miércoles, 21 de octubre de 2009

Por qué no se debe levantar el embargo (12)

Si alguna duda hubiera sobre el rechazo de Fidel Castro para hacer cambios en Cuba, qué mejor prueba que los tres años que han pasado desde el 2006, cuando por razones de salud tuvo que apartarse del mando y, como un verdadero monarca, lo delegó temporalmente en su hermano.

Raúl creyó realmente que había heredado el poder. Hizo críticas sobre la realidad cubana e invitó a la población ha expresarse. Incluso tomaron relevancia los consejos de algunos economistas de la nomenclatura castrista sobre la necesidad de hacer cambios estructurales.

Se generaron expectativas entre los cubanos. Las agencias noticiosas internacionales, siempre prestas a dar créditos al castrismo, pronosticaron el triunfo del pragmatismo sobre el dogmatismo. A golpe de editoriales, artículos y notas periodísticas en la prensa internacional, la era de Raúl había comenzado.

Pasó el tiempo y las reformas esperadas se esfumaron. Tres años se perdieron en medio de una seria crisis económica y política, agravada por la inacción y luego acentuada por la recesión mundial. ¿Qué sucedía? El enigma se empezó a descifrar cuando se supo que el viejo dictador había superado la gravedad y desde su convalecencia frenaba los cambios.

La verdad salió a la superficie. En abril del 2009 Raúl Castro, respondiendo a una iniciativa de Obama, dijo le había enviado al gobierno norteamericano el mensaje de que estaba dispuesto a conversar de todo con Washington. Fidel Castro, desde su reclusión, reaccionó “aclarando” lo que había querido decir su hermano Raúl e indicando que el sistema político de Cuba no era negociable. La oferta de Raúl a Obama no necesitaba ninguna clarificación, había sido simple y concreta: Raúl, el presidente designado, estaba dispuesto a conversar de todo con Obama: “derechos humanos, libertad de prensa y presos políticos”. En una oferta así está implícita la disposición de negociar.

No se puede entender en todo su alcance la descalificación de Fidel a la propuesta de Raúl a Obama, si no se tiene en cuenta la crisis por la que atravesaba Cuba. Deficiencias graves en el sistema de salud, crisis en el sector de la vivienda, el transporte, los suministros alimentarios, etc. sumadas a una infraestructura obsoleta y deteriorada, la corrupción y los privilegios. Problemas que no tienen nada que ver con el embargo estadounidense, sino con la ineficiencia de la economía cubana y un sistema político que la población rechaza.

Tampoco es comprensible la conducta de Fidel Castro si no se relaciona con la de otros dictadores, Mao o Hitler, por ejemplo. Individuos obsesionados por su rol histórico, su influencia mundial y su poder total. Personalidades patológicas que usaron las ideas y los pueblos que pretendieron defender, como simples instrumentos en su afán de gloria personal.

Bajo ninguna fórmula Castro se quedaría sin el enemigo yanqui. Tener enemigos es parte de la ecuación totalitaria; sin enemigos no hay guerras y sin estas no hay gloria. El enemigo justifica el monopolio del poder y también sus excesos. Aún al borde de su tumba, Fidel Castro tiene que culpar a los Estados Unidos de la gran catástrofe que es Cuba; cualquiera es culpable menos Fidel, el verdadero responsable.

Los dictadores son especialistas en inventar enemigos. Aun si se levantara el embargo, Castro no daría tregua al imperialismo yanqui, ni al capitalismo explotador. Tampoco dejaría de perseguir a la oposición democrática, contra la que usa los más insultantes peyorativos. Fidel, siempre en busca de acentuar la maldad de los Estados Unidos, ha lanzado una campaña temática para convertir en héroes a los cinco cubanos condenados como espías en los Estados Unidos.

Negociar el levantamiento del embargo con Castro ha sido imposible, porque solo hubiera estado dispuesto a negociar la rendición incondicional de los Estados Unidos a todas sus exigencias y condiciones. En la dialéctica totalitaria, el contrario no es un opositor político al que se le gana espacio, sino un enemigo. Los enemigos se combaten para destruirlos. Así de sencillo.

Raúl Castro y sus acólitos han heredado un poder en decadencia. Además, ante el pueblo, ellos han sido cómplices de los abusos y del fracaso. Como la dictadura depende de Hugo Chávez y del petróleo venezolano, los herederos del poder se preguntaran con frecuencia: ¿Cuánto durara Chávez? ¿Se repetirá otro colapso como el de URSS?

Raúl y sus socios no son demócratas ni les interesa la democracia. Ellos son millonarios y están viejos, pero firmemente aferrados a los restos del naufragio. Dicen que están dispuestos a hablar de todo con Obama.

Continuara...

3 comentarios:

Lori dijo...

Están dispuestos a hablar de qué Huber? Ellos no hablan, ni les interesa sino seguir tiranizando al agobiado pueblo cubano. Hay días que se me agota la paciencia y lo que quisiera es que el pueblo los ajusticiara como pasó en Rumanía. A la horca con los Castros!

21 de octubre de 2009, 23:20
CubaCID dijo...

Lori creo que estan conversando hace rato, saludos

22 de octubre de 2009, 8:09
Pablo B. Marcheco dijo...

Huber tu blog es muy bueno,veo que estas lleno de buenas intenciones para tu pueblo al igual que tu padre al que admiro mucho.Pero Cuba si seguimos en las mismas sufrira un desenlace sangriento y no beneficioso para nadie.Soy Cristiano, y ahora tengo otra perspectiva del problema,el problema de Cuba solo se resolvera con Cristo, el pueblo en su gran mayoria abandono a Dios y ahora estamos bajo su castigo, separados de Dios.Si volvemos nuestros rostros a Dios, poniendo nuestra fe en Jesucristo , arrepintiendonos de todo lo malo que hacemos con sinceridad, el nos va a liberar y Cuba volvera a ser una tierra bendecida por Dios, como lo fue hasta 1959. No hay otra alternativa mejor.

22 de octubre de 2009, 10:09

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