile per tre ragioni:

Dottrinale: ha pubblicamente negato l’esistenza dell’Ucraina come nazione indipendente, rivendicando una “sfera di influenza” russa sulle ex repubbliche sovietiche.

Una voce particolarmente autorevole è quella di Madeleine Albright, prima donna Segretario di Stato degli Stati Uniti, nata a Praga nel 1937 e segnata dalla fuga dall’occupazione nazista e poi dal comunismo sovietico. Nel 2000, dopo aver incontrato Putin, lo descrisse come “piccolo e pallido, così freddo da sembrare quasi rettiliano”. Nel 2022, alla vigilia dell’invasione, avvertì del pericolo che rappresentava per l’Europa e il mondo.

Fattuale: sotto il suo regime, almeno 25 giornalisti sono stati uccisi per il loro lavoro, oltre 20 oppositori politici sono morti in circostanze sospette — tra cui Boris Nemtsov, Anna Politkovskaja e Aleksej Navalny — e diversi imprenditori critici sono stati trovati morti in presunti suicidi o incidenti.

Giuridica: il tradimento del Memorandum di Budapest del 1994 è il caso più evidente. L’Ucraina rinunciò al terzo arsenale nucleare più grande del mondo —circa 1.900 testate strategiche— in cambio di garanzie di rispetto della sua sovranità e integrità territoriale, firmate da Leonid Kuchma (Ucraina), Boris Eltsin (Russia), Bill Clinton (USA) e John Major (Regno Unito). La Russia violò questo impegno annettendo la Crimea nel 2014, alimentando la guerra nel Donbass e lanciando l’invasione del 2022. USA e Regno Unito, pur non essendo aggressori, non hanno rispettato lo spirito del patto, limitandosi a sanzioni e a un sostegno militare graduale.


Un consenso internazionale sul suo carattere

Leader di diverse regioni descrivono Putin come un dittatore pericoloso. Joe Biden lo ha definito un “dittatore assassino”; Sergiy Kyslytsya lo ha paragonato a Hitler; Jean-Yves Le Drian lo ha definito “cinico e dittatore”; Justin Trudeau lo ha chiamato “dittatore bugiardo e assassino”; Boris Johnson lo ha ritenuto responsabile di “un’ondata di violenza” contro un altro popolo slavo; David Miliband lo ha descritto come un “dittatore spietato”; Mitt Romney lo ha considerato una “minaccia reale per la pace mondiale”; e Boris Nemtsov, oppositore russo assassinato nel 2015, ha avvertito che stava conducendo la Russia verso “l’isteria imperiale”.


Conclusione strategica

L’Ucraina può avere maggiore fiducia nei Paesi che condividono la minaccia diretta della Russia e agiscono rapidamente e senza ambiguità: Polonia, Stati Baltici, Finlandia, Svezia, Regno Unito, Canada, Norvegia, Australia e Giappone.

Deve cooperare, ma non dipendere totalmente da USA, Francia o Germania, il cui aiuto, seppur prezioso, è vulnerabile a cambiamenti politici e priorità interne.

E deve ricordare che nessuna “garanzia” firmata con Putin avrebbe valore reale: la sua dottrina nega la sovranità ucraina, il suo passato mostra una repressione sistematica e le sue azioni confermano che infrange gli accordi quando non gli convengono più.


 

Leer más

Seguidores

Mensajes

ok

Follow me on Twitter

Archivo del Blog

Snap Shts

Get Free Shots from Snap.com