Espías españoles en La Habana


Al mismo tiempo que España fomentaba algo que llaman el “diálogo constructivo” entre la dictadura castrista y la Unión Europea, el gobierno de Rodríguez Zapatero parece que estaba explorando una alternativa de poder que excluyera a los Castro y garantizara las inversiones de más de 200 empresas españolas en la isla.

España por años ha tejido una red de influencias en Cuba que le facilita sus negocios. Contactos con civiles, funcionarios y militares que también le pueden servir en diferentes escenarios políticos, incluido el apoyo eventual a un grupo disidente que le garantice sus intereses. También la influencia de Madrid en el seno de la Unión Europea puede determinar la política regional hacia Cuba, y con ello favorecer o minar a quien pretenda o tenga el poder en su ex colonia.

Desde los tiempos de Felipe González el partido socialista ha apoyado la dictadura de Fidel Castro, política que ha continuado el gobierno de Rodríguez Zapatero. En la medida en que la salud de Castro presagiaba un cambio de timón en Cuba, el gobierno español parecía tranquilo con el heredero designado, Raúl Castro.

En octubre del 2006, en la reunión anual del Comité Hispano-Cubano de Cooperación Empresarial en La Habana participaron el presidente del Consejo Superior de Cámaras de Comercio de España, Javier Gómez Navarro y Oscar Vía, el director general de Comercio e Inversiones del Ministerio de Industria de España. En ese evento, Juan Arenas, copresidente español del comité, dijo que después del traspaso temporal del poder a Raúl la economía se había comportado con ''normalidad'', no había cambios en las relaciones con las empresas extranjeras y eso era ''una muestra de estabilidad'' que ''aporta una base de confianza a quienes mantienen relaciones económicas con este país''.

Los cambios propuestos públicamente por Raúl Castro, a partir de lo que parecía su inevitable y definitivo ascenso al trono, le darían estabilidad a su dictadura; hasta aquí todo bien para el gobierno español. Las expectativas comenzaron a cambiar con la recuperación física de Fidel Castro pues, de inmediato, éste se dedicó a frenar todos los proyectos aperturistas de su hermano menor.

El inmovilismo resultante puede conducir a la inestabilidad política que podría poner en riesgo las inversiones españolas en Cuba. Ante ese escenario, en Madrid parece que se tomó la decisión de hacer contacto con dirigentes del gobierno que no eran incondicionales de Raúl Castro. Los agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) de España debían verificar las intenciones de los más importantes miembros de ese grupo “reformista”, para que el gobierno español determinara sus posibilidades y el tipo de apoyo que eventualmente podrían darles.

A principios del 2009 los agentes españoles tuvieron un encuentro “social” con el primer vicepresidente Carlos Lage y el Ministro de Relaciones Exteriores Felipe Pérez Roque, las dos figuras emblemáticas de la nueva generación de la nomenclatura. Los agentes españoles estaban grabando subrepticiamente la conversación, que se llevó a cabo en una hacienda en Matanzas, propiedad de un enigmático personaje: el ingeniero cubano/español Conrado Hernández.

El 14 de febrero el servicio de seguridad castrista arrestó a Hernández, pero mantuvo en secreto la participación de los agentes españoles en el encuentro. A Carlos Lage y a Pérez Roque en lugar de arresto se les removió de todos sus cargos oficiales, alegando que se habían burlado de la capacidad de Raúl Castro y de José Ramón Machado Ventura. Y de la salud de Fidel Castro.

En forma privada la dictadura solicitó a España la salida inmediata de sus agentes. El 22 de mayo el canciller español Miguel Angel Moratinos aclaraba públicamente que la salida repentina de los miembros del CNI era un "relevo'', que no dañaría la buena relación entre ambos países. Cabe preguntar ¿Por qué un simple relevo podría poner en peligro la buena relación entre ambos países?

Durante un mes la prensa estuvo repitiendo que los agentes españoles estaban en Cuba para vigilar a los etarras que allí viven, pero que no se había informado la presencia de estos agentes al gobierno cubano, como era de costumbre.

Era obvio que ambos gobiernos han estado desinformando a la prensa. Los dos dejaron correr la versión de que los agentes españoles estaban en Cuba con la misión de vigilar a los etarras. Mientras el gobierno español alegaba que la salida de sus agentes era un “relevo” sin importancia, la dictadura callaba el encuentro de los agentes del CNI con Carlos Lage y Perez Roque, y relegaba a categoría de chistes ingratos las burlas de estos últimos.

Entonces, el 21 de junio se conoce públicamente que los agentes españoles “expulsados” habían estado reunidos con los dos altos funcionarios cubanos en la finca de Conrado Hernández, y que habían grabado la conversación que tuvieron con Lage y Pérez Roque. Además, que los agentes del CNI habían alentado las críticas de los dirigentes cubanos contra los hermanos Castro.

