martes, 7 de junio de 2011

El miedo y la libertad


Concluí el artículo anterior “Cuba y la revuelta popular” con este comentario: “En lugar de argumentar que el pueblo tiene miedo, ayudémoslo a darse cuenta de que ya no lo tiene que tener”. Es una recomendación a quienes creen que el sistema ha degradado a los cubanos. Que por el miedo ya Cuba no tiene salvación.

¿Qué es el miedo?

El miedo es parte del mecanismo de preservación. Ante el peligro nos obliga a reaccionar: Huimos o enfrentamos la amenaza. La respuesta puede ser instantánea o meditada, depende de las circunstancias.

Hay dos reacciones extremas: la de los individuos que casi siempre afrontan el peligro sin considerar demasiado las consecuencias, y la de los que huyen en cualquier circunstancia. La mayoría de las personas no están situadas en ninguno de esos extremos.

El temor no es el factor que paraliza a un pueblo ante la opresión. Aun sintiendo temor a perder la vida, a ser heridos o a terminar en prisión, millones de personas han luchado por sus libertades y derechos, incluso a veces por los de otros pueblos.

Recientemente hemos visto varias veces a los rebeldes libios huir en forma desordenada ante la amenaza o un ataque de las tropas de Gadafi Luego regresan a combatir. El miedo ha estado presente en la huida, pero aun con temor, han regresado a luchar.

En Siria todas las semanas salen manifestaciones a desafiar a la tiranía de Bashar Asad. El pueblo sabe que unos cuantos morirán. A veces huyen, pero superan el miedo y vuelven a la carga.

¿Qué los motiva a vencer el temor e insistir en la oposición y el enfrentamiento?

Es una especie de fe. Un sentimiento de pertenencia y destino. Una convicción en la victoria final, en la razón de su causa, en la dignidad personal, en sentir que tienen un papel histórico. Que su gente confía en ellos, que los admira, que son parte de un todo. Cada persona ha tomado una decisión, consciente o subconsciente, meditada o emocional. Han superado el temor.

Así se han escrito, se escriben y se seguirán escribiendo las páginas más heroicas de la historia universal. Hombres y mujeres comunes que han actuado con valor y espíritu de sacrificio ejemplares. A veces inspirados por un líder o unidos por un mártir. A veces por un ideal. El sentimiento de impotencia se pierde, el freno estalla y el caudal de energía resultante es arrollador. Este tipo de manifestación no es exclusiva de ningún pueblo, es un resultado de circunstancias.

En Cuba el pueblo tiene miedo pero la dictadura también. Por eso han dedicado y dedican amplios recursos a la represión. Temen que en algún momento la población pueda creer que hay un mañana mejor.

La tiranía ha llegado al extremo de amenazar al pueblo, en forma reiterada y pública, de que hará cualquier cosa por no dejarse tomar las calles. Con esa amenaza admite el peligro de que un grupo pueda tomarlas y la población se les sume.

No es que la solución del problema cubano sea tomar las calles, sino que la dictadura, lejos de descartar esa opción, la tiene muy presente.

En Cuba una dictadura vencida está aflojando para que la población no estalle. Cuando un número suficiente de cubanos acumule la masa crítica necesaria para desbordar el status quo, el castillo de naipes se desplomará como pasó en la URSS.

En Cuba, como en otras partes, lo importante no es el temor o la ausencia de él, sino la fe en la Nueva República. La fe en la nación.

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