miércoles, 11 de mayo de 2011

Cuba: Ayer, hoy y mañana (III) “madre…piensa que nacen entre espinas flores”


Podemos resumir la historia de la lucha de los cubanos demócratas contra el castrismo con un refrán chocante pero certero. Los cubanos han sido el “mono amarrado contra el tigre suelto”. El resultado de esta situación durante medio siglo de tiranía totalitaria ha sido sicológicamente devastador.


Primero los golpeó Fidel Castro con la traición a los ideales democráticos de la revolución cubana, apoyándose en todo el respaldo del imperio soviético. El objetivo inmediato del comunismo castrista fue destruir la sociedad civil. Esta se había ido forjando por varias generaciones de cubanos idealistas guiados por el pensamiento de José Martí. La temática de la guerra de clases sustituyó la Cuba de “con todos y para el bien de todos”. El plan se llevó a cabo al tambor de la propaganda, del odio, de los fusilamientos, de la prisión y del éxodo.


En esa primera etapa del conflicto (en 1961) una mini invasión de cubanos demócratas fue enviada a Cuba por los Estados Unidos y abandonada a su suerte en una playa de la costa sur. Como consecuencia de aquel fracaso la oposición democrática dentro y fuera de la isla quedó desmoralizada y desorganizada. Los Estados Unidos le dieron a la tiranía una victoria que consolidó su poder en Cuba. Los fidelistas quisieron creerse que habían derrotado al poder del imperialismo yanqui.


Luego, durante cinco décadas, la falta de solidaridad de las naciones democráticas, más la favorable actitud hacia el castrismo de la prensa internacional y de buena parte de la intelectualidad mundial, debilitaron sin tregua la moral de los demócratas cubanos. Cuando algún grupo de cubanos demócratas logró apoyo de algún país, Washington lo toleró mientras no se le fuera de control en su influencia en los acontecimientos en Cuba. Fue el caso del CID.


Los que siguieron al castrismo en su proyecto marxista-leninista también terminaron frustrados. Ante los fracasos del sistema fueron poco a poco apartándose con amargura. Habían perdido lo mejor de sus vidas luchando por un espejismo inalcanzable. En el proceso habían atropellado a muchos de sus compatriotas. Su vieja militancia castrista los hacía sentir en un callejón sin salida. La dictadura se encargó de alimentar ese miedo.


Mientras tanto, la nueva generación de cubanos crecía distante de un sistema político que no le daba oportunidades ni espacios. Este sector de la población se mantuvo alejado de la oposición. El precio de involucrarse en ella se pagaba con represión. Además, no veían ninguna posibilidad tangible de victoria. El “hombre nuevo” de la revolución fue un producto apolítico, sin ilusiones de futuro en su país. Para ellos Cuba es un cementerio. Si no huyes, te entierran en él.


Este coctel de factores negativos contribuyó a que un pueblo trabajador, alegre y confiado, que ama su patria y su historia, perdiera la fe en su destino. La esperanza quedó en las manos de una minoría de demócratas de la oposición en la isla y en el exilio.


A la dictadura no le fue mejor. El pueblo aceptaba el yugo y la propaganda, marchaba en los desfiles y agitaba banderitas, pero no trabajaba. Su sueño era huir del paraíso socialista. Mientras tanto participaba, como los miembros de la nomenclatura, en la repartición de los bienes del Estado y de la subvención extranjera que era el verdadero motor del sistema.


Hace algunos años para Cuba todo parecía perdido. Entonces el escenario político castrista comenzó a cambiar y un rayo de esperanza apareció.


José Martí tenía razón cuando muy joven, desde presidio, consolaba a su madre escribiéndole: “madre…piensa que nacen entre espinas flores”.


Continuará…


Mírame, madre, y por tu amor no llores:
Si esclavo de mi edad y mis doctrinas,
Tu mártir corazón llené de espinas,
Piensa que nacen entre espinas flores.

José Martí

Presidio, 28 de agosto de 1870

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