sábado, 21 de mayo de 2011

CUBA: UNA VISIÓN DESDE EL PRESENTE HACIA EL FUTURO (2)


Por María I. Faguaga Iglesias- Cubanalisis

4.- Cualquier proyecto de democratización futura del país, de des-estructuración del opresivo andamiaje que hoy conforma a la sociedad y al Estado en Cuba, cualquier proyección de una subjetividad y de un imaginario que vaya dando cabida a la pluralidad fundadora de la nacionalidad y que se plantee la vivencia de la cubanidad sobre la base del pluralismo, tendría que considerar oportunamente esos elementos básicos tantas veces desechados o descalificados.


No podría tratarse, únicamente, de democratizar. Ningún proyecto puede asentar un nombre ni una definición girando en torno a una abstracción o a un capricho. Por consiguiente, se trata de ir buscando las fórmulas viables para, en la situación real y fácilmente constatable de la caotizada estructura vigente en Cuba, en la debilidad de su tejido social, y en la confusión y no pocas veces aberración que se manifiesta en sus imaginarios, poder llegar a concertar las fuerzas vivas de la nación, posibles dinámicas de faenar en la reestructuración de todo el andamiaje institucional, y hacer posible el tránsito de unas desanimadas fuerzas productivas, semiesclavizadas y/o convertidas en zombi, hacia una estructura en la cual sin que lo fundamental sea su denominación, primen la estimulación del fortalecimiento del tejido social, el dinamismo positivo de las fuerzas de producción y la construcción de un andamiaje institucional efectivo.


Nada de lo cual sería posible de conseguir con la reedición ideológica y funcional del castrismo en la era post-Castro, lo cual los gobernantes evidentemente proyectan para nuestro futuro y ya se dedican a su preparación.


5.- La economía cubana no inició su crisis con el declive y fin del “campo socialista”. Esta es la mentira insaciablemente repetida a fin de intentar que la convirtamos en verdad.


La economía cubana de los últimos 52 años siempre estuvo en crisis, para lo cual le sobraron elementos favorables, propiciadores, estimuladores y aceleradores. El principal no sería el imperialismo estadounidense sino la más abarcadora desorganización y la carencia de un elemental sentido y visión del funcionamiento económico, aparejado al voluntarismo y a la utilización de cualquier recurso en aras de la egoísta consecución del verdadero interés de los gobernantes hermanos: hacerse con el poder, controlarlo monopólicamente, y no cederlo.


Ignorancia, arrogancia, inmoderación derrochadora y carencia de todo tipo de perspectiva histórica, así como una absurda y desmesurada perspectiva de la geopolítica, también se han manifestado a favor de la constante crisis económica cubana.


Todo ello ha sido posible, en primer lugar, porque el gobierno castrosocialista no pensó la economía en beneficio del desarrollo social. Su mixturada ignorancia, arrogancia y enfermizas ansias de poder, absoluto y eternizable, colocarían la economía, la cultura, la sociedad civil, la institucionalización toda, en beneficio de su poder. Desde esa lógica, una estructura opresiva precisaba de una economía siempre atrofiada que no creara más que momentáneas y adulteradas ilusiones de progreso, pues en la mentalidad colonialista -por supuesto que con una lógica diferenciada de la capitalista- se sojuzga y oprime a partir de las incertidumbres que suscitan la pobreza, las carencias, y no desde la ansiedad que genera el deseo de poseer un mayor nivel de consumo, que se sabe existente y se cree siempre alcanzable.


Es importante tener a la población con carencias materiales para tenerla cotidianamente ocupada, subjetivamente debilitada y moralmente quebrantada. Es ese el quid del sistema de dominación castrista, a lo cual temprana y oportunamente añadiría el desequilibrio y temor ocasionados en la población ante supuestos o reales peligros de intervenciones extranjeras, sabotajes, etc., lo cual le permitiría apretar las clavijas de su sistema de dominación a través de unos aberrantes y totalizadores controles sobre el individuo, anulándole en su accionar ciudadano, deshaciéndole, o no permitiéndole emerger como sujeto social.


No obstante afirmarse y pretender mostrarse lo contrario, las fuerzas productivas han sido constantemente desestimuladas para el progreso, atrofiadas por la artificialidad antifuncional de un mercado de decorado, que no actuaría en beneficio del desarrollo sino del estancamiento y, llegado a un punto, en aras del retroceso. Si en algo prácticamente no caben dudas, es en que la sociedad cubana sobrevivía artificialmente y con el agregado nada despreciable de las impuestas ojerizas, de espaldas al mundo, manipulándose constante y oportunamente -para los objetivos gubernamentales- nuestros defectos de “pueblo nuevo”.


6.- Si bien el proceso de de-culturación -de aplicación consciente o inconsciente por las estructuras de poder, en todos los tiempos- es un instrumento de explotación económica, rápidamente deviene en primordial y muy efectivo instrumento de control político, cuya repercusión es más valiosa en el transcurso de sucesivas generaciones a ese instrumento expuestas. Las escuelas de élites creadas por los jesuitas en las Américas, como sus émulas castristas, se han manifestado contextualmente como piezas del complejo engranaje de-culturador, cuyo objetivo ha sido el adiestramiento de individuos según los códigos y cosmovisiones de los colonizadores circunstanciales.


El fomento planificado de la incomunicación de los cubanos, plagándoles de sospechas, fomentando la intriga y la desconfianza, incitando a la calumnia, la descalificación y el descrédito, exacerbándole un atrofiado “patriotismo” y un pervertido sentido de la lealtad, aunados a los estrictos controles migratorios, la institucionalización de los llamados “expedientes” de los cuales ninguno escapamos, y la normalización de la intromisión en la vida privada, la obligatoriedad a al menos fingir apoyo y participación en el proyecto político impuesto, todo ello, y más, son elementos que han actuado coherentemente en función de transformarnos la Isla en cárcel y a cada uno de los cubanos y cubanas, nacidos antes o después del ’59, con responsabilidad o no con la entronización del proyecto castrista, en prisioneros y carceleros a la par, en esclavos y esclavistas, todos y todas víctimas y victimarios.


Este sistema, macabramente pensado y estructurado, e insidiosamente aplicado, ha sido garante de la sostenibilidad, seguridad y reproducción del régimen castrosocialista. Y, en igual dirección, han funcionado la constante estimulación y alimentación de esperanzas (siempre incumplidas), de los crecientes resentimientos y temores, las planificadas carencias materiales de todo tipo, siendo más sensibles las de alimentos y medicinas, transporte y viviendas, y la desintegración de la familia y de cualquier tipo de red de apoyos extraoficiales sin que se nos propiciara una verdadera red de apoyo oficial.


Paralelamente, el sistema, también pensadamente, ha actuado como el padre “benefactor” que proporciona instrucción (confundida con educación, que en realidad ha destruido), atención sanitaria y espectáculo, a unos ciudadanos a los que no permite actuar como tal sino que les considera y (mal)trata como a hijos malcriados, perezosos y “desagradecidos”.


En igual sentido, es decir, como garante del sistema carcelario ampliado como institución nacional -en el cual quedamos atrapados seamos o no conscientes-, ha actuado la desinformación y la manipulación de la historiografía, entre otras piezas componentes de la maquinaria estructural en la cual quedamos un día atrapados y en la cual permanecemos reprimidos y oprimidos en medio de la parálisis nacional de las que deberían, podrían y querrían expresarse como células dinámicamente positivas en el tejido social nacional.

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