Las Damas de Blanco y el exilio cubano

Cuando viajo a las llanuras costarricenses de Guanacaste y paso por el pueblo de Cañas me detengo a saludar a Ángela. Su educación y sus canas me recuerdan a las abuelas del Manzanillo de mi niñez. La parada siempre implicaba escuchar el escepticismo de su hijo Oscar sobre el futuro de Cuba. El nació en la isla, diez años después de la llegada de Fidel Castro al poder.

En la penúltima visita y cuando disfrutaba de un café, Oscar salió del taller donde fabrica muebles de teca y me dijo:

- “Matos, usted sabe que yo siempre soy muy franco”.

Lo admito, el hijo de Ángela siempre dice lo que piensa. Me preparaba para otra andanada de pesimismo cuando me sorprendió:

- “Yo no puedo seguir fabricando muebles, ver cómo luchan las Damas de Blanco y no hacer nada”.

Su decisión no se quedó en palabras; con otro cubano más del mismo pueblo decidieron patrocinar la delegación de CID en Florida, Camagüey. Hace unos días llamó para decirme:

- “Tenemos que hacer una manifestación en apoyo a las Damas de Blanco, y mi mujer se responsabiliza con el trabajo. Dime con quién hacemos contacto en San José”.

La respuesta fue fácil:

Oscar, ya no hay tiempo para organizarla, pero llama a Inés Revuelta y a Lola Barrientos. A ambas les sobra energía y patriotismo.

El sábado 22, muy temprano en la mañana, llamé a Laura Pollán, la dirigente de las Damas de Blanco, para pedirle que nos hablara por teléfono desde La Habana cuando estuviéramos reunidos.

- “Huber, dales las gracias a todos. Ese respaldo nos conmueve y nos ayuda. Ahora vamos a reunirnos con el Cardenal, llama al celular de Bertha y espero, haber terminado, o yo trato de salir un momento y con gusto lo haré”.

- “Laura, ustedes han despertado al exilio de un largo sueño de frustración e inactividad, algún día la historia les dará el mérito que merecen”.

Respondió con humildad y determinación.

- “Huber, nuestra lucha es por nuestros presos y por la libertad de Cuba”.

Unas horas después, Laura Pollán habló a los presentes en el evento. Todos, cubanos, costarricenses y venezolanos, quedaron muy impresionados con su mensaje.

En el acto habló con Julián Osante, un respetado pionero del exilio en Costa Rica. También Inés Sánchez, la cubana más querida de los costarricenses. La venezolana María Fernanda Chacón apoyó la solidaridad entre cubanos y venezolanos y Mario Jacas, un compatriota de la nueva generación, cerró sus palabras con firmeza: “Por eso estamos aquí, reunidos alrededor de la estatua de León Cortés Castro, ex presidente de Costa Rica y benemérito de esta patria, para que el mundo sepa que la lucha por la libertad de Cuba es la lucha por su democracia, por un país como Costa Rica, a quien tanto queremos y tanto debemos, para que en la Cuba de mañana, después que termine la pesadilla castrista, también bajo su cielo azul, en nuestros campos y en nuestras ciudades, en las montañas y en las llanuras, en sus costas y en sus ríos, vivan siempre el trabajo y la paz”.

Discretamente Oscar y su esposa Yuli recogieron los gladiolos, símbolo de las Damas de Blanco, caminaron hacia el consulado cubano y frente a él los dejaron. Era un claro mensaje: desistan de la represión. Ha llegado la hora de la democracia y la reconciliación.
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REPRESIÓN, CORRUPCIÓN Y MISERIA

De la heroica oferta original que el castrismo propuso al pueblo de Cuba, no queda nada. Del aliento juvenil de los barbudos de 1959, sólo queda para el cercano e inevitable epílogo, represión, corrupción, miseria y un amargo desencanto.


Hoy Cuba está en manos de un grupo de ancianos deteriorados, demeritados, crueles, caprichosos y egoístas. El país se debate entre la represión, la corrupción y la miseria. De acuerdo a la caprichosa política de distribución impuesta por la élite, al pueblo le toca represión y miseria. La corrupción encontró firme asidero en las altas esferas y la comparten en su peculiar y azaroso estilo de camaradería, los miembros del gobernante y único Partido Comunista; desde la sargentería política de la base, hasta ‘los más altos niveles de dirección política del país’.


