Cuba y Corea del Norte: el cuentapropismo y la transición democrática


El tema de cómo ayudar a la democratización de Cuba ha estado dominado por el simplismo, la política y los intereses.  Con poca frecuencia se plantea el asunto con objetividad. 

¿Qué deben hacer Europa y los Estados Unidos para propiciar una democracia en Cuba?

La respuesta es parte de un debate permanente donde parece que ni empresarios, ni periodistas, ni  algunos políticos europeos y otros estadounidenses tienen que probar o demostrar nada.  

La mayoría proponen lo que les parece o conviene plantear, sin tener en cuenta la experiencia histórica ni los hechos. 

Por ejemplo, lo primero que ignoran o tergiversan es el impacto que han tenido en Cuba políticas opuestas: La de los Estados Unidos versus la de  Europa y el resto del planeta. 

Mientras los Estados Unidos mantuvieron un embargo comercial a la Isla, prohibiendo originalmente a las empresas norteamericanos comerciar con Cuba, todas las democracias industrializadas del mundo tomaron la posición completamente contraria.  

Desde Canadá hasta Japón, incluyendo  Europa, por más de medio siglo le dieron préstamos y crédito al gobierno de Cuba.   Le han vendido y le han comprado todo lo que se ha podido comerciar, además de proporcionarle asistencia y ayudas gratuitas. 

El embargo estadounidense no ha impedido que Cuba exporte sus principales productos: azúcar, tabaco, níquel y servicios médicos a quien los ha querido pagar en el mundo, excluyendo a los Estados Unidos. 

Ni mucho menos ese embargo ha evitado que millones de canadienses, latinoamericanos, europeos y ciudadanos de otros países hayan viajado como turistas a Cuba.  

El fracaso económico del castrismo se debe a la economía socialista, fracaso que han experimentado todos los gobiernos que impusieron ese modelo.  

El ejemplo más reciente es el de Venezuela y su “socialismo del siglo 21”.  El  gobierno chavista,  anti yanqui y anti imperialista  tiene a los Estados Unidos como uno de sus más importantes socios comerciales. 

A pesar de esto, Venezuela, con uno de las reservas energéticas más grandes del mundo está al borde del precipicio económico.

El embargo de los Estados Unidos

Para quienes señalan que el embargo estadounidense ha fracasado, parten del supuesto que éste tenía que lograr el colapso del castrismo o hacerlo cambiar.  La conclusión es tan falsa como fácil. 

El embargo de los Estados Unidos no tuvo tal propósito y nunca hubiera podido lograrlo porque el gobierno cubano dependía de un generoso subsidio de la Unión Soviética. Además Cuba podía comerciar con casi todo los países del mundo.  

Fue hasta que la URSS se desplomó que comenzó una crisis grave en Cuba que pudo superarse porque Venezuela tomó el papel salvador del bloque  soviético. 

Habría que considerar el impacto del mantenimiento o la suspensión del embargo estadounidense si Venezuela dejara de subvencionar al régimen castrista. 

Aunque sería iluso creer que el fin de esta subvención daría inicio en forma irreversible a una transición democrática en Cuba.

Quienes se oponen al embargo no han tenido en cuenta que el embargo puede haber persuadido  a elementos dentro del gobierno cubano de que la transición democrática es un precio que tendrán que pagar –con o sin los Castro- para normalizar la relación con los Estados Unidos y salvarse ellos mismos del caos y de la justicia del pueblo.

Desde otra perspectiva los anti embargo callan que la política de amistad y de comercio que la Unión Europea hacia el régimen castrista tampoco ha logrado un cambio de sistema en Cuba. 

La política del policía malo (Los Estados Unidos) y la del policía bueno (La Unión Europea) merecen estudio porque esta situación ha hecho más fácil la vida a la dictadura en Cuba.

Quizás lo que no funcionó ayer como se pretendió o como se alega, puede estar teniendo resultados ahora o los tendrá en el futuro.

¿Estaría la democracia garantizada?

¿Podría sobrevivir otra dictadura en Cuba?  ¿Una que protegiera los intereses y personajes del castrismo?  

Nada está escrito y nada está fuera de las posibilidades.  Una estrategia de apoyo al pueblo cubano no puede rechazar tal escenario y tampoco como enfrentarlo.  

Lo que no se puede argumentar es que cualquier política hacia Cuba puede por sí sola lograr un cambio. 

Este es el principal error del grupo que propone una mayor flexibilidad  hacia el régimen de la Isla, que eventualmente conduciría a un levantamiento del embargo.

Son varios son los factores que pueden llevar a un que un país sometido a una dictadura se mueva hacia una democracia y que ésta se consolide.

Uno de ellos es la voluntad del régimen en el poder.  En el caso del castrismo ha sido su convencimiento de que es peligroso ceder y el hecho de que siempre ha tenido un padrino que lo financie.

Hasta ahora ha sido el castrismo el que no ha permitido que ni la presión estadounidense ni la amistad y colaboración europea hayan logrado verdadero progreso en el campo del pluralismo político y el respeto a los derechos humanos.  

Tampoco lo hará con cualquier otro planteamiento que lo considere desestabilizador. 

Por eso cuando alguien propone alguna nueva idea sobre cómo los Estados Unido o la Unión Europea deben relacionarse con el régimen castrista, tiene que aceptar que durante medio siglo la dictadura castrista, por decisión propia, ha sido un muro infranqueable.

Si el que propone una nueva política al presidente Obama está convencido de que de la dictadura quiere ir hacia una transición democrática, tiene la obligación de demostrarlo y no tomar por cierto lo que puede ser una cuestión puramente táctica. 

Ante crisis severas hay dictaduras que han cedido mientras otras se han radicalizado.  Desde la guerra fría hasta nuestros días los ejemplos no faltan. 

Cuando en el pasado el castrismo se ha encontrado en problemas ha hecho concesiones y luego de superada la crisis ha vuelto a la  rigidez.

A fin de cuentas el  regreso de Cuba a la democracia es nada más que una posibilidad.   La defensa o sugerencia de determinadas medidas lograr un cambio autentico en esa dirección debe considerarse en un contexto del que no pueden estar ausentes las experiencias de otros países.

El cuentapropismo y la empresa privada

¿Conduciría a la democratización de Corea del Norte que los Estados Unidos apoyara una mayor autonomía de los habitantes de ese país?

Eso dependería de que el régimen de Corea del Norte aceptara que sus súbditos tuvieran mayor autonomía. Parece improbable que esto  dependa de lo que hiciera o dejara de hacer los Estados Unidos. 

En todo caso, sin cambios políticos fundamentales en Corea, lo que hoy se pueda permitir, mañana podría convertirse en un delito. Esta ha sido la experiencia en Cuba. 

Sin embargo, uno de los firmantes de la carta a Obama en que le piden mayor flexibilidad hacia “Cuba”, Arturo Valenzuela, ex subsecretario de Estado para Latinoamérica, afirmó en una entrevista al periódico El Mundo que:

“No habrá liberalización en Cuba hasta que el pueblo gane autonomía”.

Está claro que  Corea del Norte como en Cuba, esa autonomía dependerá  de la decisión de cada dictadura, no de la decisión de Barack Obama. 

Usar como ejemplo la existencia de cuentapropistas o de empresas privadas en Cuba para demostrar la certeza o posibilidad de un cambio hacia la democracia es una ilusión, ignorancia  o demagogia.

En Corea del Norte también hay cuentapropistas e inversiones extranjeras y esto no es indicio ni garantía de que el país se esté encaminando hacia la democracia.  

En Corea del Norte: “…La forma más popular de ganar dinero es con pequeñas tiendas o restaurantes, o pequeñas industrias haciendo ropa o zapatos, enseñando en forma privada y brindando servicios médicos privados…” Recientemente hay un creciente número de personas que están involucrándose en el negocio de los transportes registrando ilegalmente vehículos y botes en nombre de compañías o agencias  y apropiándose de las ganancias ya que está prohibido a una persona ser dueño de un vehículo”.