La nueva información desata más preguntas que respuestas. ¿Qué hacían los agentes de inteligencia españoles grabando una conversación con los dos hombres que podían representar una alternativa de gobierno en Cuba? ¿Qué nivel de confianza tenían los dos dirigentes para hacer comentarios de tal gravedad ante representantes de España? ¿Era esta la primera reunión? ¿Se habían reunido los agentes españoles con otros funcionarios castristas? ¿Necesitaba esa grabación Madrid? ¿Para qué?

La revelación del 21 de junio brinda luz sobre dos hechos inmediatamente posteriores a las manifestaciones del canciller Moratinos del 22 de mayo, describiendo como un “relevo” habitual la salida de los agentes de Cuba: 1) Las declaraciones de Zapatero y 2) el silencio de Fidel Castro.

Casi inmediatamente después de la explicación del “relevo,” el Presidente del Gobierno español declaraba que era ahora a Cuba a quien "Le toca mover ficha. Tenemos que tener esa expectativa. Estados Unidos parece comprometido". También se refería a Barack Obama como alguien con quien comparte "un planteamiento y un discurso de reequilibrar el mundo", algo muy ‘‘importante en este momento histórico''. Estos comentarios podían interpretarse como un cambio de posición del gobierno español o también como una velada advertencia a Fidel Castro.

Fidel no respondió; su silencio fue revelador. Aunque tenía información que podía poner al gobierno de Rodríguez Zapatero en un aprieto, éste le estaba advirtiendo que tendría que pagar consecuencias si acusaba a su gobierno de haberlo sorprendido in fraganti, en lo que podía considerarse como una provocación en sus más altas esferas o un plan incipiente de conspiración.

Si Castro criticaba a Zapatero por su coincidencia con Obama en la política hacia Cuba y la perspectiva mundial, le estaría declarando las hostilidades al país que puede decidir la política europea hacia Cuba. Si denunciaba las actividades conspirativas del gobierno español contra su gobierno y el de Raúl, corría el mismo riesgo y dejaba entrever la debilidad de su heredero.

Fidel Castro prefirió callar. No habría problemas mientras el gobierno español continuara apoyando la política de “dialogo constructivo” en la Unión Europea y mientras respaldara públicamente a Raúl Castro como heredero designado.

La respuesta española parece haberla dado Moratinos el martes 9 de junio, cuando manifestó ante la Comisión de Asuntos Iberoamericanos del Senado españo: "como nos han señalado las autoridades cubanas'', hay deseo de "proseguir con las reformas económicas'', a pesar de la "situación difícil'' que atraviesa Cuba. Y agregó: “sea la vía que adopte EEUU o la UE, yo, como ministro de Asuntos Exteriores, no permitiré que durante mi mandato se abandone a Cuba, que no estemos presentes en Cuba y no estemos más involucrados...''

Para reafirmar esta posición, el 23 de junio el secretario de Estado español para Iberoamérica, Juan Pablo de Laiglesia, en su primera comparecencia ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso ratificó la decisión de su gobierno de ''acompañar'' el ''proceso de cambios'' anunciados por Raúl Castro. Las piezas del rompecabezas parecen ir cayendo poco a poco en su lugar.


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MANDA EL DEL DEDO



En el blog de Generación Y, con el artículo “Nadie escucha” Yoani Sánchez ha señalado una de las llagas del régimen: ¿Qué ha pasado que Raúl no habla? Ni da explicaciones, ni plantea soluciones.

Parece que tampoco está dispuesto a hablar fuera de Cuba, donde no tendría que explicar nada sino culpar a otros de los males que aquejan al pueblo. En el peor de los casos podía hacer promesas que no se van a cumplir y sobre las cuales no tendría que dar cuentas.

Hoy se informa que Raúl Castro no asistirá a la cumbre extraordinaria del ALBA en la ciudad de Maracay. Su presencia había sido anunciada por Hugo Chávez y en su lugar, encabeza la delegación castrista José Ramón Machado Ventura, acompañado por el vicepresidente del Consejo de Ministros, Ricardo Cabrisas, y el canciller Bruno Rodríguez. ¿Está secuestrado Raúl? Tal vez vigile una nueva gravedad del enfermo en jefe.

Es cierto, Raúl calla, o lo callan. El más notorio de sus silencios fue después de que Fidel aclaró en público que Barack Obama no había interpretado correctamente las palabras de su hermano menor. Lo que dijo Raúl era muy claro, de ninguna forma sujeto a interpretaciones. Pero a Fidel no le gustó.

El hecho es que después de la aclaración sobre lo que Obama había entendido mal, se celebró en Cuba el 1 de mayo. Raúl asistió a la manifestación - bueno es el “Presidente” - pero guardó silencio. Parece que alguien le había prohibido hablar para no tener que volver a explicar lo que allí diría.

