sábado, 30 de octubre de 2010

Deng Xiaoping Castro (IV)


Cuando Deng Xiaoping trazó el rumbo de la China post-maoísta los resultados económicos se convirtieron en el criterio del nuevo modelo. Era la sentencia de muerte de la economía estatizada. Con el planteamiento de que no importaba el color del gato si este cazaba ratones Deng abrió las puertas a la empresa privada. El mundo capitalista correspondió con un impresionante nivel de inversión y transferencia tecnológica.


También Cuba tiene que hacer un gran esfuerzo para salir del atraso inducido por medio siglo de totalitarismo. En este sentido el fracaso de Raúl Castro es evidente. Ni aun sus socios políticos han estado dispuestos a financiarlo. No parecen confiar en su capacidad para la tarea.


El gobierno en Cuba no puede contar ni con China ni con Rusia para ese proyecto. El Brasil de Lula ha sido igualmente cuidadoso. Chávez, que sí es lo suficientemente ignorante para apoyarlo, está empantanado en su propia crisis. La Unión Europea condiciona un acercamiento político y comercial a una transición democrática en Cuba.

Ante esa situación Raúl piensa que la alternativa es convertir al gobierno de Obama en una especie de aliado. La eliminación de las restricciones para que los ciudadanos estadounidenses puedan viajar a Cuba sería el primer paso al que aspiran, el segundo es el levantamiento del embargo.


Raúl Castro cree que, con la cooperación de la izquierda procastrista de EU y cabildeando a empresas de ese país, puede convencer al gobierno demócrata de que levante el embargo sin negociar una transición democrática en Cuba. El truco, aunque posible, no deja de ser descabellado.


El hermano menor de Fidel parece haber interpretado a su beneficio las señales del gobierno de Obama que, en su interés por llegar a un acuerdo con el gobierno en Cuba, parecía estar dispuesto a una solución rápida. Hasta ahora no ha sido así. (Ver los cinco capítulos de “Cuba en el limbo y el error de Obama.”)


El resultado es que en lugar de un sincero intercambio, como quería los Estados Unidos, la política raulista hacia Washington se convirtió en una estrategia de ardides, propios de la Guerra Fría cuando gracias a la subvención soviética existían otras condiciones económicas en Cuba.

Así, en lugar de reformas reales e integrales como las que se llevaron a cabo en China, en Cuba se anuncian cambios en términos confusos y los empeoran con una ejecución contradictoria y disparatada.


Al legalizar las pequeñas actividades privadas de ciudadanos cubanos, el régimen está aceptando un hecho consumado. Imponiéndoles impuestos completamente desproporcionados, el Estado convierte a los pequeños empresarios en esclavos por cuenta propia. Antes tenían que pagar prebendas a la policía por la ilegalidad de sus actividades, ahora tendrán que hacer lo mismo por evadir el pago de impuestos.


De los casi cinco millones de empleados que “trabajan” para el Estado –más del 80% de la población laboral del país - la decisión ha sido despedir en forma inmediata a medio millón del millón que dicen tienen en exceso. La otra mitad sigue detrás. Si pasan hambre o no, a este estado “socialista” no le importa.

En el campo político la acción ha sido poco inteligente. Arrestan a un ciudadano estadounidense en Cuba –Alan Gross– y lo usan como rehén. A la deportación de presos políticos le llaman liberación negociada con la Iglesia Católica. En resumen, no hay una verdadera voluntad de rectificación.

En esta serie de cuatro breves artículos hemos demostrado que Raúl Castro no ha tenido la competencia para manejar su sucesión como mucha gente esperaba. Achacar su fracaso a las interferencias de Fidel es una excusa en lugar de una explicación plausible.


Deng Xiaoping aprovechó su liderazgo para hacer cambios que han transformando a China y a la geopolítica del planeta. Pudo lograrlo en un país mucho más complejo que Cuba gracias a su visión, a sus condiciones personales y a su credibilidad entre los miembros de la nomenclatura y entre sus compatriotas.


Raúl Castro en lugar de facilitador es un obstáculo para la construcción de la Nueva República. Nadie cree en él y no tiene capacidad para un reto al que teme. Raúl es parte del pasado, no del futuro de Cuba.

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