En Corea del Norte hay varias zonas francas en la que se han instalado empresas capitalistas, muchas de ellas de la vecina y enemiga mortal Corea del Sur.  En este sentido Corea del Norte está mucho más avanzada que Cuba. 

Los ilusos no han dejado de hablar y de escribir del proyecto de Mariel en Cuba como la epifanía del “cambio” del capitalismo a la democracia. Pero sin  garantías de orden constitucional e institucional que incluyan el respeto a los derechos humanos no habrá una verdadera democratización.

En conclusión, la presencia de cuentapropistas y de empresarios en una dictadura no es garantía de democracia ni de transición a la democracia.  

China, Rusia, Vietnam, Siria e Irán, entre otros, son países donde se violan sistemáticamente los derechos humanos, sin embargo, en estas naciones hay muchas más libertades y garantías económicas que las que el régimen de Raúl Castro ha planteado y permite en Cuba.

Ninguno de ni esos sistemas están evolucionando hacia el multipartidismo y la democracia verdadera.

El argumento de Arturo Valenzuela de que:

 “No habrá liberalización en Cuba hasta que el pueblo gane autonomía” 

 Es una afirmación muy discutible por otra razón.

Hay países que han pasado de la dictadura a la democracia sin necesidad de tal “autonomía económica” y hay pueblos que con autonomía económica aún viven bajo regímenes tiránicos.

¿Hay cambios en Cuba que garanticen un futuro democrático?

Descartado el factor del cuentapropismo o incluso de la empresa privada como determinante de una transición a la democracia,  tendremos que preguntarnos si el régimen castrista está tomando acciones en esta  dirección para fortalecer su precaria economía y así afianzar la dictadura o para iniciar una transición democrática.

Las acciones y declaraciones del castrismo en este sentido están bien documentadas. 

Mientras para muchos los cambios en Cuba son parte de una estratagema de supervivencia ante la crisis venezolana, otros dan por seguro de que esos cambios son las señales de una nueva era en la que los Estados Unidos no deben perder la oportunidad.

Las dictaduras se resisten al cambio mientras pueden.  Esto depende de una serie de circunstancias  y de factores internos y externos, todos interactuando. 

El deterioro económico actual en Cuba y la debilidad política del régimen son consecuencia de decisiones de la dictadura y de la dependencia que el castrismo siempre ha tenido de la subvención externa.

Lo que hace falta no son propuestas aisladas sino una estrategia que contemple los diferentes escenarios,  porque ni el cuentapropismo, ni la desaparición de Raúl ni de Fidel Castro, ni el fin de la subvención venezolana, ni una mayor flexibilización del gobierno de Obama hacia el régimen en la Isla, necesariamente van a conducir a Cuba hacia la democracia.

El presente y el futuro del pueblo cubano se encuentran en juego y no hay espacio para la demagogia, la superficialidad y el error.

Huber Matos Araluce

Artículo publicado por Cubanalisis

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En defensa de Nicolás Maduro


En los últimos días se han publicado críticas fuertes contra Nicolás Maduro por los resultados de su primer año de gobierno y por la violencia criminal contra las protestas de la juventud venezolana.  Los críticos señalan que Maduro no tiene ni la capacidad ni el carisma de Hugo Chávez. Da la impresión de que su fracaso se debe a su falta de liderazgo y que él es el único responsable del desastre que hoy vive la nación suramericana.  La verdad es que lo que sucede hoy Venezuela es el resultado de la confabulación de Fidel Castro y su devoto discípulo Hugo Chávez.  Maduro ha continuado con el complot que le encomendaron y si este se derrumba es porque los dos “carismáticos lideres” se equivocaron. Maduro ha obedecido y sigue obedeciendo órdenes. 

Empecemos por el principio.  Una vez que Chávez llegó a la presidencia la estrategia castrochavista (entiéndase la de Fidel y la de Chávez) fue la misma de Castro cuando alcanzó el poder en Cuba: la eliminación de la burguesía, empezando por atacar al sector empresarial.  Era necesario liquidar a los ricos  para dejarlos sin capacidad económica de oponerse al nuevo orden.  Además, no se podía encaminar el país hacia una dictadura si no había un enemigo del cual defenderse y a quien destruir. 

En Cuba y en Venezuela la guerra contra la empresa privada le hizo un daño muy grande a la producción, pero ese ha sido un mal menor. Para el castrochavismo el mal mayor hubiera sido dejarlos con un poder económico con el que podían financiar el enfrentamiento contra los “revolucionarios bolivarianos”.  Además, reitero, es imposible hacer una revolución sin enemigos.  

En Cuba el subsidio soviético durante treinta años evitó el colapso de la economía estatizada. En Venezuela han sido los inmensos recursos que han ingresado al erario público por los altos precios del petróleo.  No debe haber tenido mucha dificultad Fidel Castro en convencer a Hugo Chávez que si la agricultura colapsaba y si la producción industrial se reducía al mínimo, Venezuela tenía petrodólares para importar lo que fuera necesario.  

Al mismo tiempo que se atacaba al  enemigo burgués se lanzaban programas de asistencia social sin importar el costo o su sostenibilidad a largo plazo.  Al pueblo había que mantenerlo contento con ofrecimientos y ventajas mientras se consolidaba la dictadura.  En Cuba esos programas los pagaron los soviéticos, mientras la prensa mundial, los políticos  y los dirigentes castristas  alababan los logros de la revolución –nunca nadie quiso hacer la aritmética ni preguntar de dónde venían los fondos.  En Venezuela se han pagado con los ingresos del petróleo. Una vez que el régimen fuera el dueño de todos los poderes, de los medios de comunicación, hubiera depurado a las fuerzas armadas y contara con un equipo de vigilancia y represión entrenado y equipado, cualquier descontento podía ser sometido por la fuerza de la propaganda y de la maquinaria represiva.  

El tercer flanco de esta estrategia era el respaldo internacional para eliminar la posibilidad de que los países democráticos trataran de impedir una dictadura en Venezuela. En el caso castrista la propaganda fue efectiva y de larga duración por la popularidad personal de Fidel Castro, porque  la maquinaria occidental lo convirtió en un ídolo; por la necesidad que tenían los europeos, los latinoamericanos y el Tercer Mundo de un líder que denunciara a los yanquis.  También la izquierda en  los Estados Unidos se sintió afortunada de contar con un líder tercermundista que fustigaba al complejo militar-industrial estadounidense, Fidel les quedó al dedillo.

En el caso venezolano esa popularidad se ganó con demagogia, con petróleo subvencionando,  con grandes cantidades de dinero secreto para los políticos de cuanto país quisiera alinearse con el chavismo o por lo menos no criticarlo.  En algunos casos con miles de millones de dólares dedicados a la importación de productos brasileños y colombianos. 

En Cuba el castrismo no evitó la intervención estadounidense pero si la obligó a ser tan disimulada, tan débil y pobremente planeada que pudo ser derrotada fácilmente en Playa Girón por un  ejército castrista mal entrenado y mal armado todavía.  Con tal de lavarse las manos los Estados Unidos abandonaron a los cubano brigadistas en el campo de batalla tan pronto empezaron a fallar los planes. En el caso venezolano ha sido tal la cantidad de dinero invertida para alcanzar ese escudo protector que prácticamente todos los políticos de área todavía no se atreven ni a criticar la violencia contra la oposición democrática y hasta el Secretario General de la OEA se comporta como un rehén del chavismo.