Algo extraño también sucedió con el anuncio de Raúl sobre la celebración del Congreso del Partido, evento que se esperaba para el 2009. Hasta el momento es como si Raúl no lo hubiera ofrecido, o tal vez no sabemos que alguien aclaró que eso no era lo que Raúl había querido decir.

Podríamos continuar la lista de las cosas que Raúl ofreció públicamente pero luego han desaparecido de la agenda oficial. Es como si no hubiera dicho nada. Como si alguien tomara sus palabras y las hiciera desaparecer por arte de magia. Uno creería que en una dictadura el presidente manda. Pero es común que los presidentes de dedo no manden, manda el del dedo.

No me cabe duda, que desde que Fidel enfermó Raúl ha ido tendiendo con más libertad una red de incondicionales a su alrededor. Hasta la mujer de Fidel ha intervenido más de una vez para proteger a un favorito de segundo nivel, que estaba siendo purgado.

Pero tampoco hay duda de que desde su cama de convaleciente, al igual que Mao Zedong antes de su muerte, Fidel insiste en dar órdenes. El hermano mayor todavía subestima y maltrata a Raúl, como en los tiempos de la Sierra Maestra y los días de Birán.
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GATO POR LIEBRE


En China ha habido cambios, muchos cambios, hay capitalismo a lo pequeño y a lo grande, pero no hay democracia. ¿Se respetan los derechos humanos? Es el país donde más se violan. La oposición está acorralada e ignorada por el mundo. El gobierno acaba de ordenar que a los computadores se les instale un programa que facilita a las autoridades bloquear el acceso a las páginas prohibidas de Internet. A los campesinos se les atropella cuando los nuevos millonarios necesitan sus tierras para otro desarrollo. Los empresarios pueden ingresar al Partido Comunista. China es el sueño de los capitalistas. ¿Quién se atreve a pronosticar cuándo llegará la democracia a China? ¿En 10, 25, 50, 75 años, un siglo?

¿Que queremos cambios en Cuba? No existe una ideología política que se llame cambio. Cambio es cualquier cosa. Cambio de Fidel a Raúl, que se le permita a los campesinos vender sus productos directamente, que se amplíe el número de mesas en los paladares, que se suelten los presos de hoy para llenar con más las cárceles mañana. Que se hagan elecciones y el conteo de los votos, como en Irán, lo haga el Ministerio del Interior, o que se manipule el proceso como en Venezuela.

El llamado a los cambios en Cuba está lleno de peligros. Muchos afirman que si el régimen hace algunas concesiones, estas conducirán a otras y eventualmente a una transformación indetenible que nos llevará a la democracia sin que nadie pueda evitarlo. Pero eso es, en el mejor de los casos, una apuesta. Nada garantiza ese resultado. Tampoco puede afirmarse categóricamente que no será así. El riesgo reside en que cuando uno no define claramente a lo que aspira, cuando no se usan las palabras y los conceptos apropiados, la indefinición del lenguaje da margen a la confusión en los hechos y a que le den al pueblo gato por liebre.

Cambio en Cuba no quiere decir nada, porque puede ser muchas cosas. Cuando se acabó el subsidio soviético el régimen acudió al turismo y estimuló la prostitución. Se hizo socio capitalista de los españoles y canadienses, y hasta del fugitivo estadounidense Robert Vesco. La tenencia del dólar dejó de ser un delito etc. Hablar de “cambios” nos conduce a una trampa política bien diseñada, que cabe como anillo al dedo a un grupo afanado en perpetuarse en el poder. Cuando Raúl Castro tome el control, que ahora tiene a medias, hará cambios. Tiene que hacerlos para evitar que la democracia sea la alternativa.

Me pregunto si hay algún problema en que nosotros llamemos las cosas por su nombre para evitar caer en una trampa. Si queremos una democracia, entonces hablemos de democracia, que quede claro lo que el concepto define, que lo sepa el pueblo, que lo discutamos. Que razonemos sobre cuán difícil o cuán fácil será alcanzarla. Que si es algo automático o hay que construirla con paciencia y tolerancia. Si sueltan los presos eso está muy bien, si dejan a los campesinos vender sus productos eso también está bien. Pero que no es por lo que luchamos, porque ni esos cambios ni otros similares traerán a Cuba el desarrollo, la justicia social, el respeto a los derechos humanos y la libertad.
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Dra. Hilda Molina, bienvenida a la libertad.


Los rencores de Fidel Castro han quedado una vez más al descubierto. Después de 15 años de prohibírsele su salida de Cuba, nuestra compatriota ha podido reunirse con su familia en Argentina. Si no hubiera sido por la insistencia de la presidenta Cristina Fernández y de su esposo, Néstor Kirchner, la Dra. Molina no habría podido viajar.

