viernes, 3 de octubre de 2025

¿QUIÉN MANDA EN VENEZUELA, RAÚL O MADURO?


 

Por Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica


El poder detrás de Maduro

Desde hace algunas semanas el tema venezolano ocupa la atención de millones de personas. El gobierno de Donald Trump ha declarado la guerra al Cartel de los Soles, al Tren de Aragua y a otros grupos vinculados al narcotráfico y el terrorismo. Washington ha planteado que detrás de estas organizaciones criminales no solo hay estructuras delictivas, sino la propia cúpula que controla el poder político en Venezuela. Según esta visión, los verdaderos jefes de esos carteles y bandas armadas son los mismos que hoy detentan el poder: Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, señalados como responsables de haber convertido al Estado venezolano en un instrumento del narcoterrorismo.

 

Raúl Castro: el arquitecto oculto

De lo que casi no se habla es de quién dirige realmente la estrategia de Maduro frente a estas amenazas. Desde los tiempos de Hugo Chávez, esa función la desempeñó primero Fidel Castro y, tras su muerte, su hermano Raúl Castro, quien sigue operando como arquitecto en la sombra. Aunque retirado de cargos formales, Raúl nunca abandonó el trono invisible del poder venezolano. Y recientemente, tras los rumores sobre su muerte, el régimen cubano lanzó una campaña digital con el lema “Raúl es Raúl” para reafirmar su vigencia. Ministerios, prensa oficial y cuentas afines difundieron imágenes y consignas que lo presentan como un líder “firme y en combate”, enmarcadas en un despliegue propagandístico que incluyó uniformidad visual y frases como “Con el pie en el estribo”. Esta iniciativa buscó contrarrestar la ansiedad social generada por el hermetismo de La Habana y reafirmar la narrativa de continuidad: Raúl, aunque oculto tras las bambalinas, se mantiene como el referente estratégico que dirije a Maduro y al chavismo.

¿Conveniencia para Maduro o para La Habana?

En consecuencia lo que diga Nicolas Maduro y su pandilla no es lo que ellos piensan sino lo que les ordena Raúl y sus asociados desde Cuba, como siempre lo han hecho. No tiene que ser lo que le conviene a Nicolás Maduro, sino lo que le conviene a la cúpula castrista.  A Maduro le convendría hacer un trato secreto con Washington y huir con su familia y sus allegados al lugar más seguro que encuentren y vivir como reyes hasta el final de sus días.  Sin embargo a Raúl Castro y a sus socios les puede convenir más la muerte en llamas de Maduro y unas cuantas docenas o cientos de allegados.  Algo así como la muerte de Allende, pero mucho más dramática.

 El origen de la alianza: Chávez y Fidel

Quien no tome en serio el poder del castrismo sobre el chavismo y sus herederos no puede entender los últimos treinta años de Venezuela. El ascenso político de Hugo Chávez no puede separarse del encuentro con Fidel Castro en diciembre de 1994. Apenas bajó de la escalerilla del avión en La Habana, pronunció la frase que sellaría una alianza histórica: “Yo no conocía a Fidel Castro, pero al verlo en el aeropuerto sentí que estaba frente a un padre.” Desde ese instante se declaró discípulo del "líder" cubano, a quien describió como “un gigante del siglo XX, un ejemplo de dignidad y resistencia”. En la Universidad de La Habana ensalzó la capacidad del pueblo cubano para “resistir las agresiones y el bloqueo con la frente en alto” y aseguró que los pueblos latinoamericanos debían unirse bajo la inspiración de Bolívar y Martí. Fidel, por su parte, lo recibió con honores de jefe de Estado y lo trató como a un heredero político, ofreciéndole la plataforma internacional que aún no tenía en su propio país. Esa visita no fue un episodio aislado: fue el acto fundacional de una relación de tutoría y dependencia que condicionó el rumbo de Venezuela desde entonces.

La dependencia estructural de Venezuela

De aquella primera visita nació lo que después muchos llamarían “Cubazuela”, la fusión política y estratégica entre La Habana y Caracas. Chávez adoptó no solo la admiración personal por Fidel, sino también el modelo de control social, propaganda y resistencia que había mantenido al castrismo en el poder durante décadas. A cambio, el castrismo encontró en Venezuela el salvavidas económico que perdió tras la caída de la URSS: petróleo a cambio de médicos, asesores y, sobre todo, inteligencia. Desde entonces, Venezuela no se gobernó únicamente desde Miraflores, sino también desde La Habana, en una simbiosis que selló el destino de ambos países.

Denuncias de la oposición venezolana

Durante años, dirigentes de la oposición venezolana advirtieron y denunciaron públicamente esa injerencia. María Corina Machado habló reiteradamente del “secuestro de la soberanía venezolana por la dictadura cubana”, acusando a La Habana de dirigir los aparatos de inteligencia y de controlar la economía a través del petróleo. Antonio Ledezma, exalcalde de Caracas, llegó a afirmar que “en Venezuela se obedece más a los cubanos que a los propios venezolanos en el poder”. Incluso Henrique Capriles, en medio de sus campañas presidenciales, señaló que la relación con Cuba había convertido a Venezuela en un país subordinado: “Aquí no se toman decisiones sin que pasen por La Habana.” A su vez, Leopoldo López denunció desde la cárcel y en foros internacionales que los servicios de inteligencia cubanos “se han incrustado en cada rincón de la seguridad del Estado”, y que esa presencia era uno de los pilares de la represión sistemática contra la oposición. Estas denuncias, hechas en distintos momentos y desde distintos sectores, coincidían en lo esencial: el castrismo no solo asesoraba, sino que ejercía un control directo y cotidiano sobre la vida de los venezolanos, penetrando sus instituciones, su seguridad y su futuro.