En el caso venezolano la estrategia de Fidel Castro y de Hugo Chávez ha enfrentado dificultades serias por varias razones. 

a) En Cuba la consolidación del régimen castrista en sus momentos de grave crisis inicial fue posible por el fracaso estadounidense en Playa Girón.  Este desintegró y desmoralizó a la activa y organizada oposición interna brindando a Castro el regalo de una victoria que él no había podido alcanzar contra la oposición.

b) La oposición democrática en Cuba pagó su resistencia al proyecto comunista con miles de fusilados y cientos de miles de presos políticos.   No ha sido hasta ahora el caso de Venezuela porque el castrochavismo creyó que esa purga podría hacerla después.   


c) La corrupción desbocada.  La subvención soviética estaba personalmente controlada por Fidel Castro y en Cuba nadie podía apropiarse de nada sin su permiso.  Además, los rusos estaban más o menos atentos a como se gastaban esos recursos.  Es hasta hace algún tiempo que la corrupción se ha  vuelto incontrolable. En Venezuela, Chávez desde el principio compró a todo el que pudo con dinero, favores y posiciones.  Los funcionarios chavistas han robado por su cuenta a manos llenas y por eso nadie acusa a nadie.

d) De 1959 a nuestros tiempos hay grandes diferencias que han conspirado contra el chavismo.  La economía centralizada está desacreditada, el respeto a los derechos humanos es casi una religión, los avances tecnológicos hacen difícil el poder persuasivo y represivo que tuvieron una vez los medios de comunicación centralizados y la revolución castrista ha fracasado. 

En conclusión: 

El desastre de la economía venezolana es la consecuencia de una estrategia que tuvo como objetivo destruir a la clase empresarial venezolana, comprar la complicidad internacional casi a cualquier costo y pagar la incondicionalidad en las Fuerzas Armadas y de los cómplices principales, repartiendo desde el principio del botín de los petrodólares.   

El chavismo fracasó porque Fidel Castro se equivocó creyendo que su discípulo podía llegar a dominar Venezuela sin tener que fusilar a miles de venezolanos y llevar a prisión a millares. Esa purga la tenían planeada para una etapa posterior en Venezuela. La altísima tasa de criminalidad en Venezuela se les escapó de las manos a ambos, a Fidel Castro y a Hugo Chávez, porque no les interesaba el problema o creyeron que podían beneficiarse de él. 

Nicolás Maduro heredó un desastre económico y social total que solo empeoraría con el tiempo. Él no ha tenido ni la capacidad ni la autoridad para resolver nada.  Su función era ser un dócil incondicional del castrismo y de los chavistas radicales.  Fidel y Chávez no querían a nadie ni muy capaz ni muy popular entre sus subalternos. Con Nicolás Maduro, Raúl Castro se siente incluso más confortable que con el propio Hugo Chávez.  

La devoción por Fidel Castro y su obra - confesada en público en repetidas ocasiones - por Hugo Chávez y la necesidad que ha tenido el castrismo de la subvención venezolana para sobrevivir, son pruebas de que la tragedia venezolana actual es el resultado de los planes y acciones de estos dos carismáticos y fracasados ególatras.

Huber Matos Araluce

Artículo de Patria Pueblo y Libertad


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¿Por qué Putin hace lo que quiere y no pasa nada?


La respuesta a esta pregunta no es difícil.  Vladimir Putin hace lo que quiere porque los Estados Unidos y Europa lo necesitan.  Para tratar de resolver el problema en Siria y para intentar detener el desarrollo de armamento nuclear en Irán Obama necesita a Putin.  Por lo menos eso fue lo que Obama quiso creerse.  Europa necesita la energía que le compra a Rusia.  La NATO que debía frenar militarmente los avances de Rusia ha sido relegada y como si todo esto no fuera suficiente hay grandes negocios entre Rusia y el mundo capitalista.

La guerra en Siria sigue alargándose y los Estados Unidos dependen de Putin para eliminar el armamento químico de Assad.  Obama no va a arriesgar un conflicto con Putin si eso implica un freno a la destrucción de este tipo de arma en Siria.  El dictador Assad apoyado por Rusia continúa ganándoles el terreno a los rebeldes y Putin ha demostrado otra vez  que toma riesgos porque no tiene que pagar ningún costo importante.   

Con la ayuda de Rusia y de China los Estados Unidos lograron traer a Irán a la mesa de negociaciones porque estos tres países se pusieron de acuerdo para castigar económicamente a Irán. El objetivo de Washington es lograr que Irán acepte frenar el desarrollo de armamento nuclear pero sabe que necesita el respaldo continuo de Putin.  Si Rusia rompe filas la estrategia de Washington colapsa y lo único que le quedaría a los Estados Unidos sería – eventualmente - atrasar el programa militar de Irán con acciones aéreas.  Obama no se va a enemistar con Putin por la anexión de Crimea aunque ésta sea ilegal.

Rusia es el mayor exportador de petróleo del mundo.   En el 2012 Rusia exportó a Europa y a los Estados Unidos un total de 160,000 millones de dólares en petróleo, gas y derivados. La casi totalidad de esa exportaciones fue a Europa.  Es muy difícil creer que estos países se arriesgarían a tomar medidas económicas que aunque perjudicarían a Rusia también perjudicarían  sus economías. Putin lo sabe y aunque reclame públicamente debe sonreír ante las medidas tomadas por Occidente contra un grupo de sus funcionarios.

La economía rusa sigue tan dependiente del petróleo que produce, como lo fue antes la del imperio soviético, pero tiene la ventaja que desde que se desplomó el mundo comunista las inversiones extranjeras y los negocios con el resto del mundo han ido creando una cadena de intereses comunes que no es fácil de cortar sin que se perjudiquen muchos bolsillos. Rusia ya no es una potencia mundial como lo fue antes la URSS, ahora es un país capitalista con un autócrata en el poder que protege a los ricos que lo obedecen y castiga a los que no. 

La NATO –la alianza  que ha tenido el propósito de defender militar y políticamente las democracias europeas- no ha estado a las alturas de sus objetivos porque Occidente creyó que Rusia tomaría un camino civilizado en su relación con Occidente.  Putin se ha aprovechado de esto porque primero fueron Francia y Alemania quienes rechazaron en el 2008  la propuesta de George Bush de garantizarle la seguridad a Ucrania y Georgia y luego Obama pensó que podía entenderse con Putin sin necesidad de demostrar músculo militar.  Putin se desquitó de Occidente ante la pérdida de un gobierno amistoso en Kiev y le arrebató Crimea a Ucrania.  Washington y Europa han hecho el ridículo con las medidas hasta ahora anunciadas.

En conclusión,  la debilidad de NATO; los importantes intereses comerciales de Occidente con Rusia; la dependencia energética de Europa y la dependencia de Washington de Vladimir Putin –Siria e Irán− han convertido a los Estados Unidos y a Europa en rehenes virtuales.  Mientras Europa dependa del petróleo y el gas soviético y los Estados Unidos de Putin no hay mucho que Washington o Europa estén dispuestos o puedan hacer.  Debieron haberse preparado hace muchos años para un escenario como el presente, las señales estaban ahí pero no las quisieron tener en cuenta. 

 
Artículo de Patria Pueblo y Libertad


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Obama…quizás



La Presidencia de los Estados Unidos es un trabajo difícil.  No hay título universitario o inteligencia que garantice el éxito. O se tiene experiencia o se aprende de crisis en crisis. Cuando Obama termine su segundo y último periodo en la Casa Blanca habrá tenido el suficiente fogueo para llegar a ser un excelente Presidente, pero entonces será muy tarde. 

Una muestra del aprendizaje del actual mandatario es la crisis en Ucrania donde  las tropas rusas han invadido a Crimea y amenazan el resto de Ucrania.  Obama llegó a la Casa Blanca creyendo que él podía tener una relación de alto nivel y de buena comunicación con Vladimir Putin.  Presunción que este ex coronel de la KGB soviética  parece haber interpretado como debilidad de carácter del Presidente.

Putin no se habría atrevido a ordenar esa operación si el Presidente hubiera sido un Teddy Roosevelt o un Ronald Reagan.  A ninguno de los dos lo habría intimidado la matonería del autócrata ruso a pesar de que los Estados Unidos eran entonces una nación con mucho menos poderío económico y militar que hoy.  Ambos sabían que el temor y la prudencia excesiva   provoca  el abuso y  la violencia de parte de los enemigos de la libertad. 