En sus declaraciones ha afirmado que ella no tenía ningún secreto de Estado, y que no había sido ni mujer ni médico de Castro. Poco se ha especulado de alguna relación sentimental entre ellos, y sin dudas no fue su médico. Los secretos de aquellos tiempos se los llevó a la tumba el neurólogo personal de dictador, el Dr. Róger Figueroa, médico también de sus escoltas, de los miembros del Comité Central y de las amantes de los personajes más importantes de la nomenclatura.

La Dra. Molina trabajó en el Instituto de Neurología y Neurocirugía (INN), institución que fundó y dirigió el Dr. Rafael Estrada González hasta su muerte en 1991. Estrada se especializó en el Massachusetts General Hospital de la Universidad de Harvard en 1948, y de regreso a Cuba fue el pionero de la neurología cubana antes de la revolución. No tuvo por costumbre mezclar la ideología con la ciencia.

Durante su estadía en el INN la Dra. Molina sí fue allí la estricta vigilante de la fidelidad ideológica de los miembros del Instituto. En 1988 recibió la más alta condecoración del Ministerio del Interior. Algunos la acusan de oportunismo político. Ella ha confesado el error de su entrega incondicional al régimen desde los 15 años de edad. Lo mismo hicieron millones de jóvenes cubanos atrapados entre sus sueños y la demagogia oficial.

La Dra. Molina fue cercana a Castro, a quien persuadió de fundar el Centro Internacional de Restauración Neurológica en 1989, lugar que ella dirigió y que siempre fue exclusivo para pacientes extranjeros. El propio dictador la destituyó de la dirección en 1994, incómodo por algún planteamiento que ella le hizo con más vehemencia que la permitida, y como castigo adicional le dio el país por prisión durante 15 años.

En cuanto a secretos de Estado, es probable que ella conozca detalles de la conspiración para eliminar a Castro en 1986, por la cual varios profesionales fueron arrestados en el Instituto de Neurología y Neurocirugía. Silenciosamente fueron enviados a prisión porque al régimen no le convenía el escándalo internacional. La imagen personal de Castro como promotor de de los avances médicos en Cuba era cuidadosamente cultivada. Ahora que está en libertad quizás la Dra. Molina nos pueda contar algo sobre este asunto.

Ya en Argentina la Dra. Molina ha pedido a “Raúl Castro, cambios en el régimen cubano” y expresado la esperanza de que ''Ojalá que se flexibilice el sistema''. Este tipo de petición lo han hecho también algunos dirigentes de la oposición democrática dentro y fuera de Cuba. Piden cambios en lugar de pedir o exigir una democracia. La democracia es el cambio total. Los cambios nos conducen a una trampa política bien diseñada, que cabe como anillo al dedo a un grupo afanado en perpetuarse en el poder.

Raúl Castro espera heredar el control absoluto a la muerte su hermano mayor. Como Kim Jong Il lo heredó de su padre Kim Il-sung en Corea del Norte, y ahora pretende heredarlo a su hijo. Los últimos enclaves del socialismo se están pareciendo cada día más a las monarquías. Por supuesto que Raúl hará cambios cuando su hermano deje de frenarlos. Los hará porque es la única forma de evitar que el colapso del sistema provoque el inicio de una transición hacia la democracia en Cuba.

Pero no seamos injustos, la Dra. Molina también ha hecho otras declaraciones muy claras sobre los derechos que deben tener todos los cubanos. Ella acaba de llegar a la Argentina y necesita tiempo para atender eso que ha definido como ''…un luto que no se va curar nunca''. Son palabras muy dolorosas que merecen una gran comprensión. Los cubanos no somos un pueblo indiferente a las tragedias personales y le deseamos que disfrute su familia como merece. Bienvenida a la libertad.
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Interpolación: ¿Quién era Robert Wilkinson?


En la cuarta entrega de mi relato sobre el fracaso de TV Martí introduje un diálogo con el agente norteamericano Robert Wilkinson, a propósito de nuestra determinación de transmitir televisión a Cuba. Wilkinson había llegado a mi casa en Miami para advertirme que estaba corriendo graves riesgos.

“Hijo, creo que te van a matar, y si no te matan te van a hacer algo terrible”. Así terminó la conversación con Wilkinson, a quien yo había conocido a los 17 años de edad, en 1962, cuando viajé desde Costa Rica a los Estados Unidos. En San José vivía con mi hermano Rogelio, un año menor que yo, él se alojaba en casa de Don Moisés Herrera y su esposa Doña Rosita. Nuestro padre estaba preso y nuestra madre había decidido quedarse en la isla. Después de una conversación que Rogelio escuchó entre sus anfitriones, decidimos no seguir bajo el amparo del gran amigo de mi padre y su familia, que se encargaban que no nos faltara absolutamente nada.

