jueves, 3 de marzo de 2011

De Martín Lutero y de Yoani Sánchez (II)



Darle todos los méritos a Yoany Sánchez por ayudar a descubrir la realidad cubana a millones de personas en el mundo no es justo. Muchos cubanos se esforzaron con el mismo propósito y sufrieron persecución. Sin duda, tuvieron sus logros en algunos sectores, pero a pesar de sus sacrificios predominó la versión del aparato propagandístico procastrista, como el de que “Cuba era la utopía hecha realidad”. Razón por la que había que excusarle sus defectos (que era mejor ni mencionarlos), uno de ellos, la falta de libertad.


En cierta forma estos cubanos que precedieron a Yoany Sánchez asemejan la suerte de Juan Hus, el pre reformador religioso checo anterior a Lutero. Por sus ideas, Hus fue condenado a morir en la hoguera. Antes de su muerte en 1415 proféticamente dijo: “Vas a asar un ganso, pero dentro de un siglo te encontrarás con un cisne que no podrás asar”.


Pasó el siglo y apareció Lutero, y ya estaba la imprenta. En 1516 comenzó a predicar el primero de sus tres sermones contra las indulgencias (la venta de perdones por los pecados). A Lutero lo podían haber mandado a la hoguera también, pero no podían quemar todas las Biblias traducidas por él. No hubieran logrado otra cosa que multiplicar su influencia.


Yoany, como Lutero, ha sido un fenómeno coyuntural. Lo que no le resta ningún mérito a ella ni a los cubanos que la precedieron. Un nuevo medio y una nueva “predicadora” que supo utilizarlo casi intuitivamente. Su temática y su estilo han tenido una propagación “viral” (de virus), la más preciada característica para un internauta, un bloguero, o un periodista virtual.


La dictadura castrista es machista y a ella, por ser mujer, la subestimaron. Además, la gerontocracia en Cuba desconoce el poder de la Internet. Por ambas razones no la mandaron a la “hoguera” a tiempo.


Ahora tardíamente han tratado de calificarla de peón de los Estados Unidos, que es la forma que ha usado la tiranía para descalificar moralmente a sus enemigos antes de arrestarlos, condenarlos a prisión, acosarlos en Cuba, o expulsarlos al exilio.


El hecho es que Yoany Sánchez ha sentado un precedente en el periodismo en Internet. Ella creó una nueva forma de describir la realidad bajo una dictadura. Su éxito es reconocido por los expertos del nuevo medio y los de la prensa tradicional. Es posible que ni ella misma esperara la reacción tan favorable a sus cortos, descriptivos y persuasivos comentarios sobre la vida diaria en Cuba.


En una Alemania en la que se hablaban varios dialectos, Martín Lutero tradujo la Biblia de forma en que todos los que leían la pudieran entender. En ese mundo donde las mayorías eran analfabetas su mensaje fue también viral. Se imprimieron miles de copias que fueron leídas en público. Es probable que Lutero nunca imaginara las consecuencias históricas de su mensaje.


Entre Yoany y Lutero hay una gran distancia. Yoany no ha creado ni pretende crear una Iglesia, ni siquiera un partido político. El paralelismo está en el uso de una novedad tecnológica para cambiar una visión establecida.


Lutero fue un reformador religioso que cambió el mundo en que vivía. Ella es una joven filóloga que con una computadora y el acceso restringido a la Internet, por vivir bajo una dictadura, es leída por millones de personas en todo el planeta.


Poner en perspectiva a Yoany con Lutero no disminuye el mérito de la bloguera cubana, porque ella ha sido instrumental en desenmascarar a la dictadura castrista en Cuba y a todo el andamiaje internacional con que han justificado medio siglo de represión.


Yoany puso en duda finalmente el falso prestigio asociado a “logros revolucionarios” en salud, vivienda, igualdad social, deportes, educación, etc., de un régimen tiránico, corrupto e incompetente, que fueron en realidad el producto de la subvención extranjera.


También Yoany, sin señalarlo directamente, ha puesto en tela de juicio la objetividad de los medios de comunicación del mundo libre cuando informan desde Cuba, donde son rehenes de la dictadura.


Su esfuerzo ha hecho posible que la imagen edulcorada del castrismo en el mundo haya desaparecido para siempre. Hay ya algunos periodistas extranjeros en Cuba que tratan de informar la realidad verdadera.


Las consecuencias de la implícita protesta de Yoany Sánchez no tienen la dimensión ecuménica de la ruptura que ocasionó Lutero en su mundo postmedieval. Sin embargo, ante las recientes revueltas en el mundo árabe, habrá que reexaminar el peso de su influencia en los acontecimientos del porvenir cubano.


No hubo una Yoany Sánchez en Egipto, ni en Libia, ni en Túnez, ni en Yemen. La hay en Cuba. Hoy la comunidad democrática mundial se rasga las vestiduras ante los atropellos de Kadafi y lo sanciona por su corrupción y sus crímenes. Se está obligando a hacer lo mismo en el caso cubano.


Como Yoany Sánchez ha logrado que millones de personas hayan abierto los ojos y cambiado su opinión sobre la dictadura castrista, sus abusos reales y sus falsos logros, sería lógico esperar que sus seguidores en el mundo crean que los gobiernos de la Unión Europea y el de Estados Unidos deben tener una política coherente con todas las dictaduras.


Ella, como Martín Lutero, aprovechó un avance tecnológico con imaginación y maestría.


Circunstancias diferentes y siglos de distancia no son impedimento para valorar como dos personajes usaron el poder de las ideas y los medios en el siglo XVI y en el XXI.

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