martes, 21 de junio de 2011

El eje Caracas-La Habana


Por Fernando Berrocal Soto (Exministro de Seguridad Pública de Costa Rica)


De joven profesional, tuve el honor de trabajar cuatro años en Venezuela como funcionario internacional, durante la así llamada IV República: la de Acción Democrática y COPEI (la de los social demócratas y los demócratas cristianos). No es que no existieran problemas, y muy graves, en aquella Venezuela con el petróleo a menos de $10 por barril, que fundaron don Rómulo, Jóvito y Caldera y que desarrollaron los gobiernos de Leoni, Carlos Andrés, Luis Herrera y Lusinchi.


Por supuesto que los había, pero aquella Venezuela vivía en democracia y en libertad, respetando el Estado de derecho y la división e independencia entre los poderes del Estado y miles de jóvenes venezolanos hacían sus posgrados universitarios en las mejores universidades del mundo, por medio de las becas Gran Mariscal de Ayacucho.


Locura populista.Se necesitó de un descomunal esfuerzo de locura y demagogia populista y de un ingreso petrolero de más de $900.000 millones –una cifra que cuesta materializar en el cerebro por su magnitud– generada por los altos precios del petróleo a más de $100 por barril, en los últimos diez años, para llevar a este extraordinario e inmensamente rico país hermano, la República Bolivariana de Venezuela del presente, la del teniente coronel Hugo Chávez y su socialismo del siglo XXI, a los niveles de profunda crisis política y de postración institucional, económica y social en que se encuentra, entregada de pies y cabeza a los grupos terroristas árabes e iraníes más peligrosos del planeta y dominada por la Revolución cubana de los hermanos Castro.


El saldo negativo de esta década de Revolución Bolivariana, se expresa en cifras y hechos duros y alarmantes como las siguientes: Venezuela es el país con uno de los más altos niveles de criminalidad en el mundo –19.133 asesinatos en el 2009 y 17.600 en el año 2010–, y Caracas, en otro tiempo una de las capitales más bellas y seguras de América Latina, convertida en una de las ciudades más peligrosas del continente.


A su vez, la República Bolivariana de Venezuela, controlada por no menos de 30.000 cubanos castristas que dominan los centros superiores de inteligencia e información policial y de seguridad militar, las aduanas, los correos, los aeropuertos y las fronteras, en medio de un faltante social de más de dos millones y medio de viviendas populares y los abastos y mercados sin arroz, ni caraotas, ni masa, ni aceite, ni leche, y las ciudades del interior con apagones de días enteros y hasta de tres días sin electricidad, como sucedió hace una semana en Maracaibo.


La capacidad previa de producción industrial y agrícola totalmente destruidas y una diáspora humana que se ha llevado hacia otras tierras al mejor talento venezolano. Un recule histórico y económico sin precedentes que ubica la inflación en niveles superiores al 27% oficial (el más alto de la región), el endeudamiento externo en el orden de los $73.000 millones y las reservas de petróleo comprometidas por ventas futuras pagadas por adelantado y gastadas, a manos llenas, en un monumental y demagógico despilfarro chavista, sin límites ni controles. ¿En qué se utilizaron los inmensos recursos petroleros de los últimos 10 años?


Para remate y bochorno histórico de la memoria del Libertador Simón Bolívar y de los héroes de la independencia de España, a raíz de la operación quirúrgica a que ha sido sometido en la Habana el presidente Hugo Chávez, la Asamblea Nacional en Caracas, dominada por los diputados oficialistas, autorizó por mayoría de votos que, mientras dure su convalecencia médica, el jefe de la Revolución Bolivariana y del socialismos del siglo XXI pueda seguir gobernando a su país, tranquilamente, desde Cuba. ¡La entrega total del Gobierno venezolano al Gobierno cubano, sin máscaras ni sonrojos ni problemas menores e insignificantes de soberanía y dignidad nacional!


Pero es más: a su llegada a la Habana y antes de que se le descubriera su absceso pélvico, el teniente coronel firmó con su homólogo Raúl Castro, un “convenio histórico”, para la fundación de la Academia Militar Bolivariana, financiada por supuesto con recursos petroleros venezolanos, con el objetivo estratégico de desarrollar una doctrina militar revolucionaria común y capacitar a los oficiales de los Ejércitos nacionales de los países miembros del ALBA: Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y dos islas del Caribe.


Precaución. Cuidado, Costa Rica. Ya una vez y no hace mucho tiempo –esto es historia patria– los asesores cubanos en Managua, dirigidos por el entonces famoso general Ochoa, le recomendaron al Gobierno sandinista internacionalizar el conflicto interno de ese país por el lado del río San Juan e intervenir militarmente el territorio nacional.


El presidente Luis Alberto Monge tuvo que acudir en el año 1984 al Gobierno democrático de Venezuela y, en cuestión de horas, desde Caracas volaron aviones militares artillados de ese país que hicieron entender a los sandinistas que Costa Rica no estaba sola si se concretaba esa intervención militar por Guanacaste o San Carlos.


Más de 25 años después, la ecuación es absolutamente a la inversa y a nadie le debe caber la menor duda de qué forma el eje La Habana- Caracas reaccionaría si a Daniel Ortega le pasaran de nuevo, por su cabeza, malas ideas como las que trató de poner en ejecución en aquel entonces y que afortunadamente disuadieron los aviones venezolanos.


Los hechos recientes de isla Calero son demasiado evidentes. No es solamente un problema territorial. Es un problema de geopolítica y de ideologías contrapuestas, como parte de la división entre los países democráticos y los nuevos y viejos autoritarismos de América Latina.

Publicado por La Nación, Costa Rica

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