Rogelio me había contado que en la conversación los esposos habían decidido tenernos en cuenta a la hora de repartir su herencia. Me preguntó: ¿Qué quería decir aquello? ¿Qué nunca volveremos a Cuba? La implicación era grave para nosotros. No había otra opción, teníamos que dejar la buena vida e irnos a los Estados Unidos a vivir como exiliados. Allá teníamos una hermana menor, Lucy, en un internado. Don Moisés, que era como un padre, nos comprendió.

Al llegar del aeropuerto de Miami, adonde había viajado legalmente, me llevaron a un campo de retenidos donde había muchos cubanos, 50 o más, todos adultos. Estábamos allí para ser investigados o interrogados, no sé. En mi caso querían saber todo lo que recordaba de mi padre y su relación con Camilo, Fidel, etc. A los tres días estaba más que molesto.

Entonces llegó un tipo con personalidad, definitivamente norteamericano, pero que hablaba español como un cubano. Se presentó como periodista y me dijo que quería hacerme una entrevista. Le respondí descortésmente que estaba cansado de preguntas y de estar en ese lugar. Recuerdo su respuesta:

- ¿Quieres irte de aquí?
-

- Por supuesto, esto es aburridísimo y no se puede ni dormir bien.
-

- Espérame un momento.
-
Pasó un rato cuando lo vi venir entre las camas que estaban a uno y otro lado del pasillo. Me dijo:

-Coge tus maletas, que nos vamos.

Yo pensé “Sí, claro, con todos los guardas que hay y un periodista, como Mandrake el Mago, nos va a hacer desaparecer de aquí y terminamos en la calle.”

Pero recogí un par de maletas y lo seguí. Alguna gente nos miraba, otros ni caso nos hacían. No me sentía bien diciendo adiós a quienes habían sido amables conmigo y se quedaban, ni me sentía bien por los que no conocía. Eran cubanos y se notaban preocupados, tenían que rehacer sus vidas.

Aquello parecía una base militar, tal vez lo había sido alguna vez. Para mi sorpresa los guardas nos dejaron pasar y salimos. Wilkinson iba conversando, como para darme confianza. Nos montamos en un auto y me dijo: ¿Para dónde quieres ir?

-Voy para New Jersey, pero quiero pasarme unos días en Miami; aquí tengo una dirección de Vicente Rodríguez, que fue capitán de mi padre en Camagüey.

-O.K. Vamos para allá.

Vicente ya no vivía allí, se había mudado. Le di otra dirección y pasó lo mismo. Wilkinson me dijo que aquí la gente se mudaba mucho. Entonces me hizo una oferta.

-Por qué no vamos a casa y desde allí localizas a tus amigos por teléfono.


-Está bien.


Llegamos a su casa, llamó a su esposa Mary Louise, extremadamente cariñosa y auténtica; su hija Patricia, tímida pero amable y su hijo John, joven flaco y altísimo, quien me saludó con reserva pero con simpatía. Todos amaban a Cuba. Pasé una semana con los Wilkinson. Desde entonces fui parte de aquella familia. En 1992 murió “María Luisa” y yo despedí el duelo. En nuestro bote regamos sus cenizas en la bahía de Miami. John llegaría a Brigadier General de la Fuerza Aérea de E.U. Patricia trabajó en del Departamento del Tesoro.


Viajé a New Jersey y años después, cuando yo trabajaba en el Chase Manhattan Bank de Wall Street, Robert me llamó por teléfono para invitarme a almorzar. Nos reunimos.


-¿Qué haces por New York?


-Nos pidieron ayuda, y voy a pasar uno días en la ciudad.


-¿Pero qué ayuda?, le pregunté inocentemente


-Hay que vigilar a alguien llega a la misión rusa en la ONU.


Me sorprendió y casi me callo, pero le pregunté:


-¿Como se hace eso?


-Es una operación donde interviene mucha gente. Hay personas en varias calles, por delante, por detrás y por los costados, por donde quiera que vaya alguien estará vigilando.


No hice más preguntas. Entendí algunas cosas, entre ellas aquella salida del campo de retenidos, años atrás.


En 1976, la mañana después de un atentado contra mi vida en San José de Costa Rica, Wilkinson me llamó desde Madrid al Hospital Clínica Bíblica:


-Hijo, ¿cómo está esa herida?


-Como estoy sedado, no duele nada. Los médicos dicen que por suerte la bala se desvió al entrar al hombro, de lo contrario podía haber sido peor.


-El hombre que te disparó ya salió de Costa Rica. Estamos detrás de él.


No le hice preguntas. Nunca quise hacerle preguntas, no quería saber las respuestas. Era como un pacto de caballeros.


Ahora, Robert Wilkinson se acababa de ir de mi casa y me había dejado la advertencia de que algo serio me podía pasar. Nunca le había hablado en detalle del proyecto de la Voz del CID ni de TeleCID, ni del fracaso de TV Martí, pero él siempre parecía saberlo todo. Ya no era “el periodista” joven y fuerte que había conocido a mis diecisiete años. Entonces tenía un control total sobre sus emociones. Ahora el ligero temblor de su rostro y la angustia de sus ojos delataban lo que no me había querido contar.