Testimonios desde adentro

A lo largo de los años no solo la oposición lo denunció: militares, exfuncionarios de inteligencia y testaferros del régimen que terminaron huyendo también confirmaron la dependencia de Caracas respecto a La Habana. El general Antonio Rivero, exoficial de la Fuerza Armada, reveló que oficiales cubanos daban órdenes directas en áreas de seguridad y defensa. Exjefes del SEBIN y de la DGCIM, ya en el exilio, han reconocido que “los cubanos controlaban la información sensible y supervisaban los interrogatorios”. El propio Hugo “El Pollo” Carvajal, exjefe de la Dirección de Inteligencia Militar, confesó que los agentes cubanos “estaban en todos los niveles de seguridad, hasta en el despacho presidencial” y que con Maduro la dependencia de La Habana se hizo aún mayor, porque carecía del ascendiente militar que sí tenía Chávez. Testigos cercanos al poder económico del chavismo, convertidos luego en colaboradores de la justicia internacional, han admitido que “sin el visto bueno de La Habana no se movía nada importante”. Estos testimonios internos, provenientes de quienes en algún momento formaron parte del engranaje chavista-madurista, reforzaron lo que la oposición denunciaba: el castrismo no era un aliado externo, sino un poder incrustado dentro del Estado venezolano, al que moldeó según su experiencia de control absoluto.

Una tragedia moldeada desde La Habana

En definitiva, la tragedia venezolana no puede entenderse sin la sombra de Fidel y Raúl Castro. Chávez abrió las puertas a esa tutela en 1994, y desde entonces la cúpula castrista ha moldeado la política, la seguridad y la economía de Venezuela según su propio manual de control. Maduro, desprovisto de liderazgo y legitimidad propia, se sostiene gracias a ese tutelaje y al andamiaje del narcoterrorismo. Así, Venezuela terminó convertida en un híbrido: formalmente un Estado independiente, pero en la práctica dirigido desde La Habana.

 

WHO RULES IN VENEZUELA, RAÚL OR MADURO?

 By Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

The power behind Maduro

For several weeks now, the Venezuelan issue has occupied the attention of millions of people.
Donald Trump’s government has declared war on the Cartel of the Suns, the Tren de Aragua, and other groups linked to drug trafficking and terrorism.
Washington has stated that behind these criminal organizations there are not only illicit structures, but the very leadership that controls political power in Venezuela.
According to this view, the true leaders of these cartels and armed gangs are the same ones who currently hold power: Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, and Defense Minister Vladimir Padrino López, identified as responsible for having turned the Venezuelan state into an instrument of narco-terrorism.

 

Raúl Castro: the hidden architect

What is rarely discussed is who really directs Maduro’s strategy in the face of these threats.
Since the time of Hugo Chávez, that role was first played by Fidel Castro and, after his death, by his brother Raúl Castro, who continues to operate as the architect in the shadows.
Although retired from formal positions, Raúl never abandoned the invisible throne of Venezuelan power.
And recently, after rumors about his death, the Cuban regime launched a digital campaign with the slogan “Raúl is Raúl” to reaffirm his relevance.
Ministries, official press, and affiliated accounts disseminated images and slogans portraying him as a “firm and combative” leader, framed within a propaganda display that included visual uniformity and phrases such as “With his foot in the stirrup.”
This initiative sought to counteract the social anxiety generated by Havana’s secrecy and to reaffirm the continuity narrative: Raúl, though hidden behind the scenes, remains the strategic reference who directs Maduro and chavismo.

 

Convenience for Maduro or for Havana?

As a result, what Nicolás Maduro and his clique say is not what they think, but what Raúl and his associates order from Cuba, as they have always done.
It does not have to be what benefits Nicolás Maduro, but what benefits the Castro leadership.
For Maduro, it would be convenient to strike a secret deal with Washington and flee with his family and closest allies to the safest place they can find, living like kings until the end of their days.
However, for Raúl Castro and his partners, it may be more convenient for Maduro to perish in flames along with dozens or even hundreds of his allies—something akin to the death of Allende, but far more dramatic.

 

The origin of the alliance: Chávez and Fidel

Anyone who does not take seriously the power of Castroism over chavismo and its heirs cannot understand the last thirty years of Venezuela.
The political rise of Hugo Chávez cannot be separated from his encounter with Fidel Castro in December 1994.
As soon as he stepped off the plane in Havana, he pronounced the phrase that would seal a historic alliance: “I did not know Fidel Castro, but when I saw him at the airport I felt I was in front of a father.”
From that moment he declared himself a disciple of the Cuban leader, whom he described as “a giant of the 20th century, an example of dignity and resistance.”
At the University of Havana he praised the Cuban people’s ability to “resist aggression and the blockade with their heads held high” and asserted that Latin American peoples had to unite under the inspiration of Bolívar and Martí.
Fidel, for his part, welcomed him with the honors of a head of state and treated him as a political heir, offering him the international platform he still lacked in his own country.
That visit was not an isolated episode: it was the founding act of a relationship of tutelage and dependence that conditioned the course of Venezuela from then on.

 

Venezuela’s structural dependency

From that first visit was born what many would later call “Cubazuela,” the political and strategic fusion between Havana and Caracas.
Chávez not only adopted personal admiration for Fidel, but also the model of social control, propaganda, and resistance that had kept Castroism in power for decades.
In return, Castroism found in Venezuela the economic lifeline it had lost after the fall of the USSR: oil in exchange for doctors, advisers, and, above all, intelligence.
From then on, Venezuela was not governed solely from Miraflores, but also from Havana, in a symbiosis that sealed the fate of both countries.

 

Opposition denunciations

For years, Venezuelan opposition leaders repeatedly warned of and publicly denounced this interference.
María Corina Machado repeatedly spoke of the “hijacking of Venezuelan sovereignty by the Cuban dictatorship,” accusing Havana of directing intelligence services and controlling the economy through oil.
Antonio Ledezma, former mayor of Caracas, even declared that “in Venezuela, more obedience is given to the Cubans than to the Venezuelans in power themselves.”
Even Henrique Capriles, in the middle of his presidential campaigns, pointed out that the relationship with Cuba had turned Venezuela into a subordinate country: “Here, no decisions are made without first going through Havana.”
Meanwhile, Leopoldo López denounced from prison and in international forums that Cuban intelligence services “have infiltrated every corner of state security,” and that this presence was one of the pillars of systematic repression against the opposition.
These denunciations, made at different times and from different sectors, coincided on the essential point: Castroism not only advised but exercised direct, daily control over Venezuelan life, penetrating its institutions, its security, and its future.

