Venezuela, The New York Times y Cuba
El 24 de febrero el New York Times ha publicado un editorial sobre Venezuela que me han dejado pasmado por tres razones. Primero argumenta que la comunidad internacional ha sido solidaria con los demócratas venezolanos; segundo responsabiliza a la oposición venezolana de no haber sido más efectiva en su lucha y tercero, ignora la participación castrista contra la democracia en Venezuela.
Refiriéndose al respaldo internacional con que cuentan los demócratas venezolanos el editorial de este periódico dice:
“…si la comunidad internacional continúa defendiendo su causa e insisten en que se lleve a cabo una elecciones justas, podría ser posible”.
Nada más fuera de la realidad porque si algo caracteriza el problema venezolano es la total ausencia de solidaridad de la comunidad internacional contra los atropellos que se vienen cometiendo contra la institucionalidad democrática en Venezuela.
El editorial menciona el número de alcaldes opositores que están sujetos a acusaciones de parte del gobierno y cita unas declaraciones del Presidente Juan Manuel Santos de Colombia en que expresa preocupación por lo que está sucediendo en Venezuela y pide que se respeten los principios democráticos. Pudo haber citado, pero no lo hizo, declaraciones igualmente diplomáticas y nada comprometedoras de Brasil y de Chile, así como las del Secretario General de OEA, que se ha visto obligado a decir algo porque su largo silencio sobre el tema es demasiado comprometedor.
La realidad es que mayoría de los gobiernos de Latinoamérica, aun antes el violento e injusto encarcelamiento de Antonio Ledezma, el alcalde de Caracas, han guardado silencio o distancia. En Costa Rica ni la Asamblea Legislativa pudo pasar una resolución pidiéndole al gobierno que le brindara asilo a Ledesma.
El editorialista del New York Times debía haber leído -o lo leyó y no le hizo caso- el artículo de Andrés Oppenheimer publicado hace tres días en el Nuevo Herald, antes de que se escribiera el mencionado editorial: El silencio regional ante la situación de Venezuela, donde Oppenheimer, un periodista experto en Latinoamérica, claramente define la situación:
“A juzgar por la débil reacción de las instituciones regionales como la OEA y la UNASUR ante el arresto arbitrario del alcalde metropolitano de Caracas Antonio Ledezma y otros líderes de la oposición en Venezuela, es difícil no llegar a la conclusión de que estas organizaciones se han convertido en sociedades de protección mutua para regímenes represivos... En lugar de exigir de la liberación inmediata de Ledezma, al igual que la del líder opositor Leopoldo López y otros prisioneros políticos a los que las Naciones Unidas consideran fueron objeto de “arrestos arbitrarios”, las principales organizaciones regionales y casi todos los presidentes latinoamericanos brillaron por su ausencia”.
Un segundo aspecto de este editorial es que culpa a la división de la oposición venezolana por no haber podido enfrentar con más efectividad a Hugo Chávez ni a Nicolás Maduro. Dice así:
“Mientras el señor Maduro dice que él está tomando acción contra un golpe de estado potencial, el hecho es que la oposición esta pobremente organizada y que no ha podido movilizarse contra el señor Maduro ni su predecesor, el líder populista Hugo Chávez”.
Es injusto desconocer que con toda la maquinaria del régimen chavista y un mínimo de medios de comunicación, la oposición logró en las pasadas elecciones presidenciales casi sobrepasar el candidato Maduro. Las tendencias que aparecieron después de ese fraude –porque no fueron elecciones en igualdad de condiciones- son completamente normales antes la falta de apoyo internacional y la maquinaria represiva chavista.
Tercero, el editorial desconoce, más bien ignora, la grave, importante y decisiva intervención del régimen castrista en Venezuela en el campo de la represión contra la oposición, la censura de prensa y el control sobre las Fuerza Armadas venezolanas, sus servicios de inteligencia y otras áreas de importancia clave del estado Venezolano.
Este editorial deja a cualquiera pasmado, atónito, estupefacto.
Por Huber Matos Araluce
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