El fracaso de TV Martí y el éxito de Miguelito Antena
En 1990 cuando el Congreso aprobó más de siete millones de dólares para las pruebas de transmisión de Radio Martí, ya la Voz del CID, - del movimiento Cuba Independiente y Democrática - llevaba varios meses experimentando con un transmisor de televisión a 10,000 pies de altitud. En lugar de globo se usaba un helicóptero.
Se despegaba del aeropuerto de Tamiami, para aterrizar en un camino solitario donde se le colgaba al gancho de carga un sistema de ocho antenas direccionales, para luego volar hacia el sur. Después de varios meses superando dificultades podíamos enviar la señal a más de cien cuarenta y cinco millas de distancia. Pero no estábamos satisfechos, el problema a resolver era siempre cómo evadir o anular la interferencia con más potencia y más flexibilidad.
Alguien dijo entonces: “Hay que buscar a Miguelito Antena”, un cubano que en La Habana instalaba antenas para recibir los canales de televisión de la Florida.
Dos semanas después lo encontramos en Hialeah. Era un personaje lleno de energía, inteligencia y simpatía: “Sí, yo era el que ponía las antenas, ese era mi negocio. Con regularidad hay canales de la Florida que se ven en Cuba y a veces con una potencia tan grande que tumba los canales cubanos”.
Nadie daba una explicación a ese misterio. Buscando una respuesta visité la Biblioteca del Congreso en Washington. Una asistente escuchó con mucha atención el tema y luego desapareció por un pasillo. Algo así como media hora después regreso con tres libros: “Esto es lo que pude encontrar, espero que le sirva”.
Estaba completamente ansioso revisando los libros; en el segundo estaba la respuesta: “En ciertas condiciones de humedad y temperatura, la tropósfera permite que las señales de radio y televisión viajen hasta cientos de millas…en ciertas partes del mundo esas condiciones son muy frecuentes…también en ciertos casos se forman ductos en la tropósfera que transmiten la señal a grandes distancias con mucho más potencia”. La tropósfera es la capa de la atmósfera que pegada a la tierra sube hasta una altitud de 16 kilómetros en las zonas ecuatoriales.
Conocía que las señales de onda corta rebotan de la ionosfera –que está entre 80 y 800 kilómetros de altitud. Es como un espejo que, al reflejar la señal una y varias veces, permite que esta alcance grandes distancias. Así llegaba a Cuba la señal de la Voz del CID; Radio Moscú trataba de interferirnos, pero no podía hacerlo porque el transmisor principal había sido diseñado por un brillante ingeniero para moverse de frecuencia y de banda con tanta facilidad que cualquier interferencia era evadida en segundos.
Dejamos el helicóptero como medio de transmisión secundario y dos meses después viajábamos en el barco de un cubano, pescador de langostas, que vivía en los cayos. Habíamos instalado un generador muy grande de segunda mano, que suplía potencia suficiente al transmisor. Nos dirigíamos hacia el sur de los Cayos Marquesas buscando aguas internacionales. Allí comenzaron las trasmisiones de TeleCID con suficiente potencia para saturar el área de la tropósfera hacia donde dirigíamos las antenas. Las transmisiones llegaron a Cuba y cubrieron más de 400 kilómetros de distancia. Miguelito Antena tenía razón.
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