 

Testimonies from within

Over the years, not only the opposition denounced it: military officers, former intelligence officials, and regime front men who eventually fled also confirmed Caracas’ dependency on Havana.
General Antonio Rivero, a former Armed Forces officer, revealed that Cuban officers issued direct orders in areas of security and defense.
Former heads of SEBIN and DGCIM, already in exile, acknowledged that “the Cubans controlled sensitive information and supervised interrogations.”
Hugo “El Pollo” Carvajal, former head of Military Intelligence, himself confessed that Cuban agents “were at every level of security, even in the presidential office” and that under Maduro the dependency on Havana became even greater, since he lacked the military authority Chávez had.
Witnesses close to chavismo’s economic power, later turned into collaborators with international justice, admitted that “nothing important moved without Havana’s approval.”
These internal testimonies, coming from those who at one point were part of the chavista-madurista machinery, reinforced what the opposition denounced: Castroism was not an external ally, but a power embedded within the Venezuelan state, which it molded according to its experience of absolute control.

 

A tragedy shaped from Havana

Ultimately, the Venezuelan tragedy cannot be understood without the shadow of Fidel and Raúl Castro.
Chávez opened the doors to that tutelage in 1994, and since then the Castro leadership has shaped Venezuela’s politics, security, and economy according to its own manual of control.
Maduro, devoid of leadership and his own legitimacy, survives thanks to that tutelage and the framework of narco-terrorism.
Thus, Venezuela ended up as a hybrid: formally an independent state, but in practice directed from Havana.

  

 QUI DIRIGE LE VENEZUELA, RAÚL OU MADURO ?

Par Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica 

Le pouvoir derrière Maduro

Depuis quelques semaines, la question vénézuélienne occupe l’attention de millions de personnes.
Le gouvernement de Donald Trump a déclaré la guerre au Cartel des Soleils, au Tren de Aragua et à d’autres groupes liés au trafic de drogue et au terrorisme.
Washington a affirmé que derrière ces organisations criminelles ne se trouvent pas seulement des structures illicites, mais la propre cúpula qui contrôle le pouvoir politique au Venezuela.
Selon cette vision, les véritables chefs de ces cartels et bandes armées sont les mêmes qui détiennent aujourd’hui le pouvoir : Nicolás Maduro, Diosdado Cabello et le ministre de la Défense Vladimir Padrino López, désignés comme responsables d’avoir transformé l’État vénézuélien en instrument du narco-terrorisme.

 

Raúl Castro : l’architecte caché

Ce dont on parle rarement, c’est de qui dirige réellement la stratégie de Maduro face à ces menaces.
Depuis l’époque de Hugo Chávez, ce rôle a d’abord été joué par Fidel Castro puis, après sa mort, par son frère Raúl Castro, qui continue d’opérer comme architecte dans l’ombre.
Bien qu’il soit retraité de ses fonctions officielles, Raúl n’a jamais abandonné le trône invisible du pouvoir vénézuélien.
Et récemment, après les rumeurs concernant sa mort, le régime cubain a lancé une campagne numérique avec le slogan « Raúl est Raúl » pour réaffirmer sa présence.
Les ministères, la presse officielle et des comptes affiliés ont diffusé des images et des slogans le présentant comme un dirigeant « ferme et combatif », dans le cadre d’un déploiement propagandiste qui incluait une uniformité visuelle et des phrases telles que « Le pied à l’étrier ».
Cette initiative visait à contrer l’anxiété sociale générée par le secret de La Havane et à réaffirmer le récit de continuité : Raúl, bien qu’occulté dans les coulisses, demeure la référence stratégique qui dirige Maduro et le chavisme.

 

Commodité pour Maduro ou pour La Havane ?

En conséquence, ce que disent Nicolás Maduro et sa clique n’est pas ce qu’ils pensent, mais ce que Raúl et ses associés ordonnent depuis Cuba, comme ils l’ont toujours fait.
Il ne s’agit pas de ce qui convient à Nicolás Maduro, mais de ce qui convient à la cúpula castriste.
Pour Maduro, il serait commode de conclure un accord secret avec Washington et de fuir avec sa famille et ses proches vers l’endroit le plus sûr qu’ils puissent trouver, vivant comme des rois jusqu’à la fin de leurs jours.
Cependant, pour Raúl Castro et ses partenaires, il peut être plus commode que Maduro périsse dans les flammes avec des dizaines, voire des centaines de ses proches — quelque chose comme la mort d’Allende, mais beaucoup plus dramatique.

 

L’origine de l’alliance : Chávez et Fidel

Quiconque ne prend pas au sérieux le pouvoir du castrisme sur le chavisme et ses héritiers ne peut comprendre les trente dernières années du Venezuela.
L’ascension politique de Hugo Chávez ne peut être séparée de sa rencontre avec Fidel Castro en décembre 1994.
Dès qu’il descendit de l’avion à La Havane, il prononça la phrase qui scellerait une alliance historique : « Je ne connaissais pas Fidel Castro, mais en le voyant à l’aéroport j’ai senti que j’étais face à un père. »
Dès cet instant, il se déclara disciple du dirigeant cubain, qu’il décrivit comme « un géant du XXe siècle, un exemple de dignité et de résistance ».
À l’Université de La Havane, il exalta la capacité du peuple cubain à « résister aux agressions et au blocus la tête haute » et assura que les peuples latino-américains devaient s’unir sous l’inspiration de Bolívar et Martí.
Fidel, pour sa part, l’accueillit avec les honneurs d’un chef d’État et le traita comme un héritier politique, lui offrant la plateforme internationale qu’il n’avait pas encore dans son propre pays.
Cette visite ne fut pas un épisode isolé : ce fut l’acte fondateur d’une relation de tutelle et de dépendance qui conditionna dès lors la trajectoire du Venezuela.

