Cuba en el escenario internacional (2 de 2)
Oscar Arias S. Premio Nobel 1988
En la esfera internacional quienes ayer cooperaron abiertamente con el “experimento cubano”, hoy tratan de mantener cierta distancia. Ya en la Unión Europea el romance con el socialismo cubano se acabó. Aquella posición de cooperación y tolerancia se ha convertido en una de crítica y presión.
El castrismo preocupado por ese aislamiento y las implicaciones políticas y económicas que esto tiene fuera y dentro de Cuba, trata de hacer creer que cuenta con el respaldo de China, de Rusia y de Brasil. Ninguno de estos países está dispuesto a dar al régimen en la isla el apoyo financiero que necesita para un despegue, ni mucho menos para sostenerse.
En España ya “la revolución” no tiene ni remotamente la popularidad que tuvo hasta hace tan solo algunos años. La amistad con el gobierno cubano que sirvió al partido socialista se ha convertido en un lastre político. El actual gobierno español no ha podido modificar la Posición Común de la Unión Europea. Su intento por oxigenar al castrismo ha fracasado.
En la ONU y con relación al embargo de los Estados Unidos, sobrevive una permanente oposición de la mayoría. Realmente no es apoyo al sistema que impera en Cuba. Muchos gobiernos representados en ese parlamento están contra el embargo porque les conviene a ellos, no por el castrismo.
Pero los tiempos no son los mismos. Este 4 de octubre en el Consejo de Seguridad, nueve naciones condenaron la violencia del gobierno sirio contra su pueblo. Rusia y China vetaron la resolución. Brasil, India, Sur África y Líbano se abstuvieron. Ahora las potencias capitalistas apoyan a los revolucionarios y los presuntamente revolucionarios apoyan a las dictaduras.
Los tiempos han cambiado. No hace mucho que Gadafi era aliado de los Estados Unidos. El dictador sirio Bashar al-Assad era considerado un reformador en Washington y Hosni Mubarak era el socio estratégico irremplazable. Sin él no se podía contener la influencia iraní.
Mientras en el mundo árabe se gestaban revoluciones democráticas la prensa occidental no hacía creer que en estos países millones de árabes odiaban a Occidente, especialmente a los Estados Unidos. Creíamos que en cualquier momento todos ellos se convertirían al terrorismo. Hasta los gobiernos occidentales fueron sorprendidos por la Primavera Árabe.
En los Estados Unidos los medios de comunicación decidieron que el castrismo no se podía defender. Ahora lo critican. El idilio estadounidense con Fidel Castro murió y los rezagos que quedan cada vez tienen menos importancia. No obstante, hay que estar alertas. El gobierno de Obama hace tres años estaba seguro de que podía llegar a un arreglo con los Castro. Se han ha dado cuenta de que no es tan fácil. Al exilio le toca insistir con Washington en una política realista respecto a Cuba.
En Latinoamérica el problema es más complejo y no nos debe sorprender. El respaldo a la oposición democrática cubana es hasta ahora limitado. Los cubanos del exilio se perciben como demasiado vinculados con los Estados Unidos y con posiciones de derecha.
El oportunismo o la cobardía de muchos líderes latinoamericanos juegan también un papel importante. Estamos presenciando una especie de luna de miel entre el presidente Juan Manuel Santos de Colombia y Fidel Castro. El ex presidente colombiano Álvaro Uribe acaba de expresar su gran decepción por la falta de solidaridad de la dirigencia democrática en Latinoamérica con quienes luchan contra el terrorismo y las dictaduras. La demagogia y los dólares de Hugo Chávez han comprado a mucha gente. Antes de Hugo los compraba Fidel.
En esta parte del mundo el chavismo y sus apéndices son lo único que le queda como sostén efectivo a la dictadura en Cuba. Pero el chavismo es un factor en decadencia en Latinoamérica.
Aunque en Venezuela el chavismo es una fuerza que se debilita en forma gradual, no desaparecerá ni con la muerte de Chávez. Siempre tendrá un porcentaje del electorado que no podrá descartarse. Sin embargo, es difícil imaginar que Venezuela sostendrá en forma indefinida el nivel de subvención con que apuntala a la tiranía en la isla.
