lunes, 24 de mayo de 2010

Las Damas de Blanco y el exilio cubano

Cuando viajo a las llanuras costarricenses de Guanacaste y paso por el pueblo de Cañas me detengo a saludar a Ángela. Su educación y sus canas me recuerdan a las abuelas del Manzanillo de mi niñez. La parada siempre implicaba escuchar el escepticismo de su hijo Oscar sobre el futuro de Cuba. El nació en la isla, diez años después de la llegada de Fidel Castro al poder.

En la penúltima visita y cuando disfrutaba de un café, Oscar salió del taller donde fabrica muebles de teca y me dijo:

- “Matos, usted sabe que yo siempre soy muy franco”.

Lo admito, el hijo de Ángela siempre dice lo que piensa. Me preparaba para otra andanada de pesimismo cuando me sorprendió:

- “Yo no puedo seguir fabricando muebles, ver cómo luchan las Damas de Blanco y no hacer nada”.

Su decisión no se quedó en palabras; con otro cubano más del mismo pueblo decidieron patrocinar la delegación de CID en Florida, Camagüey. Hace unos días llamó para decirme:

- “Tenemos que hacer una manifestación en apoyo a las Damas de Blanco, y mi mujer se responsabiliza con el trabajo. Dime con quién hacemos contacto en San José”.

La respuesta fue fácil:

Oscar, ya no hay tiempo para organizarla, pero llama a Inés Revuelta y a Lola Barrientos. A ambas les sobra energía y patriotismo.

El sábado 22, muy temprano en la mañana, llamé a Laura Pollán, la dirigente de las Damas de Blanco, para pedirle que nos hablara por teléfono desde La Habana cuando estuviéramos reunidos.

- “Huber, dales las gracias a todos. Ese respaldo nos conmueve y nos ayuda. Ahora vamos a reunirnos con el Cardenal, llama al celular de Bertha y espero, haber terminado, o yo trato de salir un momento y con gusto lo haré”.

- “Laura, ustedes han despertado al exilio de un largo sueño de frustración e inactividad, algún día la historia les dará el mérito que merecen”.

Respondió con humildad y determinación.

- “Huber, nuestra lucha es por nuestros presos y por la libertad de Cuba”.

Unas horas después, Laura Pollán habló a los presentes en el evento. Todos, cubanos, costarricenses y venezolanos, quedaron muy impresionados con su mensaje.

En el acto habló con Julián Osante, un respetado pionero del exilio en Costa Rica. También Inés Sánchez, la cubana más querida de los costarricenses. La venezolana María Fernanda Chacón apoyó la solidaridad entre cubanos y venezolanos y Mario Jacas, un compatriota de la nueva generación, cerró sus palabras con firmeza: “Por eso estamos aquí, reunidos alrededor de la estatua de León Cortés Castro, ex presidente de Costa Rica y benemérito de esta patria, para que el mundo sepa que la lucha por la libertad de Cuba es la lucha por su democracia, por un país como Costa Rica, a quien tanto queremos y tanto debemos, para que en la Cuba de mañana, después que termine la pesadilla castrista, también bajo su cielo azul, en nuestros campos y en nuestras ciudades, en las montañas y en las llanuras, en sus costas y en sus ríos, vivan siempre el trabajo y la paz”.

Discretamente Oscar y su esposa Yuli recogieron los gladiolos, símbolo de las Damas de Blanco, caminaron hacia el consulado cubano y frente a él los dejaron. Era un claro mensaje: desistan de la represión. Ha llegado la hora de la democracia y la reconciliación.

1 comentarios:

Lori dijo...

Conmovedor Huber. A veces pensamos que estamos solos. Este post y otros tantos que hemos leído por estos días, nos patentizan que el amor por la patria es más fuerte de lo que podemos imaginar y que muchos corazones se encienden cuando se hace sentir la clarinada que reclama la libertad.

Felicitaciones y abrazos a esos cubanos enraizados en Costa Rica.

28 de mayo de 2010, 18:35

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