Con Ronald Reagan o Teddy Roosevelt en la Casa Blanca los octogenarios hermanos Castro no se habrían arriesgado a  tomar de rehén a un ingeniero estadounidense –Alan Gross– y condenarlo injustamente a 15 años prisión con el fin de chantajear a Washington. Tampoco habrían tolerado que oficiales de las fuerzas armadas y de los servicios de inteligencia cubanos ayudaran a los chavistas a dominar Venezuela aniquilando su democracia.  Venezuela es la cabeza de playa de la invasión antidemocrática en  toda Latinoamérica.

Obama no es cobarde, está aprendiendo su trabajo y el caso de Venezuela le ofrece una oportunidad de poner en práctica lo aprendido hasta el momento.  En primer lugar tiene que hacerle saber a los gobiernos latinoamericanos que los Estados Unidos tiene intereses en Latinoamérica  a los que no va a renunciar y que por principio y por conveniencia van a defender la democracia en Venezuela sin ambigüedades. 

Las recientes declaraciones del Secretario de Estados John Kerry parecerían apuntar en esa dirección.  Ha dicho que − los Estados Unidos estaría dispuesto a sancionar al gobierno venezolano - pero que prefieren evitarlo para no perjudicar la delicada situación económica en ese país.   El problema es que es un mensaje que puede ser interpretado como una decisión en cualquier dirección.  Mientras tanto el aparato de represión castrochavista no descansa un minuto en su propósito de desarticular brutalmente las protestas de los venezolanos.

El gobierno estadounidense no debe dejar en manos de los gobernantes de la región el freno a los atropellos de lo que queda de  democracia en Venezuela y debe hacérselos saber claramente.  La mayoría de los gobernantes latinoamericanos  participaron recientemente en Cuba en una reunión de la CELAC en la que demostraron que no tienen interés ni voluntad en defender la democracia de ningún país de la región.  La mayoría acaba de descartar la solicitud de discutir
en el seno de la OEA la violación en Venezuela de la Carta Democrática Interamericana.
 
Obama  tiene dos opciones: Una, parecer que hace y en definitiva no hacer nada para salvar a la oposición democrática venezolana. Dos, poner en práctica sus experiencias y usar la influencia en el mundo y los recursos de su poderosa nación para asegurarse que esa democracia sobreviva en una nación donde demócratas y chavistas puedan contar con medios de información libre, donde tengan garantizados el respeto a sus derechos y estén libres de intromisión extranjera, específicamente la castrista.

Obama no ha podido lograr la paz en Afganistan, Iraq, Siria y Libia. No pudo salvar la democracia en Egipto, ni alcanzar un entendimiento entre palestinos y judíos.  El problema nuclear iraní parece escapársele de las manos y sus relaciones con Rusia empeoran con el tiempo.  Quizás Venezuela y Cuba, que son problemas mucho más sencillos, le permitan al presidente estadounidense ser recordado como el hombre que salvó la democracia en Venezuela,  devolvió al pueblo cubano su libertad y salvó al continente de un futuro incierto y peligroso.  Quizás.


Artículo de Patria Pueblo y Libertad
 

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Huber Matos: Vivo sin odio y sin miedo

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Obama y Cuba (Los Estados Unidos mantienen la hegemonía mundial III)

 
En el primer capítulo de esta serie comentamos de la superioridad económica y militar de los Estados Unidos sobre cualquier otra nación del planeta y de cómo esa supremacía permanecerá sin rival por un tiempo que no es fácil calcular.  En el segundo capítulo tratamos sobre el cambio del Obama que llegó a la Casa Blanca en 2009. Creyendo inicialmente que podría negociar con los enemigos de Estados Unidos, el joven presidente fue modificando su posición original. 
 
En este capítulo analizamos como el Obama de 2009 también intentó una política de acercamiento al castrismo que fue rechazada por la dictadura, y cómo ante esa situación el nuevo gobierno estadounidense se quedó en el limbo, confundió a la comunidad internacional brindándole credibilidad y otros beneficios al régimen castrista.  Esa estrategia de conciliación inicial fue más allá de lo que se conoce pues el gobierno estadounidense trató de convencer a la Unión Europea de que suavizara sus exigencias al régimen cubano. La Unión Europea había acordado de que una normalización de sus relaciones con el gobierno de los Castro dependería del progreso en cuanto a respeto a los derechos humanos -política europea conocida  como la Posición Común.  
 
Los Estados Unidos, responsables de la represión en Cuba
 
Cuando Obama entró en escena como candidato en 2008 la principal crítica de un sector de académicos, políticos y periodistas de los Estados Unidos en el tema cubano era el mantenimiento del embargo hacia Cuba. Para ellos, la confrontación había impedido el acomodo civilizado entre Washington y La Habana.  Además, argumentaban que el embargo era la razón por la actitud recalcitrante del régimen castrista contra los Estados Unidos y la que justificaba un estado de paranoia permanente en el gobierno en Cuba, que a su vez lo inducía a reaccionar represivamente contra cualquier manifestación de oposición en la isla.   Este razonamiento conducía a una inevitable conclusión: la dictadura castrista era represiva y anti-yanqui por culpa de la “política cubana” de los Estados Unidos.  
 
Obama, el mensajero de la paz
 
Por eso cuando Obama puso en práctica su política de apertura y conciliación hacia “Cuba” provocó una ola de elogios y expectativas entre los críticos de la “inoperante y contradictoria” estrategia de confrontación.  En una buena parte del mundo “expertos” y periodistas aplaudieron el inicio del inminente e inevitable cambio en las relaciones de ambos gobiernos. Apertura que abriría el camino a una era de transformaciones en Cuba que conduciría irreversiblemente a una transición hacia la democracia. 
 
La esperada transición no se materializó, pero la creencia de que se había dando un paso irreversible hacia la democracia en Cuba ha permanecido viva en millones de personas en todo el mundo. Obama no puede exonerase de su cuota de responsabilidad en un error que ha restado credibilidad a la oposición democrática cubana favoreciendo a la tiranía.
 
Por este tipo de beneficio gratuito a las dictaduras Hilary Clinton, en uno de los debates por la nominación a la presidencia en 2008, le contestó a Obama que un presidente de los Estados Unidos no podía hablar con regímenes que violaban los derechos humanos sin que ciertas condiciones se hubieran considerado, porque eso brindaba a las tiranías credibilidad sin costo.

Durante su campaña presidencial en Florida Obama prometió eliminar algunas limitaciones de los viajes de los exiliados a Cuba. También prometió que derogaría las restricciones de envíos de dinero a la isla.  Era una forma de ganar votos entre los cubanoamericanos, quienes según Washington se convertirían en una especie de embajadores de la libertad. Ningún medio de comunicación rebatió que durante muchos años Cuba había sido visitada por cientos de miles de exiliados y millones de canadienses y europeos. Todos estos embajadores de la libertad habían amentado en la isla el deseo de huir al extranjero y una buena parte de ellos habían sido promotores y clientes de la industria de la prostitución en Cuba.

Estas medidas conciliatorias de Obama, una vez puestas en práctica en los primeros meses de 2009, le garantizaron al régimen castrista ingresos de miles de millones de dólares.  Para una tiranía que sobrevivía con dificultad gracias a la subvención chavista, esos ingresos adicionales representaron una bonanza inesperada, y son actualmente una fuente de dólares sin la cual el castrismo estaría en una situación mucho más difícil que la actual.  Según los cálculos de expertos, el exilio envía a Cuba aproximadamente cinco mil millones de dólares anuales entre remesas, viajes, mercadería etc. La importancia y magnitud de estos ingresos puede apreciarse cuando se comparan con la subvención venezolana de 10,000 millones de dólares anuales. Las remesas y mercaderías enviadas por el exilio duplican los ingresos que recibe el régimen castrista por turismo extranjero.

Las evidencias del fracaso

Aunque no lo admitiera públicamente, un año después de llegar a la Casa Blanca el optimismo del nuevo gobierno en Washington sobre sus relaciones con el régimen cubano no era el mismo. Las afirmaciones y esperanzas de la nueva era con Cuba, también compartidas por un pequeño sector conciliador de cubanos en el exterior, no habían prosperado.