 

La dépendance structurelle du Venezuela

De cette première visite naquit ce que beaucoup appelleraient plus tard « Cubazuela », la fusion politique et stratégique entre La Havane et Caracas.
Chávez adopta non seulement l’admiration personnelle pour Fidel, mais aussi le modèle de contrôle social, de propagande et de résistance qui avait maintenu le castrisme au pouvoir pendant des décennies.
En échange, le castrisme trouva au Venezuela la bouée de sauvetage économique qu’il avait perdue après la chute de l’URSS : du pétrole contre des médecins, des conseillers et, surtout, du renseignement.
Dès lors, le Venezuela ne fut pas gouverné uniquement depuis Miraflores, mais aussi depuis La Havane, dans une symbiose qui scella le destin des deux pays.

 

Dénonciations de l’opposition

Pendant des années, les dirigeants de l’opposition vénézuélienne avertirent et dénoncèrent publiquement cette ingérence.
María Corina Machado parla à plusieurs reprises du « kidnapping de la souveraineté vénézuélienne par la dictature cubaine », accusant La Havane de diriger les services de renseignement et de contrôler l’économie à travers le pétrole.
Antonio Ledezma, ancien maire de Caracas, alla jusqu’à affirmer qu’« au Venezuela, on obéit davantage aux Cubains qu’aux Vénézuéliens eux-mêmes au pouvoir ».
Même Henrique Capriles, en pleine campagne présidentielle, signala que la relation avec Cuba avait transformé le Venezuela en pays subordonné : « Ici, aucune décision n’est prise sans passer par La Havane. »
De son côté, Leopoldo López dénonça depuis la prison et dans des forums internationaux que les services de renseignement cubains « se sont incrustés dans chaque recoin de la sécurité de l’État », et que cette présence constituait l’un des piliers de la répression systématique contre l’opposition.
Ces dénonciations, faites à différents moments et par différents secteurs, coïncidaient sur un point essentiel : le castrisme non seulement conseillait, mais exerçait un contrôle direct et quotidien sur la vie des Vénézuéliens, pénétrant leurs institutions, leur sécurité et leur avenir.

 

Témoignages de l’intérieur

Au fil des années, non seulement l’opposition le dénonça : des militaires, d’anciens responsables du renseignement et des hommes de paille du régime qui finirent par fuir confirmèrent également la dépendance de Caracas vis-à-vis de La Havane.
Le général Antonio Rivero, ancien officier des Forces armées, révéla que des officiers cubains donnaient des ordres directs dans les domaines de la sécurité et de la défense.
D’anciens chefs du SEBIN et du DGCIM, déjà en exil, reconnurent que « les Cubains contrôlaient les informations sensibles et supervisaient les interrogatoires ».
Hugo « El Pollo » Carvajal, ancien chef du renseignement militaire, confessa lui-même que les agents cubains « étaient présents à tous les niveaux de la sécurité, jusque dans le bureau présidentiel » et qu’avec Maduro, la dépendance vis-à-vis de La Havane devint encore plus grande, car il manquait de l’autorité militaire que Chávez possédait.
Des témoins proches du pouvoir économique du chavisme, devenus ensuite collaborateurs de la justice internationale, admiraient que « rien d’important ne se faisait sans l’accord de La Havane ».
Ces témoignages internes, provenant de ceux qui avaient fait partie de la machine chaviste-maduriste, renforçaient ce que l’opposition dénonçait : le castrisme n’était pas un allié externe, mais un pouvoir incrusté au sein de l’État vénézuélien, qu’il modela selon son expérience du contrôle absolu.

 

Une tragédie façonnée depuis La Havane

En définitive, la tragédie vénézuélienne ne peut être comprise sans l’ombre de Fidel et Raúl Castro.
Chávez ouvrit les portes à cette tutelle en 1994 et, depuis lors, la cúpula castriste façonna la politique, la sécurité et l’économie du Venezuela selon son propre manuel de contrôle.
Maduro, dépourvu de leadership et de légitimité propre, survit grâce à cette tutelle et à l’armature du narco-terrorisme.
Ainsi, le Venezuela finit par devenir un hybride : formellement un État indépendant, mais en pratique dirigé depuis La Havane.

 

QUI DIRIGE LE VENEZUELA, RAÚL OU MADURO ?

Le pouvoir derrière Maduro

Depuis quelques semaines, la question vénézuélienne occupe l’attention de millions de personnes.
Le gouvernement de Donald Trump a déclaré la guerre au Cartel des Soleils, au Tren de Aragua et à d’autres groupes liés au trafic de drogue et au terrorisme.
Washington a affirmé que derrière ces organisations criminelles ne se trouvent pas seulement des structures illicites, mais la propre cúpula qui contrôle le pouvoir politique au Venezuela.
Selon cette vision, les véritables chefs de ces cartels et bandes armées sont les mêmes qui détiennent aujourd’hui le pouvoir : Nicolás Maduro, Diosdado Cabello et le ministre de la Défense Vladimir Padrino López, désignés comme responsables d’avoir transformé l’État vénézuélien en instrument du narco-terrorisme.

 

Raúl Castro : l’architecte caché

Ce dont on parle rarement, c’est de qui dirige réellement la stratégie de Maduro face à ces menaces.
Depuis l’époque de Hugo Chávez, ce rôle a d’abord été joué par Fidel Castro puis, après sa mort, par son frère Raúl Castro, qui continue d’opérer comme architecte dans l’ombre.
Bien qu’il soit retraité de ses fonctions officielles, Raúl n’a jamais abandonné le trône invisible du pouvoir vénézuélien.
Et récemment, après les rumeurs concernant sa mort, le régime cubain a lancé une campagne numérique avec le slogan « Raúl est Raúl » pour réaffirmer sa présence.
Les ministères, la presse officielle et des comptes affiliés ont diffusé des images et des slogans le présentant comme un dirigeant « ferme et combatif », dans le cadre d’un déploiement propagandiste qui incluait une uniformité visuelle et des phrases telles que « Le pied à l’étrier ».
Cette initiative visait à contrer l’anxiété sociale générée par le secret de La Havane et à réaffirmer le récit de continuité : Raúl, bien qu’occulté dans les coulisses, demeure la référence stratégique qui dirige Maduro et le chavisme.

