miércoles, 23 de octubre de 2013

Del Obama de ayer al de hoy (Los Estados Unidos mantienen la hegemonía mundial II)



 
 


Ayer y hoy

Barack Obama llegó a la presidencia en el 2009 ofreciendo cambios importantes en la política exterior de los Estados Unidos. Su planteamiento fue una mezcla de idealismo y autosuficiencia. Los Estados Unidos dejarían de ser el policía global. Para el nuevo presidente el mundo era como debía ser: lógico. Era cuestión de tomar las decisiones con determinación y sabiduría.  Afirmó que él estaba dispuesto a negociar con los enemigos de los Estados Unidos porque el dialogo era el método apropiado para resolver las diferencias.

Después de algunos años en la Casa Blanca su política cambió de forma radical. Por mucho que quiso distanciarse de su predecesor hoy se parece más a Bush de lo que nadie pudo imaginarse en 2009.  Obama autorizó la acción contra Osama Bin Laden violando la soberanía de Pakistán.  Operación que fue presentada como un golpe mortal al terrorismo contra los Estados Unidos. Algo parecido a la prematura declaración de victoria en Irak -Misión cumplida- del presidente Bush.

Las incursiones de comandos de Estados Unidos en territorios de otros países son más frecuentes de lo que se conocen. Recientemente se secuestró a un jefe terrorista en Libia, y se intentó hacer lo mismo en Somalia. Aviones no tripulados vigilan y atacan objetivos terroristas en varios países. Obama amenazó unilateralmente a Siria con un ataque quirúrgico que resultaría devastador para el régimen de Assad, y ha advertido repetidamente a Irán que no le permitirá el desarrollo de armas nucleares, aunque esto implique un ataque militar en el que solo con súper bombas se podrían destruir las instalaciones subterráneas iraníes.  Todo esto y más lo distancian de su posición del 2009, cuando declaró que ante el uso de la fuerza militar Estados Unidos no debía actuar unilateralmente, sino con sus aliados.

Una estrategia fallida

No podemos dejar de reconocer que en 2008 comenzó una recesión en los Estados Unidos en la que millones de estadounidenses perdieron gran parte de sus ahorros y otros tantos sus trabajos y sus viviendas.  Ante ese panorama y varios miles de muertos, y los gastos de miles de millones de dólares en las guerras de Irak y de Afganistán, el mensaje de Obama tenía sentido para la mayoría del pueblo estadounidense. Sin embargo, como ha sucedido con anterioridad, para evitar la guerra, el mensaje de la paz no siempre es el mejor. Puede ser interpretado como debilidad o temor por la parte contraria.

Si la guerra, como indicó von Clausewitz, es la conducción de la política por otros medios, la renuncia a priori de la opción militar debilita la estrategia política que puede evitar el conflicto.  Por esta razón el presidente Obama, al renunciar al uso de la fuerza, limitó su poder negociador. Es en la combinación de la diplomacia, los incentivos económicos y políticos, la superioridad militar, y la disposición a usarla, en lo que radica la capacidad persuasiva de los Estados Unidos.

No hubo en la primera administración de Obama mejor exponente de esta visión que la del experimentado diplomático Richard Hoolbroke, nombrado enviado especial del propio presidente para Afganistán y Pakistán. Lamentablemente, los planteamientos de Hoolbroke fueron sistemáticamente ignorados por Obama y su pequeño grupo de asesores. Ellos creyeron que podían poner en práctica la nueva versión “intelectual” del aislacionismo estadounidense.  Aislacionismo que se contaminó con una visión estrecha de una retirada de Irak y un mayor compromiso bélico en Afganistán, al que sucederá otra retirada con consecuencias desconocidas.

La Secretaria de Estado Hillary Clinton, quien junto a Hoolbroke insistía en un planteamiento diferente a los problemas de la zona, tampoco pudo influir en los verdaderos directores de la política exterior del nuevo presidente. En otras palabras, el Departamento de Estado no tuvo la participación que le correspondía en la formulación y ejecución de la política exterior del primer gobierno de Obama.

