miércoles, 10 de junio de 2009

¿La vieja o la nueva guardia?














La “renuncia” de Francisco Soberón Valdez a la presidencia del Banco Central de Cuba podría interpretarse como una acción más de Raúl Castro contra otro peón de su hermano Fidel. Una baja más en la batida contra quienes Raúl no considera sus incondicionales.

La supuesta renuncia de Soberón no se limita a la presidencia del Banco, sino que incluye dos puestos de privilegio: el Comité Central del Partido y el Consejo de Estado. En un país donde el propio Soberón es el padre de una reciente campaña –Ahorro o muerte - que simboliza la gravedad de la situación, es poco creíble que, de un momento a otro, un funcionario clave por su experiencia se retire a “investigar y escribir sobre finanzas internacionales”.

El trato público a Soberón fue diferente al de Carlos Lage, ex Vicepresidente del Consejo de Estado y Felipe Pérez Roque, ex Ministro de Relaciones Exteriores. A estos se les denigró públicamente, mientras que oficialmente Soberón “renunció”. Sin embargo, como los tres trabajaban muy de cerca es lógico suponer que coincidieran en el diagnostico de los problemas y las políticas para enfrentarlos.

Para entender las purgas que está haciendo Raúl Castro hay que tener presente una pregunta clave: Después de la muerte del dictador, que hasta ahora sigue frenando los cambios en Cuba ¿quien tomará la iniciativa, la vieja o la nueva guardia?

La vieja guardia, el grupo que se nucleó alrededor de Raúl, ve en cambios prudentes la forma de manejar la crisis y mantenerse en el poder. Para la nueva guardia, con mayor formación profesional y menos ataduras al pasado, la oportunidad de asumir el liderazgo que según ellos les corresponde está en hacer cambios más radicales.

En consecuencia, la prioridad actual de la vieja guardia son reformas que no pongan en peligro su control; para eso tiene que evitar que la población pueda llegar a sentirse con derecho a exigir mayores transformaciones. Para la nueva guardia el desplazamiento de los “históricos” se lograría a base de popularidad, que sólo es posible con resultados y con la participación de la población.

La nueva guardia cree que Raúl y su grupo no pueden tener éxito porque carecen de la capacidad para llevar a cabo las transformaciones; no tienen las mejores credenciales con Washington, ni la credibilidad con el pueblo cubano para pedirle un compás de espera mientras el país se recupera.

Aunque Francisco Soberón no tuviera una vinculación conspirativa con Carlos Lage y Pérez Roque, su formación, experiencia y relaciones representaban un peligro potencial para la vieja guardia. Sus opiniones técnicas podían encontrar eco en un sector importante de la nomenclatura, que quiere un cambio político gradual pero efectivo y un arreglo con los Estados Unidos.

La excusa por la que se le retiró del poder a Soberón puede haber sido algo tan sencillo como una discusión sobre el impacto publicitario del proyecto “Ahorro o muerte”, o cualquier otro asunto. Pero lo que podemos deducir es que en la lucha por el poder en Cuba la forma de enfrentar la crisis después de la muerte de Fidel es parte fundamental de la ecuación.

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