El hermano menor y el triunfo del embargo
Raúl Castro heredó el poder al final de la larga decadencia del castrismo. Su ascenso se anunció como el non plus ultra del pragmatismo y la organización pero lo único que ha demostrado es ignorancia, mediocridad y temor.
A favor de Raúl hay que admitir que su hermano tampoco fue una lumbrera. Fidel fue un demagogo que tuvo mucho a su favor: la inocencia de un pueblo apasionado, la necesidad que había en occidente de un líder antiyanqui y populista, una economía cubana que pudo resistir todas sus locuras iníciales y luego, durante treinta años, el salvavidas de una exorbitante subvención soviética.
Raúl heredó los errores acumulados del presuntamente superdotado líder y hermano mayor. Entre estos, un pueblo agotado y desilusionado, una economía en las ruinas, un mundo en que la demagogia tercermundista es cosa del pasado, miles de millones de dólares de deuda al occidente democrático y una subvención venezolana mucho menos generosa que la que recibió Fidel de la URSS.
Para desgracia de Raúl muy recientemente ha quedado desvirtuado uno de los fundamentos de la mitología castrista: “la excusa” del embargo estadounidense como el origen de todos los males de Cuba.
La mayor parte del pueblo cubano se ha convencido de que los problemas económicos del país no se deben al famoso ‘bloqueo yanqui” sino que son producto de la corrupción del régimen, sus decisiones estúpidas y el derroche.
Y como el “bloqueo” ya no es la excusa para justificar la pobreza y ausencia de oportunidades que padecen los cubanos, tampoco es excusa para reprimir a los que se quejan y protestan. Su poder manipulativo se ha evaporado. Lo saben los represores del Seguridad del Estado y lo saben las víctimas.
Entre las herencias de Raúl la más grave es que el embargo estadounidense triunfó. Después de esfuerzos permanentes por parte de algunos intelectuales, expertos y políticos para demostrar que el embargo había fracasado, ha quedado demostrado lo contrario. El régimen no puede esconder su desesperación por atraer el turismo, el capital y tener acceso al mercado estadounidense.
Los dos viajes del Cardenal Ortega a Washington y la insistencia en que se les quite a los ciudadanos estadounidenses la restricción de ir de turistas a Cuba son pruebas de que la dictadura está convencida de que sin el mercado estadounidense no puede haber recuperación económica ni progreso en Cuba.
La recién anunciada venta de condominios de lujo exclusivamente a ciudadanos extranjeros en Cuba, en un régimen de privilegios prohibidos a los cubanos, es una vergüenza. También se acaba de anunciar el proyecto para la construcción de 16 campos de golf en Cuba, por supuesto, exclusivo para los visitantes y residentes extranjeros que la dictadura espera que vengan a disfrutar de los beneficios que les proporcionará “la revolución”.
Por estas razones es cada vez más evidente que, a pesar de toda su cacareada inflexibilidad socialista, Raúl y sus acólitos se arrodillan ante el capitalismo y ante los Estados Unidos, pidiéndoles ayuda.
Por las mismas razones el embargo estadounidense y la Posición Común de la Unión Europea representan cartas de negociaciones decisivas que tiene la oposición democrática cubana dentro y fuera de la isla.
El hermano menor le ha soltado un poco la rienda a Fidel para que lo ayude ante una situación en extremo difícil. No ha sido una decisión inteligente pedirle cooperación a un anciano que hace unas semanas aseguró el inicio de una guerra atómica y que el sábado pasado, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, dijo que el origen del universo sucedió hace 18,000 años. Pero Raúl, en su inseguridad, parece no haber calculado bien o tal vez no tenga mejor alternativa.
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