El 13 de octubre de 2010 el presidente de los Estados Unidos recibió al Presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero. Entre los temas que conversaron estuvo el de Cuba. Unos días después, el 25 de ese mes, el periódico español El País hizo pública parte de la conversación entre ambos presidentes.

Lo publicado era tan importante como lo que se infería de la conversación.

Veamos:

El Nuevo Herald reproduce la información de “El País” con este párrafo:

“El presidente norteamericano Barack Obama solicitó a España que mediara ante las autoridades cubanas para que éstas hagan más esfuerzos en mejorar las relaciones con Estados Unidos, sostiene el diario español El País en su edición del domingo”.

El País informó que durante su visita a la Casa Blanca Barack Obama le pidió al Presidente José Luis Rodríguez, que le mandara este mensaje a Raúl:

“Decidle a Raúl que si él no da pasos tampoco yo podré darlos… Nosotros estamos dando pasos, pero si ellos no dan pasos también, será muy difícil que podamos continuar”.

“Que les diga a las autoridades cubanas que comprendemos que no se puede cambiar las cosas de la noche a la mañana, pero que, pasados unos años, cuando se mire hacia atrás, debe quedar claro que éste fue el momento en el que empezaron los cambios”.

Es lógico deducir que esta petición de Obama a Rodríguez Zapatero está precedida por un intercambio previo de mensajes entre Washington y La Habana.

Lo insólito de esta situación es que ya la dictadura cubana estaba recibiendo beneficios cuantiosos por los pasos que habia dado Obama sin haber llegado primero a algún tipo de acuerdo con el régimen de La Habana. Todo parece indicar lo contrario porque Obama está pidiendo alguna señal de reciprocidad.  Pero ésta es una de las dos sorpresas que nos esperan.

La falta de una estrategia alterna

La respuesta cubana a la intermediación de Zapatero no debe haber sido muy positiva porque dos meses después Arturo Valenzuela, Subsecretario de Estado para Latinoamérica, admite el fracaso. El Nuevo Herald informa el 11 de diciembre de 2009 que Valenzuela ha declarado:

“El Gobierno de EEUU se está tomando con "calma'' el acercamiento y el diálogo que inició la Administración del presidente Barack Obama con Cuba, porque no busca un ‘‘cambio súbito'' en este momento en sus relaciones con La Habana…

Washington pretende "tomar el pulso a la situación'' en Cuba para "ver cómo salir adelante''…''Lo que estamos viendo de cara al futuro es cómo seguir avanzando'' en los temas de interés común para EEUU y Cuba, agregó el alto funcionario…

Se trata de "algo que nos estamos tomando en estos momentos con calma''…''No es una cosa en que se está buscando un cambio súbito en este momento. Estamos avanzando'', subrayó el diplomático.

Así que el acercamiento y el diálogo que inició la Administración Obama hacia el castrismo a principios de 2009 ahora debía ser tomado con calma porque Washington en esos momentos no buscaba un cambio súbito en La Habana.   
¿Era La Habana o era Washington quien no quería un cambio súbito? 

La ambigüedad de Valenzuela demuestra que no existía en Washington una estrategia alterna a una posible negativa del régimen castrista a mejorar las relaciones con el nuevo gobierno de Obama y desistir de continuar violando los derechos humanos en Cuba. Simplemente, había que tomarlo con calma. Valenzuela, igual que Obama en sus comentarios a Zapatero, parece sugerir que en algún momento sí se buscó un cambio súbito, pero por alguna negativa, o por un acuerdo con la tiranía, se descartó el objetivo.

¿Por qué no se dijo la verdad?

Ese mismo mes (diciembre del 2010) la dictadura en Cuba arrestó al ciudadano estadounidense Allan Gross y lo acusó de introducir a la isla equipo de comunicación satelital. Equipo que servía para comunicarse directamente con Internet sin pasar por el control del servicio de inteligencia castrista. Gross fue condenado a 15 años de prisión, que hasta el momento cumple mientras miles de millones de dólares siguen fluyendo a Cuba por decisión de Obama. El gobierno de Obama no quiso admitir públicamente el fracaso de su política inicial. No quería pagar un precio político, y mucho menos decir cuál sería su nueva estrategia, pues no le interesaba definirla.

Obama, Cuba y Latinoamérica

Lo que sí logró Obama es que Latinoamérica se convenciera de que Estados Unidos iba a llegar a un acuerdo con la tiranía castrista. Ante esta situación, los países de la región que no eran parte del grupo chavista no estaban dispuestos a quedar como enemigos de La Habana. En marzo de 2009, en forma inesperada, después de 50 años, Costa Rica restableció relaciones con el gobierno cubano. 

El periódico costarricense Al Día recogió declaraciones de dos importantes analistas costarricenses. Para la politóloga Nuria Marín “el acercamiento se da en un momento propicio, tras la llegada de un nuevo gobierno a los Estados Unidos, en donde se marca un cambio en las relaciones internacionales, de apertura al diálogo”. Eduardo Ulibarri, hoy embajador costarricense en la ONU declaró: “No es una medida que celebre. Costa Rica es el penúltimo país latinoamericano que no tenía relaciones con Cuba”.

En junio de 2009 la OEA suspendió las sanciones a “Cuba” que habían sido impuestas en 1962 porque su:

adhesión al marxismo-leninismo es incompatible con el sistema interamericano y que el alineamiento de tal gobierno con el bloque comunista rompía la unidad y solidaridad continental; que el gobierno de Cuba, identificado con el marxismo-leninismo, es incompatible con los principios y objetivos del sistema interamericano y que esta incompatibilidad excluye al gobierno cubano de participar en el sistema interamericano”.
Parecía que en Cuba había dejado de existir una dictadura marxista leninista, o que si existía ya eso no tenía la menor importancia, porque para Latinoamérica y para Washington el sistema interamericano tenía otras prioridades. El gobierno de Obama no se opuso al levantamiento de estas sanciones a pesar de que desde Cuba Fidel Castro había mostrado su desprecio a la organización:

“24 horas antes de que se pactara el levantamiento de la sanción, el ex presidente cubano Fidel Castro reiteró su indiferencia a pertenecer a la OEA y denunció que la organización ha sido desde su creación "cómplice de todos los crímenes contra Cuba".

Todavía con su fe en resolver los problemas a base de diálogo, Obama no se opuso con firmeza al levantamiento condicionado de las sanciones al régimen castrista en el seno de la OEA, ni planteó con determinación una política regional para obligar al gobierno de La Habana a una transición hacia la democracia. 

Arturo Valenzuela ya había resumido la nueva policía de Washington: había que tomarlo con calma.  Unas horas después del levantamiento de las sanciones en la OEA su Secretario General, José Manuel Insulza, declaró a CNN su convencimiento de que los Estados Unidos iban a levantar el embargo a Cuba. Es muy difícil creer que Insulza afirmara esto sin tener una fuente de información muy confiable en el gobierno de los Estados Unidos.  El panorama desde Washington no debe haber sido muy optimista en cuanto a Latinoamérica. Venezuela estaba en manos de Hugo Chávez y del castrismo. Su influencia en la región era innegable y a Obama no le interesaba confrontarla o contradecirla.  La indecisión que ha caracterizado la política exterior de Obama ya estaba presente en fecha tan cercana del inicio de su primer periodo presidencial en Enero de 2009.

Obama y Zapatero contra la Posición Común de la Unión Europea

Un hecho poco conocido e ignorado es que el presidente estadounidense y el presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero trataron de que la Unión Europea desistiera de su política hacia Cuba conocida como la Posición Común. Esta política fue impulsada en 1996 por el ex presidente del gobierno español José María Aznar. La Posición Común condicionaba la normalización de relaciones con Cuba a los avances que debía dar el régimen comunista hacia la democracia, la liberación de todos los presos políticos y la mejora en el respeto de los derechos humanos.