Desde los más altos niveles de la dividida sociedad cubana, ha comenzado el post castrismo. Los que están a bien, se preparan para repartirse lo poco útil que queda, del país que destruyeron. Para ello cuentan con cómplices dentro y fuera de Cuba. Entre estos cómplices descuellan España y lo peor de América Latina.

Apoyados en el grupo corporativo español Prisa y un selecto grupo de cipayos o voluntarios de nuevo cuño, radicados o no en Madrid, la dictadura militar se construye sus interlocutores. Estos serán un grupo aséptico y despolitizado de ‘disidentes ciudadanos’, investidos por Prisa con prisa. Ellos serán la garantía para la consolidación de la piñata y con ella, la seguridad futura de los intereses económicos españoles en Cuba. La avanzada de un ‘cambio’ castrista sin transición democrática.

En medio de este complejo e incierto panorama, se avizora la eventual liberación de unos pocos prisioneros políticos, cardenal Ortega mediante. El cardenal mensajero ratificará la voluntad política del régimen de no conceder representatividad a cubanos residentes en Cuba, si estos no andan de alguna forma condicionados a su dictado. Es posible que enviados del Santo Padre de Roma, participen y ratifiquen esta nueva movida verdeolivo.


El jueves 20 de mayo sería el día de la república. La fecha fue proscrita por la horda verdeolivo y la república cubana no tiene día. Pero bueno, ¿qué hacemos con la fecha o con el día, si ya no hay república? En la actualidad tenemos, corrupción, represión y miseria, ese es nuestro afán. ¡No hay más na!

Editorial 118 de Primavera Digital
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Human Rights Watch y el futuro de Cuba

En el artículo “Cuba—A Way Forward” publicado en The New York Review of Books, Nik Steinberg y Daniel Wilkinson describen violaciones de los derechos humanos en Cuba, como resultado de una investigación furtiva realizada en la isla. Es una descripción que detalla las humillaciones, persecuciones y castigos que viven los cubanos, propias de un régimen totalitario. Ambos merecen un sincero aplauso.

Ante esa inaceptable realidad, ellos proponen la formación de una coalición de gobiernos que exija la liberación de los presos políticos, y que imponga penalidades a los dirigentes castristas si esto no se logra.

Como primer paso para alcanzar esa coalición plantean que los Estados Unidos eliminen el embargo comercial. Considero que la renuncia a políticas unilaterales debe ser parte de las negociaciones para formar esa coalición. Estados Unidos renunciaría al embargo y, como contrapartida, otros gobiernos democráticos renunciarían al apoyo, abierto o encubierto, que brindan a la tiranía castrista.

Steinberg y Wilkinson señalan que: “La nueva coalición le presentaría al gobierno cubano una alternativa: liberen sus presos políticos o serán sancionados. Diferente del actual embargo de los Estados Unidos, esas sanciones estarían dirigidas a los lideres cubanos -negándoles visas para viajar y congelándoles sus activos en el exterior, por ejemplo- sin perjudicar a la población cubana”.

Pero a quienes mandan en Cuba – Fidel y Raúl Castro, y un grupito de colaboradores octogenarios – quizás no les preocupe que les nieguen visas para viajar a algunos países, siempre que puedan visitar a otros como España, Brasil, Venezuela, Irán, etc., ni tengan temor por sus activos, que pueden estar bien protegidos en esos mismos o en otros lugares.

Además, por justa y deseable que sea la liberación de los 200 presos políticos que hay en Cuba, esto no lograría un cambio de sistema. Muy probablemente esos mismos presos regresarían pronto a las cárceles, bajo falsas acusaciones de delitos comunes. En la isla quedaría una población sin derechos, una oposición democrática a merced de la represión y miles de presos que han sido condenados por actividades que son legales en cualquier democracia.

Los articulistas concluyen que: “Idealmente solo este ultimátum debe ser suficiente para que el gobierno libere los presos. Pero si no lo hace, el nuevo enfoque hacia Cuba- multilateral, dirigido, y enfocado sobre los derechos humanos - en lugar de hacia un cambio de régimen - transformaría fundamentalmente la dinámica internacional que por mucho tiempo ha ayudado a los Castro a sofocar la disidencia.”

Un esfuerzo “dirigido, y enfocado sobre los derechos humanos -en lugar de hacia un cambio de régimen“, conlleva una contradicción implícita. El sistema actual -autodefinido como una dictadura del proletariado - solo puede sobrevivir practicando la violación de los derechos humanos. Si se le va a penalizar para que los respete, se le está obligando a un cambio de régimen, que es lo que los articulistas señalan como el error de los Estados Unidos.

