En defensa de Obama
El debate de los candidatos republicanos a la nominación de su partido, el lunes 14 de junio, fue interesante. Todos demostraron que son políticos hábiles e inteligentes. Discutieron por dos horas. No creo que hubiera un minuto de aburrimiento. Los temas principales fueron el gran problema del desempleo y la inmensa deuda del gobierno federal. Según todos, el culpable es el presidente Obama.
Pero hubo un asunto que debe haber causado preocupación a mucha gente. La acusación de Ron Paul a Barak Obama de haber intervenido en Libia. Argumentó que en Libia los Estados Unidos no tenían ningún interés estratégico. Lo mismo había afirmado el entonces Secretario de Defensa Robert Gates cuando se discutía si se intervenía o no en defensa de los civiles de esa nación.
En aquellas circunstancias el senador republicano John McCain y el senador Joe Lieberman (independiente) apoyaron la participación de los Estados Unidos en Libia. Obama se decidió por la intervención. Susan Price, la embajadora de los Estados Unidos en la ONU, pudo concertar una coalición en el Consejo de Seguridad que le dio el visto bueno a un esfuerzo multilateral para defender militarmente a los libios.
En un periodo preelectoral en los Estados Unidos lo prudente habría sido que Obama siguiera las recomendaciones su Secretario de Defensa. No hacerlo era arriesgarse a sufrir un daño político. Una guerra se sabe cuándo comienza pero nunca cómo ni cuándo termina. Por solo esta razón la decisión de Obama fue muy valiente; pero además fue inteligente.
Contrario a los argumentos de Robert Gates y del precandidato que ayer expresó la misma opinión, la guerra en Libia es importante para los Estados Unidos. Ante una ola de rebeldía de jóvenes árabes que quiere vivir en libertad, la solidaridad de los Estados Unidos es de importancia estratégica.
La derrota del extremismo musulmán en el siglo XXI será el producto de la transformación de esas sociedades. En esa guerra contra el terrorismo las nuevas generaciones árabes son los mejores aliados de Occidente. El terrorismo es producto de la desesperación y el adoctrinamiento fanático. Este prospera mejor en las dictaduras que frustran a los jóvenes por su corrupción y violencia. Dictaduras que en muchos casos han sido aliadas de los Estados Unidos.
El apoyo de los Estados Unidos a las revueltas populares por la libertad es la mejor garantía contra el terrorismo. Riesgos los hay. Cuando las protestas en Egipto estaban en su apogeo había voces que alegaban que el país sería controlado por los musulmanes radicales. No ha sido así. Tampoco tiene que serlo en el caso de Libia. Pero en cualquier eventualidad, es mejor tener a la mayor parte de la juventud árabe admirando a los Estados Unidos por su solidaridad moral, política y armada, que odiándola por su pasado o por su indiferencia.
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