Continuará
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¿La vieja o la nueva guardia?














La “renuncia” de Francisco Soberón Valdez a la presidencia del Banco Central de Cuba podría interpretarse como una acción más de Raúl Castro contra otro peón de su hermano Fidel. Una baja más en la batida contra quienes Raúl no considera sus incondicionales.

La supuesta renuncia de Soberón no se limita a la presidencia del Banco, sino que incluye dos puestos de privilegio: el Comité Central del Partido y el Consejo de Estado. En un país donde el propio Soberón es el padre de una reciente campaña –Ahorro o muerte - que simboliza la gravedad de la situación, es poco creíble que, de un momento a otro, un funcionario clave por su experiencia se retire a “investigar y escribir sobre finanzas internacionales”.

El trato público a Soberón fue diferente al de Carlos Lage, ex Vicepresidente del Consejo de Estado y Felipe Pérez Roque, ex Ministro de Relaciones Exteriores. A estos se les denigró públicamente, mientras que oficialmente Soberón “renunció”. Sin embargo, como los tres trabajaban muy de cerca es lógico suponer que coincidieran en el diagnostico de los problemas y las políticas para enfrentarlos.

Para entender las purgas que está haciendo Raúl Castro hay que tener presente una pregunta clave: Después de la muerte del dictador, que hasta ahora sigue frenando los cambios en Cuba ¿quien tomará la iniciativa, la vieja o la nueva guardia?

La vieja guardia, el grupo que se nucleó alrededor de Raúl, ve en cambios prudentes la forma de manejar la crisis y mantenerse en el poder. Para la nueva guardia, con mayor formación profesional y menos ataduras al pasado, la oportunidad de asumir el liderazgo que según ellos les corresponde está en hacer cambios más radicales.

En consecuencia, la prioridad actual de la vieja guardia son reformas que no pongan en peligro su control; para eso tiene que evitar que la población pueda llegar a sentirse con derecho a exigir mayores transformaciones. Para la nueva guardia el desplazamiento de los “históricos” se lograría a base de popularidad, que sólo es posible con resultados y con la participación de la población.

La nueva guardia cree que Raúl y su grupo no pueden tener éxito porque carecen de la capacidad para llevar a cabo las transformaciones; no tienen las mejores credenciales con Washington, ni la credibilidad con el pueblo cubano para pedirle un compás de espera mientras el país se recupera.

Aunque Francisco Soberón no tuviera una vinculación conspirativa con Carlos Lage y Pérez Roque, su formación, experiencia y relaciones representaban un peligro potencial para la vieja guardia. Sus opiniones técnicas podían encontrar eco en un sector importante de la nomenclatura, que quiere un cambio político gradual pero efectivo y un arreglo con los Estados Unidos.

La excusa por la que se le retiró del poder a Soberón puede haber sido algo tan sencillo como una discusión sobre el impacto publicitario del proyecto “Ahorro o muerte”, o cualquier otro asunto. Pero lo que podemos deducir es que en la lucha por el poder en Cuba la forma de enfrentar la crisis después de la muerte de Fidel es parte fundamental de la ecuación.

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Parte IV El fracaso de TV Martí …la CIA y Seguridad del Estado


Ahora contábamos con que un Presidente latinoamericano nos permitía poner la bandera de su país en el barco desde el que transmitiría TeleCID. Ya la jurisdicción del FCC quedaba más limitada, porque el barco langostero que usábamos hasta ese momento estaba registrado en la Florida. Por esa razón, aunque transmitiéramos desde aguas internacionales los guardacostas estadounidenses podrían detenernos.

Félix Toledo se encargaría de toda la logística, que consistía en mover el barco y su tripulación hacia las costas del país base y reiniciar las transmisiones. Así lo había sugerido el Presidente; luego nos acercaríamos más a Cuba. Había riesgos, pero al principio sería un solo barco; luego se sumarian cuatro más. Tampoco íbamos a ser un blanco fácil. Contra las instalaciones de la Voz del CID en Latinoamérica había habido planes. Nuestra gente estaba siempre bien protegida, lista y armada.

La Voz del CID transmitía las 24 horas los siete días de la semana y Ángel Defana llevaba un control muy eficiente de la calidad de la programación. Esto me permitía moverme de un lugar a otro. Ángel es un hombre de pocas palabras, siempre concreto y con un poder de concentración poco común. Preso político plantado por más de 20 años - practicaba mecanografía en la cárcel con un teclado que había pintado sobre un cartón.

