domingo, 17 de octubre de 2010

Deng Xiaoping Castro (III)


En la década de los sesenta - cuando en Cuba el castrismo iniciaba la colectivización de la agricultura - en China el fracaso de esa misma política había provocado el colapso de la producción agrícola. Lo que Mao bautizó como el “Gran Salto Adelante” fue un salto al cementerio para 40 millones de chinos que murieron de hambre.

Durante los primeros treinta años, el desastre de la agricultura estatizada en Cuba fue atenuado por el subsidio soviético, luego por el venezolano; pero el fracaso era inevitable y hasta ahora ha sido irreversible.

Volvamos a China: ante la tragedia provocada por la hambruna, Deng Xiaoping recomendó en 1962…“adoptar cualquier método que fuera más apropiado por zona para la recuperación rápida y el desarrollo de la producción agrícola; cualquiera que sea el método que las masas quieran adoptar, entonces ese es el método que hay que adoptar, y si no está en línea con las regulaciones, entonces hay que cambiar las leyes.” (Sun and Li)

Años después, bajo la guía de Deng, el Comité Central en su tercera reunión plenaria sentó las bases para una verdadera transformación agrícola. Esta consistía de tres etapas; la primera fase, de 1979 a 1984 logró éxitos inmediatos.

El fracaso agrícola cubano no ha llegado al extremo del de los camaradas chinos porque, soviéticos, venezolanos y las remesas del exilio cubano lo han evitado, pero se evidencia por el hecho de que Cuba, un país con cuatro millones de hectáreas cultivables tiene que importar el 85% de los alimentos que consume la población.

Ante esta crisis, Raúl Castro viene hablando y tratando de poner en práctica soluciones desde hace tres años. Hasta ahora lo único que ha logrado es una disminución en la producción de alimentos.

Una política de producción de alimentos, como la propuesta por Raul, orientada al mercado interno limita a los agricultores cubanos a la demanda de una población trabajadora con un ingreso promedio de menos de 66 centavos de dólar por persona al día para cubrir todas sus necesidades y obligaciones. En otras palabras los trabajadores cubanos tienen una limitada capacidad de compra de aproximadamente 1000 millones de dólares al año.

Este serio problema se acentúa con las medidas anunciadas por el régimen de despedir un millón de trabajadores estatales, lo que resultará en un aumento de la pobreza y a la vez en una reducción de la demanda de productos agrícolas.

Los riesgos inherentes a la agricultura, los costos de producción y de transporte, para venderles a quienes ganan un salario equivalente a $17 mensuales pueden no valer la pena. Al agricultor le conviene producir nada más para aquellos que tienen un nivel de ingreso mucho mayor.

Estos son los cubanos que reciben remesas del exterior y aquellos que en la isla tienen ingresos por actividades independientes. Esta situación existe en Cuba desde hace mucho tiempo. Para la mayoría de la población la adquisición de alimentos es precaria, para otros es más fácil.

La aparente respuesta del régimen ha sido entregar tierras ociosas a cien mil nuevos agricultores, lo que equivale a duplicar el número de ellos en el país. Esta medida es contraproducente por tres razones:

Primero, la mayoría de estos nuevos agricultores no tienen experiencia ni tienen ayuda alguna para poder producir.

Segundo, ahora 200,000 agricultores tendrán que competir por los escasos recursos que antes de una u otra forma utilizaban los cien mil campesinos privados que ya tenían una productividad 3.5 superior a la producción estatal.

Tercero, los cien mil campesinos privados con experiencia pueden suplir las necesidades alimentarias de un poco más de once millones de habitantes si contaran con los medios necesarios. En Estados Unidos un 1% de la población alimenta al otro 99%.

Estas consideraciones exponen otro error de la presunta reforma agrícola castrista. La clave no es tratar de que un sector de la economía produzca más comida para alimentar a un pueblo que no tiene con qué comprarla, sino que aumenten los ingresos de la población para estimular la oferta de la producción agrícola. Esto solo puede hacerse en un plan de restructuración total que también implica un cambio de las leyes del país.

Además, en Cuba una reforma agrícola no puede tener como objetivo solamente la producción para consumo nacional. En la isla hay tierras y mano de obra suficiente para exportar alimentos, lo que representaría un ingreso importante y un estímulo indispensable para el despegue.

En un mundo globalizado esto exige, entre otras cosas, una verdadera apertura interna que permita a los productores cubanos competir en el mercado mundial.

La reforma agrícola ha sido la más importante propuesta de Raúl Castro y lo único que ha demostrado es un nivel de improvisación e incompetencia asombrosa. Además esa reforma parece ser otro mal orquestado engaño al pueblo cubano.

Continuará…

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