Aislacionismo versus internacionalismo

La contradicción de Obama en la visión y conducción de su política exterior original, con la actual, obedeció tanto a su inexperiencia como a una estrategia hábil que lo llevó a la Casa Blanca y le ganó el premio Nobel de la Paz.  Obama llegó a la presidencia como representante de la influyente tendencia aislacionista en la política de los Estados Unidos.

El aislacionismo ha estado presente durante toda la historia de los Estados Unidos, pero se fortaleció después de la Primera Guerra Mundial.  El Congreso de Estados Unidos no quiso ratificar el ingreso a la Liga de las Naciones -precursora de la ONU- por el temor de que su participación los llevara a otra guerra.  Si los japoneses no hubieran cometido el error de atacar Pearl Harbor habría sido más difícil para Franklin D. Roosevelt involucrar a los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

Los aislacionistas quieren vivir sin involucrarse en los problemas de otros países. Creen que los Estados Unidos pueden sobrevivir y crecer aunque en otras partes del mundo triunfe el despotismo, se viva en la barbarie, o se conspire contra Occidente. Cuando Hitler invadía nación tras nación en Europa y bombardeaba a Inglaterra, los estadounidenses insistían en mantenerse alejados del conflicto. Creían que era un problema que no llegaría a perjudicarlos. A los aislacionistas les sobran argumentos con los cuales defender su posición: los costos de dos guerras mundiales, el fracaso de Vietnam, Irak, Afganistán, etc.

El internacionalismo es la contrapartida de otro sector que cree que su país debe fomentar la libertad, la democracia y el capitalismo en el mundo, tanto por su propia seguridad e intereses como por su liderazgo moral.

Las circunstancias económicas y políticas de los Estados Unidos y la personalidad del presidente de turno, han determinado de qué lado se inclina la balanza en cada periodo.

Un presidente con o sin experiencia

En un país donde está concentrado el mayor poder militar y económico del mundo y donde la presidencia tiene una influencia decisiva en la conducción estratégica, debía asumirse que sus ciudadanos escogerían a una persona con experiencia en cuestiones nacionales e internacionales.  Pero esto sería pensar que el mundo es como debía ser, no como es.

Por falta de esa experiencia y en la ausencia de una estrategia a largo plazo, Estados Unidos ha cometido errores muy graves en países donde puso énfasis en el poderío militar, sin entender que después de la guerra la lucha por la paz es más compleja y más larga.  Obama, como otros presidentes estadounidenses, está aprendiendo su trabajo sobre la marcha.

¿Quién es el enemigo de los Estados Unidos?

El terrorismo internacional es el gran peligro para los Estados Unidos y para Occidente. Terrorismo que sobrevive porque hay estados que lo protegen y lo financian. Por el peligro terrorista -actual o potencial- hay una serie de países que son especialmente importantes para la seguridad de los Estados Unidos.

Por la misma razón, el movimiento conocido como la Primavera Árabe es de importancia para la seguridad de los Estados Unidos.  En este caso, Washington fue sorprendido por los acontecimientos y luego no pudo responder adecuadamente. Libia es un ejemplo. Ante una revuelta popular una coalición internacional logra derrocar al dictador de ese país. Luego deja a la deriva a una nación que no tenía ni la cultura ni las instituciones para dar inicio a una reconstrucción democrática.  El caso de Egipto, por su influencia en el mundo árabe, es aun más grave.

Estados Unidos no es el culpable de los problemas de la zona, pero si es el responsable de haber desaprovechado oportunidades por falta de visión, planeamiento y ejecución. Es culpable de no haber sido un buen líder y no haber usado su influencia en el momento y la proporci
ón oportuna para beneficio de su propia seguridad y la de otros pueblos.

Entre los países de esa zona hay dos cuyo destino debe preocupar a todos los gobiernos democráticos, en particular a los Estados Unidos.

Irán

El gran enemigo de los Estados Unidos en el Oriente es Irán. Un país con ambiciones de poder en toda el área, un estado que respalda el terrorismo en el mundo, y que tiene un programa nuclear que lo lleva paso a paso al desarrollo de armamento atómico. Irán está desarrollando misiles balísticos no para atacar a Israel, porque no los necesita, sino para apuntar a Europa y a los Estados Unidos.