Sin tener señales de interés de un acercamiento de parte del régimen en Cuba ni tampoco que planeara mejorar el respeto a los derechos humanos, Obama y Rodríguez Zapatero, calladamente, trataron de sustituirla por un diálogo no condicionado con La Habana. El Embajador de España en Costa Rica, Arturo Reig, dio la pista de lo que se había convenido entre ambos mandatarios cuando el 28 de octubre de 2009 publicó un artículo en el periódico La Nación titulado: “Nueva Política hacia Cuba”. En ese artículo el embajador Reig señalaba que la política “de puño de hierro” de sucesivas administraciones estadounidenses y la política de la Unión Europea (Posición Común) no habían logrado cambios en Cuba.  El embajador resumía que ambas políticas habían tenido resultado “nulo, repito nulo.”

En el artículo describe sobre una nueva política hacia Cuba, esta vez como parte de un acuerdo entre Obama y Zapatero, y dice:

“Por cuanto antecede y a la vista del callejón sin salida a que han conducido dichas políticas de la UE y de los EE.UU., había que preguntarse si valía la pena persistir en ellas, y tanto la actual Administración estadounidense como España se han planteado si no había llegado el momento de establecer una auténtica interlocución con el régimen cubano para intentar que el ya mencionado proceso de reforma, pacífico, ordenado y negociado entre todos los cubanos, pueda iniciarse, contando con la ayuda y el apoyo de la comunidad internacional y, en particular, con los EE.UU., la OEA y la UE, y dentro de esta última, con el país que todos los europeos reconocen como el que tiene el mejor conocimiento de la situación en Cuba; es decir, España”.

Después de leer al embajador Reig no hay mucho que demostrar en cuanto a la veracidad sobre el acuerdo entre Obama y Zapatero para tratar de sustituir la Posición Común de la Unión Europea, política que todavía hoy en día se mantiene, en buena parte por la presión de Alemania y otras naciones europeas, y en definitiva porque al régimen castrista no le interesa modificar su poder dictatorial.

Conclusiones

La política de Obama hacia Cuba fracasó porque el diálogo con la tiranía castrista no podía prosperar si a la dictadura no le interesaba. Las concesiones a priori de Obama fueron interpretadas en La Habana como debilidad. Como resultado de esa política, el castrismo se ha beneficiado con el ingreso de miles de millones de dólares. Además, se le brindó a la tiranía una aureola de credibilidad cuyos beneficios llegan hasta la fecha.  A pesar de esos beneficios, y de la sustancial subvención que recibe de Venezuela, la situación del régimen castrista y de la economía cubana ha continuado deteriorándose, y como consecuencia el descontento de la población es cada vez mayor.  Esta crítica situación no tiene nada que ver con el aumento de los viajes de los cubanos del exilio a la isla (los embajadores de la libertad) ni con la indefinida política de Obama. 

Para el pueblo cubano la revolución, como mito y como realidad, ha fracasado. La corrupción corroe todo el sistema, especialmente a la nomenclatura. Los cubanos quieren un cambio, no hacia el capitalismo, sino hacia la democracia.  La población sabe que la causa del fracaso no es el embargo estadounidense, sino la incompetencia de los dirigentes y las contradicciones del comunismo.

Ni el apoyo del gobierno español, el brasileño, el venezolano y otros pueden salvar al castrismo. La revolución cubana ha muerto, sus líderes han envejecido y han perdido toda la credibilidad. La única salvación que tiene el régimen castrista solo la puede brindar Obama levantando la restricción de los ciudadanos americanos para que vayan de turistas a Cuba y permitiendo que empresas de Estados Unidos inviertan en Cuba. Es decir, el levantamiento del embargo. El castrismo está dispuesto a pagar un precio por esas concesiones. No es el precio de la libertad, la democracia y el respeto a los derechos humanos que quiere y merece el pueblo cubano, sino un precio que sea políticamente aceptable a Obama.

Aunque ya Obama no necesita los votos de los cubanoamericanos, y por lo tanto podría negociar con el régimen castrista ignorando las aspiraciones democráticas de los cubanos, son los congresistas cubanoamericanos en el Congreso de los Estados Unidos (demócratas y republicanos) la verdadera garantía de que esto no sucederá.  Quizás Obama ya conozca al régimen castrista y no intente cometer un nuevo error. En cuyo caso los cubanos podrán continuar luchando por su libertad y eventualmente alcanzarla. Creemos que el presidente de Estados Unidos desea democracia para Cuba y esperamos que la experiencia de su política inicial le haya sido útil. Obama todavía está haciendo historia, y un juicio anticipado de su legado, en cuanto a Cuba y al mundo, sería precipitado.

Epílogo

Estados Unidos es el país más poderoso del mundo en términos económicos y militares. El conflicto entre los extremistas del aislacionismo y sus contrapartes internacionalistas, sumado a la inexperiencia de algunos presidentes estadounidenses y a la arrogancia que viene con un poder tan superior, los han llevado a cometer errores que empañan sus grandes aciertos y la ejemplar solidaridad del pueblo americano con otros pueblos en el mundo.  La participación estadounidense fue decisiva en dos guerras mundiales que se lucharon por la libertad de otros pueblos. Durante una buena parte del siglo pasado la amenaza soviética contra la democracia fue contenida principalmente por Estados Unidos. Los Estados Unidos han puesto freno y fin a genocidios cuando otras naciones no quisieron asumir responsabilidades. 

La contribución por parte de los Estados Unidos al progreso, la libertad y la justicia en el mundo en el siglo pasado es indiscutiblemente favorable a esta nación. El siglo XXI es un siglo de oportunidades y retos, y Estados Unidos continuará siendo una potencia determinante por mucho tiempo. La democracia estadounidense es un ejemplo de vitalidad y dinamismo que ningún pueblo puede desconocer, y que muchos tratan de imitar dentro del contexto de sus culturas.  En el 2011 había 723,277 estudiantes extranjeros estudiando en Estados Unidos, entre ellos 157,558 de China, 103,895 de India, y 73,351 de Corea del Sur. Millones de profesionales extranjeros han pasado por Estados Unidos, avanzando en sus especialidades o formándose en ese país. La influencia positiva de esa cultura exigente, agresiva pero incluyente y democrática, ha sido, es y posiblemente será durante este siglo más importante que su poder militar.

Su posible sustituto como poder mundial podría eventualmente ser China, un régimen que hoy es el mayor violador de los derechos humanos en el mundo.  El hecho incontrovertible es que durante el siglo pasado y lo que va del presente la ciencia moderna, la economía de mercado y el sistema democrático han ido transformado el planeta hacia una nueva civilización mundial, y la contribución de los Estados Unidos en este proceso ha sido decisiva.

Artículo de Patria Pueblo y Libertad

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Del Obama de ayer al de hoy (Los Estados Unidos mantienen la hegemonía mundial II)



 
 


Ayer y hoy

Barack Obama llegó a la presidencia en el 2009 ofreciendo cambios importantes en la política exterior de los Estados Unidos. Su planteamiento fue una mezcla de idealismo y autosuficiencia. Los Estados Unidos dejarían de ser el policía global. Para el nuevo presidente el mundo era como debía ser: lógico. Era cuestión de tomar las decisiones con determinación y sabiduría.  Afirmó que él estaba dispuesto a negociar con los enemigos de los Estados Unidos porque el dialogo era el método apropiado para resolver las diferencias.

Después de algunos años en la Casa Blanca su política cambió de forma radical. Por mucho que quiso distanciarse de su predecesor hoy se parece más a Bush de lo que nadie pudo imaginarse en 2009.  Obama autorizó la acción contra Osama Bin Laden violando la soberanía de Pakistán.  Operación que fue presentada como un golpe mortal al terrorismo contra los Estados Unidos. Algo parecido a la prematura declaración de victoria en Irak -Misión cumplida- del presidente Bush.