 

Commodité pour Maduro ou pour La Havane ?

En conséquence, ce que disent Nicolás Maduro et sa clique n’est pas ce qu’ils pensent, mais ce que Raúl et ses associés ordonnent depuis Cuba, comme ils l’ont toujours fait.
Il ne s’agit pas de ce qui convient à Nicolás Maduro, mais de ce qui convient à la cúpula castriste.
Pour Maduro, il serait commode de conclure un accord secret avec Washington et de fuir avec sa famille et ses proches vers l’endroit le plus sûr qu’ils puissent trouver, vivant comme des rois jusqu’à la fin de leurs jours.
Cependant, pour Raúl Castro et ses partenaires, il peut être plus commode que Maduro périsse dans les flammes avec des dizaines, voire des centaines de ses proches — quelque chose comme la mort d’Allende, mais beaucoup plus dramatique.

 

L’origine de l’alliance : Chávez et Fidel

Quiconque ne prend pas au sérieux le pouvoir du castrisme sur le chavisme et ses héritiers ne peut comprendre les trente dernières années du Venezuela.
L’ascension politique de Hugo Chávez ne peut être séparée de sa rencontre avec Fidel Castro en décembre 1994.
Dès qu’il descendit de l’avion à La Havane, il prononça la phrase qui scellerait une alliance historique : « Je ne connaissais pas Fidel Castro, mais en le voyant à l’aéroport j’ai senti que j’étais face à un père. »
Dès cet instant, il se déclara disciple du dirigeant cubain, qu’il décrivit comme « un géant du XXe siècle, un exemple de dignité et de résistance ».
À l’Université de La Havane, il exalta la capacité du peuple cubain à « résister aux agressions et au blocus la tête haute » et assura que les peuples latino-américains devaient s’unir sous l’inspiration de Bolívar et Martí.
Fidel, pour sa part, l’accueillit avec les honneurs d’un chef d’État et le traita comme un héritier politique, lui offrant la plateforme internationale qu’il n’avait pas encore dans son propre pays.
Cette visite ne fut pas un épisode isolé : ce fut l’acte fondateur d’une relation de tutelle et de dépendance qui conditionna dès lors la trajectoire du Venezuela.

 

La dépendance structurelle du Venezuela

De cette première visite naquit ce que beaucoup appelleraient plus tard « Cubazuela », la fusion politique et stratégique entre La Havane et Caracas.
Chávez adopta non seulement l’admiration personnelle pour Fidel, mais aussi le modèle de contrôle social, de propagande et de résistance qui avait maintenu le castrisme au pouvoir pendant des décennies.
En échange, le castrisme trouva au Venezuela la bouée de sauvetage économique qu’il avait perdue après la chute de l’URSS : du pétrole contre des médecins, des conseillers et, surtout, du renseignement.
Dès lors, le Venezuela ne fut pas gouverné uniquement depuis Miraflores, mais aussi depuis La Havane, dans une symbiose qui scella le destin des deux pays.

 

Dénonciations de l’opposition

Pendant des années, les dirigeants de l’opposition vénézuélienne avertirent et dénoncèrent publiquement cette ingérence.
María Corina Machado parla à plusieurs reprises du « kidnapping de la souveraineté vénézuélienne par la dictature cubaine », accusant La Havane de diriger les services de renseignement et de contrôler l’économie à travers le pétrole.
Antonio Ledezma, ancien maire de Caracas, alla jusqu’à affirmer qu’« au Venezuela, on obéit davantage aux Cubains qu’aux Vénézuéliens eux-mêmes au pouvoir ».
Même Henrique Capriles, en pleine campagne présidentielle, signala que la relation avec Cuba avait transformé le Venezuela en pays subordonné : « Ici, aucune décision n’est prise sans passer par La Havane. »
De son côté, Leopoldo López dénonça depuis la prison et dans des forums internationaux que les services de renseignement cubains « se sont incrustés dans chaque recoin de la sécurité de l’État », et que cette présence constituait l’un des piliers de la répression systématique contre l’opposition.
Ces dénonciations, faites à différents moments et par différents secteurs, coïncidaient sur un point essentiel : le castrisme non seulement conseillait, mais exerçait un contrôle direct et quotidien sur la vie des Vénézuéliens, pénétrant leurs institutions, leur sécurité et leur avenir.

 

Témoignages de l’intérieur

Au fil des années, non seulement l’opposition le dénonça : des militaires, d’anciens responsables du renseignement et des hommes de paille du régime qui finirent par fuir confirmèrent également la dépendance de Caracas vis-à-vis de La Havane.
Le général Antonio Rivero, ancien officier des Forces armées, révéla que des officiers cubains donnaient des ordres directs dans les domaines de la sécurité et de la défense.
D’anciens chefs du SEBIN et du DGCIM, déjà en exil, reconnurent que « les Cubains contrôlaient les informations sensibles et supervisaient les interrogatoires ».
Hugo « El Pollo » Carvajal, ancien chef du renseignement militaire, confessa lui-même que les agents cubains « étaient présents à tous les niveaux de la sécurité, jusque dans le bureau présidentiel » et qu’avec Maduro, la dépendance vis-à-vis de La Havane devint encore plus grande, car il manquait de l’autorité militaire que Chávez possédait.
Des témoins proches du pouvoir économique du chavisme, devenus ensuite collaborateurs de la justice internationale, admiraient que « rien d’important ne se faisait sans l’accord de La Havane ».
Ces témoignages internes, provenant de ceux qui avaient fait partie de la machine chaviste-maduriste, renforçaient ce que l’opposition dénonçait : le castrisme n’était pas un allié externe, mais un pouvoir incrusté au sein de l’État vénézuélien, qu’il modela selon son expérience du contrôle absolu.

