martes, 13 de septiembre de 2011

CUBA: La crisis de identidad


EL CAMINO DE LA REVOLUCIÓN O EL DEL COMPROMISO V


En los capítulos anteriores hemos analizado algunos de los factores cuya dinámica propia y el efecto que tengan unos sobre otros determinarán el curso de los acontecimientos en Cuba.

Comentamos las circunstancias de una gerontocracia agotada por su incompetencia y su senilidad que no puede manejar las difíciles circunstancias que afronta. Una nomenclatura arrinconada ante el fracaso; la complicidad con los atropellos del régimen y la necesidad de redimirse. Un exilio complejo, poderoso y fragmentado. Hemos insistido en tratar de comprender al cubano en su contexto multigeneracional y multicultural.

Los cubanos colectivamente atravesamos lo que pudiéramos definir como una crisis de identidad. Esta analogía de un fenómeno propio de la juventud nos puede servir de ayuda y, si alguien se lo propusiera, hasta de hipótesis. El individuo en su adolescencia pasa por una crisis psicosocial. Si logra superarla, alcanza un nivel superior de confianza en sí mismo que le permite entre otras cosas actuar con mayor seguridad.

El pueblo cubano ha estado sometido a fuerzas desintegradoras de su voluntad colectiva. Está convencido de que no puede controlar su presente y ni soñar con un futuro. No saben si son de aquí o de allá. Quieren huir de lo que se supone es “su” tierra pero que no les pertenece. Los que emigran no dejan de añorar a Cuba, esa patria lejana y cercana, prohibida o perdida.

Cuba era una república muy joven, con solo medio siglo de independencia. En esa etapa de pubertad institucional y cultural, fue víctima de un régimen totalitario completamente ajeno a sus valores e idiosincrasia. Un sistema que se impuso con fanatismo y terror.

Reconocer toda esta problemática, no nos convierte en fatalistas. El cubano sigue siendo intenso, alegre y creativo. Lo que llamamos una crisis de identidad colectiva todavía sin superar ha anulado su capacidad de una respuesta política efectiva.

Generalizar es fácil y cómodo, pero casi siempre conduce al error. Cada cubano es un mundo. Las generalizaciones son necesarias para describir a grandes rasgos lo que no pudiera hacerse de otra forma.

¿En qué consiste esa crisis? Cada uno la percibe y la experimenta de forma diferente, pero el resultado es una frágil o inexistente cohesión social, que no es lo mismo que falta de unidad. Esta última es una consecuencia de la primera.

La falta de cohesión no es una característica permanente de una sociedad. Depende de factores y circunstancias sobre los que hemos comentado en los artículos anteriores. Si analizamos el fenómeno cubano con este prisma, la realidad se aclara. Aparecen contrastes importantes y podemos notar su dinámica. Hay cambios.

La dictadura ha luchado en forma permanente contra esa cohesión. Una sociedad de buenos y villanos es más fácil de controlar. El régimen ha dirigido la manipulación contra sus enemigos “contrarrevolucionarios” y contra los seguidores “revolucionarios”. Entre estos el que duda o no obedece es un traidor. Nadie escapa. Todos los cubanos – desconfiando unos de otros - difícilmente se pueden poner de acuerdo en nada.

Continuará…

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