Las incursiones de comandos de Estados Unidos en territorios de otros países son más frecuentes de lo que se conocen. Recientemente se secuestró a un jefe terrorista en Libia, y se intentó hacer lo mismo en Somalia. Aviones no tripulados vigilan y atacan objetivos terroristas en varios países. Obama amenazó unilateralmente a Siria con un ataque quirúrgico que resultaría devastador para el régimen de Assad, y ha advertido repetidamente a Irán que no le permitirá el desarrollo de armas nucleares, aunque esto implique un ataque militar en el que solo con súper bombas se podrían destruir las instalaciones subterráneas iraníes.  Todo esto y más lo distancian de su posición del 2009, cuando declaró que ante el uso de la fuerza militar Estados Unidos no debía actuar unilateralmente, sino con sus aliados.

Una estrategia fallida

No podemos dejar de reconocer que en 2008 comenzó una recesión en los Estados Unidos en la que millones de estadounidenses perdieron gran parte de sus ahorros y otros tantos sus trabajos y sus viviendas.  Ante ese panorama y varios miles de muertos, y los gastos de miles de millones de dólares en las guerras de Irak y de Afganistán, el mensaje de Obama tenía sentido para la mayoría del pueblo estadounidense. Sin embargo, como ha sucedido con anterioridad, para evitar la guerra, el mensaje de la paz no siempre es el mejor. Puede ser interpretado como debilidad o temor por la parte contraria.

Si la guerra, como indicó von Clausewitz, es la conducción de la política por otros medios, la renuncia a priori de la opción militar debilita la estrategia política que puede evitar el conflicto.  Por esta razón el presidente Obama, al renunciar al uso de la fuerza, limitó su poder negociador. Es en la combinación de la diplomacia, los incentivos económicos y políticos, la superioridad militar, y la disposición a usarla, en lo que radica la capacidad persuasiva de los Estados Unidos.

No hubo en la primera administración de Obama mejor exponente de esta visión que la del experimentado diplomático Richard Hoolbroke, nombrado enviado especial del propio presidente para Afganistán y Pakistán. Lamentablemente, los planteamientos de Hoolbroke fueron sistemáticamente ignorados por Obama y su pequeño grupo de asesores. Ellos creyeron que podían poner en práctica la nueva versión “intelectual” del aislacionismo estadounidense.  Aislacionismo que se contaminó con una visión estrecha de una retirada de Irak y un mayor compromiso bélico en Afganistán, al que sucederá otra retirada con consecuencias desconocidas.

La Secretaria de Estado Hillary Clinton, quien junto a Hoolbroke insistía en un planteamiento diferente a los problemas de la zona, tampoco pudo influir en los verdaderos directores de la política exterior del nuevo presidente. En otras palabras, el Departamento de Estado no tuvo la participación que le correspondía en la formulación y ejecución de la política exterior del primer gobierno de Obama.

Aislacionismo versus internacionalismo

La contradicción de Obama en la visión y conducción de su política exterior original, con la actual, obedeció tanto a su inexperiencia como a una estrategia hábil que lo llevó a la Casa Blanca y le ganó el premio Nobel de la Paz.  Obama llegó a la presidencia como representante de la influyente tendencia aislacionista en la política de los Estados Unidos.

El aislacionismo ha estado presente durante toda la historia de los Estados Unidos, pero se fortaleció después de la Primera Guerra Mundial.  El Congreso de Estados Unidos no quiso ratificar el ingreso a la Liga de las Naciones -precursora de la ONU- por el temor de que su participación los llevara a otra guerra.  Si los japoneses no hubieran cometido el error de atacar Pearl Harbor habría sido más difícil para Franklin D. Roosevelt involucrar a los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

Los aislacionistas quieren vivir sin involucrarse en los problemas de otros países. Creen que los Estados Unidos pueden sobrevivir y crecer aunque en otras partes del mundo triunfe el despotismo, se viva en la barbarie, o se conspire contra Occidente. Cuando Hitler invadía nación tras nación en Europa y bombardeaba a Inglaterra, los estadounidenses insistían en mantenerse alejados del conflicto. Creían que era un problema que no llegaría a perjudicarlos. A los aislacionistas les sobran argumentos con los cuales defender su posición: los costos de dos guerras mundiales, el fracaso de Vietnam, Irak, Afganistán, etc.

El internacionalismo es la contrapartida de otro sector que cree que su país debe fomentar la libertad, la democracia y el capitalismo en el mundo, tanto por su propia seguridad e intereses como por su liderazgo moral.

Las circunstancias económicas y políticas de los Estados Unidos y la personalidad del presidente de turno, han determinado de qué lado se inclina la balanza en cada periodo.

Un presidente con o sin experiencia

En un país donde está concentrado el mayor poder militar y económico del mundo y donde la presidencia tiene una influencia decisiva en la conducción estratégica, debía asumirse que sus ciudadanos escogerían a una persona con experiencia en cuestiones nacionales e internacionales.  Pero esto sería pensar que el mundo es como debía ser, no como es.

Por falta de esa experiencia y en la ausencia de una estrategia a largo plazo, Estados Unidos ha cometido errores muy graves en países donde puso énfasis en el poderío militar, sin entender que después de la guerra la lucha por la paz es más compleja y más larga.  Obama, como otros presidentes estadounidenses, está aprendiendo su trabajo sobre la marcha.

¿Quién es el enemigo de los Estados Unidos?

El terrorismo internacional es el gran peligro para los Estados Unidos y para Occidente. Terrorismo que sobrevive porque hay estados que lo protegen y lo financian. Por el peligro terrorista -actual o potencial- hay una serie de países que son especialmente importantes para la seguridad de los Estados Unidos.

Por la misma razón, el movimiento conocido como la Primavera Árabe es de importancia para la seguridad de los Estados Unidos.  En este caso, Washington fue sorprendido por los acontecimientos y luego no pudo responder adecuadamente. Libia es un ejemplo. Ante una revuelta popular una coalición internacional logra derrocar al dictador de ese país. Luego deja a la deriva a una nación que no tenía ni la cultura ni las instituciones para dar inicio a una reconstrucción democrática.  El caso de Egipto, por su influencia en el mundo árabe, es aun más grave.

Estados Unidos no es el culpable de los problemas de la zona, pero si es el responsable de haber desaprovechado oportunidades por falta de visión, planeamiento y ejecución. Es culpable de no haber sido un buen líder y no haber usado su influencia en el momento y la proporci
ón oportuna para beneficio de su propia seguridad y la de otros pueblos.

Entre los países de esa zona hay dos cuyo destino debe preocupar a todos los gobiernos democráticos, en particular a los Estados Unidos.

Irán

El gran enemigo de los Estados Unidos en el Oriente es Irán. Un país con ambiciones de poder en toda el área, un estado que respalda el terrorismo en el mundo, y que tiene un programa nuclear que lo lleva paso a paso al desarrollo de armamento atómico. Irán está desarrollando misiles balísticos no para atacar a Israel, porque no los necesita, sino para apuntar a Europa y a los Estados Unidos.

Las promesas de Obama lo llevaron a retirarse de Irak sin medir las repercusiones estratégicas que podrían tener en la zona.  Los estadounidenses pueden estar contentos de que no parecen ya estar involucrados en la guerra de Irak. Es un alivio engañoso.  Irak está hoy bajo la influencia de Irán, el enemigo importante de los Estados Unidos. En otras palabras, dejó pasar al bando contrario a una nación que se encontraba todavía en un estado de inestabilidad muy precario.

Obama no pudo persuadir a la dictadura teocrática de Irán que desistiera de su programa nuclear, y tuvo que organizar una coalición internacional que ha impuesto penalidades económicas que tienen en crisis la economía iraní. Aun así, el programa nuclear continuó avanzando.  Ante esta situación, el único camino que le va quedando a Obama es la solución militar, que ha sido postergada en forma continua, y que puede llevar a los Estados Unidos a un conflicto con Irán en circunstancias poco propicias o de desventaja. Por ejemplo, ante un ataque israelí o cualquier otro tipo de crisis.

Los iraníes, conscientes de que están ante un nuevo Obama, están cambiado su lenguaje, pensando en que pueden verse obligados a negociar si es que quieren evitar el día en que los despierte una lluvia de misiles y bombas.   En realidad son las penalidades económicas, y la amenaza de un ataque los factores que han puesto a pensar al régimen iran, tal vez creen que quizás Obama puede estar dispuesto a actuar.