 

Une tragédie façonnée depuis La Havane

En définitive, la tragédie vénézuélienne ne peut être comprise sans l’ombre de Fidel et Raúl Castro.
Chávez ouvrit les portes à cette tutelle en 1994 et, depuis lors, la cúpula castriste façonna la politique, la sécurité et l’économie du Venezuela selon son propre manuel de contrôle.
Maduro, dépourvu de leadership et de légitimité propre, survit grâce à cette tutelle et à l’armature du narco-terrorisme.
Ainsi, le Venezuela finit par devenir un hybride : formellement un État indépendant, mais en pratique dirigé depuis La Havane.

 

🇮🇹 CHI COMANDA IN VENEZUELA, RAÚL O MADURO?

QUI DIRIGE LE VENEZUELA, RAÚL OU MADURO ?

Le pouvoir derrière Maduro

Depuis quelques semaines, la question vénézuélienne occupe l’attention de millions de personnes.
Le gouvernement de Donald Trump a déclaré la guerre au Cartel des Soleils, au Tren de Aragua et à d’autres groupes liés au trafic de drogue et au terrorisme.
Washington a affirmé que derrière ces organisations criminelles ne se trouvent pas seulement des structures illicites, mais la propre cúpula qui contrôle le pouvoir politique au Venezuela.
Selon cette vision, les véritables chefs de ces cartels et bandes armées sont les mêmes qui détiennent aujourd’hui le pouvoir : Nicolás Maduro, Diosdado Cabello et le ministre de la Défense Vladimir Padrino López, désignés comme responsables d’avoir transformé l’État vénézuélien en instrument du narco-terrorisme.

 

Raúl Castro : l’architecte caché

Ce dont on parle rarement, c’est de qui dirige réellement la stratégie de Maduro face à ces menaces.
Depuis l’époque de Hugo Chávez, ce rôle a d’abord été joué par Fidel Castro puis, après sa mort, par son frère Raúl Castro, qui continue d’opérer comme architecte dans l’ombre.
Bien qu’il soit retraité de ses fonctions officielles, Raúl n’a jamais abandonné le trône invisible du pouvoir vénézuélien.
Et récemment, après les rumeurs concernant sa mort, le régime cubain a lancé une campagne numérique avec le slogan « Raúl est Raúl » pour réaffirmer sa présence.
Les ministères, la presse officielle et des comptes affiliés ont diffusé des images et des slogans le présentant comme un dirigeant « ferme et combatif », dans le cadre d’un déploiement propagandiste qui incluait une uniformité visuelle et des phrases telles que « Le pied à l’étrier ».
Cette initiative visait à contrer l’anxiété sociale générée par le secret de La Havane et à réaffirmer le récit de continuité : Raúl, bien qu’occulté dans les coulisses, demeure la référence stratégique qui dirige Maduro et le chavisme.

 

Commodité pour Maduro ou pour La Havane ?

En conséquence, ce que disent Nicolás Maduro et sa clique n’est pas ce qu’ils pensent, mais ce que Raúl et ses associés ordonnent depuis Cuba, comme ils l’ont toujours fait.
Il ne s’agit pas de ce qui convient à Nicolás Maduro, mais de ce qui convient à la cúpula castriste.
Pour Maduro, il serait commode de conclure un accord secret avec Washington et de fuir avec sa famille et ses proches vers l’endroit le plus sûr qu’ils puissent trouver, vivant comme des rois jusqu’à la fin de leurs jours.
Cependant, pour Raúl Castro et ses partenaires, il peut être plus commode que Maduro périsse dans les flammes avec des dizaines, voire des centaines de ses proches — quelque chose comme la mort d’Allende, mais beaucoup plus dramatique.

 

L’origine de l’alliance : Chávez et Fidel

Quiconque ne prend pas au sérieux le pouvoir du castrisme sur le chavisme et ses héritiers ne peut comprendre les trente dernières années du Venezuela.
L’ascension politique de Hugo Chávez ne peut être séparée de sa rencontre avec Fidel Castro en décembre 1994.
Dès qu’il descendit de l’avion à La Havane, il prononça la phrase qui scellerait une alliance historique : « Je ne connaissais pas Fidel Castro, mais en le voyant à l’aéroport j’ai senti que j’étais face à un père. »
Dès cet instant, il se déclara disciple du dirigeant cubain, qu’il décrivit comme « un géant du XXe siècle, un exemple de dignité et de résistance ».
À l’Université de La Havane, il exalta la capacité du peuple cubain à « résister aux agressions et au blocus la tête haute » et assura que les peuples latino-américains devaient s’unir sous l’inspiration de Bolívar et Martí.
Fidel, pour sa part, l’accueillit avec les honneurs d’un chef d’État et le traita comme un héritier politique, lui offrant la plateforme internationale qu’il n’avait pas encore dans son propre pays.
Cette visite ne fut pas un épisode isolé : ce fut l’acte fondateur d’une relation de tutelle et de dépendance qui conditionna dès lors la trajectoire du Venezuela.

 

La dépendance structurelle du Venezuela

De cette première visite naquit ce que beaucoup appelleraient plus tard « Cubazuela », la fusion politique et stratégique entre La Havane et Caracas.
Chávez adopta non seulement l’admiration personnelle pour Fidel, mais aussi le modèle de contrôle social, de propagande et de résistance qui avait maintenu le castrisme au pouvoir pendant des décennies.
En échange, le castrisme trouva au Venezuela la bouée de sauvetage économique qu’il avait perdue après la chute de l’URSS : du pétrole contre des médecins, des conseillers et, surtout, du renseignement.
Dès lors, le Venezuela ne fut pas gouverné uniquement depuis Miraflores, mais aussi depuis La Havane, dans une symbiose qui scella le destin des deux pays.