Hace algunos años el presidente Oscar Arias dijo que Fidel Castro seguía viviendo en la Sierra Maestra. Ha sido uno de los juicios más acertados que se han hecho sobre el dictador cubano.
El castrismo preocupado por ese aislamiento y las implicaciones políticas y económicas que esto tiene fuera y dentro de Cuba, trata de hacer creer que cuenta con el respaldo de China, de Rusia y de Brasil. Ninguno de estos países está dispuesto a dar al régimen en la isla el apoyo financiero que necesita para un despegue, ni mucho menos para sostenerse.
En España ya “la revolución” no tiene ni remotamente la popularidad que tuvo hasta hace tan solo algunos años. La amistad con el gobierno cubano que sirvió al partido socialista se ha convertido en un lastre político. El actual gobierno español no ha podido modificar la Posición Común de la Unión Europea. Su intento por oxigenar al castrismo ha fracasado.
En la ONU y con relación al embargo de los Estados Unidos, sobrevive una permanente oposición de la mayoría. Realmente no es apoyo al sistema que impera en Cuba. Muchos gobiernos representados en ese parlamento están contra el embargo porque les conviene a ellos, no por el castrismo.
Pero los tiempos no son los mismos. Este 4 de octubre en el Consejo de Seguridad, nueve naciones condenaron la violencia del gobierno sirio contra su pueblo. Rusia y China vetaron la resolución. Brasil, India, Sur África y Líbano se abstuvieron. Ahora las potencias capitalistas apoyan a los revolucionarios y los presuntamente revolucionarios apoyan a las dictaduras.
Los tiempos han cambiado. No hace mucho que Gadafi era aliado de los Estados Unidos. El dictador sirio Bashar al-Assad era considerado un reformador en Washington y Hosni Mubarak era el socio estratégico irremplazable. Sin él no se podía contener la influencia iraní.
Mientras en el mundo árabe se gestaban revoluciones democráticas la prensa occidental no hacía creer que en estos países millones de árabes odiaban a Occidente, especialmente a los Estados Unidos. Creíamos que en cualquier momento todos ellos se convertirían al terrorismo. Hasta los gobiernos occidentales fueron sorprendidos por la Primavera Árabe.
En los Estados Unidos los medios de comunicación decidieron que el castrismo no se podía defender. Ahora lo critican. El idilio estadounidense con Fidel Castro murió y los rezagos que quedan cada vez tienen menos importancia. No obstante, hay que estar alertas. El gobierno de Obama hace tres años estaba seguro de que podía llegar a un arreglo con los Castro. Se han ha dado cuenta de que no es tan fácil. Al exilio le toca insistir con Washington en una política realista respecto a Cuba.
En Latinoamérica el problema es más complejo y no nos debe sorprender. El respaldo a la oposición democrática cubana es hasta ahora limitado. Los cubanos del exilio se perciben como demasiado vinculados con los Estados Unidos y con posiciones de derecha.
El oportunismo o la cobardía de muchos líderes latinoamericanos juegan también un papel importante. Estamos presenciando una especie de luna de miel entre el presidente Juan Manuel Santos de Colombia y Fidel Castro. El ex presidente colombiano Álvaro Uribe acaba de expresar su gran decepción por la falta de solidaridad de la dirigencia democrática en Latinoamérica con quienes luchan contra el terrorismo y las dictaduras. La demagogia y los dólares de Hugo Chávez han comprado a mucha gente. Antes de Hugo los compraba Fidel.
En esta parte del mundo el chavismo y sus apéndices son lo único que le queda como sostén efectivo a la dictadura en Cuba. Pero el chavismo es un factor en decadencia en Latinoamérica.
Aunque en Venezuela el chavismo es una fuerza que se debilita en forma gradual, no desaparecerá ni con la muerte de Chávez. Siempre tendrá un porcentaje del electorado que no podrá descartarse. Sin embargo, es difícil imaginar que Venezuela sostendrá en forma indefinida el nivel de subvención con que apuntala a la tiranía en la isla.
Hace algunos años el presidente Oscar Arias dijo que Fidel Castro seguía viviendo en la Sierra Maestra. Ha sido uno de los juicios más acertados que se han hecho sobre el dictador cubano.
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