Radio Martí gastaba en un mes más de lo que la Voz del CID gastaba en un año, porque el grupo de compatriotas que se encargaba de la emisora se sacrificaba, con un estipendio que apenas les permitía sobrevivir. Eran lo mejor de lo mejor, varios de ellos presos políticos que habían dejado en las cárceles su juventud, pero a los que les que sobraba patriotismo. Los demás, la mayoría, que eran jóvenes, estaban muy conscientes de la importancia de su trabajo.

Sin perder tiempo, pedí una cita en la fábrica de transmisores de televisión para comprar cuatro equipos. No creía que los norteamericanos se iban a quedar tranquilos por el hecho de que tuviéramos la protección de otro país, pero por lo menos tendríamos un tiempo. Había que aprovecharlo. Nuestro amigo Eduardo Palmer, el más prolífico productor de documentales del exilo, los puso todos a nuestra disposición. Era un magnifico material para transmitir.

Un día Robert Wilkinson llegó a mi casa en la 127 avenida del SW y Coral Way. Su cara estaba tensa, casi descompuesta; nunca lo había visto así.

-Tenemos que hablar, pero aquí no.

-Vamos al patio - le respondí.

Nos acercamos a la mata de aguacates que quedaba al fondo del jardín.

-Hijo, júrame que tú no eres un agente de la inteligencia cubana.

Me sorprendió y estuve a punto de reírme.

-No, yo no te lo voy a jurar, yo te lo voy a probar. Mira, yo podría ser un agente de la seguridad porque cuando mi padre estuvo preso me podían haber reclutado chantajeándome con que si no trabajaba para ellos mataban a mi padre. O simplemente me podrían haber comprado con dinero, ya que el dinero convence a mucha gente. Pero Bob, ¿sabes por qué yo no soy un agente? porque no soy un comemierda. El comunismo en Cuba se va a acabar, no sé cuándo pero se va a acabar, y todo los que ha pasado se va a saber y el que está con los perdedores es un estúpido y tú sabes que yo no lo soy.

Además, sabes que en Washington me conocen, sabes que no acepté la posición que me ofrecieron. He dicho que no porque los empleados reciben órdenes. Lo nuestro es luchar por Cuba y su libertad. Chico, yo soy el heredero del nombre de mi padre. Imagínate que un día el pueblo cubano se enterara de que yo había sido un agente de inteligencia de los Estados Unidos. Cualquier cubano puede ser un agente de la CIA, del Mossad, de los franceses, pero yo no, ni de ustedes ni de nadie.

Pero además, ¿a qué viene esto?. Hace unos meses Jorge Mas Canosa me acusó con el FBI aquí en Miami de que yo le estaba organizando un atentado. El FBI me visitó y en la segunda reunión, cuando me dijeron que Mas Canosa insistía en el asunto, les dije que para que Jorge no tuviera miedo, lo mejor era que me hicieran una prueba con el detector. Pasé la prueba y tenía la esperanza de que él estuviera durmiendo tranquilo, o que dejara de estar inventado cuentos.

Hace unos meses tú sabes que me sabotearon el avión; entonces no te di los detalles pero te los doy ahora. El avión se lo compramos a nuestro amigo Pedro Luis Díaz Lanz. Era un Cessna 310, como el de Camilo, y según la revisión, los motores estaban en perfecto estado. Lo volamos varias veces sin ningún problema porque lo íbamos a necesitar para monitorear las transmisiones de televisión.

Una mañana, de no ser por el piloto Roberto Solís nos hubiéramos matado al despegar del aeropuerto de Tamiami. Cuando llegamos al hangar, Roberto me dijo: “Huber, estoy seguro de aquí entró alguien …siempre dejo una seña y aquí entró alguien”. No le hice mucho caso pero antes de despegar, cuando hacia el chequeo de rutina, lo noté preocupado.

- Solís ¿qué pasa?

- Se caen las revoluciones demasiado cuando hago los cambios de magnetos, fíjate.

Entonces tomé el manual del avión rápidamente y lo revisé.

- Solís, ¿cómo vas a volar en esas condiciones?
-
- Porque yo te conozco, y si seguía con los comentarios me ibas a decir que yo era un maricón.

- Olvídate de eso, vamos para el hangar.

Unas horas después del lugar donde hacían el análisis del aceite avisaron: no vuelen el avión. Si se hubiera volado se habría desplomado.

Entonces, Bob, ¿qué está pasando aquí? Un cubano millonario me acusa de que lo quiero matar. Dante Fascell dice que no pueden dejar que el hijo de Huber Matos haga quedar en ridículo al gobierno Federal. El FCC me amenaza con mandarme dos años a la cárcel, multarme con $200,000 y después deportarme. Alguien sabotea el avión que uso.

