jueves, 1 de marzo de 2012

EL PARTIDO SE QUEDA: Gorvachov (II)

El Kremlin estaba acostumbrado a la fuente inagotable de petróleo que evitaba el colapso de un sistema ineficiente. La corrupción era práctica común, y el bajo nivel de vida y los problemas sociales del pueblo, aunque no completamente conocidos en Occidente, eran la realidad.

En 1977, cuando Orestes Lorenzo regresó a Cuba después de su entrenamiento militar en la URSS, el famoso piloto cubano de la Fuerza Aérea Revolucionaria, que posteriormente escaparía con su avión hacia Estados Unidos, le describió a su incrédulo padre lo que había vivido en Rusia:

“El sistema sencillamente no funciona. El nivel de vida es bajísimo, y las condiciones de higiene y vivienda de la población son pésimas. El alcoholismo y el adulterio son una epidemia en el país, los valores éticos de la familia casi no existen”.

En el plano internacional la URSS enfrentaba otros problemas. Ya no podía contar con la estabilidad que brindaba el status quo producto de la política del “detente” (distensión) en el marco de La Guerra Fría.

El presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, rechazaba la hipótesis de que la fórmula para mantener la paz descansaba en la seguridad de la destrucción mutua de los Estados Unidos y la URSS en una guerra nuclear.

Reagan quería que Estados Unidos desarrollara un sistema de defensa anti misil (SDI), que fue popularmente conocido como “la guerra de las galaxias”, que haría obsoleta la paridad balística con la URSS. Los soviéticos, que habían sacrificado su economía para alcanzar ese balance, comprendieron que no podrían triunfar sobre los Estados Unidos en esa nueva carrera tecnológica.

En Europa, Margaret Thatcher había entrado en el escenario. “La Dama de Hierro” había dado vitalidad a la decadente economía inglesa con sus políticas económicas liberales y anti-socialistas.

En el mundo libre Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Juan Pablo II eran líderes con un gran carisma y una visión muy definida.

En China, Deng Xiaoping llevaba varios años desmantelando el maoísmo, mientras que en menos tiempo hubo tres muertes decisivas en Moscú: Leonid Brezhnev en 1982, Yuri Andropov en 1984, y Konstantin Chernenko en 1985.

Esas tres muertes sucesivas de los máximos dirigentes y secretarios generales del PCUS convirtieron a Mijail Gorbachov en Secretario General del Partido Comunista de la URSS. Gorbachov había alcanzado el liderazgo casi por un milagro, o por un milagro.

Fue el primer y el único Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética que había nacido después de la revolución bolchevique. Tanto él como su esposa Raisa conocían los serios problemas de Rusia y su gigantesco imperio: los habían estudiado con detenimiento por muchos años.

Gorbachov no era un líder militar como Deng Xiaoping, ni tenía la ascendencia de haber sido uno de los forjadores del comunismo en la URSS como Deng lo fue en China. Por estas razones, su influencia sobre el estamento militar y sobre la estructura del Partido no se comparaba a las de líder chino.

En China la formula de Deng Xiaoping era un reto diferente. Tenía el apoyo del ejército, tenía que consolidar al partido, empezar a darle de comer al pueblo, y aliarse con Occidente, pero manteniendo como bandera la fachada de Mao y del socialismo. Deng estaba dispuesto a hacerlo aunque tuvieran que usar la violencia para lograrlo. Y así lo tuvo que hacer.

Gorbachov se enfrentaba a la amenaza de la Iniciativa de Defensa Estratégica impulsada por Reagan, y a muchos otros problemas simultáneamente. Quería continuar negociando con Estados Unidos la reducción del armamento nuclear. Tratar de revitalizar una economía estancada. Manejar las demandas nacionalistas y anticomunistas de los países de Europa del Este y de las propias repúblicas de la URSS. Enfrentar al mismo tiempo a los reaccionarios y los más conservadores del Partido y las exigencias de los que querían radicalizar las reformas sin mayor dilación. Era un equilibrio complejo y precario.

A una pregunta que le hice a Lech Walesa sobre Gorbachov, durante un encuentro en Caracas, me respondió con un poco de preocupación:

“Gorbachov es un malabarista que está jugando con muchas pelotas al mismo tiempo y no sé cuánto tiempo podrá sostenerlas”.

Gorbachov no estaba dispuesto a usar las tropas soviéticas para evitar la disolución del imperio. Estaba decidido a darle la libertad a cada país que quisiera independizarse. De hecho, cooperó activamente en este propósito. Tampoco usaría la violencia para mantener el comunismo en Rusia; apostó a reformarlo.

Continuará..

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