martes, 27 de septiembre de 2011

La Cuba virtual y la cohesión social



Ha nacido la Cuba virtual, no por eso menos real. La nueva Cuba se fortalece cada día. Además de todas las que hemos descrito, producto de experiencias, traumas, generaciones cronológicas y generaciones culturales, en esta nueva patria miles de personas interactúan libremente.

Hay muchas Cubas. Cada quien la ha pintado como la veía, la quería o le convenía. La que ha existido hasta ahora ha sido la versión del régimen o la Cuba clandestina de los opositores. La prensa internacional ha tenido su versión sintéticamente edulcorada. El mundo académico hizo la caricatura utópica de la suya.

Ninguna como ésta. La nueva Cuba es más democrática, más popular, más autentica. Es el resultado de las nuevas tecnologías. Son las que facilitan la comunicación con frecuencia y economía. No hay barreras, ni distancias ni experiencias que los aparten. El medio digital facilita el flujo de información y propicia el acercamiento.

En Cuba el medio está confinado a una minoría pero su impacto es incontenible y cautivante. No hay presa que lo detenga; la nueva Cuba la desborda. Es intercambio de información, pero sobre todo de emociones. Las emociones son muy importantes.

Esa Cuba virtual contribuye a fortalecer la identidad nacional y el destino común. El resultado es el fortalecimiento de nuestra cohesión social. Factores que propician el deseo y la decisión del cambio. El proceso es revolucionario. Ya ha sucedido en otros países.

Esta revolución es un proceso viral; no hay quien lo detenga. La penetración del medio digital no es una concesión de la tiranía. Esta puede intentar frenarla, pero no puede impedirlo. Tendría que pagar un costo político demasiado alto.

Para tragedia de la dictadura, este fenómeno tecnológico ha coincidido con su rotundo fracaso económico. La tiranía se ha quedado sin credibilidad. La maquinaria del miedo y del engaño ya no funciona como antes.

El panorama es prometedor. La población en la isla intuye que algo está sucediendo. No se atreve a pensar lo que pueda pasar. ¿Habrá llegado la hora de la redención nacional? Tal vez sí, tal vez no. El tiempo que sea será. La tormenta se acerca. Pero no olvidemos que los minutos de la historia no son los nuestros.

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