La estrategia de oportunidad calculada de Donald Trump


 Por Huber Matos Araluce — San José, Costa Rica


He buscado definir la estrategia de Donald Trump para poder entender sus acciones, que fácilmente desconciertan. La más reciente ha sido cómo logró llevar a Hamás e Israel a la mesa de negociaciones, así como su enfrentamiento con la narco dictadura venezolana. Estas son mis conclusiones, que someto al análisis, la crítica y el debate. La he definido como la estrategia de oportunidad calculada.



Esta estrategia describe el modo en que Donald Trump concibe y ejerce el poder, tanto en el ámbito político interno como en el internacional. No se trata de una doctrina formal ni de un sistema ideológico cerrado, sino de una forma de acción basada en la lectura pragmática del contexto y en la explotación de coyunturas favorables. En esta visión, las decisiones no se subordinan a principios morales o a compromisos permanentes, sino a una evaluación constante de quién posee la iniciativa, qué correlación de fuerzas predomina y qué beneficio puede obtenerse en cada momento.



El núcleo de esta estrategia es la flexibilidad instrumental, entendida no como vacilación, sino como método. Trump mantiene abiertas todas las opciones —negociar, presionar, amenazar o actuar— y evita comprometerse de antemano con una línea fija. Su lógica no es la de la confrontación perpetua ni la del apaciguamiento ingenuo, sino la del cálculo frío: intervenir cuando el costo de actuar es menor que el de no hacerlo.



Otro componente esencial es la ambigüedad deliberada, utilizada como recurso de poder. Las advertencias vagas, los silencios prolongados o los gestos contradictorios no son errores de comunicación, sino instrumentos para generar incertidumbre y mantener el control psicológico del adversario. Desde esta perspectiva, el poder más eficaz no es el que se ejerce abiertamente, sino el que se insinúa y se hace sentir sin necesidad de desplegarlo.



En suma, la estrategia de oportunidad calculada —tal como la encarna Trump— consiste en mantener la iniciativa mediante la administración del riesgo, el uso estratégico del tiempo y la manipulación de las percepciones. Es una práctica política que privilegia la sorpresa, la presión y la flexibilidad táctica sobre la coherencia doctrinal, y que convierte la imprevisibilidad en un instrumento de dominio y negociación.



Conclusión — Una síntesis moderna del oportunismo estratégico

Donald Trump representa una síntesis moderna del oportunismo estratégico, heredera de las tradiciones de Maquiavelo, Sun Tzu, Bismarck y Kissinger, reinterpretadas bajo las condiciones tecnológicas, mediáticas y políticas del siglo XXI. Su estilo de liderazgo no surge de la improvisación, sino de una lectura instintiva del poder como relación dinámica, donde la percepción y el tiempo son tan importantes como los hechos.



Trump combina la astucia maquiavélica de adaptar la acción a la oportunidad; la ambigüedad calculada de Sun Tzu como instrumento de dominio psicológico; el pragmatismo sin ideología de Bismarck en la búsqueda de resultados inmediatos; y la flexibilidad diplomática de Kissinger en el manejo de los equilibrios de poder. Sin embargo, su aporte distintivo consiste en haber trasladado esos principios a un escenario caracterizado por la hipercomunicación, la inmediatez y la exposición mediática constante.



En este nuevo contexto, la estrategia de Trump se expresa mediante:


- Una comunicación directa y emocional, que prescinde de las mediaciones institucionales tradicionales y apela al vínculo personal con su base de apoyo.

- El uso deliberado del caos y la incertidumbre como herramientas políticas para desorientar tanto a adversarios como a aliados, manteniendo el control de la narrativa.

- Un cálculo permanente del costo-beneficio de cada acción, donde las decisiones se toman no por principios, sino por rentabilidad política o económica inmediata.

- El rechazo de los compromisos morales y multilaterales, sustituido por una lógica transaccional centrada en los intereses nacionales y personales.



En síntesis, la estrategia de oportunidad calculada que define su comportamiento político no es una invención nueva, sino una versión contemporánea del arte clásico de aprovechar la ocasión: una práctica que ha acompañado a los grandes estrategas pragmáticos de la historia y que hoy encuentra en Trump una de sus manifestaciones más visibles, audaces y polémicas.

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Hannah Arendt y el miedo en Cuba


Por Huber Matos Araluce
San José, Costa Rica

 

Hace muchos años, en mi época de estudiante en Nueva York, y tratando de entender el poder del totalitarismo sobre los pueblos, tuve la fortuna de leer a Hannah Arendt, una pensadora cuya lucidez transformó para siempre mi forma de comprender la libertad. Durante el ascenso del nazismo, Arendt —exiliada y marcada por la experiencia del horror— convirtió su vida en una búsqueda intelectual por entender cómo las sociedades modernas podían caer en la barbarie totalitaria.


En su monumental obra *Los orígenes del totalitarismo*, Arendt advirtió que estos regímenes no se sostienen únicamente por la fuerza, sino por un fenómeno más sutil y devastador: la desintegración moral y social que convierte a las víctimas en piezas funcionales del propio sistema que las oprime. Antes de dominar los cuerpos, el totalitarismo destruye el espíritu público, el pensamiento crítico y la confianza entre los ciudadanos. Desde entonces comprendí al pueblo cubano; entendí la verdadera profundidad de su esclavitud, donde la obediencia se convierte en virtud y el valor en delito.

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¿QUIÉN MANDA EN VENEZUELA, RAÚL O MADURO?


 

Por Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica


El poder detrás de Maduro

Desde hace algunas semanas el tema venezolano ocupa la atención de millones de personas. El gobierno de Donald Trump ha declarado la guerra al Cartel de los Soles, al Tren de Aragua y a otros grupos vinculados al narcotráfico y el terrorismo. Washington ha planteado que detrás de estas organizaciones criminales no solo hay estructuras delictivas, sino la propia cúpula que controla el poder político en Venezuela. Según esta visión, los verdaderos jefes de esos carteles y bandas armadas son los mismos que hoy detentan el poder: Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, señalados como responsables de haber convertido al Estado venezolano en un instrumento del narcoterrorismo.

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