lunes, 26 de abril de 2010

Sin corrupción el castrismo no sobrevive


En Cuba todo el que puede le roba al Estado; por eso la campaña para erradicar la corrupción no llegará muy lejos. Ni arrestando a millones podrán detenerla. Además, el castrismo no va a suicidarse… moriría sin la corrupción.

El círculo vicioso comienza con el Estado, que es el primer ladrón, el que impuso la ley de la selva; si no eres más rápido o más fuerte que el otro, te conviertes en su alimento. El Estado les arrebató todo a todos. Les hizo creer que los protegía del imperialismo y del egoísmo capitalista.

En su estudio sobre la corrupción en Cuba, Ricardo Puertas señala que: “Desde que la dirigencia revolucionaria llegó al poder en 1959, manejó los recursos del Estado cubano en forma patrimonial. Usó y se apropió de bienes públicos para beneficio personal”.

Así el sistema facilitó a sus incondicionales el hurto de los bienes públicos. El ejemplo se contagió a todos los niveles sociales. Eran los tiempos en que todos podían robar porque el gran ladrón había aprendido a timar a la URSS. Casa, comida, medicina gratis y educación. El maná llegaba en abundancia de la Unión Soviética.

La Nueva Clase disfrutó de privilegios estimulados y tolerados por Fidel Castro. Esta casta fue en Cuba una consecuencia inevitable de la dictadura marxista-leninista, como ya había sucedido en todos los países donde se impuso esa ideología. En Yugoeslavia, expulsaron a Milovan Djilas del Comité Central del Partido Comunista en 1954, por haber denunciado públicamente las prebendas de la élite gobernante.

Las cosas cambiaron en los noventas. La URSS desapareció y, a falta de garante, las democracias occidentales dejaron de dar préstamos al castrismo. Entonces el gran ladrón comenzó a sustraerle recursos a Venezuela y, aunque ya no había maná para tanta gente, los viejos hábitos del robo, del desperdicio y de la improductividad continuaron galopantes, en una economía cuya infraestructura era ya obsoleta.

Cuándo ya no queda mucho a quién robarle, ¿qué hacer? ¿Cómo justificar el desastre y la pobreza? Una alternativa es culpar a los corruptos: hacer propaganda para entretener a los ingenuos que quedan todavía en Cuba y en el exterior; de paso, eliminar a quien estorbe o se le tema, entre ellos a algunos viejos miembros de la Nueva Clase y a sus socios capitalistas extranjeros.

Según Marx, la última etapa del socialismo debiera ser el comunismo. En Cuba la última etapa del castrismo es la corrupción, descontrolada y generalizada y, ¡sálvese el que pueda! Raúl lo sabe, pero tiene que seguir repartiendo plata para los amigos y plomo para los enemigos. Por eso la guerra contra la corrupción es un truco al descubierto que no engaña a nadie.

Las tiranías gobiernan con represión y con corrupción. La corrupción solo se puede combatir con posibilidades de éxito en un verdadero Estado de Derecho, nunca en un Estado ladrón.

1 comentarios:

Lori dijo...

Es que no se como todavía hay ingenuos que se marean pensando que Raúl Castro está dando la batalla a la corrupción y eso después de cincuenta años, cuántas "batallas" hemos visto. Es que si tuvieran un ápice de venguerza deberían haber renunciado a sus cargos, por asesinos, por ineptos y por corruptos.

26 de abril de 2010, 22:34

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