Bob, ¿qué pasa? TV Martí no se ve en Cuba. La señal de TeleCID no es fácil de interferir y les vamos a dar un dolor de cabeza a los comunistas con varios transmisores. Seguro que ya saben que tenemos un país latinoamericano que nos va a ayudar. Ahora vienes tú con la cara descompuesta porque alguien de allá arriba, y debe ser de muy arriba para que vengas como has venido, que hasta te tiembla la cara, con la duda de que yo sea un agente. Bob, ustedes están penetrados por alguien de la inteligencia cubana, o a alguien tienen reclutado alto, pero muy alto, en el gobierno americano.

¿Por qué será que a todo el mundo les preocupa tanto que llegue la televisión a Cuba? ¿Entonces qué tengo que hacer yo, irme a Costa Rica a fabricar ropa como hacía antes de que mi padre saliera de la cárcel? Mira, ya yo quemé mis naves. Además no te hablo por mí solo, sino por todo nosotros: Olvídalo, diles que si nos quieren joder que nos jodan, pero que con miedo no nos paran.

-Hijo, creo te van a matar, y si no te matan te van a hacer algo terrible.

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OEA: La historia va por otro lado


En Honduras estaban los atorrantes del populismo demagógico y políticos del área demasiado preocupados con sus propias agendas como para evitar suministrarles pólvora a su pirotecnia verbal.

Mientras Daniel Ortega expresaba su cínica frustración porque Obama no había cerrado Guantánamo, el presidente de Honduras -José Manuel Zelaya- exigía que se le presentaran excusas al gobierno de Cuba por su expulsión en 1962, y su ministra de relaciones exteriores alargaba su discurso de tal forma que Hillary Clinton, al quedarse sin tiempo, no pudo leer el suyo.

En un esfuerzo fallido por intimidar con insultos y consignas, una turba impresionante rodeaba el hotel donde se encontraban Silvia Iriondo, Ernesto Diaz, Orlando Gutierrez, el Comandante Huber Matos y otros dirigentes de la Asamblea para la Resistencia. Estos verdaderos representantes del pueblo cubano no descansaron un minuto en denunciar la conjura, en cuanta estación de radio o televisión tuvieron a su alcance.

En 1962 se separó de la OEA al régimen castrista porque era marxista leninista y por vinculación al bloque soviético. En cualquier idioma esto quería decir que se gobernaba a Cuba con un puño de hierro, que nunca ha sido el del partido único sino el del dictador único, el más inescrupuloso y paranoico de sus dirigentes.

Desde entonces todavía no pueden los cubanos expresar sus ideas y aspiraciones sin temor a la policía política. Ni puede el pueblo escoger a sus gobernantes, ni nadie mudarse de provincia sin permiso, ni los trabajadores pueden protestar por ganar veinte dólares mensuales. Ni se han resucitado en Cuba a los miles de compatriotas ejecutados por luchar por la democracia. Ni se ha declarado que fue una injusticia haberles arrebatado cientos de miles de años de libertad a los presos políticos. Desde entonces y hasta hoy la juventud cubana sigue huyendo del “paraíso socialista”.

Es cierto, las propias contradicciones del marxismo leninismo acabaron con la URSS, pero el régimen castrista ha podido contagiar con una variante genética de ese virus a más de una comunidad latinoamericana. Hoy aniquila a la democracia venezolana y tiene a Nicaragua en la postración. En otras naciones el virus se incuba esperando el momento.

Los cubanos creemos que se ignoró en Honduras medio siglo de dictadura en Cuba. Estados Unidos alegan que para evitar su aislamiento hicieron un gesto que Hugo Chávez califica como insuficiente: …“es solo el punto de inicio de una nueva era, porque la OEA está allí con sus mecanismos intactos, el imperialismo intacto”.

En Honduras se abrió un portillo por donde un día tratará de entrar el “libertador” Raúl Castro anunciando que el cambio ha llegado porque en lugar de un metro la cadena de cada cubano se ha extendido a cinco. Tendrá el respaldo del populismo demagógico y vamos a ver en ese momento cuál será el criterio de los Estados Unidos y el de otras naciones. ¿Evitará Washington de nuevo quedarse aislado? ¿Querrán Lula y su aliados no agraviar a los castro -chavistas?

Por muchas razones los cubanos somos muy sensibles a la fala de solidaridad internacional, a veces hasta el punto de caer en el derrotismo. En esta oportunidad no dejemos que la indignación nos haga perder la perspectiva real de nuestra lucha. El régimen castrista sobrevive por la caridad chavista, la oposición en Cuba crece y resiste, la juventud se burla de una dirigencia caduca y en el gobierno y las fuerzas armadas hay más descontento que nunca.

La mayoría de ciudadanos del continente creen en la democracia. Son millones de hombres y mujeres solidarios con el pueblo cubano, quienes lamentan sus privaciones y su falta de libertad. Es de ellos que podemos esperar aliento y respaldo. No tenemos que esperarlo de la OEA, porque no es por ahí por donde va la historia, la la historia va por otro lado.



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