domingo, 21 de junio de 2009

GATO POR LIEBRE


En China ha habido cambios, muchos cambios, hay capitalismo a lo pequeño y a lo grande, pero no hay democracia. ¿Se respetan los derechos humanos? Es el país donde más se violan. La oposición está acorralada e ignorada por el mundo. El gobierno acaba de ordenar que a los computadores se les instale un programa que facilita a las autoridades bloquear el acceso a las páginas prohibidas de Internet. A los campesinos se les atropella cuando los nuevos millonarios necesitan sus tierras para otro desarrollo. Los empresarios pueden ingresar al Partido Comunista. China es el sueño de los capitalistas. ¿Quién se atreve a pronosticar cuándo llegará la democracia a China? ¿En 10, 25, 50, 75 años, un siglo?

¿Que queremos cambios en Cuba? No existe una ideología política que se llame cambio. Cambio es cualquier cosa. Cambio de Fidel a Raúl, que se le permita a los campesinos vender sus productos directamente, que se amplíe el número de mesas en los paladares, que se suelten los presos de hoy para llenar con más las cárceles mañana. Que se hagan elecciones y el conteo de los votos, como en Irán, lo haga el Ministerio del Interior, o que se manipule el proceso como en Venezuela.

El llamado a los cambios en Cuba está lleno de peligros. Muchos afirman que si el régimen hace algunas concesiones, estas conducirán a otras y eventualmente a una transformación indetenible que nos llevará a la democracia sin que nadie pueda evitarlo. Pero eso es, en el mejor de los casos, una apuesta. Nada garantiza ese resultado. Tampoco puede afirmarse categóricamente que no será así. El riesgo reside en que cuando uno no define claramente a lo que aspira, cuando no se usan las palabras y los conceptos apropiados, la indefinición del lenguaje da margen a la confusión en los hechos y a que le den al pueblo gato por liebre.

Cambio en Cuba no quiere decir nada, porque puede ser muchas cosas. Cuando se acabó el subsidio soviético el régimen acudió al turismo y estimuló la prostitución. Se hizo socio capitalista de los españoles y canadienses, y hasta del fugitivo estadounidense Robert Vesco. La tenencia del dólar dejó de ser un delito etc. Hablar de “cambios” nos conduce a una trampa política bien diseñada, que cabe como anillo al dedo a un grupo afanado en perpetuarse en el poder. Cuando Raúl Castro tome el control, que ahora tiene a medias, hará cambios. Tiene que hacerlos para evitar que la democracia sea la alternativa.

Me pregunto si hay algún problema en que nosotros llamemos las cosas por su nombre para evitar caer en una trampa. Si queremos una democracia, entonces hablemos de democracia, que quede claro lo que el concepto define, que lo sepa el pueblo, que lo discutamos. Que razonemos sobre cuán difícil o cuán fácil será alcanzarla. Que si es algo automático o hay que construirla con paciencia y tolerancia. Si sueltan los presos eso está muy bien, si dejan a los campesinos vender sus productos eso también está bien. Pero que no es por lo que luchamos, porque ni esos cambios ni otros similares traerán a Cuba el desarrollo, la justicia social, el respeto a los derechos humanos y la libertad.

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