Las promesas de Obama lo llevaron a retirarse de Irak sin medir las repercusiones estratégicas que podrían tener en la zona.  Los estadounidenses pueden estar contentos de que no parecen ya estar involucrados en la guerra de Irak. Es un alivio engañoso.  Irak está hoy bajo la influencia de Irán, el enemigo importante de los Estados Unidos. En otras palabras, dejó pasar al bando contrario a una nación que se encontraba todavía en un estado de inestabilidad muy precario.

Obama no pudo persuadir a la dictadura teocrática de Irán que desistiera de su programa nuclear, y tuvo que organizar una coalición internacional que ha impuesto penalidades económicas que tienen en crisis la economía iraní. Aun así, el programa nuclear continuó avanzando.  Ante esta situación, el único camino que le va quedando a Obama es la solución militar, que ha sido postergada en forma continua, y que puede llevar a los Estados Unidos a un conflicto con Irán en circunstancias poco propicias o de desventaja. Por ejemplo, ante un ataque israelí o cualquier otro tipo de crisis.

Los iraníes, conscientes de que están ante un nuevo Obama, están cambiado su lenguaje, pensando en que pueden verse obligados a negociar si es que quieren evitar el día en que los despierte una lluvia de misiles y bombas.   En realidad son las penalidades económicas, y la amenaza de un ataque los factores que han puesto a pensar al régimen iran, tal vez creen que quizás Obama puede estar dispuesto a actuar.

Siria

Por más de dos años Obama ha evitado involucrarse en la guerra de Siria. Al final tuvo que recurrir a la amenaza inminente de un ataque con misiles y bombas.  Ataque que -aunque se llame limitado- habría sido devastador para el dictador sirio, y habría facilitado la victoria a las fuerzas rebeldes, ahora bajo una fuerte influencia de grupos radicales islámicos.

La preponderancia de los radicales islámicos en el frente de guerra en Siria es en buena parte el resultado de la negativa de Obama de apoyar en su momento a los sectores pro-occidentales que iniciaron la lucha.  Para lograr el respaldo de congresistas republicanos a ese ataque, Obama finalmente tuvo que comprometerse -en secreto- a facilitarles el apoyo que necesitaron con urgencia los rebeldes sirios desde el inicio del conflicto.

Obama tuvo la oportunidad en Siria de debilitar a Irán. Siria es un socio clave del régimen iraní y un respaldo contundente a los rebeldes sirios pudo haber persuadido a Irán de frenar su desarrollo nuclear. Fue una oportunidad perdida por falta de visión y de audacia.

Considerar un éxito de la diplomacia de Obama, o de la de Putin, las negociaciones que llevaron a un acuerdo sobre las armas químicas en Siria es un chiste.  A Assad le han puesto una pistola en la cabeza, y si no negocia le llueven los misiles y pierde el poder.  Además, está entregando, o se espera que entregue, un armamento (químico) que ya no podría usar sin provocar una respuesta decisiva de parte de los Estados Unidos.  Es un caso parecido al de los cohetes soviéticos en Cuba en 1962: una vez descubiertos y puesto en efecto el bloqueo naval de los Estados Unidos a Cuba, no había alternativa para los soviéticos, y mucho menos para Fidel Castro. Tenían que retirarlos.

Conclusión

El aislacionismo extremo y el internacionalismo extremo no son opciones realistas para un presidente estadounidense. Estados Unidos es el país más poderoso del planeta y se debilita si no usa su poder para su propio beneficio y el de sus aliados económicos y políticos.

Obama estaba equivocado en su visión inicial y ha tenido que optar por una política exterior más acorde con la realidad mundial. En el proceso se ha ganado fama de indeciso.  Como su presidencia no ha concluido, habrá que esperar antes de hacer juicios sobre lo que puede o no suceder. Obama cometió un error similar en el caso cubano: hizo concesiones que no fueron correspondidas por el régimen castrista. No había una alternativa de cómo actuar si su política con Cuba fracasaba. Quizás valga la pena evaluar de nuevo esa política igualmente fallida.

Continuará…


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