domingo, 22 de mayo de 2011

CUBA: UNA VISIÓN DESDE EL PRESENTE HACIA EL FUTURO (3)

Cristóbal Colón (Cárdenas, Cuba)


Por María I. Faguaga Iglesias, historiadora y antropóloga, Cubanalisis



7.- En semejante situación de desequilibrio -de creación interna, no importada aún si en aspectos imitada, no inducida por ningún país extranjero ni por fuerzas opositoras internas-, la concertación de fuerzas e incluso la incubación y nacimiento de éstas, mucho más su maduración, no es imposible pero sí en extremo difícil. Las condiciones han sido pensadas y creadas para la anulación de cualquier intento individual de respuesta a la situación creada, de pensamiento independiente y de actuación espontánea; las condiciones han sido dispuestas para la prácticamente imposible articulación de individualidades, para anular toda probabilidad del nacimiento de fuerzas activas y pujantes, batalladoras, capaces de llevar al ruedo contendiente a los detentadores del poder establecido.

De ahí el desconcierto de éstos cuando, pasado el tiempo de la zombización a la que tantos se aprestaran más o menos voluntariamente, desconcertados los zombis voluntarios y ratificados en sus posiciones aquellos que nunca se posesionaran como parte de la patética escenificación vernácula, comienza la conjunción de circunstancias y voluntades, aún si inicialmente de muy pocos, para asumir el elevado y costoso reto y riesgo del desafío al régimen establecido, una vez que éste, malsana pero ignorantemente, ha creído y confiado en su invulnerabilidad.

Al desconcierto primero sigue el incremento de la violencia al amparo de la soberbia y de sus controles casi omnímodos. Al incremento desmedido de la violencia continúa la aceleración de descomposición del régimen, más débil mientras mayor violencia desata, más débil y más desacreditado mientras mayor violencia considere que tiene que desatar. Más apabullados, enajenados y desorientados, mientras más violento y desacreditado su accionar, mientras más a la intemperie quede su verdadera esencia.

8.- Contrario a la tesis de que la división clasista desapareció en la Cuba de los gobernantes Castro Ruz, para reaparecer con la crisis de todo tipo acaecida a partir de 1989, ha de mirarse hacia la forzosa y traumática desaparición de la burguesía anterior a 1959, únicamente para ser sustituida por la burguesía creada y por tanto afín y leal a los nuevos gobernantes que le dieron origen.

Lo acontecido a partir de 1989 fue la diversificación de las clases sociales y la visibilización de la burguesía castrosocialista, como la apetencia de muchos cubanos de ostentar los privilegios y nivel de vida de aquella aún si tuvieran que emplear otros métodos. Lo que sí aconteció desde entonces ha sido el incremento pasmoso del deterioro del nivel de vida de muchos cubanos que, sin contar con vías para el acceso a la imprescindible divisa, y con salarios y pensiones siempre magras pero ahora realmente míseras, han ido incrementando el amplio sector que malvive en condiciones de pobreza, muchas veces extrema. Pero pobres siempre hubo en años anteriores, sólo que esa pobreza ni era tan visible, ni se quería ver.

Lo acontecido a partir de 1989 es que la polarización económica que se ha venido suscitando se ha manifestado más crudamente, también, como expresión de asimetría etno-racial, en un país en el cual el gobierno había decretado y asegurado públicamente, hacia dentro y hacia fuera de sus fronteras, el fin de la discriminación racial y, por tanto, de las desigualdades en la distribución de las riquezas por motivo de raza, lo cual había sido una farsa.

Lo acontecido a partir de 1989 es la cada vez mayor nitidez expresada en la marginación con la cual el proyecto nacional castrosocialista intenta el sometimiento de la población negra en general y de la población afrocubana en particular.

Lo acontecido a partir de 1989 es la visibilidad cada vez mayor de la estructuración jerarquizadora, clasista, racista y opresora de la sociedad cubana, estructura impuesta por un gobierno que continúa autodenominándose “revolucionario”, discursivamente enfático de que es esencialmente “de los humildes, por los humildes y para los humildes”, que desde sus inicios ha sido “naturalmente” homofóbico y ha arremetido contra la independencia de creación artística e intelectual, que se ha ido oponiendo cada vez con mayor saña a las nuevas generaciones, y que se ha manifestado consuetudinaria y radicalmente en contra de toda pluralidad. Un gobierno colonialista que, lejos de contribuir a la solución de los problemas nacionales, los ha profundizado e incrementando; que lejos de contribuir a sanar los traumas de la nación en formación que encontrara, los ha profundizado hasta convertirlos en taras; de un gobierno que se ha valido, para su control de toda la sociedad, precisamente de los problemas y de los traumas.

9.- Si hoy, en la Cuba del siglo XXI, tenemos un conflicto que puede ser esencialmente tipificado como nacional, es, precisamente, porque se ha llegado y rebasado el tope de un gobierno profundamente antinacional, colonialista, que llegado el momento de debacle y final de las economías que artificialmente le sostenían, imposibilitado de reconstruir económicamente un país en ruinas, cuya economía se aplicó metódica, concienzuda y rápidamente a destruir, con una población hambreada y malviviente a partir de la extendida corrupción y de la ayuda individual llegada desde el exterior, demostrada ante la sociedad sobre la cual se erigió su incompetencia en todos los ámbitos, con generaciones agotadas por los constantes y casi siempre fracasados esfuerzos y descreídas por sucesivas promesas incumplidas, asfixiada por la rigidez y magnitud de los controles, ahora se coloca claramente en la posición del colonialista castigador, desatando la violencia y aliándose en su categórica traición a la nación con poderes a los que convirtiera en enemigos, como la jerarquía de la Iglesia católico-romana, e intentándolo con jerarcas de las restantes religiones presentes en el abigarrado y cada vez más extenso panorama cultural/religioso isleño. Intento desesperado de recuperar una legitimidad hace mucho tiempo perdida, a la espera de tiempo para prolongar su cosmovisión en el futuro de la Isla, y, mientras, intentar traspasar sus poderes monárquicamente, a la par de extraer todas las riquezas que les sea posible.

Es este un conflicto nacional de lucha por el poder, pero no debería perderse de perspectiva que es un conflicto nacional de lucha de clases, y que es un conflicto nacional de orden etno-racial. Todo ello se mixtura en una nación cuyo natural desenvolvimiento se vio fracturado con la recolonización del país ocurrida en 1959, a manos de los hermanos Castro Ruz; en una nación trunca, a la que no se le ha permitido proseguir con su legítima conformación; es decir, todo esto en una nación que no ha llegado verdaderamente a ser el constructo etno-racial, sociopolítico, cosmovisivo, que por la pluralidad de sus orígenes ha debido ser. Todo ello en una nación a la cual los gobernantes castrosocialistas fracturaron y paralizaron en su imprescindible, natural y legítimo proceso de post-colonización.

10.- No retomar el camino de fortalecimiento y articulación de sus fuerzas vivas, de robustecimiento de su tan debilitado tejido social, le conduciría a la acentuación de sus fracturas, transformándole irremediablemente en “una nación imposible”.[1]

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