El bumerán de Raúl Castro
Raúl Castro pensó que con la liberación de presos políticos le haría creer al mundo que el castrismo reaccionaba positivamente a los buenos modales. Castro y Moratinos se entusiasmaron con la idea de que liberar un grupo de presos sería suficiente para que el gobierno español, armado con pruebas irrefutables de la naturaleza conciliatoria del gobierno cubano, insistiera nuevamente ante la Unión Europea sobre la necesidad de un cambio de la Posición Común a un “diálogo constructivo”.Fuera de que no había por qué agradecer la libertad de quienes nunca debieron haber estado presos, se cometieron algunos disparates. Un error estúpido fue seleccionar a Ariel Sigler Amaya como el primero a liberar. Un hombre que, como ningún otro, es una muestra viviente de los estragos y la crueldad de las cárceles en Cuba. Sigler Amaya fue condenado a 20 años de prisión el 4 de abril de 2003. Entró en la cárcel como un hombre robusto y saludable; siete años después ha salido esquelético y en una silla de ruedas.
Pudieron haber escogido a cualquier otro, o incluso sacarlo en un grupo. Si fue el primero porque era el que estaba más delicado de salud, se equivocaron por partida doble. Después de liberarlo, en vez de minimizar su figura y el daño que le causaron, le niegan a golpes la salida hacia los Estados Unidos, para un día después permitírselo.
El segundo error fue insistir en que un grupo de presos, ojalá todos, viajaran a España. Moratinos quería impresionar al público español y al europeo. No se les ocurrió pensar que les estaban dando una maravillosa oportunidad a los ex presos para que denunciaran los atropellos de la dictadura. Además de las denuncias de que vivían entre ratas, cucarachas y excrementos, diez de los once liberados han declarado en Madrid que: "Solicitamos a los países de la Unión Europea que no reblandezcan sus exigencias encaminadas a lograr cambios hacia la democracia en Cuba". Después de esto las posibilidades de que la Unión Europea cambie su Posición Común hacia Cuba son remotas.
El tercer error fue creer que el Cardenal podría convencer a Washington de cambiar su política hacia Cuba. En un viaje cuyo secreto fue innecesario, porque todo se sabe, el Cardenal quiso ser recibido en esa capital acompañado de un polémico personaje del exilio. Las cosas no salieron como esperaban.
Las declaraciones de Hilary Clinton fueron concretas: “es un gesto tardío”. Más expresivo que sus palabras fue su lenguaje corporal. En Chile, Arturo Valenzuela, Subsecretario para América Latina, aclaró un poco más la posición de los Estados Unidos: levantar el embargo no es una prioridad del Presidente Obama.
El cuarto error fue pensar que la comunidad internacional estaría dispuesta a creer que detrás de la liberación de los presos políticos cubanos había buenas intenciones. Ha sido todo lo contrario:
En un editorial, el periódico francés Le Monde le advirtió a la Unión Europea que no debía precipitarse a cambiar su política hacia Cuba. Otros medios de comunicación en diversas partes del mundo se han pronunciado en la misma dirección. Hasta el Secretario General de la ONU, ante la reciente liberación de presos, se ha declarado a favor del imperio de la ley y el respeto a los derechos humanos en Cuba. En similar espíritu el Ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Guido Westerwelle, declaró que las liberaciones no son suficientes para un cambio de la Posición Común.
Lo menos que necesitaba el castrismo era otro fracaso. Este, como los últimos, ha sido auto-infligido. Era lo menos que necesitaban pero lo que más merecían. A la hora de lanzar un bumerán hay que recordar que si no matas el pájaro el arma regresa y …es al cazador al que le puede sacar las plumas.
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