EL PASTEL DEL ODIO
Juan González Febles
Periodista independiente. juanchogonzal@gmail.com
Lawton, La Habana, 28 de octubre de 2010, (PD) Uno de los episodios más terribles de la más reciente historia cubana ha sido sin dudas el fusilamiento sumario, en 2003, de tres jóvenes negros habaneros que intentaron secuestrar una lancha costera de transporte de pasajeros para llegar a los Estados Unidos de Norteamérica.
Profesionalmente, fue uno de los casos que más me conmovió y ciertamente, aún me mantiene enganchado desde el punto de vista emocional.
Conocí a familiares de los fusilados y entre las vivencias más desgarradoras que conservo, está la visita que hice en 2003 a la familia de Bárbaro Leodán Sevilla, el más joven de los supliciados, que contaba al morir con sólo 22 años.
De aquel momento, la imagen que aún tengo grabada es la de un viejo y despintado armario cuadrado y estrecho. Quizás en otros momentos fue el archivo de tres gavetas en alguna empresa. Cuando lo vi, tenía en su parte superior un par de zapatos deportivos, marca Adidas o quizás Nike. Al fondo en la pared, una de esas fotografías enmarcadas para congelar buenos momentos. El cuadro tenía en su base un crespón de luto hecho artesanalmente con tela negra. Mostraba a un joven mestizo que sonreía. Lo hacía como si quisiera compartir con el mundo entero aquel momento congelado en que fue tan feliz.
El joven era Bárbaro Leodán Sevilla. Estaba muerto por mandato del jefe de estado de mi país. En aquel momento sentí que todos, por puros pendejos, éramos un poco culpables por esa muerte. Tanto la madre de Sevilla, a quien fui a entrevistar, como el resto de la familia, estaban embargados por el dolor. Aquella pobre mujer conseguía llenar la humilde vivienda con el sentimiento de pena y de pérdida más arrasador que recuerdo. Era un sentimiento desbordado que se percibía en cada centímetro y en cada rincón de esa casa. Más allá, se percibía en el barrio, entre los vecinos y entre los transeúntes. Entre gente que como yo vino a registrar la noticia y hasta entre los perpetradores de siempre, esos que por mandato de la policía de Seguridad del Estado, contribuyen a que la crueldad cumpla su propósito y a que el terror reine entre los hombres.
Cuentan familiares y encartados en el suceso que poco después de haber sido reducidos y apresados los secuestradores de la lancha, Fidel Castro se reunió con ellos y les dijo que cada uno recibiría su porción de un cake que repartiría en breve. El cake del Comandante, dentro de los límites de su humor incierto, fueron tres penas de muerte y una relación odiosa de largas penas de prisión y condenas a perpetuidad… ¡Patria o Cake!
Cuentan que a raíz de los sucesos de la lancha “Baragua”, Fidel Castro estaba aterrorizado porque temía que el afán del presidente norteamericano de aquel entonces, George W. Bush, diera al traste con su dictadura. Una estampida que desembocara en otro éxodo masivo, sería interpretada por los yanquis como un acto de guerra y Fidel Castro tradicionalmente teme las reacciones de los presidentes estadounidenses provenientes del Partido Republicano, como fue el caso en aquel momento.
El fusilamiento de los tres jóvenes negros habaneros y las largas condenas a prisión que impuso el régimen cubano a personas que no lastimaron a nadie, constituye la prueba del carácter incivil y el desafuero que prevalecen en el ambiente político creado por el régimen cubano.
Siete años después, recibo en mi casa a la Sra. Julia Estrella Aramburu Taboa, madre de Harold Alcalá y tía de Maykel Delgado. Estos son dos de los jóvenes secuestradores de la lancha “Baraguá”, en 2003. Ambos recibieron condenas a perpetuidad en las cárceles cubanas.
LOS PRESOS DE LA LANCHA BARAGUÁ
“(Radio Martí, 11/08/10) - Los cinco cubanos detenidos en el 2003 después de secuestrar la lancha Baraguá en la isla para salir del país, siguen encarcelados. Sus madres, representadas por Julia Estrella Aramburu, entregaron una carta este miércoles a la Asamblea Nacional del Poder Popular, para pedir mejores condiciones carcelarias para sus hijos. Los cinco, condenados a cadena perpetua tras la detención en abril del 2003, se encuentran en celdas de castigo y si bien no han sido torturados físicamente, sí lo han sido psicológicamente, afirma el texto de la misiva.
Aramburu dijo que ni su hijo ni sus compañeros de presidio tienen sus manos manchadas de sangre, cosa que si ocurre, según ella, con el espía castrista preso en Estados Unidos, Gerardo Hernández.
Por los sucesos de la lancha Baraguá los cinco jóvenes fueron condenados a cadena perpetua en un juicio sumarísimo, mientras que otros tres jóvenes fueron fusilados.”
Tal y como lo establece el despacho de Radio Martí citado, la Señora Julia Estrella Aramburu, está comprometida en una lucha desigual contra el estado cubano. Se trata de otra madre que reclama condiciones carcelarias humanas, tanto para su hijo y para su sobrino como para el resto de los jóvenes involucrados y condenados por aquellos sucesos.
Por mandato del jefe de estado, las prisiones cubanas son antros de tortura y corrupción. La negativa contumaz por parte del régimen a permitir la presencia de observadores internacionales en cárceles, centros de detención e instalaciones de ese corte, posibilita que la tortura y los maltratos mantengan sentados sus reales en las prisiones cubanas.
Lo que Julia Estrella Aramburu reclama no es tan complicado o quizás lo sea. Se trata de que su hijo y el resto de los encarcelados por los sucesos de la lancha ‘Baraguá’ en 2003, reciban un trato carcelario humano de acuerdo con lo establecido por convenciones internacionales en este sentido.
La dificultad estriba en que el caso fue manejado por Fidel Castro personalmente. Los prisioneros bajo la atención directa del compañero Fidel, reciben un trato muy bueno o muy malo y a los muchachos de los sucesos de ‘Baraguá’ en 2003, les ha tocado la peor parte. Le queda aún mucha panetela a la tarta cruel del compañero Fidel.
Primavera Digital
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