 

Dénonciations de l’opposition

Pendant des années, les dirigeants de l’opposition vénézuélienne avertirent et dénoncèrent publiquement cette ingérence.
María Corina Machado parla à plusieurs reprises du « kidnapping de la souveraineté vénézuélienne par la dictature cubaine », accusant La Havane de diriger les services de renseignement et de contrôler l’économie à travers le pétrole.
Antonio Ledezma, ancien maire de Caracas, alla jusqu’à affirmer qu’« au Venezuela, on obéit davantage aux Cubains qu’aux Vénézuéliens eux-mêmes au pouvoir ».
Même Henrique Capriles, en pleine campagne présidentielle, signala que la relation avec Cuba avait transformé le Venezuela en pays subordonné : « Ici, aucune décision n’est prise sans passer par La Havane. »
De son côté, Leopoldo López dénonça depuis la prison et dans des forums internationaux que les services de renseignement cubains « se sont incrustés dans chaque recoin de la sécurité de l’État », et que cette présence constituait l’un des piliers de la répression systématique contre l’opposition.
Ces dénonciations, faites à différents moments et par différents secteurs, coïncidaient sur un point essentiel : le castrisme non seulement conseillait, mais exerçait un contrôle direct et quotidien sur la vie des Vénézuéliens, pénétrant leurs institutions, leur sécurité et leur avenir.

 

Témoignages de l’intérieur

Au fil des années, non seulement l’opposition le dénonça : des militaires, d’anciens responsables du renseignement et des hommes de paille du régime qui finirent par fuir confirmèrent également la dépendance de Caracas vis-à-vis de La Havane.
Le général Antonio Rivero, ancien officier des Forces armées, révéla que des officiers cubains donnaient des ordres directs dans les domaines de la sécurité et de la défense.
D’anciens chefs du SEBIN et du DGCIM, déjà en exil, reconnurent que « les Cubains contrôlaient les informations sensibles et supervisaient les interrogatoires ».
Hugo « El Pollo » Carvajal, ancien chef du renseignement militaire, confessa lui-même que les agents cubains « étaient présents à tous les niveaux de la sécurité, jusque dans le bureau présidentiel » et qu’avec Maduro, la dépendance vis-à-vis de La Havane devint encore plus grande, car il manquait de l’autorité militaire que Chávez possédait.
Des témoins proches du pouvoir économique du chavisme, devenus ensuite collaborateurs de la justice internationale, admiraient que « rien d’important ne se faisait sans l’accord de La Havane ».
Ces témoignages internes, provenant de ceux qui avaient fait partie de la machine chaviste-maduriste, renforçaient ce que l’opposition dénonçait : le castrisme n’était pas un allié externe, mais un pouvoir incrusté au sein de l’État vénézuélien, qu’il modela selon son expérience du contrôle absolu.

 

Une tragédie façonnée depuis La Havane

En définitive, la tragédie vénézuélienne ne peut être comprise sans l’ombre de Fidel et Raúl Castro.
Chávez ouvrit les portes à cette tutelle en 1994 et, depuis lors, la cúpula castriste façonna la politique, la sécurité et l’économie du Venezuela selon son propre manuel de contrôle.
Maduro, dépourvu de leadership et de légitimité propre, survit grâce à cette tutelle et à l’armature du narco-terrorisme.
Ainsi, le Venezuela finit par devenir un hybride : formellement un État indépendant, mais en pratique dirigé depuis La Havane.

 

🇮🇹 CHI COMANDA IN VENEZUELA, RAÚL O MADURO?

 Di Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica

Il potere dietro Maduro

Da alcune settimane la questione venezuelana attira l’attenzione di milioni di persone. Il governo di Donald Trump ha dichiarato guerra al Cartello dei Soli, al Tren de Aragua e ad altri gruppi legati al narcotraffico e al terrorismo. Washington ha sostenuto che dietro queste organizzazioni criminali non vi sono soltanto strutture delittuose, ma la stessa cupola che controlla il potere politico in Venezuela. Secondo questa visione, i veri capi di quei cartelli e delle bande armate sono gli stessi che oggi detengono il potere: Nicolás Maduro, Diosdado Cabello e il ministro della Difesa, Vladimir Padrino López, indicati come responsabili di aver trasformato lo Stato venezuelano in uno strumento del narco-terrorismo.

 

Raúl Castro: l’architetto nascosto

Di ciò di cui quasi non si parla è di chi diriga realmente la strategia di Maduro di fronte a queste minacce. Dai tempi di Hugo Chávez, tale funzione fu svolta dapprima da Fidel Castro e, dopo la sua morte, da suo fratello Raúl Castro, che continua a operare come architetto nell’ombra. Benché ritirato da incarichi formali, Raúl non ha mai abbandonato il trono invisibile del potere venezuelano. E, di recente, dopo le voci sulla sua morte, il regime cubano ha lanciato una campagna digitale con lo slogan «Raúl è Raúl» per riaffermarne la rilevanza. Ministeri, stampa ufficiale e account affini hanno diffuso immagini e slogan che lo presentano come un leader «fermo e in combattimento», nell’ambito di uno spiegamento propagandistico che ha incluso uniformità visiva e frasi come «Con il piede nella staffa». Tale iniziativa ha cercato di contrastare l’ansia sociale generata dall’ermetismo dell’Avana e di riaffermare la narrativa della continuità: Raúl, sebbene nascosto dietro le quinte, si mantiene come il referente strategico che dirige Maduro e il chavismo.

 

Convenienza per Maduro o per L’Avana?