Es un contrasentido exigirle a un sistema totalitario que respete los derechos humanos. Oscar Arias, ex-presidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz, fue muy preciso al denunciar recientemente la existencia de presos políticos en Cuba: “en una democracia no hay presos políticos”.

Un esfuerzo multilateral debe contemplar los escenarios posibles y determinar no solo las penalidades, sino también las acciones de apoyo a la oposición, que conduzcan al establecimiento de un Estado Derecho en la isla. El gobierno de Obama tuvo la experiencia de tender la mano al régimen castrista esperando una puerta abierta y en su lugar recibió un portazo, opción que ni él ni su Departamento de Estado habían previsto.

La proposición de los representantes de Human Rights Watch debe ser tomada en su esencia básica: la necesidad de que se constituya una coalición de países que haga un esfuerzo multilateral hasta que en Cuba se respeten los derechos humanos.

Esa coalición es una obligación moral de las democracias del mundo. Esta puede hacer posible una transición pacífica hacia la democracia y evitar que la desesperación y las necesidades del pueblo se canalicen violentamente. Esa coalición es una deuda a pagar de parte de todos aquellos pueblos y gobiernos, de naciones democráticas - incluyendo los Estados Unidos - que por décadas, con sus políticas fracasadas, su complacencia, su turismo, su comercio y su financiamiento han ayudado a apuntalar medio siglo de tiranía en Cuba.

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Cuba: La marcha de los esclavos


Informaron las agencias de noticias que este primero de mayo desfilaron 800.000 personas en La Habana en respaldo al régimen. En sus reportajes dan la impresión de que la multitud se congregó por su propia voluntad. Con esta sutil falta de objetividad se continúa distorsionando ante el mundo la realidad cubana.

Los cubanos que desfilaron tienen un ingreso promedio de $17 dólares mensuales, equivalente a 55 centavos de dólar al día; mucho menos que el límite de $1 diario, considerado como de extrema pobreza por el Banco Mundial. Por esta razón en la mayoría de los hogares de la isla la alimentación es insuficiente y deficiente.

Como la dictadura compra en los Estados Unidos el 85% de la comida que consumen los cubanos, es poco el alimento que puede adquirirse con 55 centavos de dólar. Además, con este ingreso diario el cubano tiene también que vestirse, pagar transporte, electricidad, etc.

La lógica es tan brutal como real. La única forma en que el sistema puede funcionar es con una mano de obra virtualmente esclava. El gobierno tiene el monopolio del mercado laboral. No hay derecho a huelga y el que proteste pierde su puesto y entra en la ilegalidad.

El estado emplea a cuatro millones de personas. Hay además 800.000 cubanos que trabajan por cuenta propia con un status seudo-legal, sujetos al pago de patentes carísimas, al chantaje policíaco y al riesgo de multas y condenas a prisión.

Con su baja productividad, estos 4.8 millones de cubanos tienen la faraónica tarea de mantener a los otros seis millones y medio de habitantes. Tienen que pagar una de las fuerzas armadas más poderosas de Latinoamérica, y servicios de espionaje y represión que están entre los mejores del mundo. También pagan la educación, los servicios médicos y hospitalarios y los medicamentos, que todo el mundo cree que son gratuitos.

Si el gobernante de Cuba fuera un Pinochet y no un Castro, las denuncias sobre la esclavitud de los cubanos serían permanentes. Nadie dudaría de que los cubanos son presionados a reunirse y marchar a favor del régimen, porque de lo contrario pueden perder el magro ingreso con que sobreviven.

El régimen anunció hace algunas semanas que van a quedar cesantes un millón de trabajadores. Los reportajes sobre la marcha del primero de mayo debieran comentar que entre esos cubanos muchos están en peligro de perder el trabajo; otra razón para tratar de hacer méritos con su presencia. Pero el castrismo ha navegado por medio siglo con una patente de corso y la inercia todavía lo impulsa.

Una rara excepción es el artículo de Iván García para El Nuevo Herald: “Un acto de repudio por dentro”. La prensa internacional que se encuentra en La Habana debía dejar atrás su bochornosa falta de objetividad.

Este primero de mayo, en La Habana, la marcha de los esclavos fue un triste espectáculo. En pleno siglo XXI un pueblo no debía ser humillado ante el silencio del mundo. ¿Cobardes por marchar? Tal vez, pero la cobardía reprochable no es la del que ante la necesidad y la represión se doblega, sino la del que, pudiendo denunciar la esclavitud, se calla o la encubre.
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