Siria

Por más de dos años Obama ha evitado involucrarse en la guerra de Siria. Al final tuvo que recurrir a la amenaza inminente de un ataque con misiles y bombas.  Ataque que -aunque se llame limitado- habría sido devastador para el dictador sirio, y habría facilitado la victoria a las fuerzas rebeldes, ahora bajo una fuerte influencia de grupos radicales islámicos.

La preponderancia de los radicales islámicos en el frente de guerra en Siria es en buena parte el resultado de la negativa de Obama de apoyar en su momento a los sectores pro-occidentales que iniciaron la lucha.  Para lograr el respaldo de congresistas republicanos a ese ataque, Obama finalmente tuvo que comprometerse -en secreto- a facilitarles el apoyo que necesitaron con urgencia los rebeldes sirios desde el inicio del conflicto.

Obama tuvo la oportunidad en Siria de debilitar a Irán. Siria es un socio clave del régimen iraní y un respaldo contundente a los rebeldes sirios pudo haber persuadido a Irán de frenar su desarrollo nuclear. Fue una oportunidad perdida por falta de visión y de audacia.

Considerar un éxito de la diplomacia de Obama, o de la de Putin, las negociaciones que llevaron a un acuerdo sobre las armas químicas en Siria es un chiste.  A Assad le han puesto una pistola en la cabeza, y si no negocia le llueven los misiles y pierde el poder.  Además, está entregando, o se espera que entregue, un armamento (químico) que ya no podría usar sin provocar una respuesta decisiva de parte de los Estados Unidos.  Es un caso parecido al de los cohetes soviéticos en Cuba en 1962: una vez descubiertos y puesto en efecto el bloqueo naval de los Estados Unidos a Cuba, no había alternativa para los soviéticos, y mucho menos para Fidel Castro. Tenían que retirarlos.

Conclusión

El aislacionismo extremo y el internacionalismo extremo no son opciones realistas para un presidente estadounidense. Estados Unidos es el país más poderoso del planeta y se debilita si no usa su poder para su propio beneficio y el de sus aliados económicos y políticos.

Obama estaba equivocado en su visión inicial y ha tenido que optar por una política exterior más acorde con la realidad mundial. En el proceso se ha ganado fama de indeciso.  Como su presidencia no ha concluido, habrá que esperar antes de hacer juicios sobre lo que puede o no suceder. Obama cometió un error similar en el caso cubano: hizo concesiones que no fueron correspondidas por el régimen castrista. No había una alternativa de cómo actuar si su política con Cuba fracasaba. Quizás valga la pena evaluar de nuevo esa política igualmente fallida.

Continuará…


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Los Estados Unidos mantienen la hegemonía mundial (I)


Gastos en defensa comparados

Cuando se comenta sobre el mundo multipolar pareciera que ya no existiera una potencia preponderante. La realidad es que los Estados Unidos es el país con más poder en el planeta y lo seguirá siendo hasta que aparezca un sustituto.  Ese poder le ha servido a los Estados Unidos para enriquecerse y para promocionar su ideología -la democracia y el capitalismo.  

Su aplicación ha dependido de las circunstancias de cada momento histórico y en particular del presidente de turno.  Los Estados Unidos de Abraham Lincoln no es el mismo que el de Andrew Jackson.  Lincoln era un estadista con un profundo sentido de justicia. Jackson era un individuo implacable. 

Durante la presidencia de Jackson se cometió genocidio contra los cinco grupos indígenas que poblaban el sureste de los Estados Unidos.  Una de ellos, los cherokees, fueron despojados de sus tierras y propiedades y obligados a una marcha forzada en la que murieron, de hambre, frío y enfermedades, 60,000 de los 130,000 miembros de ese grupo.

Pero los Estados Unidos es el mismo país que se ha involucrado en dos guerras mundiales y salvó a Europa del despotismo y la barbarie. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial consolidó sus gobiernos democráticos con un visionario Plan Marshall.

Las naciones no siempre son las mismas. La Alemania de Ángela Merkel no es la de Adolfo Hitler.  Los presidentes pueden hacer una diferencia también.  Barack Obama no es una excepción. Su visión del mundo y del papel de los Estados Unidos  en él no es la misma hoy que la que planteaba cuando era candidato o cuando asumió la presidencia en 2009.  

Del poderío de los Estados y de Barack Obama se trata este artículo. 

¿Quién es poderoso y por qué?

En The Rise a Fall of the Great Powers el historiador inglés Paul Kennedy establece una relación directa entre la economía y la preponderancia de las naciones. Su profundo estudio ilustra la razón por la cual determinados paises han alcanzado y luego perdido su hegemonía en los últimos 500 años.  Su conclusión es definitiva: no puede proyectarse un poder militar superior si no hay una economía capaz de sostenerlo a largo plazo. Sin ese poder militar no hay supremacía.

El mundo de hoy es más variado que el de la Guerra Fría, pero entre las naciones más desarrolladas ninguna tiene la capacidad económica y el conocimiento científico y técnico para acercarse a mediano plazo al poderío militar que tienen los Estados Unidos. 

China, que es el competidor más cercano en términos económicos, está todavía muy lejos, y cuando lo alcance o lo supere la disparidad militar podría mantenerse.  No solo el producto interno bruto de los Estados Unidos es más del doble que el de China, sino que los Estados Unidos invierten en su muy superior y sofisticada capacidad defensiva y ofensiva más del doble del porcentaje del producto interno bruto que dedica China a la suya.  Esto podrá cambiar en el futuro, pero el futuro está por escribirse.

Parte importante de la ventaja de los Estados Unidos sobre China es su sistema político. Una democracia como la estadounidense es sinónimo de vitalidad. En E.U. se debaten públicamente los problemas. Y gracias a la seguridad jurídica que impera el país es un dinamo inagotable de creatividad y progreso.  China, por el contrario, es una dictadura que tiene por delante grandes conflictos internos. Su poderío relativo dependerá de la forma en que estos problemas se resuelvan y del entorno mundial del porvenir.

Joseph S. Nye Jr, profesor de la Escuela de Gobierno Kennedy, en Harvard, es uno de los que plantea que el poder de los Estados Unidos no está en discusión por el momento. Un estudio afirma que hasta el 2030 no habrá quien lo sustituya.  Con la autosuficiencia energética a la vista es razonable esperar otros pronósticos optimistas  sobre los Estados Unidos.

Otro aspecto de esa superioridad es que en el bloque de naciones democráticas Estados Unidos es el líder. No es de extrañar que lo siga siendo durante todo este siglo. Además, hay alianzas regionales que cuentan. Las fuerzas armadas de Egipto, Israel, Arabia Saudita y Turquía, sumadas al poderío balístico, aéreo y de información y control de los Estados Unidos representan un muro de contención regional inexpugnable.

El debate sobre el poderío de los Estados Unidos no es nuevo. En el pasado se discutía que el Japón -post guerra- y su capitalismo con énfasis en una novedosa administración de los recursos humanos, estaba destinado a reemplazar el liderazgo de los Estados Unidos.  Todo quedó en especulación. Japón sigue siendo una economía desarrollada con un alto nivel de vida, pero los Estados Unidos mantuvieron su ventaja relativa sin mucha dificultad. 

La URSS fue otro caso aun más espectacular. El estalinismo convirtió a la Unión Soviética en una potencia mundial y la URSS trató de discutir a los Estados Unidos la supremacía. El poder de la URRS fue principalmente el resultado de una inmensa riqueza petrolera, un régimen de explotación de la clase obrera, y una creencia fanática de que el comunismo era la única solución a los problemas del mundo.  El petróleo no salvó al marxismo leninismo sino más bien lo cegó, le hizo creer a los comunistas que tenían la razón. La dictadura del proletariado se desplomó bajo el peso de sus contradicciones.  


Por Huber Matos Araluce

Continuará…


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