Di conseguenza, ciò che dicono Nicolás Maduro e la sua banda non è ciò che pensano, ma ciò che Raúl e i suoi associati ordinano da Cuba, come hanno sempre fatto. Non deve essere ciò che conviene a Nicolás Maduro, bensì ciò che conviene alla cupola castrista. A Maduro converrebbe concludere un accordo segreto con Washington e fuggire con la sua famiglia e i suoi più stretti alleati nel luogo più sicuro che riescano a trovare, per vivere come re fino alla fine dei loro giorni. Tuttavia, a Raúl Castro e ai suoi soci può convenire di più la morte tra le fiamme di Maduro e di alcune decine o centinaia di suoi fedelissimi. Qualcosa di simile alla morte di Allende, ma molto più drammatica.

 

L’origine dell’alleanza: Chávez e Fidel

Chi non prenda sul serio il potere del castrismo sul chavismo e sui suoi eredi non può comprendere gli ultimi trent’anni del Venezuela. L’ascesa politica di Hugo Chávez non può essere separata dal suo incontro con Fidel Castro nel dicembre 1994. Appena sceso dalla scaletta dell’aereo all’Avana, pronunciò la frase che avrebbe suggellato un’alleanza storica: «Non conoscevo Fidel Castro, ma vedendolo all’aeroporto ho sentito che ero davanti a un padre.» Da quell’istante si proclamò discepolo del leader cubano, che descrisse come «un gigante del XX secolo, un esempio di dignità e resistenza». All’Università dell’Avana esaltò la capacità del popolo cubano di «resistere alle aggressioni e al blocco a testa alta» e assicurò che i popoli latinoamericani dovessero unirsi sotto l’ispirazione di Bolívar e Martí. Fidel, dal canto suo, lo accolse con onori da capo di Stato e lo trattò come un erede politico, offrendogli la piattaforma internazionale che ancora non aveva nel suo stesso paese. Quella visita non fu un episodio isolato: fu l’atto fondativo di una relazione di tutela e dipendenza che da allora condizionò il corso del Venezuela.

 

La dipendenza strutturale del Venezuela

Da quella prima visita nacque ciò che poi molti avrebbero chiamato «Cubazuela», la fusione politica e strategica tra L’Avana e Caracas. Chávez adottò non solo l’ammirazione personale per Fidel, ma anche il modello di controllo sociale, propaganda e resistenza che aveva mantenuto il castrismo al potere per decenni. In cambio, il castrismo trovò nel Venezuela l’ancora di salvezza economica perduta dopo la caduta dell’URSS: petrolio in cambio di medici, consiglieri e, soprattutto, intelligence. Da allora, il Venezuela non fu governato soltanto da Miraflores, ma anche da L’Avana, in una simbiosi che sigillò il destino di entrambi i paesi.

 

Denunce dell’opposizione venezuelana

Per anni, dirigenti dell’opposizione venezuelana hanno avvertito e denunciato pubblicamente tale ingerenza. María Corina Machado ha parlato ripetutamente del «sequestro della sovranità venezuelana da parte della dittatura cubana», accusando L’Avana di dirigere gli apparati di intelligence e di controllare l’economia attraverso il petrolio. Antonio Ledezma, ex sindaco di Caracas, è arrivato ad affermare che «in Venezuela si obbedisce più ai cubani che agli stessi venezuelani al potere». Anche Henrique Capriles, in piena campagna presidenziale, ha sottolineato che il rapporto con Cuba aveva trasformato il Venezuela in un paese subordinato: «Qui non si prendono decisioni senza che passino per L’Avana.» A sua volta, Leopoldo López ha denunciato dal carcere e in fori internazionali che i servizi d’intelligence cubani «si sono incuneati in ogni angolo della sicurezza dello Stato», e che tale presenza era uno dei pilastri della repressione sistematica contro l’opposizione. Queste denunce, formulate in momenti diversi e da settori differenti, coincidevano nell’essenziale: il castrismo non solo forniva consulenza, ma esercitava un controllo diretto e quotidiano sulla vita dei venezuelani, penetrando nelle loro istituzioni, nella loro sicurezza e nel loro futuro.

 

Testimonianze dall’interno

Nel corso degli anni non fu soltanto l’opposizione a denunciarlo: militari, ex funzionari dell’intelligence e prestanome del regime che finirono per fuggire confermarono anche la dipendenza di Caracas da L’Avana. Il generale Antonio Rivero, ex ufficiale delle Forze Armate, rivelò che ufficiali cubani impartivano ordini diretti nelle aree della sicurezza e della difesa. Ex capi del SEBIN e del DGCIM, già in esilio, hanno riconosciuto che «i cubani controllavano le informazioni sensibili e supervisionavano gli interrogatori». Lo stesso Hugo «El Pollo» Carvajal, ex capo della Direzione dell’Intelligence Militare, confessò che gli agenti cubani «erano presenti a tutti i livelli della sicurezza, fin dentro l’ufficio presidenziale» e che con Maduro la dipendenza da L’Avana divenne ancora maggiore, poiché egli era privo dell’ascendente militare che Chávez possedeva. Testimoni vicini al potere economico del chavismo, poi divenuti collaboratori della giustizia internazionale, hanno ammesso che «senza il visto buono de L’Avana non si muoveva nulla di importante». Queste testimonianze interne, provenienti da chi in qualche momento aveva fatto parte dell’ingranaggio chavista‑madurista, rafforzarono quanto denunciava l’opposizione: il castrismo non era un alleato esterno, ma un potere incastonato dentro lo Stato venezuelano, che plasmò secondo la sua esperienza di controllo assoluto.

 

Una tragedia plasmata da L’Avana

In definitiva, la tragedia venezuelana non può essere compresa senza l’ombra di Fidel e Raúl Castro. Chávez aprì le porte a quella tutela nel 1994 e, da allora, la cupola castrista ha modellato la politica, la sicurezza e l’economia del Venezuela secondo il proprio manuale di controllo. Maduro, privo di leadership e di legittimità propria, si regge grazie a tale tutela e all’impalcatura del narco‑terrorismo. Così, il Venezuela è finito per diventare un ibrido: formalmente uno Stato indipendente, ma, in pratica, diretto da L’Avana.

 


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