España y el negocio de los derechos humanos en Cuba
Con los auspicios del gobierno español se acaban de celebrar en Madrid dos actividades que, según explica el Ministro Miguel Ángel Moratinos, han servido para “consolidar la confianza y la promoción, y el respeto de los derechos humanos" en Cuba. España ha reiterado que quiere persuadir a la Unión Europea a cambiar su política hacia Cuba.
España sabe que no podrá lograrlo, porque varios países europeos, escépticos del régimen castrista, han expresado su oposición a suavizar aun más su política hacia Cuba. La insistencia española tiene otros propósitos.
Como España es uno de los socios principales de la más vieja y represiva dictadura de Latinoamérica, su actual gobierno necesita hacerle creer a los socialistas españoles que es un defensor de los derechos humanos en Cuba. Millones de televidentes, lectores de periódicos, radioescuchas y cibernautas en España y en otras latitudes, ya habrán visto los titulares anunciando el nuevo esfuerzo español por tan loable objetivo.
Es también muy importante para España dar la impresión, en la Unión Europea, de que es en alguna forma la representante de sus ex colonias latinoamericanas. En el caso cubano trata de hacer creer que está especialmente capacitada para entender lo que pasa en la isla. Por ejemplo, según el embajador español en Costa Rica, España es: “el país que todos los europeos reconocen como el que tiene el mejor conocimiento de la situación en Cuba.”
Hasta el gobierno de los Estados Unidos se ha llegado a creer que el intermediario ideal para hablar con los Castro es Rodríguez Zapatero. Hace unos meses el presidente Obama pidió al presidente español su mediación ante Raúl Castro para descongelar la situación entre ambos gobiernos, por cierto sin ningún éxito. Véase "Cuba en el limbo y el error de Obama (2)".
Con su hábil, constante e indirecta defensa de la tiranía castrista, responsabilizando a los gobiernos occidentales de practicar una política absurda hacia Cuba, España gana puntos con la dictadura de la isla. Además del comercio, el régimen castrista ha privilegiado a los empresarios españoles con un cuasi monopolio de la industria turística de la Cuba.
Las conversaciones sobre derechos humanos entre la dictadura y el gobierno de España, en los términos favorables en que las presenta siempre Madrid, le sirven a la tiranía para demostrar a la oposición interna, a los presos, a sus familiares y al pueblo cubano que, a la hora de hablar del tema de los derechos humanos en Cuba, ninguno de ellos cuenta.
Por esta razón el gobierno español no permitió que ningún representante de la oposición democrática cubana participara en estas recientes actividades en Madrid. El mejor golpe contra un enemigo es el que lo desmoraliza, y en esto el gobierno español es un aliado ideal de la tiranía.
En Cuba los atropellos contra ciudadanos apolíticos aumentan, la represión contra la oposición democrática es incesante, las condenas a prisión son completamente injustificadas y el trato a los presos políticos en las cárceles es brutal. El gobierno español lo sabe perfectamente. Por eso, para demostrar cuán importante es la relación entre los socialistas españoles y los castristas cubanos, de vez en cuando la tiranía le regala al gobierno español algunos presos políticos, que son exhibidos como prueba del éxito de la estrategia española hacia Cuba.
El pragmatismo español no es difícil de entender, España es uno de los socios comerciales más importantes de la dictadura cubana. Como para el gobierno de Zapatero los negocios están por encima de los principios, su conducta es completamente congruente. Es un gobierno que le hace el juego al castrismo al mismo tiempo que evita criticar a otro buen comprador, Hugo Chávez, pasando por alto que este militar autócrata está aniquilando sistemáticamente la democracia venezolana.
No hay ninguna contradicción, tampoco, en que el gobierno español retirara su embajador de Tegucigalpa y denunciara a Honduras porque sus militares, su Corte Suprema y su Congreso violaron la constitución, al tiempo que tiene magníficas relaciones diplomáticas con la dictadura más antigua de la región y con la versión venezolana. Honduras no tiene ni petróleo ni mucho turismo; es el segundo país más pobre de Latinoamérica y por eso, y solo por eso, en lugar de guantes de seda merecía el látigo.
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